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España España · Palma de Mallorca
Críticas de Innisfree
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Críticas 100
Críticas ordenadas por utilidad
9
29 de enero de 2023
10 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es TÁR una película multiforme, en tanto que apunta a la representación de un tema de tan rabiosa actualidad como son los abusos de poder en contextos artísticos y, a su vez, pretende ironizar desde el humor más "tongue-in-cheek posible", dado el contexto de la película, la caída en desgracia de una directora de orquesta que se beneficia de esas mismas prácticas.

La última película de Field es una obra maestra en muchos de sus campos. Técnicamente es extraordinaria, concibiendo un tipo de estética aséptica, de blancos, grises y negros, que nos lleva al Hanneke de LA PIANISTE y al Glazer de UNDER THE SKIN, este último siendo una influencia indudable en las escenas de cariz más onírico. La frialdad de los colores contrasta con el resto de elementos, formando una verdadera glaciación emocional muy acorde con los preceptos que pretende exponer la película.

La actuación de Blanchett como Lydia Tár es soberbia. Consigue hacer de este personaje pedante, injusto, aprovechado e interesado algo que no cansa a los 10 minutos. Hay mucho "name dropping" y mucho cambio de lenguas, pero en el centro de la actuación de Blanchett hay tanta preparación y tanta naturalidad que parece que estás viendo algo que se escapa ligeramente de los confines de la ficción y sangra directamente a través de la pantalla. Esa primera escena de la entrevista te zambulle en la interpretación de Blanchett y reconoces en ese personaje uno de los mejores protagonistas que puede haber dado el cine en lo que llevamos de milenio.

El guion ayuda a esa elevación del personaje de Lydia Tár. El humor, quizá, en ocasiones está planteado desde la obviedad y la falta de sutileza, pero teniendo en cuenta que TÁR tiene mucho de drama, pero también tiene sus buenas dosis de sátira, no es algo que moleste en exceso. A pesar de ser un aspecto francamente notable de la película y lo permea del sarcasmo que le aporta esa punta de malignidad y picardía que hace de TÁR el producto que es, no diría que es su mayor logro.

Pero también debemos tener en cuenta que le debemos al guion una de las mejores maneras que he visto de tratar el escamoso tema de los abusos de poder en contextos de producción artística. Se concibe como una fantasmagoría que nunca termina de resolverse, como un ente invisible que no solo va destruyendo poco a poco a la protagonista, sino que se deja notar en escenarios familiares para poner de manifiesto que el surgimiento de víctimas no termina con el objeto principal que recibe los abusos, sino que también se genera una onda expansiva que tumba a todos aquellos que coexisten con ambos participantes. Es una forma genial de plantear cómo estos sucesos suelen acoger una naturaleza sutil, como algo que se arrastra en las sombras para desaparecer nada más iluminarlo. El "ciclo de placer" que encuentra Lydia Tár en la llegada a los clímax de algunas piezas de Mahler, por ejemplo, encuentra un correlato bastante ácido en el "ciclo pesadillesco" que le impide dormir y que se manifiesta, o bien, en forma de imaginario onírico, o bien, de forma física con algunos sucesos llevados a cabo en la casa de la protagonista.

TÁR es absorbente. Field reconoce en su propio producto los ingredientes esenciales para configurar una experiencia incómoda, pero que obsesiona al espectador. Muchos de sus elementos están en estado de gracia, destacando la fotografía y, por supuesto, una inolvidable Cate Blanchett que firma el que quizá sea su mejor papel. Una excelente película.
Innisfree
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7
27 de julio de 2022
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Garland, celebrado director de la gran pantalla (Ex Machina) y de la pequeña (Devs), le han dado para el pelo con su nueva película, Men, una exploración fundamentada en el terror de cómo una mujer tiene que lidiar con el suicidio de su pareja yéndose de vacaciones a la campiña británica y enfrentándose a lo que perfectamente podría llamarse un infierno de lo igual. Le han dado para el pelo, decía, porque acusan al director de criticar la masculinidad tóxica de forma excesivamente superficial —a "Men bad!" reducen las ideas de la película— con el único fin de presentarse como aliado del feminismo y poder entonar el "estoy contigo, hermana". ¿Cuánta verdad hay en esta máxima? Quizá no tanta como los llamados sabios han querido constatar.

