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España España · Barcelona
Críticas de Ulher
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Críticas 151
Críticas ordenadas por utilidad
8
5 de marzo de 2012
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dicen, los que saben de ello, que el amor de un padre a un hijo es incondicional. Que no hay mayor sufrimiento que el de tus propios retoños y que nada se iguala a la pérdida de tus descendientes. Premisas nada estudiadas que en la mano de Valérie Donzelli, directora, co-guionista y sufridora de la historia real en la que se basa la cinta, alcanzan su mayor expresión. Porque no hay nada como haberlo vivido para contarlo.

Julieta y Romeo son dos jóvenes que se enamoran desde el primer instante en que se cruzan porque el destino es así de caprichoso o porque así lo escribió Shakespeare. De un modo u otro, la pareja desborda felicidad por cada rincón parisino que pisan. Como si se tratara de "Al final de la escapada", los enamorados se creen comer el mundo de azúcar en el que están inmersos hasta que son llamados a fila. El descubrimiento de un tumor cerebral al fruto de su amor en los pocos meses de vida supone el inicio de la réplica a esa declaración de guerra que menciona el título de la película.

No es la primera vez ni será la última que el cine se inmiscuya en dramas con el cáncer de fondo. Sin ir muy lejos Coixet brindó su obra maestra con "Mi vida sin mi" y en la actualidad, hasta la comedia indie "50/50" gira en torno a la fatídica enfermedad. El éxito de estas cintas, a la que hemos de sumar Declaración de guerra, radica en la visión del vaso medio lleno. Quien diga que aquí no hay lágrimas miente. Haberlas, haylas pero no constituyen ríos de depresión, todo lo contrario, su caudal se compone de ternura, fuerza y valor.

Declaración de guerra aboga por una visión optimista de la vida. Rechaza cualquier lugar común de plegarias y mohínes. Es cine vivo hablando de los límites de la muerte con una capacidad de riesgo brutal donde los actores, convertidos en protagonistas de su propia historia, comparten el peso de su mochila. Un ejercicio de exorcismo que libera el sufrimiento de unos padres ante la enfermedad de su hijo. Porque el dolor compartido se padece mejor.

No sólo es la sutileza de un guión esperanzador excelentemente escrito el que convierte a esta cinta en una de las últimas joyas del cine francés. La meca del cine europeo tiene en Declaración de guerra uno de sus mejores exponentes. Movimientos de cámara en mano característicos de la Nouvelle Vague, el dinamismo de su montaje, una banda sonora deliciosa donde hay cabida para algún que otro número musical y una frescura casi perdida en el panorama actual hacen que esta película transpire arte en cada fotograma.

Lo mejor: la valentía y madurez de Donzelli tras y delante de la cámara.
Lo peor: algún grito con más decibelios de lo normal.
Ulher
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8
13 de noviembre de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Posiblemente si no fuera por el inminente y esperado estreno de Shame, no hubiera llegado a mis manos la alabada ópera prima de su director, Steve McQueen. Hunger (2008) no consiguió distribuidora en nuestro país, conformando un triste ejemplo de que el cine no es sólo arte sino negocio. Es evidente que no estamos ante un producto de masas pero tampoco ante una cinta dirigida a una minoría intelectual. Lo que resulta curioso es que no se haya promocionado un título que cuenta con una excelente crítica y la Cámara de Oro a mejor ópera prima en el festival de Cannes.

Hunger narra con brío los duros acontecimientos que se sucedieron en una prisión de Irlanda del Norte durante 1981, en la que los presos del IRA reivindicaban los mismos privilegios que los presos de guerra y no ser tratados como criminales, dando lugar a la primera huelga de hambre ante la negativa del gobierno comandado por Margaret Thatcher.

McQueen otorga a las imágenes el peso de la cinta aparcando a un lado el guión. Desde los primeros planos en los que unos nudillos ensangrentados bajo una gélida fotografía nos hacen cambiar el semblante vamos adentrándonos en una cadena de incómodas secuencias difíciles de digerir pero necesarias para alcanzar el clímax al que su director nos quiere encaminar.

Aparte de los fotogramas estudiados milimétricamente, el otro gran acierto de la cinta es Michael Fassbender. Interpretar es algo más que parafrasear textos y esto es algo que todo actor debería tener en cuenta. Para encarnar a su personaje el cambio físico era necesario. Sin embargo más complicado que la dieta estricta a la que tuvo que someterse fue prepararse psicológicamente para defender un ideal con la fuerza actoral que emplea. Su interpretación merece todo reconocimiento.

