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Críticas de Chris Jiménez
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Críticas 2.179
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
17 de abril de 2024
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Parece mentira que fuese para un mero folleto promocional lo que impulsó a Michael Mignola a crear un pequeño demonio de aspecto grotesco llamado HellBoy, pero en el mundo del arte las casualidades son semillas que engendran grandes proyectos.

Ese bicho, tras ser rechazado por los imbéciles de DC, pasaría a convertirse en su creación más famosa, y como todo cómic que va generando un culto y un éxito a lo largo de su publicación, su traslado al cine acabaría llegando; por desgracia fue necesario mucho tiempo para ello. El sr. Guillermo del Toro quizás se adelantó pidiendo financiación a grandes compañías para adaptar un trabajo que no era de Marvel ni de DC, pero su fe siguió inquebrantable; Ron Perlman puede asegurar esto, que durante los años vio crecer la empresa gracias al empeño de su colega, quien siempre se mantuvo firme con que conservara el papel del peculiar anti-héroe.
La tirada inicial de 1.994, "Seed of Destruction", sirve de base para un guión firmado por el propio Del Toro que, por decirlo de una forma amable, se toma "bastantes libertades" con el material de origen; de lo que nadie le puede tildar es de tener poca imaginación. Así, la película empieza igual que el tebeo, en una 2.ª Guerra Mundial donde se han unido el nazismo y las artes oscuras y justo cuando el malvado brujo Grigori Rasputin está a punto de invocar a los seres Ogdru Jahad; sin embargo, a través del espectro del cine, la atmósfera siniestra que lograban los colores y las sombras de Mignola se disipa en un estilo ruidoso que más bien recuerda a la terrible adaptación de "La Liga de los Hombres Extraordinarios", estrenada poco antes.

Otro detalle a destacar es que el narrador ha pasado de ser el oficial encargado de la misión al entonces joven doctor Bruttenholm, quien resulta ser todo un hombre ya que le dejan sin la compañía de personajes como Cynthia, una psíquica de su grupo, y el curioso héroe Antorcha de la Libertad (un poco al estilo del Capitán América). El fin de todo esto es dar con el demonio rojo HellBoy, pero a partir de aquí no tendría ningún sentido hablar de la obra de Mignola pues lo que nos trae Del Toro es completamente independiente de ella, una trama 99'99% inventada mientras se mezclan algunas cosas de otras entregas.
Trama que también recurre a clichés del cine de superhéroes del momento y que juega sus cartas de un modo mediocre al querer introducirnos en el fascinante mundillo de la Oficina de Investigación y Defensa Paranormal por medio del típico individuo auxiliar que tanto detesto cuya función es hacer de los ojos del público, en este caso un capullo del F.B.I. (Myers) sin ningún cometido. Está porque el guión quiere que esté. No así hay buenas jugadas: Perlman es un HellBoy genial, más cálido y divertido, igual que Doug Johnson crea un Sapien con el que empatizas rápidamente y John Hurt encarna al envejecido Bruttenholm.

Es un acierto que éste, a diferencia del tebeo, no muera nada más aparecer y así podamos tomarnos más tiempo para conocerle y encariñarnos con él (el único que sobra aquí es el jodido Myers). Un segundo, ¿desde cuándo HellBoy tiene gatos?...es igual, eso le hace más humano, supongo. La historia inventada por el director se mueve un poco entre "X-Men", "Blade", "Men in Black" y el antes mencionado film de Stephen Norrington, con los muchachos del doctor cazando monstruos por la ciudad y estallando la acción y la violencia con bastante eficacia palomitera y mucho abuso de los efectos digitales.
Pero al menos es de agradecer que, en unas fechas donde se estrenaron cosas como "Catwoman", "Alien vs. Predator" o la 3.ª entrega de "Blade", Del Toro conserva aquí cierto encanto, garra y mordacidad que llevan el sabor de la década de los '90 donde fue concebido el cómic, y quizás el tono más "grunge" lo aporte una Elizabeth Sherman reducida al estereotipado modelo de chavala oscura-deprimida-emo que habla en una irritante voz baja y va destilando lástima allá por donde pasa; Selma Blair, actriz de carisma y vitalidad (y belleza) a prueba de bombas, está aquí ausente en todos los sentidos. No sólo eso: ahora resulta ser el interés romántico de HellBoy...

