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Críticas de John Dunbar
Críticas 707
Críticas ordenadas por utilidad
10
19 de enero de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Preparación, ejecución y consecuencias de un robo retratados con maestría por John Huston. Obra cumbre del llamado cine negro por ser expresión clara del mismo, poniendo en valor todos los elementos principales que lo definen: contenido, personajes, puesta en escena y desenlace.
Llamar jungla a este mundo de civilización caótica que hemos ido creando y sustantivar la acción con algo tan duro e insensible como el asfalto nos define la depravación como espíritu común, señalando ambas palabras, que son de adopción a nuestro lenguaje moderno y la manifestación exacta de lo que veremos en el fondo del asunto. Una jungla en la que ninguno de sus personajes, independientemente de sus motivaciones, su pasado o su condición social, veremos libre de pecado. Fuera de la ley o dentro de ella todos presentan sombras en consonancia con el título definitorio, ejemplo fehaciente para cubrir las condiciones en las que casi sin vuelta descansa el género.

Ya en faena, la preparación del delito nos demuestra que la diversidad del paisanaje no es óbice para la complicidad de los mismos, siempre y cuando la consecución del malvado fin sea el punto de necesaria alianza común. A decir verdad, no existe dificultad para ponerse de acuerdo, una vez encontradas las partes requeridas para la ejecución del plan. Es de entender, por tanto, y más para un profesional del delito, que la seducción del botín elimine cualquier obstáculo moral.
De conformidad con esto, en el spoiler y por advertencia de los mediadores de la página, el contenido que termina por definir el ajuste a su inherente naturaleza.

Se destacan en el reparto Sterling Hayden y una jovencísima Marilyn Monroe que comenzaba su andadura como mito erótico y cinematográfico. Toda una joya.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
John Dunbar
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7
30 de diciembre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sabemos si el título arroja algún tipo de vocación identificativa entre profesión y condición o es más una cuestión adicional, como si ser oficial de cualquier cuerpo militar llevara aparejada la facilidad o la dificultad para ser o no un caballero. Da igual, la cuestión es que de un título bastante cursi, las cosas como son, Taylor Hackford saca un drama romántico altamente entretenido que ha sabido, 40 años después se puede confirmar, ser atemporal y mantenerse tan intacto como el primer día. Bastante alejado de lo ridículo que pueda sonar su presentación, prevalece como un drama sólido sin fingidos sentimentalismos, sabiendo aprovechar desde la disposición argumental su lado romántico.

Justo entre 'American gigoló' y 'Vivir sin aliento', dos películas con mucho menos 'punch', Richard Gere fue finalmente el elegido para interpretar al oficial y caballero Zack Mayo, una concatenación de perfiles que le valió para ser encumbrado para los restos como galán y seductor. Su papel, el de un tipo sin arraigo social ni familiar que trata de encontrar su sitio, le granjearía prácticamente la mitad de lo que su nombre significa hoy día en su profesión (la otra mitad se la dejamos a 'Pretty woman'). Le acompaña la actriz Debra Winger dándole la réplica como Paula, quien junto a su amiga Lynette (Lisa Blount) se presentan como figurantes de un relevo generacional a la caza de un buen marido, una especie de tradición esperable en su contexto dejada al albur de los sentimientos; sí, exactamente eso, lo que en el lenguaje de la calle viene conociéndose como una buscona. Su propósito es servido con matices melodramáticos, si en esa cacería consiguen una garantía de futuro pescando un oficial recién graduado que las saque del destierro y les ofrezca una buena vida. Personalmente nunca he encontrado a la señorita Winger tan sugerente y atractiva como en éste, su primer gran papel; tampoco es que después se haya prodigado en exceso.
También hay que recordar a Louis Gosset Jr., ganador del Oscar al mejor secundario por ejercer las funciones de sargento instructor, alguien fundamental imprimiendo carácter con su carácter a todo el conjunto, apretando las tuercas y poniendo a prueba la resistencia para afinar como un diapasón al cadete Mayo.

Un éxito comercial justificado con periplo mitad alegre, mitad sufrido, puliendo en el trance al caballero sin espada en oficial con galones y una guinda feliz para el recuerdo, el que le sirve la espléndida canción 'Up where we belong' interpretada por Joe Cocker y Jennifer Warnes, también oscarizada.

Buscando un mañana, encuentra su camino.
John Dunbar
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10
29 de noviembre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiempos de la ley seca (1920-1933). La serie arranca con un discurso político ejemplar para quienes ejercen las bondades puritanas, en loor de una pequeña multitud reunida en un gran salón donde, probablemente, hasta hace no mucho se bailaba, se disfrutaba y se bebía, de un auténtico truhan disfrazado de señor. Ese señor, de aspecto enclenque y no muy agraciado, absorbe mágicamente con su labia y sus buenos modos la atención de aquellas gentes. Asienten cual animal domesticado, aceptando sin rechistar lo que su carismático líder les dice, a fin de cuentas, lo que quieren oír. No muchos episodios más tarde pertenezco a ese rebaño seducido por el encantador de serpientes que ostenta el cetro de la serie, como lo hace de Atlantic City.
Toda buena historia ha de tener un eje, y ese eje aquí no es un propósito sino una figura, la de 'Nucky' Thompson. La solidez de Steve Buscemi al frente de un gran elenco dándole vida, se merece toda distinción y ha sido un gusto ver cómo ejerce ese doble juego de político y criminal, desenvolviéndose con mano de hierro en guante de seda mejor que ninguno.

