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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de gerardops
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Críticas 304
Críticas ordenadas por utilidad
6
23 de octubre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen numerosas y sobresalientes películas que tratan de la mafia, el crimen organizado, las bandas y las familias que controlan esos submundos situados al margen de la ley. Dentro de este específico subgénero, pueden citarse decenas de títulos que forman parte de la Historia del Cine con mayúsculas, acaparando las alabanzas de la crítica y los aplausos del público, como la saga de “El padrino”, “Uno de los nuestros”, “American Gangster”, “Atrapado por su pasado”, “Infiltrados”, “L.A. Confidential” o “Cotton Club”, entre otros de una larga y muy recomendable lista. Los mejores directores, actores, productores y guionistas se han dejado tentar por estas historias de corrupción, violencia, poder y dinero, tan consustanciales -al parecer- al género humano. Por ello, resulta tan difícil rodar a día de hoy un largometraje rompedor de esta temática, que destaque por su originalidad. Con tantas obras maestras como referentes, y con tramas, personajes y hasta secuencias similares almacenadas en las retinas de los espectadores, no es nada fácil presentar un proyecto sugerente y novedoso que no destile cierto tufillo a “más de lo mismo”.
Quizás esa sea la razón por la que la temporada pasada me gustó tanto la cinta “El año más violento”, que, aunque pasó bastante desapercibida -en mi opinión, de forma injusta-, lograba aunar la típica estética setentera del género con unos toques inusitados y atrayentes de estilo y modernidad. Por el contrario, como regla general, lo habitual es toparse con títulos como “Black Mass”, ejemplo de corrección narrativa y pulcritud técnica, pero que no termina de despuntar por culpa de la influencia que ejercen sobre ella las grandes muestras del cine negro. Situaciones, protagonistas e incluso planos que recuerdan a otros tantos ya vistos en el pasado, constituyen un lastre que impide al público más versado en el Séptimo Arte engancharse a la filmación de una historia demasiado reiterativa. Y no deja de ser una lástima, ya que las labores desarrolladas por su director, Scott Cooper -que saltó a la fama con “Corazón rebelde”, por cuyo papel principal Jeff Bridges ganó el Oscar al mejor actor-, y por el elenco son efectivas y dignas de elogio.
Basada en hechos reales, la acción se desarrolla en Boston en la década de los setenta. La relación entre un agente del FBI y un mafioso irlandés (James “Whitey” Bulger) les permite eliminar a un enemigo común, la mafia italiana. Sin embargo, no impide una espiral de violencia de la que se aprovecha Whitey para construir su propio imperio y convertirse en uno de los más implacables y poderosos criminales de la historia de esa ciudad norteamericana.
La violencia, la maldad y la ética fraudulenta de la delincuencia organizada para con los suyos y sus objetivos quedan bien reflejadas. La ambientación y la mayor parte de las interpretaciones son, asimismo, notables. Por lo tanto, su recomendación debería ser evidente si no fuera por la continua y pegajosa sensación de “dejà vu” y la ausencia de diálogos memorables y de escenas cumbre.
El reparto, digno de mención, aporta gran calidad al resultado final. Aunque son muchos quienes destacan el acertado trabajo de Johnny Depp (no tanto por alcanzar aquí un gran registro interpretativo como por neutralizar sus últimas y calamitosas apariciones en esperpentos como “Mortdecai”, “Transcendence” o “Sombras tenebrosas”), yo me decanto por resaltar la labor de un Benedict Cumberbatch en estado de gracia y la de algún participante secundario, como Kevin Bacon.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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6
29 de mayo de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el universo del Séptimo Arte, las películas de terror suelen considerarse parte de un subgénero cinematográfico degradado. Salvo contadas excepciones, la calidad que presentan es escasa. Por el contrario, abundan en ellas las escenas sangrientas gratuitas y exageradas, los tópicos repetitivos y las recreaciones burdas. Aun así, de cuando en cuando surge algún título que escapa a la vulgaridad y que sobresale del resto.
Yo ya había oído hablar muy bien de “It Follows” tras su sonada presentación en los Festivales de Cannes y Chicago y la obtención de algunos galardones en otros certámenes menores pero especializados en esta peculiar modalidad cinematográfica, como el norteamericano de Austin o el suizo de Neuchâtel. Después de haberla visto con cierto retraso, pues su llegada a las carteleras españolas se ha demorado varios meses, he experimentado un cúmulo de sensaciones encontradas. Por un lado, la de hallarme ante un film menor, con escasos méritos cinematográficos, un guión plano sin apenas diálogos dignos de mención y una filmación tremendamente simple. Sin embargo, la cinta funciona porque consigue crear un clima de angustia que se mantiene durante casi todo el metraje, logrando revitalizar de este modo un género que languidecía en la mediocridad.