¿Por qué? Porque si hay un héroe hay una chica a la que salvar, es de manual. Pero yo no entiendo muy bien lo que quieren hacer con el personaje; ¿para qué coño la despierta Rasputin e impulsa sus poderes? En el cómic se sabe que es Bruttenholm quien actúa de señuelo para llevar a HellBoy ante él, pero aquí Elizabeth no sirve para absolutamente nada salvo para lo que las mujeres han servido siempre en el cine de Hollywood: motivar al protagonista y ser rescatadas al final. Y este Rasputin, "interpretado" por Karel Roden, que es el amo y señor de la ubicuidad silenciosa (¿en serio, Del Toro?, ¿cuándo vas a parar?).
El clímax no sucede en la mansión de la familia Cavendish, porque toda esa historia y el gran personaje de la sra. Emma del tebeo no están en ningún sitio; esto se sustituye por algo más clásico: el enfrentamiento en un lugar lejano donde el protagonista conocerá algo más de sí mismo y los villanos serán derrotados de la forma menos épica posible (en las páginas de "Seed of Destruction" también sucedía así, no se crean). Pero aun con sus referencias "lovecraftianas" tan molonas y su fascinante puesta en escena, el germen de "La Liga..." de Norrington, incluso de "Van Helsing", sigue estando grabado a fuego en el estilo de la acción, los diálogos y las actuaciones.

Y con esto y con todo el mexicano tiene las narices de reblandecernos el corazón con la más empalagosa y, sí, conmovedora confesión de amor de la Historia de las adaptaciones de cómics, único instante en que brilla Marco Beltrami y podemos aceptar a HellBoy y Elizabeth tratados como pareja (...y no durante ese absurdísimo e innecesario tramo donde el primero la espía mientras pasea con Myers).
Pero aún más "sorprendente" será, para la audiencia española, atisbar la presencia estelar de Santiago Segura en una escena de acción ridícula.
Chris Jiménez
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7
16 de abril de 2024
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Michael Fox interpretando a Michael Fox por enésima vez, y aun así uno no se cansa de verle.
"El Secreto de mi Éxito", que descubrí en mi infancia, destila buenas vibraciones a pesar de que su premisa y las profundas reflexiones que deja su historia son lo menos divertido que uno pueda esperar.

Pero sólo necesitamos esa escena inicial, incomparablemente ochentera, con Night Ranger de fondo y New York y sus bellas neoyorkinas expuestas por Carlo di Palma en colores pastel cual videoclip de MTV: entonces la representación "cool" del Sueño Americano del típico adolescente; hoy la representación de la nostalgia por una época única. Como dijo el actor, había mucho de su propia vida en la del personaje que interpretaba aquí (un universitario de Kansas con grandes ambiciones, igual que las que él tenía cuando se mudó de su Alberta nativa a Los Angeles con tan solo 18 años para ser una estrella) tras la gran decepción que supuso para el público, que no para la crítica, "Light of Day".
Pero el genio de la comedia y el musical Herbert Ross supo encontrar en él otra vez la faceta que tan bien sabía explotar; enamorado de su modestia, le filma con cierta fascinación, y Fox hace el resto. Es imposible no simpatizar con su Brantley al poner los pies en una jungla urbana como esa New York de alta criminalidad y delincuencia, y es curioso lo mucho que contrasta la alegre introducción con la visión bastante deprimente que el veterano guionista de Disney, A.J. Carothers, nos ofrece de la ciudad. De no ser por esa luz esperanzadora que proyecta Fox la película resultaría difícil de creer...

Si bien ya de por sí lo es. El guión retocado por la pareja Jim Cash/Jack Epps nos quiere hacer tragar la bendición del protagonista de contar con un supuesto tío y jefe de una multinacional, la clase de bendición que separa la historia de la realidad (ya nos gustaría a todos tener un tío millonario para conseguir trabajo así de rápido...); guión que no puede obviar el interés romántico del joven héroe, muy necesario, claro (en este caso Helen Slater, previa Supergirl y también chica de los sueños de cualquiera con buen gusto). Lo que no es necesario, y jamás entenderé su razón de existir, es la esposa del jefe y tío de Brantley (una salvajemente sensual Margaret Whitton).
Dicho personaje, que tiene una aventura con él nada más empezar la historia por culpa del equívoco, debería ser tratado con cierta dignidad, pues sólo hace que todo se derrumbe sin remedio y prevalezca uno de los motivos que guían la trama hasta el final: el cinismo, en su más descarnada esencia. Y es que nadie aquí tiende a decir la verdad. Mentir, engañar, fingir, es la base para triunfar, y esto lo aprende Brantley muy rápido, aprovechando un despacho vacío para transformarse en ejecutivo de finanzas (o de lo que sea...), compaginando así esta nueva identidad con su empleo real de mensajero.