La serie, con espléndido reparto, disecciona una época compleja en un lugar convulso con personajes corrompidos. Lo curioso llega cuando en la amoralidad cabe sitio para la indulgencia. Existen partes de humanidad, entre golpe y golpe, detrás del gánster, cosa especialmente significativa bajo la piel de su primer protagonista, un estafador del buen nombre de la ética, con más lucidez que ninguno en la búsqueda de sus metas.
De Atlantic City a Nueva York, de Nueva York a Chicago, y de Chicago vuelta a Atlantic City. Tres ciudades sobre las que se levanta el imperio del vicio, del juego y la corrupción de los años 20 y 30 del pasado siglo. Personajes imaginarios entremezclados con los históricos, construidos sobre el arco oscilante que transita de los hechos criminosos al patetismo, entre los que se escapan personajes variopintos como el agente del Departamento del Tesoro Van Alden (Michael Shannon), ya como esclavo de su integridad o víctima de su cobardía, su senda a seguir por la serie entraña tanta culpa como aquellos a quienes persigue, Margaret Schroeder (Kelly McDonald), de madre viuda y afligida desde su Irlanda natal a esposa del hombre más poderoso de la ciudad, que termina por deslizar el velo de una moralidad postergada por los hechos o Gillian Darmody (Gretchen Mol), mujer con muchas sombras en su pasado, postulada como viuda negra con demasiadas aristas emocionales que nunca dejan de sorprender.
Aunque 'Nucky' es el gran baluarte de este pandemónium de personalidades hechas de falsos valores y fechorías. Seduce en cualquiera de sus facetas, hombre hecho a sí mismo empezando desde abajo, siempre al filo de la navaja y el foco esencial de cualquier acción, buena o mala.
Te atrapará por su cuidada estética tanto como su crudeza envuelta en terciopelo, sus impactantes tramas que no saturan y sorprenden en cada temporada y sus protagonistas permanentemente expuestos a la justicia poética. Terence Winter, con experiencia demostrada en la inolvidable e imprescindible 'Los Soprano' y, desde luego, Martin Scorsese, sobre quien sobran las palabras ante un ilustrado en la materia mafiosa, están detrás siendo algunos de los principales artífices en llevar la obra a cabo. Llamativo es ver también en labores de producción a Mark Wahlberg.

Recientemente leyendo la estupenda 'Gomorra' de Roberto Saviano, descubres en sus páginas cómo hay una parte del gánster ineludible a la egolatría. En su novela nos cuenta que no importa la edad, importa su trabajo fuera de la ley y su correspondiente narcisismo para ejercerlo como una parte vital de su personalidad vinculada sin remisión al hampa. Cuestión en que incide en especificar que no es tanto la ficción la que termina bebiendo de las fuentes del crimen organizado como al revés. Cuanto menos se nutren en insospechada reciprocidad.
Es interesante que este hecho de gustarse a sí mismo y verse representado sobre otro, aun a costa de ser un despiadado criminal, quede también plasmado en un momento dado sobre la figura del mítico Al Capone. Se sabe a ciencia cierta que el mismo gánster estaba muy interesado sobre la imagen que el 'Scarface' de Howard Hawks podía mostrar de él y no precisamente porque quisiera dar su mejor perfil (si es que lo tenía). Este hecho queda reflejado en alguna parte de esta espléndida serie, con un Capone en la cima extasiado por ser protagonista también en el emergente cine sonoro. ¿Por qué digo esto? Porque me pregunto como malsana curiosidad que sentirían Capone, Luciano o el mismo 'Nucky', todos gánsteres con nombre propio por encima del resto, coincidentes en una época dorada para el hampa y encarnados para gloria del espectador de 'Boardwalk Empire', tras verse expuestos hoy día. ¿Sería regocijo o sería vergüenza? Poco importa, porque su existencia, como la de todo un listado de grandes exponentes del gremio, para desgracia de sus coetáneos, nos sigue brindando magníficas historias desmenuzadas en obras artificiosas o reales, eso da igual. Lo que importa es lo que se puede contar, porque hasta en la clandestinidad hay un arte, y eso, sin duda, incluye para bien a 'Boardwalk Empire'.
John Dunbar
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10
29 de septiembre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son muchas las que han librado el engaño de los saltos en la relación espacio tiempo en esa cosa llamada cine, pero pocas lo han hecho con la facultad de hacernos soñar y vibrar de tensión como en su día hizo 'Regreso al futuro', un mundo en sí mismo de 30 años y una pequeña localidad, diseñado gracias a Robert Zemeckis y el guionista Bob Gale en el que pasa de todo y a ritmo de vértigo. Gracias a ambos, hubo un día en que creímos que mediante un aparato llamado condensador de fluzo, mal traducido originalmente (era condensador de flujo), instalado en el interior de un DeLorean se podía saltar atrás y adelante en el tiempo con tan solo pisar el acelerador y poner el vehículo a la velocidad exacta.
Para lograr esta ingeniosa aventura todo pasa por darle un ritmo que nos genere tanta ansiedad como a su pareja protagonista, Marty McFly (Michael J. Fox) y 'Doc' (Christopher Lloyd) y apoyarse numerosas veces en la inolvidable y representativa música de Alan Silvestri, punto éste que activa la mente en cuanto se deja sonar, permitiendo soltar leves notas en mitad de una escena o descargando con todo el potencial de su pieza principal, pero siempre señal de algo importante.
Por su parte, los personajes le dan brío siguiendo el rastro de una historia dinámica, que le pongan también la nota de apego emocional necesaria para conseguir romper estereotipos que encuentren el valor en el cobarde y la cobardía en el valiente, o traducido, el impopular hallando su coraje para superar sus limitaciones personales y el matón dejando al descubierto la inseguridad que detrás esconde, modelos que imperan siempre ocultos como arquetipos inquebrantables, generación tras generación, dándole para esta ocasión un aspecto exacerbado, especialmente en el caso del primero; y la chica, siempre hay una chica por la que luchar que arranque de su letargo al chico apocado y ponga en su sitio al fanfarrón de turno. Nada tendría lugar, sin embargo, en el desarrollo atemporal de esta locura trepidante, sin el hilo conductor que conforman esa extraña pareja, antes mencionada, que son Marty y Doc. Un científico loco, en el sentido más entrañable de la palabra, y un chico de aspecto normal con una vida normal que se ve envuelto, sin comerlo ni beberlo, en la aventura de su vida; una que jamás podrá contar.

