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España España · Cinecittà
Críticas de Xavier Vidal
Críticas 640
Críticas ordenadas por utilidad
6
30 de junio de 2014
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
El drama del bullying tiene en Återträffen (The Reunion) una de sus obras más singulares. La artista Anna Odell recurre a vivencias personales para construir un film que ella misma dirige, escribe y protagoniza. En su primera parte, la película sigue la marca Dogma de un título tan insigne como Celebración (Festen) y nos muestra el inestable devenir que toma una reunión de antiguos compañeros de instituto después de que Anna sorprenda a todos con un discurso demoledor. En el segundo tramo, la película se deconstruye abrazando el falso documental, y Anna, hasta ese momento un personaje ficticio, pasa a ser una cineasta que quiere presentar el film anterior a esos compañeros de colegio que en verdad no la invitaron a la citada cena (Anna, por lo tanto, recrea 'aquello que hubiese podido pasar' en el caso de haber asistido a la fiesta).

Con estas dos partes, a priori contradictorias pero finalmente complementarias, Anna Odell logra un binomio intensísimo en el que el espectador siente tanto la tragedia como la rabia de la protagonista por un pasado escolar que la ha marcado de por vida. Podemos hablar de dos películas diferentes perfectamente ensambladas, y al mismo tiempo puede afirmarse que el film puede visionarse desde dos posiciones antónimas: aceptando que el metraje es un esputo que Odell cuenta desde sus entrañas para exorcitar antiguos fantasmas, o bien entendiendo que Odell, en lugar de retratar el drama de los malos tratos, simplemente hilvana una maquiavélica venganza sin importar las repercusiones que pueden tener en otras personas la confesión en público de sus traumas.

Personalmente, Återträffen (The Reunion) es un juguete de estructura macabra, tan escalofriante como víctima del egocentrismo de la 'personalidad' que pivota la historia (Anna Odell centra todo el relato, su mirada opta por un subjetivismo sin matices, y por ello cuesta despegar la ficción de la realidad que fue, hasta el punto de que todo el conjunto resulta más que cuestionable). Con todo, debo confesar que Återträffen (The Reunion), a medio camino entre la excentricidad y la lucidez creativa, es el film que más me ha violentado en mucho tiempo: una prueba de que, pese a sus flaquezas, Återträffen (The Reunion) es un film de una fuerza arrolladora que merece ser vista. Una obra desconcertante que resta abierta a todo tipo de adjetivos. Y mucho cuidado: puede remover episodios personales que el espectador tal vez prefiera no recordar. Una película que pica y escuece, otro ejemplo más de ese cine sueco empeñado en sacar a la superficie la pudredumbe del falso bienestar nórdico.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
Xavier Vidal
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8
1 de octubre de 2013
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Donosti, Koreeda afirmó que todo su cine es un reflejo de las etapas de su vida. En De tal padre, tal hijo nos encontramos con un director ante el reto de su estrenada paternidad: la película es, con estas señas, la oda que el cineasta dedica a su hijo como prueba de amor y compromiso ante su llegada al mundo. Como todo el cine que nace de lo vivido, De tal padre, tal hijo es una película de gran sabiduría y de alcance universal. Sin querer queriendo, la filmografía de Koreeda se está convirtiendo poco a poco en una de las obras más interesantes de la contemporaneidad, cargada de la reflexión, los silencios, la lucidez, la serenidad y el estilo pausado pero cargado de significados que en Occidente asociamos a la identidad asiática, y al mismo tiempo con historias conmovedoras que nos trasladan a mundos que no conocemos, pero sí a sentimientos que son transversales a todos los humanos. Koreeda es el nuevo Ozu, y en De tal padre, tal hijo atesora un mensaje enriquecedor: no median cuestiones de sangre, sino de cariño y comprensión, a la hora de formar una familia y de decidir cuáles son nuestros más allegados. Algo tan sencillo pero tan necesario. Y en manos de Koreeda, tan bello y conmovedor.