Pero si aceptamos la acumulación de mentiras que aborda el personaje con tanta picaresca y tan poca vergüenza para encajar en el estándar del Sueño Americano de aquella Norteamérica de los '80 es debido a una razón: Fox, su entrañable carisma y encanto, sólo así podemos seguir queriéndole aunque haya engañado a quien le dio el trabajo con su esposa mientras, por otro lado, intenta encandilar a la rubia de Slater. De ser un actor distinto el tono se oscurecería, y tal vez recordaría más a "Wall Street", estrenada unos meses después, pero Ross mantiene una línea tan desenfadada y colorida que termina convirtiéndose en algo así como la versión absurda del film de Stone...
Y a su vez una versión moderna del clásico de los '60 "Cómo Triunfar sin dar Golpe" (¿no parece que Fox quisiera imitar los gestos exagerados de Robert Morse?). Otra cosa que intenta el guión, y ya van muchos intentos, es equilibrar la sátira hacia el depredador mundo de los negocios con la comedia de enredo de toda la vida; en este sentido la trama sí que patina, porque la intención de sátira se diluye en líos de oficina y romances dentro de ascensores bloqueados, tanto que hace que la película parezca desfasada incluso para la época en la que se estrenó.

Funciona por alguna extraña razón, porque el director sabe llevar un "timing" adecuado y lo parodia todo desde la estupidez más inocentona, por mucho que aquí se acuesten unos con otros sin pudor, de vez en cuando sirviéndose del "slapstick" y volviendo a las comedias sobre las guerras de sexos de dos décadas atrás. De repente el Blake Edwards más gamberro se cruza con John Hughes, prevalece el entretenimiento, la sensación de fantasía, como bien admitía Fox en sus entrevistas sobre la película; ese aspecto se mantiene de principio a fin, el estar dentro de la fantasía de un joven con más aspiraciones de las que la vida real le permite.
¿Habrá por ahí un pedazo de celuloide con un final pesimista donde toda la trama es eso, un sueño del protagonista que echa por tierra el "happy ending" que el público esperaba ver? El sueño, sin embargo, se mantiene, a unos niveles de delirio imposibles de describir; la imagen que se nos queda es la del triunfo, la de Fox colándose en el ascensor al ritmo de "Walking on Sunshine" para cambiarse de ropa y volver a ser el triunfador americano por excelencia. Si eres guapo, ambicioso y un poco cabrón quizás te salga bien...en los '80, ahora y siempre; la taquilla por supuesto acompañó a la película, hasta ser una de las más exitosas del año, y de las más odiadas por la crítica.

Pero Fox seguía en su empeño de no encasillarse, y así apareció en un título que ningún fan esperaba: "Noches de Neón", donde el sueño adolescente por fin acababa.
Chris Jiménez
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2
15 de abril de 2024
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El cine ya no es lo que era. Antes se realizaban grandes películas y ahora todo vale con tal de provocar al público, ¡qué impudicia e indignación!
El declive del cine clásico es el paso a que las tendencias más liberales y explícitas hayan ganado terreno. Años que representan la muerte del 7.º Arte...

Algo similar parece estar queriendo decir el personaje de John Ryde durante su amargo discurso en esta película, la última del desafortunado Ed Wood, aunque para muchos esa sigue siendo sin duda "Plan 9". Amarga es la sensación que deja en todo aquel que se aventure a verla, tanto por lo que cuenta como por el modo en que se ejecuta en pantalla; en realidad este fue otro de esos proyectos típicos que paraba y retomaba con el tiempo. La falta de fondos y confianza de George Weiss detuvo su historia de violencia juvenil "Hellborn" a mitad de los '50, y algunas escenas quedaron dentro de un rollo de película.
Más tarde el productor Roy Reid le contrataría y un nuevo guión fue creado, pero aprovechando parte de lo rodado (también típico de él); estamos ante otro gran caso de que trabajar bajo presión no le era muy favorable, y menos cuando su consumo de alcohol y su pesimismo empezaban a aumentar. La secuencia que abre "Sinister Urge" es de un mal gusto subido y ejemplo de a qué terrenos sórdidos se iba abriendo la "exploitation": una jovencita en ropa interior huye desesperada de un maníaco entre bosques y caminos, quien termina encontrándola y asesinándola.

