La serie empieza algo flojilla: demasiados tópicos en este tipo de seriales televisivos. Sin embargo, conforme avanza, se le va cogiendo el gustillo, pues los personajes, algo planos y arquetípicos al principio, comienzan a desarrollarse, sus personalidades e historias personales se van perfilando de manera lenta pero firme, y terminas por cobrarles un gran cariño a todos ellos.
A destacar personajes como Duke, el golfo de la serie, un tipo bastante pillo y de poco fiar pero que sin embargo termina por convertirse en el más emblemático de todos, gracias a sus encantos, a sus dotes de "feo-ligón-con-mucha-labia", y a sus triquiñuelas que bordean la legalidad. Y como en toda buena serie que se precie, no podía faltar un "malo" carismático, aquí encarnado por un maquiavélico sacerdote que, pese a que no aparece en todos los episodios, en el fondo siempre subyace su siniestra sombra detrás de cada una de las rarezas y fenómenos acaecidos en el pueblo.
Porque Haven, supuestamente enclavada en el estado de Maine, es un
idílico pero extraño pueblo donde gran parte de sus habitantes tienen lo que ellos mismos denominan los "problemas" que terminan incidiendo en el devenir de la vida diaria. Y son sucesos que rozan lo paranormal, pero que en el fondo están siempre motivados por sus propias emociones, de ahí la originalidad de la serie, pues aquí no se alude nunca a extraterrestres, brujería o maldiciones de tipo alguno, el "problema" real tiene su origen en el interior emocional de cada uno de sus ciudadanos.
Esta serie no cambiará la vida de nadie, pero el buen rato está segurado. Bastante recomendable.

Definitivamente, una de las películas más ridículas, inconexas, estúpidas y mareantes de la historia, una de esas que no se olvidan fácilmente. Fui a verla al cine hace unos años, atraído por la presencia de Grant y McDowell, y porque la cinta prometía altas dosis de intriga y misterio.
Madre mía, si lo llego a saber, me quedo ese día en casa. Jamás había visto, hasta ese día, salir a gente de la sala antes de la mitad de la proyección. Seguían saliendo, más y más, y al final, de las doscientas personas que estaríamos aquella tarde en la sala, no llegamos al final de la misma más de doce o trece. Nunca en mi vida había visto algo semejante, pero la verdad es que no sé qué me indujo a quedarme, quizá masoquismo, quizá que no tenía nada mejor que hacer, o en mi fuero interno, a lo mejor esperaba que la peli al final diese un vuelco y atrajese mi interés en las escenas finales, pero... Nada.
Mi consejo es que no la vean, pues serán dos de las horas más horriblemente desperdiciadas de su vida.

Después de haber leído varios comentarios acerca de esta película, me dispuse a verla con una disposición francamente alta, todo indicaba que sería el tipo de filme que iba a disfrutar. Pero tras haberla visto, me pregunto todavía si hay algo que se me escapa, o soy un zoquete, pero me ha parecido un soberano coñazo sin pies ni cabeza que me ha provocado un bostezo tras otro y me ha hecho mirar el reloj más de cincuenta veces, preguntándome cuándo narices iba a terminar semejante tomadura de pelo. Porque para escenas inconexas, diálogos idiotas y vacuos, un guión que parece haber sido escrito por un crío de tres años, y una interminable serie de escenas que no tienen nada que ver unas con otras, prefiero ver alguna estúpida comedia de "teens" yankees, que seguro que alguna que otra risotada me pego, pero lo de Donnie Darko no sólo me ha dejado helado. Es que me ha irritado perder dos horas con una bobada que los snobs y los amigos de lo "cool" encontrarán de lo más inspirada, pero nadie va a quitarme de la cabeza que es una majadería desde el principio hasta el fin.

Posiblemente, las encendidas críticas y las altas puntuaciones de algunos de los comentarios vertidos aquí respecto a "Tienes un e-mail" se deban a la ignorancia. Porque quen conozca la película en la que se basa esta historia, "El bazar de las sorpresas" de Ernst Lubitsch, posiblemente tenga una opinión radicalmente distinta a la de un alto porcentaje de los que tan bien la han calificado.
No es por arremeter contra Hanks y la Ryan, que están simplemente correctitos, pero quienes tenemos en mente a la pareja que protagonizó la versión original, James Stewart y Margaret Sullavan, no podemos evitar la sensación de pérdida de tiempo, dinero y esfuerzo que se ha perpretado al rodar semejante bodrio en 1998. Porque los protagonistas son dos pusilánimes bobos que te llegan a irritar, porque la película carece de ritmo, porque nunca llega a producirte emoción alguna (bueno, sí, las ganas de que termine cuanto antes), porque los diálogos son pésimos, porque los actores de reparto están mal elegidos, porque carece de la poesía y la belleza que hicieron grande la versión de 1940,... en fin, porque carece de todas y cada una de las virtudes que posee la original. Y sencillamente, porque Lubitsch no habrá más que uno, y eso hace ridícula cualquier pretensión de mejorar lo que es perfecto ya de por sí.

Me interesé por esta película porque Norton es uno de los mejores actores vivos que conozco. Ya me había impresionado en "American History X", "Las dos caras de la verdad", "The score", "El ilusionista", etc. , y me senté con ganas de disfrutar de una actuación como esas a las que nos tiene acostumbrado: sincera, creíble, sobrecogedora y, en el fondo, contenida y lúcida. Pero me equivoqué de película.
Sí, Ed está magnífico, no esperaba menos de él, pero no lo termino de encajar en el universo de Spike Lee, un director sobrevalorado con cuyo cine apenas me identifico, quizá ese sea su (o mi) problema. Demasiado urbano, demasiado racial, demasiado apegado a esa infatigable y desfasada lucha contra las injusticias sociales que sólo parece ver él en pleno siglo XXI,... En resumidas cuentas, la película podría haberse contado en apenas 90 minutos, pues es lenta y farragosa, le sobran escenas, le falta un nosequé que te haga seguirla sin algunos bostezos, es oscura y fría, sin apenas un ápice de emoción.... En definitiva, un buen trabajo de actores (Norton y Cox están sobresalientes) pero un guión demasiado espeso al que le falta ese algo indefinido para que la sigas con un mínimo de interés.
Según las críticas vertidas aquí, yo debo de haber visto una película distinta de la de la mayoría. Es posible, pero no me dejaré convencer por tantas estrellitas concedidas, pienso, de una forma un tanto gratuita. Creo que volveré a ver "El velo pintado" para borrar ese sabor agridulce que "La última noche" me ha dejado en la boca.