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España España · Oviedo
Críticas de Gould
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Críticas 664
Críticas ordenadas por utilidad
10
7 de enero de 2017
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mabuse es el jefe de una compleja organización de criminales que dirige con perfección de reloj suizo y mano de hierro. Hipnotizador, científico, transformista y genio del mal practica con igual soltura el robo, la falsificación, el asesinato o la especulación en bolsa y aspira a dominar el mundo con sus poderes mentales, su crueldad sin límites y su deshumanización. Con guion de Thea von Harbor, segunda esposa de Fritz Lang, basado en un relato de Norbert Jacques publicado en el Berliner Zeitung, la película está dividida en dos partes, “El gran jugador: un retrato de su tiempo” e “Infierno: un juego de personas de nuestro tiempo” que suman doce actos, con una duración total de cuatro horas y media. Lang construye una de sus mejores obras del periodo mudo, muy superior a la celebrada “Metrópolis” (1927) en este retrato del malvado Dr Mabuse, mezcla de Moriarty de Conan Doyle y del Mortadelo de Ibáñez e indiscutible símbolo y metáfora de los aterradores años que estaba viviendo Europa en aquellos momentos –postguerra de la primera carnicería mundial, triunfo del comunismo en una Rusia que aún no había concluido su guerra civil o ascenso de las soluciones militaristas que inundarían Europa de tiranos de toda índole- y de los que quedaban aún por llegar. Mabuse es el retrato premonitorio de la maldad en esencia, sin contrapesos morales o éticos, que pocos años después accedería al poder en Alemania y obligó al propio Lang a huir en 1933. Con impecable ritmo, un sentido del relato ágil, el gusto por los detalles y la elegante puesta en escena, Lang compone un entretenidísimo relato de los bajos fondos con numerosas peripecias y acontecimientos a la que se añade la implacable persecución del fiscal Von Wenk. Lang combina drama, fantasía y cine puramente policíaco en el que, pese a lo que se diga, la huella del expresionismo es muy menor –“¿El expresionismo? Me parece un juego” dirá uno de sus personajes-. De hecho la película, como buena parte de la cinematografía del primer tercio del siglo xx es mucho más heredera de una narrativa victoriana al estilo Sherlock Holmes. La segunda parte es menos narrativa que la primera y se centra más en el melodrama y en la progresiva debilidad de Mabuse, preso por primera vez de sentimientos lo que acabará por destruirle. Deslumbrante clásico del cine mudo de uno de los directores más grandes e influyentes de la historia.
Gould
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10
27 de septiembre de 2016
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Naruse, como Ozu, filma las afueras de las ciudades, los barrios con calles sin asfaltar, los trenes de cercanías, las torres de cables eléctricos y los pequeños negocios mientras la magnífica música de Ichiro Saito describe certeramente los estados de ánimo y los silencios de esta turbadora película. La dulce Kinuyo Tanaka interpreta, en un prodigioso trabajo, a una madre que con digna entereza se sostiene frente a las tragedias aniquiladoras que se van sucediendo, primero su hijo, luego su marido. Su hija, la pizpireta Kyoko Kawaga que nos sirve de cicerone para este relato emocionante, nos muestra la dura postguerra y Naruse, con sensible ojo, con unas maravillosas elipsis y un admirable uso de la profundidad de plano –hasta tres acciones en el mismo plano llega a haber- alcanza esos momentos de inefable belleza tan difíciles de explicar, hechos de pequeños gestos y de imperceptibles detalles. A pesar de todos los problemas y desgracias la vida sigue allá donde haya un resquicio para la esperanza y el humor. Qué bien refleja Naruse el mundo íntimo de la mujer, su heroicidad callada y cotidiana - “¿con qué propósito nacen los hombres?” se preguntará Toshiko-, qué bien refleja las ausencias, la calma cuando los hijos duermen y todavía hay labores por hacer, qué sencilla sensibilidad en las miradas y los actos –como cuando el niño le entrega como regalo a su hermana la caja que siempre le negó- en un pausado crescendo de emociones en el que toda la parte final de la película, desde que la hija se marcha, es puro cine, cumbre de nostalgia y de poesía que, sumados, componen los ingredientes de otra obra maestra de este maravilloso director japonés.