Todo es un auténtico desparrame de adrenalina, con un pequeño punto mojigato (habitual en la factoría Amblin) y la permanente idea en la sombra de que todo ha de guardar un orden preestablecido. Como uno de los grandes iconos de su época, se la mire por donde se la mire y cuando se la mire, inolvidable.
John Dunbar
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8
11 de abril de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que los dinosaurios aterrizaron y de nuevo se les concedió la vida, obra de Michael Crichton y Steven Spielberg, por ese orden, me he dejado atrapar por estas bestias del pasado. Aun recordando la más floja de todas, tanto en cifras como en términos categóricos, aquella con la firma de Joe Johnston y tercera de la serie, me he dejado llevar como un niño con zapatos nuevos. Algo que ni mucho menos minimiza 'El reino caído' de Bayona, quien pone los dos pies definitivamente al otro lado del charco, y sobre la que es un disfrute manifiesto. Podría decirse que su creación camina sola, tanto como que no está exenta de guardar cierta simetría con 'El mundo perdido', la secuela de la trilogía original, de la cual no es un calco, aunque sí hay cierta línea argumental y alguna que otra secuencia con un notorio paralelismo.

Colin Trevorrow, quien ahora ejerce faceta como coautor del guion, le cede el testigo a un Bayona que ratifica que es un virtuoso y que, con más o menos acierto, comprende cuál es su oficio poniendo de manifiesto cuáles son sus referencias y las maneras que a éstos han hecho grandes. Intriga, drama y espectáculo, tres pilares fundamentales y complementarios que han de prevalecer y el español no deja de poner en práctica. Su estilo se adapta como un calcetín dentro de lo que ya es una marca iniciada por Spielberg, como si de la huella del gran Rex se tratara.

El escenario esta vez se reparte entre la ficticia isla Nublar, inicio de todo el periplo jurásico, y la mansión de Benjamin Lockwood (James Cromwell), antiguo socio de John Hammond, otro mecenas sacado como conejo de una chistera con capacidad de heredar una colosal y osada empresa con la que tentar a la suerte. La diferencia con el origen, la nobleza de su acto; el resultado, el esperable. La trama sigue apoyándose esencialmente con los personajes descubiertos en la anterior entrega, Owen Grady (Chris Pratt) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), cómplices de fatigas con tensión sexual no resuelta, pero sí probada como se desvela a su encuentro, algo que juega en favor de la comicidad. Juntos sortearán todos los obstáculos y peligros, humanos y sobrehumanos.

Por más que los actores con nombre y apellido desempeñen una función vital para que los elementos actúen, aquellos extintos continúan siendo los verdaderos protagonistas, héroes y villanos en función de lo que la acción demande, sin que falte un momento para la emoción, ya sea aventurera o de aflicción, lagrimita incluida. Todo lo realizado juega en beneficio del show, de hacerte sentir como en una montaña rusa por la que sientas la impaciencia de subir, así como la pereza de bajar, razones que no le faltan sin que la línea garantista interfiera en nada que no sea disfrutar.
John Dunbar
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