Quedando el cuerpo a orillas de un río, Wood, sin comerlo ni beberlo, se adelantó tres décadas al crimen que dejaría a Laura Palmer en una situación similar; también se deja sentir el impacto que han generado "Peeping Tom" y "Psicosis", estrenadas meses antes. El rostro desencajado en primer plano de (la horrorosa actriz) Betty Boatner recuerda al de Janet Leigh y se abrazan sin concesiones toda suerte de géneros y variantes. Para empezar el policíaco, pues dos agentes se meten a enredar rápidamente: el teniente Carson (la leyenda Kenneth Duncan) y el sargento Stone (Duke Moore).
Pero como esto está escrito a la manera incoherente de Wood no les veremos hacer casi nada salvo conversar en la comisaría sobre el caso, que viene a ser parte de una cadena de crímenes relacionados con un negocio turbulento de pornografía; lo único que hacen los policías, enteramente sacados de los conservadores seriales de la época al estilo "Dragnet", es una redada a un estudio de fotografía con bellas señoritas en traje de baño, algo no muy sórdido, aunque sí moralmente reprochable. Y dicho negocio, con el poco metraje que hay, se revela a no mucho tardar en nuestra cara, incluso la misma villana, de la que sospecha la pareja de agentes.

Wood está dispuesto no sólo a atacar a tan repugnante negocio de forma general, sino personal, ya que la manera de ser y el estilo extravagante de la bailarina Jean Fontaine en la piel de la terrible pornógrafa Gloria Henderson recuerda a la pionera de las películas con desnudos explícitos Doris Wishman, que precisamente empezaba su carrera en ese momento. Dejando al margen todo lo relacionado con la técnica, la interpretación y la historia en sí, que brillan por su ausencia, es realmente interesante la mirada descarnada que proyecta el director sobre el mundo del celuloide de la época.
Mientras las jovencitas sin oficio ni beneficio luchan sin éxito por convertirse en estrellas de cine, siniestros seres del inframundo se aprovechan para explotarlas en humillantes producciones pornográficas. En boca de Gloria se resalta el feroz ataque hacia la pérdida de gusto del público por el buen cine, e incluso Wood presenta un doble poco disimulado en Ryde con el rostro de Carl Anthony, quien se lamenta de su situación actual como colaborador de esa chiflada cuando poco antes era un gran director (bueno, eso es lo que Wood creía ser, supongo).

Pero estas ideas tan provocativas y ambiciosas, donde se denuncia la distribución pornográfica entre menores de edad y la situación de las pobres chicas que creyendo estar en Hollywood se prestaban a hacer aquellas películas, hasta un atisbo de "snuff movie" (¡en 1.960, señores!), se desarrollan en pantalla del peor modo concebible. Por falta de presupuesto, de tiempo, de metraje...y, en general, de talento, porque tener poco dinero no es excusa para, a la fuerza, dirigir y escribir tan mal. El sr. Wood lo consigue, todo aquí es inconexo e incomprensible hasta decir basta.
No se entienden las acciones del maníaco psicótico que trabaja para Gloria; no se entiende por qué, siendo una empresaria que tanto valora su negocio, manda asesinar a diestro y siniestro a toda chica que trabaje para ella; ni tampoco que los dos policías parezcan los protagonistas y de repente sea Ryde quien acapare la atención, y luego sea el mencionado maníaco; ni la partipación innecesaria de ese agente travestido (Wood y sus referencias personales...), ni mucho menos se entiende lo poco que casan las escenas pregrabadas de "Hellborn" en todo este lío medio "slasher", medio "thriller", medio drama.

