"Ficción" recorre ese mismo espacio, aunque de forma totalmente distinta; podría decirse que la película china es la inspiración, pero el relato español tiene su propio camino: dos seres humanos hombre y mujer, ambos razonablemente felices en sus respectivas relaciones, él con su esposa, ella con su pareja, vivirán unos dias de convivencia en el bellísimo paisaje del Pirineo catalán; en esa relación, de teóricos amigos va colándose, como sin esperarlo, un amor que los desasosiega. Pero ambos no se atreven a dar el primer paso, temerosos de romper su vida cotidiana, la suave rutina de sus dias con sus respectivos compañeros. Cuando ambos están en pantalla, que es casi siempre, la tensión, sutilísima, se palpa, trasciende desde la pantalla de una forma infinitamente más turbadora que si la pareja (que no se atreven a serlo) diera rienda suelta a su pasión desaforada. El único contacto físico, el postrero beso de despedida, será como un orgasmo devastador, una potentísima bomba erótica sin embargo tan poderosa; una callada hermosura, una delicatessen para los cinéfilos, una prístina obra de arte. Chapeau para los actores, todos espléndidos.

Y esta era la misión: retomar el espíritu del cine de aventuras de toda la vida, insuflarle cierto tono burlón y descreido de los noventa y montar un entretenimiento para toda la familia, con grandes luchas, héroes saltimbanquis que más parecen acróbatas de circo, hermosos romances y pérfidos villanos. Se adoba ahora con cierta sensualidad en la chica protagonista y con efectos especiales de la última generación, y el resultado es ésta muy aparente "La máscara del Zorro". Ciertamente no sería la misma película sin el excelente concurso del trío protagonista, un Antonio Banderas sembrado en su doble papel de patán inicial y posterior superhéroe después, un Anthony Hopkins deliciosamente elegante y con reminiscencias del Conde de Montecristo, y una Catherine Zeta-Jones que estaba predestinada desde el apellido a ser la hembra del Zorro, ingenua y pícara al tiempo, "marcando un canal" en la delantera como para quitar la respiración. El guión no es como para tirar cohetes ni en originalidad ni en calidad, pero tampoco se le pedía que fuera "La Iliada". En definitiva, una buena película comercial, que gustará a todos, y sobre todo a los productores, que se están embolsando un dinero muy curioso.

Un hombre sale de la cárcel con la obsesión de vengarse de quien le envió a tan inhóspito hotel. Nada ni nadie le detendrán. Con esta historia seca y dura conformaba John Boorman su talento y su especial predisposición para narrar historias diferentes a lo habitual, como después haría en títulos como "Deliverance", "Zardoz", "Excalibur" y "La selva esmeralda". En efecto, "A quemarropa" es un policiaco muy distinto a lo que se estaba acostumbrado en su época, los años sesenta: está visto desde la perspectiva del fuera de la ley, y se pone decididamente al lado de ese "outlaw", en ambos casos algo totalmente inusual en aquellos años; quiebra así el hasta entonces intocable principio de identificación con el personaje positivo, y ello da una visión sutilmente diferente de un género viejo pero no por ello agotado, ni mucho menos. Como todo los personajes boormanianos, el que interpreta un magnífico Lee Marvin es un hombre que busca algo: en este caso, su pasado no asumido.

De todas formas, y aunque es John Huston quien firma la cinta, no es ésta la mejor colaboración de ambos talentos. Se ambienta la película durante la Segunda Guerra Mundial, en Panamá, donde el personaje que interpreta Bogart sigue la pista de unos espías nazis. Estamos, pues, ante una temática bélica, pero en ese otro campo de batalla (tan cruento como el otro, pero a menudo menos visible) que es el ominoso mundo de los servicios secretos. Huston abandonó la película antes de concluir su rodaje, tarea que realizaría Vincent Sherman. Curiosamente, "A través del Pacífico" supuso el reencuentro del gran Bogey con Mary Astor, su compañera en la mítica "El halcón maltés".

Un hombre ama a una mujer, que a su vez ama a otro hombre, quien ama a otra: sobre este nudo, no por menos conocido menos impactante a poco que se haga con talento, forja Coixet un sólido melodrama, que comienza algo titubeante pero que, a partir del episodio del encuentro entre los amantes esgrimistas, alza el vuelo y se convierte en un hermoso y (como no) doloroso cántico al amor sin correspondencia. Con momentos de una intensidad extraordinaria, sin embargo no siempre Coixet brilla a igual altura, sobre todo porque algunos actores (mayormente los jóvenes protagonistas Patxi Freytez y Olalla Moreno) no dan la talla en unos papeles que hubieran requerido de un voltaje de tensión emotiva que, evidentemente, no poseen. Ello no desmerece, sin embargo, en una atractiva película, bien contada y conducida por ese maestro de la interpretación austera y de la voz espléndida que es Julio Núñez, una obra sin duda de interés que ratifica que en Isabel Coixet hay una directora especialmente dotada para tratar los asuntos del corazón desde una perspectiva sutilmente diferente.