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España España · Córdoba
Críticas de poverello
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Críticas 127
Críticas ordenadas por utilidad
4
9 de abril de 2008
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las mayores decepciones que me he llevado sentado tranquilito en una butaca del cine. Nichols, Streep, Maclaine, Hackman... etc. Aguanté porque había pagado la entrada en pesetas.
Vaya, todo está en el filo, pero del desastre. Historia plana y sin ningún antitópico (tal vez algún resquicio de buen humor*).
¡Que todavía la recuerde es el mejor indicio de que fue un sufrimiento!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
poverello
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5
5 de octubre de 2011
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se me antoja pensar que en los westerns clásicos de Mann, Ford, Hawks... nunca se recargaba un arma a menos que fuera estrictamente necesario por exigencias del guión; apenas aparecía una gota de sangre y no se veía a ningún cowboy con el culo dolorido tras infinitas cabalgadas. Y flipaba a media tarde con Wayne o Stweart, y desde entonces disfruto como un enano cada vez que algún director se atreve a reinventar algo esperando encontrar lo perdido antaño y sufro como cinéfilo tras comprobar los resultados.
Con esto quiero decir ¡qué pena!, pues, para mi pesar, he de decir que es meridianamente apropiado el título: Sin Destino, porque en gran parte del metraje del film no sé ni hacia dónde va. Mi resumen es rápido: Ford ya mimetizo el paisaje como parte intrínseca de la historia desde La diligencia; Mann psicoanalizó al vaquero y al cazarecompensas y les otorgó alma triste, pero inmortal (Colorado Jim puede el paradigma); Hawks consolidó al antihéroe y creo el diseño de personajes en los que, por fin, ninguno es "bueno" (Río Bravo, por ejemplo)... Y sobre Oeste crepuscular, con un simple visionado a Pasión de los Fuertes, todo el nutrido tenderete de dejà vù que deja Blackthorn, se desmorona estrepitosamente, porque Mateo Gil no es que no invente nada, que reconozco que es difícil, pero he de confesar que no hay ni una sola secuencia que permanezca en mi retina después de hora y tres cuartos. ¡Qué más me da que se recargue un arma, que salga sangre o que le duela el culo al cowboy si todo es predecible y no siento emoción!
- El western crepuscular, el antihéroe, el psicoanálisis... lo reinventó Eastwood con Sin Perdón, y respecto a la interacción del paisaje con los protagonistas casi me quedo con la inadvertida Open Range, que vi hace muuuuchos años e inolvidable me sigue pareciendo el duelo final (no podré decir lo mismo de la que nos ocupa), e incluso la extraña Seraphin Falls.
Y después de esta especie de maltrato, ¿por qué un 5 y no un 4 o un 3? Porque Sam Sephard lo borda en una historia no del todo creíble e incluso innecesaria, y porque al final, sí me queda el regusto amargo, en tonos sepia, de un valeroso intento de revitalizar lo casi muerto.
poverello
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2
25 de marzo de 2008
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vi exclusivamente porque a mi pareja le gustan los films de terror (por llamarlo de algún modo), así que lo mejor que puedo decir es que no me decepcionó, porque simplemente no esperaba nada destacable.
No sé porque Hollywood (incluiría para mi desgracia la actual avalancha en este sentido, salvo gratificantes excepciones -The Host-, del cine oriental) sigue emperrado en producir cine de pseudoterror que da menos miedo que Caperucita Roja.

Sólo para fans de Lucy, que sigue siendo mala actriz pero un portento de la naturaleza. Ja.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
poverello
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8
17 de junio de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como todo el mundo sabe y ha experimentado en alguna ocasión tras alguna pregunta de lo más común tipo “¿y de qué va?”, hay películas que si las explicas te las cargas. Además estilo ametralladora, la agujereas tanto que no hay ni por donde pillarlas. El caso es que en la mayoría de las ocasiones la dificultad no estriba tanto en la complejidad de la historia o en que no se haya uno enterado de la misa la media, sino precisamente en que el argumento es tan básico y el filme tan apabullante que lo absolutamente ineludible es echarle el ojo. Y eso, no se puede explicar con doctas palabras.

“El hijo de Saúl” es un ejemplo, así que apenas voy a compartir cuatro frases mal dichas con las que apenas lograré hacer un esbozo de la originalidad de planteamiento acerca de los campos de exterminio que nos muestra László Nemes con la sequedad y mal rollo de un desierto habitado sólo por escorpiones y arañas.