Pero aún menos que Carson y Stone compartan información de los crímenes con todo aquel que pase por el despacho como si estuviera en su casa. Los terribles diálogos, la mezcla indigna de conceptos y la falta de ritmo y sentido común generalizada echan por tierra lo que en manos de un Don Siegel, un Jacques Tourneur o un Terence Fisher, por ejemplo, habría sido un "thriller" de suspense entretenido y audaz.
El clímax, que con ese juego de engaños en la oscuridad remite totalmente a Hitchcock, se estrella con la típica serie de gilipolleces que Wood añadía al final de todas sus obras, haciéndolas naufragar por completo, y el de la presente no es excepción (ojo a la campanada que da el discurso moralista de vena televisiva del teniente). Este es ni más ni menos el "grand finale" que merecía un director de su talla...
Chris Jiménez
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3
7 de abril de 2024
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Tiempos de guerra y de héroes, de batallas y conquistas.
Allí quiere mandarnos el sr. He Ping, atravesando la legendaria Ruta de la Seda junto a dos guerreros para proteger un tesoro de valor incalculable de las imprevistas amenazas...

Observando los títulos que alimentaban el género histórico, de aventuras y fantasía al cine oriental durante los finales de los '90 y principios del 2.000, algunos de fama internacional como "A Man called Hero", "Musa", "Crouching Tiger, Hidden Dragon" o "Hero", uno pensaría que Ping quiso aprovecharse cuando decidió salir de su retiro de la dirección para ejercer de productor, que se extendía ya durante ocho años, y nada más lejos. Según dijo este proyecto llevaba tomando forma en su mente desde hacía dos décadas, pero nunca tuvo la oportunidad de desarrollarlo.
La fuente de origen está en la épica novela "Dà Táng xiyù Jì", donde el monje erudito Xuan Zang describía a modo de diario su histórico peregrinaje desde la antigua capital de China, Chang'an, atravesando los remotos territorios occidentales hasta llegar a la India y su regreso, pese a las prohibiciones de los altos mandos de la dinastía Tang de abandonar el país. Y esos territorios estaban dentro de la tradicional Ruta de la Seda, lugar en el cual el director sitúa su aventura, cuya larga, accidentada y costosa producción fue financiada por Columbia (ya que él era el presidente de la filial asiática de la compañía, establecida en Beijing...).

Lo primero que sobresale en "Tiandì Yingxióng", iniciada con una pequeña clase histórica sobre el periodo en el que se ubica la trama, de orígenes auténticos pero diluida en la fantasía, es la pretensión, efectivamente, de gran producción histórico-épica, en la mejor tradición del género. La narración la provee la entonces jovencita pero ya muy popular cantante y actriz Zhao Wei, haciéndonos suponer que su papel va a tener cierto peso aquí; ella sitúa a los dos protagonistas ante nosotros: el antiguo soldado y ahora fugitivo Li y el oficial de los Tang, Lai Qi.
Recurso algo pobre este "flashback" narrado tan tediosamente para comenzar, pero tenemos al gran actor y director Xiao-Jun Jiang y al japonés Kiichi Nakai enfrentados en la típica aventura de persecución, las localizaciones por las que pasa Ping y su equipo son bastante espectaculares y se profundiza en el carácter y pasado de los dos protagonistas. El guión no lo hace del todo mal...hasta que éstos se cruzan después de que una tormenta de arena digital (y mal hecha hasta decir basta) casi aniquile una caravana que se dirige a la capital portando una valiosa carga (e introduciendo de paso en ella al monje Xuan Zang, aquí encarnado por la actriz Zhou Yun).

Pero no es que sólo chirríe la forma de evolucionar estos eventos (la lucha entre Qi y Li, con los toques "wuxia", para acabar en tregua, no se sabe muy bien por qué; la inclusión del típico villano de estas películas (An) que a nadie le importa, que sólo ambiciona poder y cuya única función es molestar a los demás...), sino todo alrededor. Ping habló del gran esfuerzo de su equipo durante el rodaje, del empeño de los diferentes talentos aquí reunidos con el fin de lograr un producto de calidad para el género...pero tal vez vi otra película o los bostezos que iba acumulando mientras avanzaba el metraje me impidieron prestar atención a los detalles...porque yo no aprecié casi nada en pantalla.
Pese a los atractivos escenarios y ese supuesto "esfuerzo", el tono que despide "Tiandì Yingxióng" es de pura serie "B"; su diseño de producción, su (en apariencia) barato vestuario, su fotografía plana, carente de atractivo visual (y eso que detrás se halla el experto Zhao Fei), su factura televisiva de baja estofa, sus torpes efectos especiales. Jamás se diría que esto es una producción cinematográfica de Columbia, sino el piloto de una serie encargado a alguna compañía local; y ello repercute en los virajes del argumento, cargado de clichés y estereotipos (sobre todo el oficial obcecado en acabar con el renegado, pero vuelto su aliado por las circunstancias...).