He renegado siempre de esos títulos propios de los años ochenta que reúnen el cine de terror y el juvenil. Sagas como “Pesadilla en Elm Street” o “Viernes 13” justificaron con creces su calificación de productos de “serie B”, carentes de calidad y destinados a un público poco exigente, más interesado en comer palomitas y en disfrutar a oscuras de la compañía de sus parejas que en el desarrollo de la proyección en sí. Curiosamente, el verdadero mérito de “It Follows” es copiar lo característico de aquellos modelos pero ofreciendo un planteamiento radicalmente distinto. Es capaz de concitar el agrado de aquellos aficionados del pasado y, a su vez, de llamar la atención de quienes rechazan los citados subproductos.
Debido a su gran simpleza no contaré la trama, ya que provocará en el lector ganas de reír e incredulidad ante la posibilidad de que semejante historia pueda generar tensión o transmitir horror. Parece ser que la parte racional del cerebro humano es incapaz de asumir tal sobredosis de fantasías imposibles y condena esa información a la categoría de estupidez grotesca. Pero, cuando las luces de la sala se apagan y la pantalla se ilumina, esa racionalidad cerebral tiende a desactivarse y los miedos pueden hacer de repente acto de presencia. De hecho, es un fenómeno que se asocia a cualquier relato protagonizado por espíritus sobrenaturales o espectros malignos.
Su raquítico presupuesto, de apenas dos millones de dólares, se pone de manifiesto desde el primer momento con ese movimiento de imágenes capturadas como si se hiciera cámara en mano. Todo en este proyecto es sencillo, simple, básico, y quizá por eso funciona. La música efectista, unos jóvenes normales, los primeros amores, el inicio en el sexo y el pánico ante lo inexplicable y ante la muerte violenta. En realidad, es lo mismo de siempre pero contado de otra manera mucho más eficaz y a superior nivel que la mayoría de producciones similares. Sin alcanzar la calificación de gran obra, no cabe duda de que ha llamado la atención y ha elevado el nivel del género.
Se trata del segundo estreno de su joven director, el norteamericano David Robert Mitchell. Los intérpretes son desconocidos asimismo para el gran público, destacando entre todos ellos la actriz Maika Monroe, a quien hemos podido ver en pequeños papeles en “The Bling Ring” de Sofía Coppola o “Una vida en tres días” de Jason Reitman.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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7
24 de abril de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El reconocido actor Russell Crowe ha decidido debutar en la dirección de largometrajes con “El maestro del agua”, un ambicioso melodrama que pretende aglutinar en un solo proyecto cinematográfico diversos rasgos de los géneros bélico, dramático y romántico, así como evocar a través de su puesta en escena épocas, culturas y ambientes exóticos e incomprensibles. Aunque sólo sea por lo elevado del objetivo, merece un sincero reconocimiento y, pese a que no llegue a figurar en las listas de mejores películas que trascienden al mero entretenimiento, su resultado es más que digno y no resultará difícil dejarse llevar por esta narración vistosa y sentimental que nos ofrece el intérprete neozelandés desde el otro lado de la cámara.
Crowe se ha ganado por derecho propio un puesto entre los actuales nombres más emblemáticos de los escenarios. Carismático y de imponente presencia en pantalla, ha llevado a cabo algunas interpretaciones memorables en títulos tan sobresalientes como “L.A. Confidential” de Curtis Hanson, “El dilema” de Michael Mann, “Gladiator” de Ridley Scott (por la que ganó un Oscar al mejor actor) o “Una mente maravillosa” de Ron Howard, además de aportaciones muy notables en los films “American Gangster”, “Red de mentiras” o “Los miserables”. Tan relevante filmografía le acredita sobradamente para ocupar la primera fila dentro de su profesión, por más que también la integren otros trabajos más mediocres e incluso fallidos.