Men es la película menos sesuda de Garland. También es la que más se aleja de aquello que podría considerarse su estilo: la ciencia ficción de autor. No hay autómatas (Ex Machina), ni zonas afectadas por un extraño electromagnetismo lovecraftiano (Annihilation), ni programadores con complejo de Dios enfrentándose al trauma de la pérdida familiar (Devs). La premisa de Men nos sitúa en unas coordenadas más cercanas al realismo que a cualquier otra cosa. Sin embargo, hay algo en el estilo, en la saturación de los colores, en cómo la acción va progresando hasta encontrarnos en espacios poblados de una sensación de uncanny valley, que resulta reminiscente, de forma extremadamente positiva, a aquellas películas que ya hemos visto del director. Y es de aplaudir. Otro realizador podría haber optado por girar a la izquierda y aprovechar el cambio genérico para cambiar su propia manera de enfrentarse al medio artístico, pero Garland, como se diría, sticks to his guns y prefiere seguir siendo él mismo. Esto implica la creación de un contexto en el que Garland puede sentirse algo más cómodo con las ideas que quiere presentar en Men, de forma que hay un esfuerzo que ya no debe llevarse a cabo.

Ahora bien, ¿está justificado el reduccionismo que muestra la crítica hacia Men? En mi humilde opinión, pienso que no. Quizá la película no explore su ideario más allá de algunos tópicos que, sí, pueden tener algo de razón en ser reducidos a "Men bad!", pero que no por ello dejan de ser interesantes. Me explico. Cuando se estrenó, a BlacKkKlansman de Spike Lee se le criticó que planteaba un discurso redundante, esto es, la liberación de los negros y la búsqueda de un estado del bienestar que los tuviera más en cuenta. Esto fue lo que se le criticó, y dos años más tarde muerte George Floyd asfixiado por un policía en Mineápolis al agónico grito de "I can't breath". Quizá en su momento, ese "panfleto" —así se refiere a él nuestro Carlos Boyero— podía resultar algo redundante, cosa que también dudo porque el movimiento BLM (Black Lives Matter) estaba en su apogeo en 2018. Sin embargo, el tiempo ha probado que el supuesto discurso redundante de Lee tiene más de necesario de lo que nos podríamos imaginar. Y es que la historia no deja de repetirse constantemente. Santayana decía: "Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo".

En esta línea estamos con Men, pero en lugar de atacar el mal conocido —la violencia machista— de forma directa, Garland acude a las raíces del pensamiento misógino y fundamenta su discurso en función a su historia. Su interés es diacrónico, no sincrónico. No busca rehacer, por ejemplo, Te doy mis ojos. Esa película, como tantas otras que tratan temas similares, ya existe. Garland acude a la religión en busca del pecado original, al mito ecofeminista de la pertenencia o no pertenencia de la mujer al medio natural en lugar del estrictamente cultural habitado por el hombre, a la fama de la manipulación femenina, a la mujer como ser encadenado a la construcción arquetípica de la madre. El director rebusca en la historia para tratar de entender, primero, de dónde surge este pensamiento y, segundo, cómo se reproduce de generación en generación. Puebla su película de personajes variopintos, todos interpretados magistralmente por Kinnear, que en un ejercicio que nos liga prácticamente a la Anomalisa de Kaufman, representan ese infierno de lo igual, cómo toda persona que decide seguir el ideario impuesto por años y años de misoginia pierde su idiosincrasia en pro de una tradición que huele ya a viejo.

Garland lo representa de forma asquerosamente sincera con esas escenas finales, que duran más de lo que durarían en la película de cualquier otro director porque la idea es esa: el tedio de la historia, de siglos y siglos de costumbres enquistadas, desarrollándose ante nuestros ojos, una y otra vez. Es aquello que decía Santayana, el nunca terminar de la herencia cultural. Y así como Kinnear interpreta a muchos personajes que, en realidad, son uno solo, Jessie Buckley —genial y magnífica también, como es ella en todo lo que hace— interpreta a un solo personaje que son múltiples mujeres viéndose atrapadas en el nunca acabar del ciclo abusivo, sea físico o psicológico. En una línea marxista de las cosas, uno podría decir que en Men está contenida la historia de la humanidad en lo que a dinámicas de género respecta. Y no quedaría muy lejos.

Por eso decir que Men se reduce a esa máxima de "los hombres son malos" me parece una absurdez como un templo que ningún bien le hace a las ideas que presenta y a su utilidad. Garland no plantea respuestas satisfactorias, pero sí que genera las preguntas pertinentes para que la búsqueda de esas respuestas pueda tener un final feliz. Porque Men tiene tanto de cine histórico como de película de terror.
Innisfree
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6
7 de agosto de 2022
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos interpretan a parodias de sí mismos o de algunos de sus personajes en Bullet Train. Brad Pitt aparece con un 'bucket hat', que nos lleva a reimaginarnos a su personaje de "Snatch", y reconoce y memoriza perfectamente todos los rostros de las personas con las que se encuentra, lo que efectúa casi una contestación metatextual a la Prosopagnosia que sufre el actor. Aaron Taylor-Johnson —que junto a Bryan Tyree Henry recrean a dos personajes muy Guy Ritchie— parodia su propio acento en "Nowhere Boy", en la que interpretaba a John Lennon. La película, incluso, puede leerse como una entrada multiversal —Dios no lo quiera— en un universo cinematográfico que, de momento, solo cuenta con la participación de esta película y "The Lost City", en el sentido de que tanto Brad Pitt, como Sandra Bullock, como el irremediablemente fascinado por la belleza que se pasea por esta película Channing Tatum participan en ella. Y otras iteraciones que mejor no destripar.