El enfoque y el estilo sin brillantes y consiguen -sin resquicio para la duda- lo que el director pretende desde el primer fotograma. Una constante cámara subjetiva nos sitúa en la perspectiva de Saul, un judío miembro de un Sonderkommando en Auschwitz- y en su necesidad de percibir todo lo que le rodea de manera difusa. Los segundos planos de cadáveres, muertes… se nos muestran de manera metódica prácticamente desenfocados. Incluso los sonidos y conversaciones ajenas al protagonista suelen aparecer siempre fuera de campo. Como ya sucediera en la más star system “La lista de Schindler” en un momento de la cinta, no sabemos si por locura transitoria o con base real, Saul individualiza la tragedia que está sucediendo a su alrededor y se aferra a ese tizón ardiendo como a la única esperanza de salvar su alma.

Sólo en la secuencia final la cámara subjetiva pasa a otro personaje que observa la escena y, como en un cruel eterno retorno, parece matar el anhelo de Saul, quizá el de todo espectador que se asoma al filme y nos hace ser indeseados partícipes del caos.

Curiosamente, Géza Röhrig, el actor que encarna a Saul y que no actuaba desde hacía casi 30 años, es poeta y contradiciendo la frase de Adorno -“escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”- ha escrito numerosos poemarios desde la década de los 90 del pasado siglo.

Un certero tratamiento de la Shoah, en buena medida también homenaje sentido al imprescindible documental de Lanzmann que daba la voz -sin florituras- a los testigos directos.
poverello
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Esto no es una película
Documental
Irán2011
6,8
1.014
Documental, Intervenciones de: Jafar Panahi, Mojtaba Mirtahmasb
8
16 de enero de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poco importa si es el día de Reyes, la onomástica, el cumpleaños o cualquier aniversario. No existe mayor regalo que la libertad, pero no la otorgada por alguien que se considera amo de otro como si no fuera un valor ya en sí misma, sino la de pensamiento que jamás podrá estar sujeta por cadenas. "No se nos otorgará la libertad externa más que en la medida exacta en que hayamos sabido, en un momento determinado, desarrollar nuestra libertad interna". Lo dijo Gandhi, que pasó largas temporadas en prisión por negarse a doblegar su ánimo a lo injusto. "Los verdaderos líderes deben estar dispuestos a sacrificarlo todo por la libertad de su pueblo". Frase de Madiba, el gran Mandela, que también sabía lo suyo de perseverancia tras más de 25 años encarcelado por seguir a su conciencia.

Ambos maestros en el difícil arte de la libertad por encima de todas las cosas se enorgullecen, estén donde estén, de la vida y obra de Jafar Panahi y de manera aún más visceral y concreta, sin resquicio de duda, de su última película, aunque según él no es tal. El director iraní lleva más de cinco años con constantes problemas con el régimen de su país, entrando y saliendo de prisión (esto último gracias al apoyo constante de numerosos miembros del mundo del cine y de la cultura en general) y desde 2012 hasta la actualidad padece arresto domiciliario y tiene prohibido dirigir durante 20 años.

Si existe un paradigma de lo que significa el séptimo arte a nivel de libertad creativa y transformación social este es de manera radical el filme "Esto no es una película". Rodada a escondidas en el domicilio en el que permanece aislado con la ayuda de varios colaboradores de los que no puede ni colocar el nombre en los títulos de crédito finales, esta obra comienza con la puesta en escena del guión que supuso el arresto definitiva de Panahi y termina con un riesgo y una desobediencia absoluta a la condena y prohibiciones impuestos por el estado que no son sencillos de valorar en su plenitud si no se es iraní y se está jugando la vida con las decisiones. Un ejemplo básico y preciso es que la cámara de grabación comienza a usarla un tercero invisible, su amigo y también cineasta Mojtaba Mirtahmasb, y termina por emplearla el propio Panahi y fuera del domicilio.

Podríamos dedicarnos a soltar las bondades y premios atesorados por la genialidad extraña de Panahi (muy distinta y mucho más directa en la crítica a la de su compatriota Kiorastami), pero resulta del todo imposible resumir y transmitir la verdadera oda a la libertad, la conciencia y a la desobediencia que supone esta pequeña joya. Sólo es posible verla y que nos ayude a luchar por la libertad, y que no nos dé pereza usarla, que todo lo que no se usa se acaba perdiendo.
poverello
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