The morning show.
Buena serie, de esas que sabes que vas a ver entera cuando vas por la mitad del segundo capítulo. Un retrato feroz y corrosivo de la rampante y sensacionalista forma de hacer televisión, de la nueva forma de recibir y afrontar la información en esta nueva era digital, y una retrospectiva ácida sobre el 'me too'. Un gran reparto y una compulsiva puesta en escena para un guión que navega entre los momentos enérgicos y los pausados, manteniendo el interés del espectador a flor de piel. Aniston está a un nivel interpretativo muy alto, con muchos matices. Quizás el mejor trabajo dramático de su carrera. Eso sí, no puede evitar dejar caer su vis cómica en alguna ocasión.
#themorningshow

Un thriller con tinte fantástico donde los secretos de cuatro familias desgarran la localidad alemana de Winden. Una excelente serie de Netflix (que bien merece tener una película y libro), por su complejidad dramatismo, por su magistral montaje de sonido, así como la alta calidad estética visual y narrativa.

Podría haber sido uno de los mejores thrillers que he visto en los últimos años, es más, llevaba camino de ello durante buena parte del metraje. El arrebatador clima opresivo, el melodrama caustico y turbador y ese halo enigmático de la trama enriquecían notablemente una historia narrada con acierto y donde la estética visual recuerda a ese cine negro del siglo pasado, y que tanto le gusta protagonizar a Raúl Arévalo. Por ahí bien. El problema emerge cuando se empieza a complicar el trenzado de un guión bastante enrevesado y que acaba planteando demasiadas dudas, misterios y cabos sueltos con los que el espectador debe conformar una secuencia lógica de acontecimientos que se postulan algo forzados y esotéricos. Como consecuencia, la historial va perdiendo fuelle a medida que el nudo se hace más largo y el desenlace más lejano e inverosímil. Aún así, gracias al nivel del reparto (el propio Raúl Arévalo, Aura Garrido, Hugo Arbues, Belén Cuesta, Aitor Luna y Antonio Dechent, entre otros…), a ese retrato misceláneo de Madrid y a la latente tensión que no flojea en ningún minuto, la cinta de Daniel Calparsoro (basada en la novela de Paul Pen) es muy recomendable y valorable (aunque yo le doy un pelin de crédito más que la crítica profesional que se han puesto quisquillosos). Un 6.

#LITUS
Un único escenario, un reparto grupal y diálogos cruzados. Un formato que suele funcionar, como hemos visto en Perfectos Desconocidos, El bar, 7 años, La invitación, etc... Pero en este caso, es el formato lo que va sosteniendo a regañadientes un guion demasiado insustancial e impostado (salvando el monólogo final de Quim). Es como si la trama, la construcción de los personajes y lo que pretenden mensajear no acabase de alcanzar la profundidad que Dani De la Orden creía que podía tener sobre el papel.
El ingenio narrativo y el lenguaje teatral se queda a medio gas y no acaba de adicionar la atención del espectador. Es en la improvisación de este elenco generacional (Belén Cuesta, Quim Gutiérrez, Alex García, Adrián Lastra, Miguel Fernández y Marta Nieto) de actores, en dónde va despegando de vez en cuando la fuerza del drama y de la comedia, dándole incluso sentido a numerosas situaciones y textos 'bobalicones'. Y es que al final no deja de ser una de esas 'dramedia' que se están poniendo tan de moda.
Sí la vemos como una peli de nivel medio para una sobremesa más o menos relajada, pues vale, te la compro. Para más ya no.

Le das al play y desde el primer minuto ya te das cuenta de que Berlinger quiere plasmar la atmósfera patológica con sugestiva sutileza y con su particular línea visual inquietante y magnética. Plantea una interesante propuesta con un enfoque perpendicular entre lo humano y lo monstruoso para describir en un amplio espectro de tiempo el proceso delictivo y judicial de Ted Bundy, desde el prisma de Elisabeth Kloepfer, con quien el asesino y secuestrador convivió durante varios años mientras ejecutaba sus crímenes.