Si juntamos todos estos guiños metatextuales —que en ningún momento dejan de ser eso, en tanto que su uso diegético responde más al chiste que a cualquier utilidad— con un pastiche de referencias estilísticas que van desde el Tarantino más noventero hasta el renovado concepto "John Wick", pasando por el ya mencionado Guy Ritchie o el cada vez más occidentalizado Sion Sono, pues tenemos "Bullet Train", un festival de entretenimiento que provee el espacio necesario para pasar un rato más que agradable. El humor hablado falla, prácticamente, todos sus tiros, pero las coreografías de las peleas y algún que otro momento slapstick congregan suficiente fuerza como para que te olvides momentáneamente —hasta que vuelvan a abrir la poca para soltar cualquier chiste— del bajo nivel cómico que trae consigo el guion.

Es una película creada para el cine, con todo lo bueno y malo que eso conlleva. Afirmaría que el entretenimiento está asegurado sin demasiado miedo a equivocarme, pero quien entre en "Bullet Train" esperando algo que no sean hostias, neón y narrativa perniciosa, igual se lleva un escarmiento de más.
Innisfree
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7
13 de noviembre de 2021
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gratamente sorprendido por este Scott. Lo que comienza siendo una reiteración de la simplemente interesante y visualmente impresionante The Duellists, acaba derivando en un producto de la era #metoo mezclado con un toque de Rashômon y su técnica del contrapunto que le queda bastante guay y le aporta originalidad, que más allá de plantear la redundante pregunta "¿tenemos que creer a las mujeres?" -como muchas reseñas he visto que puntualizan de forma negativa, pues piensan que es lo único que hace la película-, se encarga de estudiar cómo el hombre se apropia de los logros de la mujer de forma sistemática e indiscriminada. Lo físico y lo emocional, lo público y lo privado, lo maleable del concepto de verdad y el cómo el ego construye sus propios discursos en función del grado de poder que uno tenga.

Un diseño de sonido magnífico, de lo más brutal que ha hecho Scott. Visualmente impactante, aunque se aleje de las referencias románticas de The Duellists. Scott tira hacia otro lado. Oscuridad, suciedad, sangre y claroscuros. Algo verdaderamente memorable. En especial con ese final apoteósico, que es de esos en el que estás bailando en tu butaca durante toda su duración.

Y si a todo esto le sumamos el maravilloso juego de faldas que maneja Adam Driver en la película, que ni la Lola Flores, pues tenemos una gran película.

No me extrañaría que ganara una cierta condición de clásico. Scott ha roto una racha que no ha sido especialmente buena para su cine.
Innisfree
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7
29 de julio de 2023
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A través de su guion, Schrader invoca una crudeza muy a los Peckinpah para contarnos la historia de un veterano condecorado con honores que llega a Estados Unidos tras haber estado en un campo de concentración durante varios años.

Tratándose de un guion de Schrader, es interesante la comparación con TAXI DRIVER, porque sus personajes tienen mucho en común —ambos son veteranos de Vietnam y tienen una actitud algo flemática, aunque siempre degenerada, ante la vida—, pero a nivel de enfoque temático las cosas varían de forma intrigante. Mientras la obra maestra de Scorsese tira por una configuración del mal mucho más laxa, diluida en esas calles "sucias" de Nueva York, en ROLLING THUNDER encontramos una materialización francamente concreta de cuáles son aquellos continentes de malignidad. Mientras en TAXI DRIVER, todo tiene un enfoque, digamos, algo más teórica, ROLLING THUNDER destaca por su concreción.

La cuestión, al final del día, es que las conclusiones no es que sean similares, es que corren prácticamente parejas: la creación de violencia engendra instancias donde se reproduce esa misma violencia. Y aunque sea francamente injusto comparar ROLLING THUNDER con TAXI DRIVER —porque, tengo que asumirlo, casi cualquier película que se compare con TAXI DRIVER acabaría perdiendo—, creo que Flynn, el director, ha sabido manejar con cierta labia un guion que prepondera la crítica social por encima de lo gratuito de la violencia, incluso si en este segundo elemento resulte algo deficiente en algunos aspectos.
Innisfree
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