En este punto de su trayectoria ha apostado por la filmación de una historia conmovedora que tiene lugar en un marco más propio del cuento de “Las mil y una noches”. Ha recurrido a una fotografía efectiva, centrada mayoritariamente en los tonos cálidos, una adecuada banda sonora y una trama muy sensible, cuyo dramatismo se compensa con un amor platónico, callado e inútilmente sobrellevado a escondidas. El resultado final puede considerarse irregular y ambiguo. Es evidente su excesiva dosis de edulcorante, del que intencionadamente ha echado mano para satisfacer a un público entregado al dramatismo y esperanzado ante un final feliz. Asimismo, la parte más pretendidamente trepidante y emocionante, con escapadas a través de los montes turcos y huidas por torrentes de agua, mientras les amenazan bombardeos demasiado artificiales, resulta también claramente fallida. Aun así, el conjunto funciona, siendo emotivo pero, a la vez, intenso, con un cierto regusto a cine clásico y aderezado por una cautivadora ambientación que permite a los espectadores adentrarse en el relato con facilidad.
Sobre el trasfondo de la devastadora batalla turca de Gallipoli, durante la Primera Guerra Mundial, un viudo granjero australiano viaja a Estambul para averiguar qué destino han corrido sus hijos, declarados desaparecidos en combate. Para ello, deberá sortear a los altos mandos de los bandos en conflicto, incapaces de entender la determinación de este padre por encontrar los cadáveres de sus descendientes en un campo plagado de minas y de cadáveres muertos. Simultáneamente, comienza a establecer una especial conexión con una hermosa lugareña que regenta el hotel en el que se hospeda y a la que persiguen sus propios fantasmas.
Junto a Russell Crowe, que interpreta el papel protagonista, destacan Yilmaz Erdogan (premiado por el “Australian Film Institute” como mejor actor secundario) y Olga Kurylenko, bella actriz ucraniana que evidencia varias carencias a la hora de extraer el máximo jugo de su personaje pero que, pese a todo, construye junto a Crowe una hermosa historia de amor a base de miradas, silencios y tazas de café. “El maestro del agua” ha recibido, además, el premio a la mejor película australiana del año.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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3
8 de mayo de 2015
10 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta cada vez más común que productores, guionistas y directores de cine construyan sus proyectos sobre las ideas más simples. Con apenas un par de escenas graciosas y algún diálogo hilarante, son capaces de alumbrar un largometraje de casi dos horas de duración. Sin embargo, existe una gran diferencia entre hacer una gracia y ser buen cómico, entre ofrecer alguna ocurrencia divertida y redactar un guion apropiado, entre filmar una secuencia humorística y rodar una comedia digna. La cartelera nos coloca de nuevo frente a un título que, a lo sumo, debería haber adoptado el formato de cortometraje o, en su caso, ser incluido en algún programa de la pequeña pantalla, de esos que consisten en una concatenación de gags con risas enlatadas como sonido de fondo. Porque, si empezamos a quitar todo lo que le sobra a esta cinta que pretende hacer reír a los espectadores, nos quedaremos con lo que originalmente debió ser: un puñado de chistes ingeniosos pero deslavazados, incapaces de generar una historia completa y bien narrada.
Jeremy Garelick debuta como cineasta con “El gurú de las bodas” tras haber escrito el guion de “Separados”, film protagonizado por Jennifer Aniston y Vince Vaughn en el año 2006. Con ese previo bagaje presenta ahora una trama artificial, cuyas pequeñas dosis de gracia y chispa no esconden las enormes carencias que posee la obra en su conjunto. Tal vez arrancará del público media docena de risas pero, durante la mayor parte de sus cien minutos, le hará cuestionarse este concepto de comicidad de nuevo cuño por la que, a día de hoy, apuesta la industria del Séptimo Arte. Cuenta las desventuras de Doug Harris, un tipo a menos de dos semanas de casarse con su novia, y sus problemas tanto para encontrar un padrino como para localizar a supuestos amigos a los que poder invitar al enlace por su parte. Por eso decide contratar a un ejecutivo de una empresa dedicada a proporcionar, no sólo padrinos de boda, sino también falsos compañeros de infancia y juventud con los que poder presumir de un pasado pleno de curiosas anécdotas y aventuras interesantes.
La absoluta simpleza del germen sobre el que se asienta esta producción se disimula con los habituales y manidos recursos de rigor: numerosas referencias a tópicos sexuales, constante ambientación desenfadada y actores populares con los que poder conectar fácilmente. No hay mucho más. Confío en que sus aceptables resultados en taquilla (sesenta y cuatro millones de dólares recaudados en el mercado anglosajón tras una inversión de casi veinticinco) no supongan el inicio de otra saga decadente y vulgar que acuda anualmente a las salas de proyección, una cita que no espera ni desea ningún aficionado que se precie. Su realizador terminará de rodar en breve su próximo trabajo bajo el ilustrativo título de “Sick Day” y cuyo actor fetiche es nada más y nada menos que Johnny Knoxville, el representante más conocido de la inclasificable saga “Jackass”. No parece la mejor deriva para la trayectoria de este joven cineasta neoyorkino.