De tal padre, tal hijo arranca con una premisa curiosa: los niños de dos parejas distintas que nacieron años atrás el mismo día en el mismo hospital fueron intercambiados después del parto, y ahora, tras la imputación de la enfermera que orquestró el cambio, el centro médico reúne a los padres para darles la noticia e intentar que cada niño vuelva con sus congéneres biológicos. Todo ello le sirve a Koreeda para mostrar dos tipos de familia muy diferentes: la primera, dominada por las estrictas normas del padre, un arquitecto que inculca a su hijo en la ley del esfuerzo pero cuya educación no puede velar todo lo que querría por culpa de su trabajo; y la segunda, muchísimo más permisiva y de origen humilde, aunque más consciente de las necesidades de los pequeños. El director critica la rigidez de ciertos sistemas educativos, demuestra que la identidad no viene marcada por una herencia genética, y a mitad de metraje abre su historia a latitudes más hondas: la noticia que quiebra la rutina de los cuatro adultos, entre los que empieza a surgir una necesaria relación de amistad, hace que el protagonista eche la vista atrás y rastree sus comportamientos como padre en su identidad como hijo, y el relato familiar su multiplica e intensifica al aparecer en escena los tíos, los abuelos y todos los personajes y espacios que condicionan el devenir de todas las partes.

De tal padre, tal hijo es una obra maestra por la que no pasarán los años y que emociona todavía más a medida que se recuerda. Una película puente, ya que a medida que la volvamos a ver y en función de nuestra experiencia vital tendrá nuevos valores, estará abierta a nuevas lecturas. Únicamente le apuntamos un 'pero': la película, si bien es sumamente intuitiva y sintética en su terreno emocional, carga el metraje al querer explicar la completa evolución del padre protagonista hasta una bella escena final de redención y perdón (la película sería más sugerente si prescindiese de la parte final y terminase en la preciosa foto de grupo a orillas del riachuelo). Con todo, nada o casi nada desluce esta clase magistral de humanidad. Un film que sólo puede venir firmado por alguien que conoce muy bien la materia de la que están hechas las grandes historias, y que la moldea a su antojo hasta crear piezas de arte de gran valor. De tal padre, tal hijo es una película que pone alerta todos nuestros sentidos y acaba aportando una paz reconfortante. Mejor verla y digerirla en soledad, por pudor y porque activará en cada caso un mundo de recuerdos y vivencias muy personales. Se sale del cine con más equipaje del que llevábamos al entrar. Una vez más, gracias, señor Koreeda.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
Xavier Vidal
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7
12 de noviembre de 2012
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
La parte de los ángeles es el porcentaje casi inapreciable de alcohol que las barricas de whisky pierden año tras año, y ese pequeño tanto por ciento es la clave que determina la calidad, en función de la antigüedad, de los diferentes licores. Utilizando esta imagen como símil de la carrera de este prolífico realizador podría decirse que el británico, lejos de madurar y de servirse de su incuestionable experiencia, va perdiendo capacidad de convocatoria y convicción película tras película. Loach ha entrado, entró hace mucho tiempo, en un círculo vicioso bastante burgués (por acomodaticio), algo paradójico si tenemos en cuenta que su discurso va encaminado hacia lo social (y por lo tanto, por lo comprometido y combativo).

A falta de que sus ficciones reciban nuevas y más interesantes transfusiones, Loach se divierte junto a su infatigable guionista Laverty mezclando líquidos y probando nuevas combinaciones partiendo de una paleta de sabores ya marcada. La parte de los ángeles es su nueva creación y en ella conviven dos partes de Loach: el drama de personajes conflictivos, ambientes opresivos y desigualdad social marca de la casa, y en su segundo tramo la comedia coral, amable y vitalista. Y en esta ocasión hay que reconocer que Loach, al apostar por un realismo más mágico que feísta, es capaz de remontar el vuelo y conseguir su obra más entretenida en mucho tiempo. Quién iba a decirle al humanista por excelencia del cine del viejo continente que la mejor parte de su filmografía reciente, estaría en lo complaciente y surrealista, algo que atañe también a la notable Buscando a Eric.