Al igual que las aburridas secuencias de acción, cuanto más progresa el argumento menos sorprendente se revela, más innecesaria se hace la presencia de algunos personajes (si la del guerrero An (un sobreactuado y repelente Xue-Qi Wang) no tiene cabida más allá de fastidiar todo el rato, la de Wei es ya todo un enigma; básicamente está ahí para que admiremos su belleza y punto, porque casi no habla) y más desvaríos incoherentes se unen, siendo la cúspide de ello el descubrimiento del fantástico tesoro que porta el monje a poco menos de mitad de película. La primera señal de derrumbe.
Algo que debería permanecer oculto cual "macguffin" se expone como si tal cosa (y la vergüenza ajena que produce es indescriptible; equipo de efectos, revisen su trabajo, por favor). El desplome absoluto se da tras escapar los protagonistas de los asesinos de An y permanecer en el desierto a la espera de algo que nunca supe muy bien qué era; este tramo es un raro "impasse" en la historia que se hace eternísimo, sazonado de unos diálogos y actuaciones horrorosos. Es la calma que precede a la tormenta...sin embargo no está jalonada de impresionantes secuencias de combate, sino de escenas de acción mediocres y aburridas, planas, sin estilo, sin impacto, sin belleza. Una decepción.

Y para rematar un clímax que quiere ser épico y termina como una de las tonterías más ridículas y anticlimáticas que he visto en mucho tiempo, y que de hecho generó bastante disgusto en el público durante su estreno...pero Ping mantuvo, con un par de narices, que fue el público quien no comprendía su intención. Toma castaña.
Es más, defendió a hierro su obra contra los muchos detractores que tuvo e incluso luchó para que fuera admitida en competición por el Oscar a Mejor Película Extranjera. Esto nunca se materializó, claro, el fracaso de taquilla fue más que suficiente; su intención tal vez era buena, pero no el resultado.
Chris Jiménez
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6
6 de abril de 2024
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¿Quién demonios eras?, ¿por qué te gustaba pasear tanto por ahí engalanada con esos llamativos vestidos negros?, ¿por qué te apegabas a quien fuera con tal de obtener una mínima muestra de cariño?, ¿por qué esa ambición por ser alguien que no podías?
¿Qué buscabas, Elizabeth...?

Y las preguntas seguirán acumulándose por siempre jamás porque a estas alturas, después de casi ochenta años de su escabroso asesinato, nada puede ya arrojar luz sobre la verdad. La verdad murió con ella, con la vilmente apodada por la prensa sensacionalista norteamericana de entonces "Dalia Negra" y de verdadero nombre Elizabeth Short, nativa de Massachusetts, una de las cinco hijas de un matrimonio roto por un desgraciado (Cleo) que se arruinó y fingió su muerte para luego huir a California. Todos sabemos ya las muchas historias que siguieron...
Desde el reencuentro de la chica con él a la edad de 18 años, su repentina separación, sus continuos viajes de Florida a Boston, sus malas experiencias con los hombres, curiosamente la mayoría pertenecientes al ejército o la marina, y su asentamiento en Los Angeles, donde quizás, o no, quién sabe, soñaba con ser una gran actriz. Y en algún momento del 14 de Enero de 1.947 acabó todo. Pero por desgracia estos y otros hechos clave no pudieron ser llevados con toda la precisión que los productores de la NBC hubieran querido para su proyecto de recreación televisiva "Who is the "Black Dahlia"?", y eso que contaban con uno de los cientos de detectives asignados al caso, Harry Hansen, en calidad de asesor.