Aplaudo el riesgo de McQueen de tratar un tema político sin medias tintas en su primera andadura cinematográfica, el riesgo de incomodar al espectador con secuencias tan explícitas, el riesgo de dejar la cámara en el mismo plano durante un cuarto de hora siendo testigo del debate sobre la moralidad del suicidio y, sobre todo, que ahora con Shame se reconozca su valía para dar a conocer su escalofriante y magistral ópera prima.

Lo mejor: la elegante dirección de McQueen y la desgarradora interpretación de Fassbender. El poso que deja en el espectador.
Lo peor: que las distribuidoras nacionales no hayan apostado por ella.
Ulher
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4
3 de febrero de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No cabe duda alguna que Clint Eastwood es un gran profesional, que nos ha ofrecido verdaderas joyas cinematográficas tanto delante como detrás de las cámaras y que su cine suele desprender un halo clásico que entusiasma. Ahora bien, de vez en cuando una cura de humildad no está de más y desde un punto de vista extremadamente objetivo, su última obra no llega al aprobado. Más aún, contando con unos elementos favorables para entregar una gran cinta.
Una escena imborrable del Tsunami arrasando todo lo que se encuentra por delante sumerge al espectador en el mismo océano que minutos después no conseguirá salir a flote al igual que la película. Arriesgados planos que convierten el prólogo en una hazaña inolvidable, un arranque que fascina e incomoda por su veracidad dónde los efectos especiales están tan bien paridos que seguramente su similitud con la realidad es lo más acertado de toda la cinta. Se agradece, por tanto, la valentía de Eastwood de acercarse a la catástrofe como recurso introductorio para hablar de la muerte. Sin embargo una vez puestas las cartas sobre la mesa no hayamos por ningún lado el juego al que nos habían invitado. Historias aparentemente inconexas en un inicio se van sucediendo sin importancia alguna para llegar al punto en el que todas se enlazan, pero cuando esto llega nada es trascendente. Demasiada dedicación a la narración de estas pequeñas historias con el único objetivo de llegar a tiempo para conectarlas. Todo resulta tan forzado y manido que no hay lugar a la naturalidad ni a la fluidez. Ni siquiera el buen hacer de los actores consigue proyectar el interés en el espectador. La culpa de ello la situamos en los personajes tan desdibujados que nos encontramos y es que tiene delito el metraje desperdiciado en mostrarnos situaciones que no llevan a nada como el curso de cocina italiana. Pero tal vez el punto flaco del director ha sido no ser crítico. Un tema claramente debatido como es el más allá aquí no llega en forma de análisis simplemente de exposición y la valentía de Eastwood, anteriormente citada, mengua. Hubiera sido más interesante ver la discriminación que sufre el personaje de la maravillosa Cécile de France al gritar a los cuatro vientos la existencia de vida después de la muerte pero nos quedamos con las ganas.
Sin dudas éste es uno de los trabajos más flojos de un director que tuvo un mal día pero que se le perdona por su trayectoria, ahora bien, si la hemos de valorar es mejor dejar a un lado Sin Perdón, Mystic River, Los puentes de Madisson, Million Dollar Baby y un largo etcétera que conforman tal deliciosa filmografía.

Lo mejor: los primeros minutos logran remover al espectador de la butaca. Brutales
Lo peor: que tratando el mismo tema es más interesante ver en Telecinco al carcamal de la Montiel hablando con sus antepasados que cualquiera de las historias aquí tratadas.
Ulher
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6
7 de mayo de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguramente si hubiera llegado a esta película con cincuenta años más pasaría días recomponiendo los pedazos en que estaría mi alma. Recopilaría sus frases filosóficas y hasta haría un ejercicio de introspección con el fin de exorcizar mis temores. Porque determinadas cintas requieren un bagaje para que lleguen a su destino y esta cinta de Bergman es una de ellas.

Fresas salvajes es la historia de un encuentro. El de Isak Borg con su vida. Aún no se ha despedido de ella pero como si lo hubiera hecho. Ya no queda nada a lo que agarrarse. La vacuidad de sus días es la sentencia a su egoísmo. Pero, curiosamente, cuando va a recibir un reconocimiento por su obra, comienza un viaje interior que redime su tormento.