Gould
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7
29 de enero de 2015
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer film de la llamada "Trilogía alemana" de Frank Borzage. Las otras dos, "Three comrades" (1938) y "The mortal storm" (1940), son dos obras maestras de este lamentablemente poco conocido pionero del cine americano. Basada en una novela del escritor alemán Hans Fallada (si pueden, lean su extraordinaria novela "Solo en Berlín") nos cuenta una romántica historia de amor, pobreza y dignidad -tantas veces contada por el propio Borzage en muchos de sus otros filmes- en una inidentificable Alemania en crisis y con un asfixiante paro, presa de todos los extremismos que en el año de su producción ya la estaban asolando. Pese a su presencia en la historia, Borzage sabe eludir el panfleto político y pasa de puntillas sobre la explicaciones sociológicas o intelectualizadas para mostrarnos en carne viva y con su particular sensibilidad los problemas y preocupaciones de esta pareja -correcto Douglas Montgomery, soberbia Margaret Sullavan, actriz fetiche de Borzage- en los caóticos y difíciles años 30.
Gould
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8
20 de diciembre de 2014
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Prodigioso debut de Ermanno Olmi en esta sencilla historia de la convivencia de un viejo vigilante de una presa en lo alto de las montañas nevadas y un joven estudiante. De la desconfianza y el silencio inicial pasamos, durante una fuerte tormenta, al momento de la intimidad y las confesiones. Bañada de una lúcida e hipnótica humanidad, con una extraordinaria fotografía en cinemascope, con ligeros apuntes de humor y una rara sensibilidad que nos guía a través de la honda mirada de los personajes -posteriormente se convertirá en marca de la casa-, iniciaba su carrera un director no suficientemente valorado cuando no profundamente desconocido y a la altura de los más grandes. Para almas sensibles y agradecidas.
Gould
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8
5 de enero de 2017
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Producida como parte de los actos para celebrar el segundo centenario de la revolución francesa y dividida en dos partes, “Les Années Lumières” y “Les Années Terribles”, la película abarca con minucioso detalle, equidistancia y sin partidismos los apasionantes años que van desde 1788 hasta julio de 1794 en que es ejecutado Robespierre. La película se inicia con un breve prólogo situado en 1774 que ilustra la conocida anécdota del poema leído por un Robespierre niño frente al rey a la entrada del colegio “Luis el Grande” en Arrás bajo la lluvia y el barro ante la indiferencia del monarca. Los grandes personajes de este monumental relato de casi seis horas aparecen en esta película rio: el rey Luis XVI, su esposa Maria Antonieta y sus hijos, su ministro suizo Necker, el viejo Mirabeau, Lafayette, Desmoulins, Danton, Marat, Robespierre, Saint Just, Hubert. La película trata de mostrar las razones de unos y otros sin partidismos estúpidos pero sin miedo a mostrar las debilidades y el horror en esta época de grandes palabras, esperanzas y asesinatos en masa. Cinematográficamente la película no es ninguna maravilla pero pedagógicamente es una soberbia reconstrucción realizada en escenarios auténticos o, si no, muy bien reconstruidos. La primera parte abarca desde la convocatoria de Estados generales hasta el asalto a las Tullerías en agosto de 1792 mientras que la segunda se centra en los terribles años de la Convención y, en particular en la época del terror, iniciándose con la llegada de los reyes a la prisión del Temple. El trabajo de los actores es verdaderamente meritorio destacando muy por encima de todos el excelente trabajo del actor suizo Jean-Francois Balmer como Luis XVI y el retrato humanizado de Danton que realiza el austríaco Klaus Maria Brandauer. El resto de actores acompañan con gran eficacia: Francois Cluzet como Camile Desmoulins, en un retrato tal vez excesivamente bondadoso del periodista amigo de Robespierre, el dificilísimo papel de Robespierre del que Andrezj Sewerin sale ileso, el divertido Mirabeau de Peter Ustinov o el breve pero imponente papel de Cristopher Lee como el verdugo Sanson. Pese a su larguísima duración es una película atractiva, bien reconstruida y de enorme interés.
Gould
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