Al parecer muchas personas implicadas en el famoso crimen o relacionadas con la chica no aceptaron ser representadas en la película (quizás, de haber sido una cara producción cinematográfica, las cosas habrían cambiado...), así que la vida y los sucesos que vemos aquí se desvinculan con la realidad desde la primera secuencia, donde en lugar de ser una madre y su hija quienes descubren el cadáver de Elizabeth son un anciano y su nieto. La triste, desolada, voz de Hansen es la que conduce la historia, en realidad la del veterano de la televisión Efrem Zimbalist, famoso por sus papeles de detective en "77 Sunset Strip" y "F.B.I.", que le interpreta de maravilla.
Es curiosa la forma que adopta este relato, con rápidos "flashbacks" que nos permiten conocer un poco más sobre el pasado de la protagonista, y detallándose exhaustivamente las fechas y los lugares por donde pasó. La vemos con el físico de Lucie Arnaz, la entonces jovencita hija de Lucille Ball y ya estrella gracias a sus shows televisivos, pero la personalidad divertida de la actriz se vuelve melancolía pura al ponerse en la piel de Elizabeth, con quien guarda cierta similitud extraña. Ahora la vemos en compañía de su abuela (otra veterana, Mercedes McCambridge) en lugar de su madre en Maine, y no hay mención de ninguna hermana, aunque sí se habla fielmente de su problema de asma y su amargo reencuentro con su padre.

Joseph Pevney, otrora genio artesano cultivado en multitud de géneros antes de mudarse definitivamente a la pequeña pantalla, dirige con austeridad pero aprovechando los medios de los que dispone para solo dos semanas de rodaje, mantiene un buen ritmo gracias a esa técnica constante de ir y venir en el tiempo, aunque no puede permitirse mostrar demasiada violencia física en pantalla, como es lógico. Bien mirado, por su factura humilde, pareciera que estamos viendo un episodio cualquiera de aquellos seriales protagonizados por Zimbalist años antes, pero tampoco hay que pedirle peras al olmo a un producto así.
En lo que sí peca el tan modificado guión de Robert Lenski es en victimizar demasiado a Elizabeth. Fue así tal vez, o no, yo no estuve presente, pero no se da cuartel a ningún hombre que se cruza en su camino; una soberana patada a EE.UU., cuyos militares, del ejército o la marina, son descritos como brutos e inquietantes depravados, toda una amenaza para cualquier mujer que anduviese sola por la calle. En fin, quien sabe en esos años '40. Ella, sin embargo, es una pobre vapuleada desde todas partes, demasiado soñadora, demasiado afable, demasiado solitaria, en busca de un cariño, tal vez para compensar el desprecio de su padre (antiguo marinero de la armada, para más inri, tal vez el germen de esa manía).

En realidad parece que estaba llamando a la muerte, al llevar siempre esos vestidos, como si ya fuese de luto por ella misma, deambulando así por todas partes, preparándose para abandonar pronto este mundo. Quien observe sus fotografías reales podrá ver un distintivo signo de aparente incomodidad en su rostro, de sentirse perdida estuviera donde estuviera; y por supuesto tampoco falta la mención de su anhelo de convertirse en estrella de cine, pero nunca la veremos en castings ni nada por el estilo. En el presente, Zimbalist refleja muy bien la obsesión que embargaba a Hansen...
Atrapado por el enigma insondable, el misterio irresoluble, las docenas de falsas pistas, los callejones sin salida, y al final nosotros quedamos igual de hechizados por la desoladora belleza de Elizabeth, asesinada sin razón, sin móvil, sin nada sólido para unir cabos. Un joven Ronny Cox acompaña al sargento y McCambridge logra una actuación magistral, desgarradora, al recordar ante éste los momentos en que su nieta jugaba a disfrazarse con sus prendas. Una muchacha que siempre jugó a esconderse en otra personalidad; así ella misma, sin saberlo, jugaría un papel clave para que los detalles de su muerte quedasen enterrados en la confusión...

Arnaz también resulta creíble en la piel de Elizabeth. Una lástima, aunque su historia esté tan alejada de la realidad, que esta película no tenga una versión remasterizada en DVD y que a día de hoy sólo sea posible encontrarla gracias a la magia de internet, con la consabida calidad de un telefilm de los '70.
Pero sigue siendo más interesante que esa cruel patraña de Brian DePalma, quien tuvo la desfachatez de transformar a Elizabeth en una explotada actriz porno...
Chris Jiménez
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