Pasatiempo digerible y divertido. Puede que simplemente aceptable. Pero es la mejor parte del último cine de Ken Loach. Bebida que no emborracha ni causa adicción. Vale la pena.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
http://cachecine.blogspot.com
Xavier Vidal
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7
9 de junio de 2011
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los títulos de crédito de Le père de mes enfants, un París en plena actividad ve cómo los coches inundan las carreteras y cómo la gente llena las aceras mientras los carteles de dos películas francesas, Parlez-moi de la pluie y L'empreinte de l'ange, se insertan en el mobiliario, la estética, la esencia de una ciudad que es un icono cinematográfico. Efectivamente, la película habla del séptimo arte en un juego de 'cine dentro del cine' nunca visto hasta ahora. Los fotogramas de Le père de mes enfants están repletos de carteles de películas, algunas reales, otras ficticias, para establecer un curioso homenaje al cine como modo de vida y modo de ver la vida. Ya casi nadie se atreve a hacer películas para los cinéfilos, con sus referencias, con sus homenajes, describiendo el cine como oficio, mostrando la vida que antecede a las imágenes en la pantalla grande, las personas que se esconden detrás de los nombres que leemos en los títulos de crédito; Le père de mes enfants toma ese riesgo y logra una película muy comedida, sobria, dividida en dos partes de simbólica vida y muerte, sustentada en el diálogo, nada evidente en sus momentos dramáticos y capaz de lograr una complicidad increible con el espectador a la hora de describir el hogar de una familia cualquiera con un patriarca de profesión peculiar: la de producir films, mirando más por el arte que por la economía.

Las películas como objetos y como hijos, el cine como excusa y como todo, la familia y el cine como partes a veces incompatibles de una misma existencia, una dirección de actores espléndida y un auténtico festín para aquél que se considere cinéfilo: puede que a Le père de mes enfants le pierdan ciertos subrayados, y aún así es uno de los pocos films que nadie debería perderse de este 2011. Mia Hansen-Love hizo Le père de mes enfants como tributo al productor de su anterior proyecto, muerto de forma inesperada; ahora el cine debería acordarse de la película y hacer que esa Moon Films que en la ficción se debate entre la ruina y el drama familiar sea una realidad. Eso para completar las relaciones entre la vida y el cine.
Xavier Vidal
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7
18 de noviembre de 2011
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Grecia parece que todo está en crisis menos su cine. Debe ser que las mejores obras se producen en los momentos de vacas flacas... el caso es que Attenberg, unida al recuerdo de Canino (Kynodontas), deja una imagen especial y bastante homogénea de la que podría ser una nueva corriente dentro del basto conjunto del cine europeo: historias con un humor negro y absurdo muy sutil, soterrado, ya que en verdad son dramas con crítica social y moraleja final. Attenberg, premiada con la Copa Volpi a la mejor actriz y representante griega a los Oscar 2012 (elección suicida o tal vez muy recurrente: sorprendentemente, Canino consiguió la nominación), suma y sigue en un mosaico de la desazón, el sinsentido y la soledad de personajes asexuados y aniñados que seguramente completará Adikos Kosmos (Mundo injusto), premiada en la reciente edición del Festival de San Sebastián.

Attenberg, puestos a definirla, es la historia de una joven de 23 años que no sabe nada de sexo y que tiene que enfrentarse a la inminente muerte de su padre. De alguna manera, la protagonista de Attenberg se comporta como si una de las chicas de Canino saliese de su castillo fortificado y no supiese cómo hacer frente al mundo que le rodea. También demuestra el fracaso del padre, educador y dictador en Canino: el anciano enfermo de Attenberg quiere abandonar un siglo XX que asegura no haber servido para nada, y como legado, en calidad de antiguo arquitecto, deja una urbanización de casas blancas, vacías, impersonales, monumentos fúnebres alrededor de un terreno con barro donde nunca emanará la vida y de un mar frío donde yacerán sus cenizas.

La ingenua protagonista, imitando los rituales de apareamiento de los animales que contempla en la televisión, deja una imagen bastante simbólica de lo absurdo y lo trascendental que debate Attenberg: nunca logrará ser alguien normal, nadie a su manera lo es, y de esos hombros que mueve casi por arte de magia nunca emanarán dos alas que la alivien de su estado de apatía. Attenberg viene a decirnos que todo es irracional, que la sucesión de vida y muerte puede que no tenga sentido, y que la felicidad es incompatible con nuestra naturaleza. Una oda al patito negro y marginado con las frías formas del cine que más duele y la melodía nostálgica del hit Tous les garçons et les filles de Françoise Hardy.

Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities
Xavier Vidal
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