Todo comienza con un sueño de marcado acento expresionista, magistralmente orquestado desde un prisma técnico. En él contemplamos el miedo a la muerte en su estado más ferviente. Pero como en los sueños nada tiene sentido (¿o sí?), enseguida Bergman nos da una palmadita en la espalda para aclarar que sólo era una visión onírica. Aunque podemos vaticinar por dónde irán los tiros. En esta road-movie, porque en el fondo no deja de ser un viaje entre realidad e imaginación, su director emplea, de forma un tanto confusa, una estructura narrativa libre pero imperfecta, reiterativa a base de flashbacks que conducen al equívoco. En ellos contemplamos con esfuerzo los diversos peajes que ha tenido que ir pagando Isak hasta lograr la paz consigo mismo.

Bergman propone un ejercicio de autocrítica para encontrar la razón de ser. Para lograr el bienestar propio en nuestra recta final. Hurga en la mochila pero sin hacer ruido pues obliga al espectador a meterse en el barro. De ahí que su complicado acceso constituya el primer eslabón para adentrarse en su mundo. Un lugar donde los sueños abofetean a la conciencia y los recuerdos curan heridas. Un espacio para reflexionar sobre el existencialismo. Pero aunque la terminología pueda asustar, no es éste un filme al que no se le pueda mostrar la patita. Acceder a él, como decía, no es tarea sencilla pero tampoco imposible. Afortunadamente, Bergman se apoya en unos intérpretes solventes, puramente acertados, que viven y hacen vivir cada palabra. Perfectamente dirigidos.

La película, en su densidad, aboga por la resignación. Una mirada que desnuda el pasado para vestir el breve presente. De lenta digestión y con un regusto ácido, estas fresas de renombre necesitan madurar en el paladar del aquí presente.

Para lectores de sus propias miserias.

Lo mejor: el surrealismo del prólogo.
Lo peor: demasiada metáfora metida con calzador.
Ulher
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4
4 de abril de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo aquel que con [•REC]3 espere descubrir el origen de la niña de Medeiros puede abandonar sus esperanzas desde ya. Si esta declaración hubiera salido de boca de Paco Plaza otro gallo cantaría, ya que con esta última entrega de la saga nos han estafado.

Cuando aterrizó la noticia de que [•REC] contaría con una secuela lo recibimos con expectación aunque con reticencias. La primera entrega fue un éxito en un terreno consolidado y nada esperado, ni siquiera para sus creadores, que vieron como de la noche a la mañana un proyecto destinado a dejarse ver en pequeños festivales para un público minoritario lograba estar en boca del gran público y a golpe de talón en el de las productoras yankees que pronto sucumbieron al remake. El tirón, nunca mejor dicho, de la última secuencia ayudaba a la cinta a convertirse en la gallina de los huevos de oro. Con [•REC]2 el tándem Plaza-Balagueró vio aumentar la fiebre de un público ávido de respuestas. La acción y el gore de la segunda entrega no fue suficiente para calmar la sed cañí por el cine de género. Apenas se hizo esperar el notición de la existencia de una tercera y cuarta entrega: Génesis y Apocalipsis. Sin embargo lo que hasta ahora funcionaba en conjunto por separado se resquebraja. Plaza asumió la dirección del Génesis. Los seguidores de la saga necesitaban ver el origen del virus tal y como se había vendido, pero su director consideró que el título era lo de menos pues ya había hecho su efecto: generar el interés.

[•REC]3 no sólo se desliga en su dirección. La propuesta de Plaza poco o nada tiene que ver con sus predecesoras. La finca regia del Eixample barcelonés cierra sus puertas para ubicar el marco de la acción en el antiguo casino de Sant Pere de Ribes. Obligado a aportar oxígeno a una saga que lo demandaba, Plaza sustituye los rellanos por los jardines a sabiendas que el miedo en un espacio reducido es mayor. Únicamente encontramos resquicios de la esencia de [•REC] en el costumbrismo de sus personajes y situaciones. La cinta despliega su poderío en los primeros minutos. Curiosamente en una media hora en la que el terror brilla por su ausencia. Algo poco común para una cinta que bebe de la sangre. Ni siquiera la sublime interpretación de una exagerada pero contundente Leticia Dolera, en su mejor trabajo, logra que la cinta gane enteros. Al contrario, la perdida de identidad roza el patetismo. Lo que en su día era claustrofobia del pánico envuelta en una mórbida crítica a la telerrealidad ahora se ha convertido en una parodia de sí misma.

(sigue en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ulher
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