Aunque no figura ningún nombre de primer nivel dentro del equipo artístico, es cierto que reúne a muchos intérpretes secundarios que han alcanzado fama en el medio televisivo, como Josh Gad (“21: Blackjack”, “Amor y otras drogas”, “Los becarios”) y Kevin Hart (“Scary Movie”, “Juerga hasta el fin”, “Un funeral de muerte”). Sin embargo, en España son más reconocibles sus compañeros de reparto Kaley Couco (por su participación en la divertida serie “The Big Bang Theory”) o Jorge García (“Perdidos”).
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@gerardo_perez_s
gerardops
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6
31 de octubre de 2013
10 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace apenas un año pudimos ver a Joseph Gordon-Levitt en el papel de un joven Bruce Willis en la interesante cinta de ciencia ficción “Looper”. Para ello, el equipo técnico se esmeró en lograr que los rasgos faciales del actor se asemejaran al del veterano astro de la gran pantalla. Pues bien, he de reconocer que, viéndole ahora en “Don Jon”, también acudieron a mi mente las actuaciones de Willis tanto en la serie de televisión “Luz de Luna” como en sus primeras comedias. Ambos intérpretes representan con frescura y naturalidad el prototipo de gamberro mujeriego y superficial pero, al mismo tiempo, divertido y encantador.
De Gordon-Levitt se conocían sus habilidades interpretativas con apenas treinta años. Su nombre está inscrito en los títulos de crédito de películas notables de los géneros más diversos. “500 días juntos” es una auténtica joya de la comedia moderna y su visión resulta imprescindible para todo aficionado al Séptimo Arte. “El caballero oscuro: La leyenda renace” forma parte de la magnífica trilogía de “Batman”, que ha supuesto un antes y un después en el cine de superhéroes. “Origen” y, en menor medida, la ya citada “Looper”, también han ayudado a revitalizar la ciencia ficción. Por lo tanto, estamos ante un profesional interesante y versátil que ha dado un paso más allá para adentrarse en el complicado mundo de la escritura y de la realización.
Esta primera incursión detrás de la cámara se traduce en una cinta que, sin ser brillante, tiene puntos de interés y, habiéndose decantado el cineasta por el difícil reto de hacer reír, atesora pinceladas de humor que superan ampliamente el nivel medio de la comedia norteamericana. El reto no era excesivamente complicado, habida cuenta del lamentable y pésimo panorama de las muestras del género que llegan del otro lado del Atlántico. Pero, aun así, el resultado final es más que aceptable y augura el nacimiento de una nueva promesa cinematográfica.
Cuenta la historia de un joven obsesionado con el sexo, especialmente con el porno por Internet, que se halla inmerso en un constante proceso de deshumanización de las relaciones personales como consecuencia de la visión ficticia y obsesiva de la sexualidad que extrae de la red. Al final, ese endiablado bucle le hará replantearse su vida y en ese proceso jugarán un importante papel dos mujeres muy distintas que se cruzarán en su camino.
En un punto intermedio entre la simple comicidad y la crítica ácida a la sociedad actual, su visionado resulta ameno, circunstancia a la que también ayuda un metraje de apenas hora y media de duración. Sin alcanzar el listón de las mejores comedias clásicas norteamericanas o de las europeas contemporáneas, supone sin duda un atisbo de frescura para un género enfermo de vulgaridad y de falta de imaginación.
Acompañan a este particular Don Juan las actrices Scarlett Johansson y Julianne Moore, cuyas correctas actuaciones contribuyen al aprobado del largometraje. Sus filmografías dan buena cuenta de su calidad interpretativa. Así, Moore ha estado nominada al Oscar en cuatro ocasiones (“Boogie Nights”, “El fin del romance”, “Las horas” y “Lejos del cielo”). Por su parte, Johansson ha optado asimismo cuatro veces al Globo de Oro (“Lost in Translation”, “La joven de la perla”, “Una canción del pasado” y “Match Point”) y su especial presencia frente a las cámaras le asegura un futuro inmejorable.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
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