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España España · Zaragoza
Críticas de Paco Ortega
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Críticas 201
Críticas ordenadas por utilidad
8
22 de febrero de 2009
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bette Davis realiza otra de sus grandes interpretaciones por la que fue nominada a un Oscar que finalmente no consiguió. En su haber contaba ya con dos estatuillas por su trabajo en “Peligrosa” (1936), y “Jezabel” (1939). Tenía en esta película treinta y un años y se reencuentra con Humphrey Bogart, que rondaba los cuarenta, y con George Brent, que tenía la misma edad. Están, por tanto, en la plenitud de sus carreras y con muchos proyectos por venir que los iban a convertir para todos nosotros en los iconos de Holiwood que todavía siguen siendo.

En “Amarga victoria” se nos cuenta de manera irreprochable una historia dramática. Hasta llegar a su anunciado final, asistimos a una de esas transformaciones a las que nos terminó acostumbrando la Davis. Aquí saca a relucir todos sus registros interpretativos, que son muchos, dándole a la película el tono que necesita en cada momento. Maestra de las metamorfosis, convence y fascina, es eficaz y brillante en otro papel de mujer indomable que termina siendo domada por las circunstancias de su propia vida. Ella que fue siempre tan crítica con sus propias películas y que se pasó la vida rechazando papeles o aceptándolos a regañadientes, siempre guardó un grato recuerdo de ésta rodada a las órdenes de Edmund Goulding.

La historia procede como casi siempre de una exitosa obra teatral, en este caso escrita por George Emerson Brewer y Bertram Bloch, que había sido protagonizada en los escenarios de Broadway por la peculiar actriz Tallullach Bankhead, y, según parece, le hizo ganar bastante dinero a Bette Davis. No es por casualidad que el escritor Ed Sikov, que publicó hace dos años una biografía de la actriz, eligiera el título de la película para su libro.

Goulding, un director teatral nacido en Inglaterra y recalado en el corazón de la industria cinematográfica, tenía varios éxitos a sus espaldas y un oficio más que probado. En 1932 había conseguido el Oscar a la mejor película para “Grand Hotel” en donde tuvo bajo sus órdenes a Greta Garbo y Joan Crawford. Aquí está más que bien, optimizando recursos humanos y técnicos. Se supo rodear de un gran equipo, en el que estaba el incombustible Max Steiner, autor de la eficaz banda sonora, también nominada a los grandes premios.

Qué cine éste en el que todas las piezas concuerdan y un aroma de armonía preside todas y cada una de sus secuencias. Un cine que interesa de principio a fin y que todavía emociona y hace disfrutar a los amantes de los guiones perfectos, de las interpretaciones exactas y brillantes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Paco Ortega
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8
1 de enero de 2009
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Robinson Crusoe” es una hermosa película rodada en Estados Unidos, libremente basada en la famosa novela homónima de Daniel Defoe, publicada en 1719, a partir de un guión de Luis Alcoriza y el propio Buñuel. Cincuenta y cuatro años después de ser filmada, se ve sin dificultad y tiene tal vez como valor fundamental la magnífica interpretación del irlandés Dan O´Herlihy, que exhibe una capacidad actoral excelente, poseedora de una gran fuerza expresiva. Era un actor formado en el teatro, y en el cine conocíamos a esas alturas su participación en el "Macbeth", de Orson Welles, filmada en 1948, en la que interpretaba a Mac Duff. Prácticamente estamos ante un monólogo cinematográfico lleno de matices que nos adentra en la capacidad del ser humano para adaptarse y dominar unas circunstancias inicialmente adversas.

Como no podia ser de otra manera, Luis Buñuel no se hubiera contentado contando la historia de una manera literal. En todo el conjunto de la peripecia de Robinson, en la isla donde vivió 28 años, hay ecos de su propia visión del mundo, e incluso algunos aspectos de su propia vida. No es difícil reconocer, adornado con tintes sarcásticos, por ejemplo, la figura de su propio padre en uno de las pesadillas del naúfrago en donde éste le recrimina haber abandonado el hogar familiar en el que tantas atenciones y seguridad podia disfrutar.

Se adivina también el propósito del cineasta de realizar una reflexión sobre la condición humana, tanto de los pliegues más profundos de la misma, como de las relaciones sociales y sus diferentes variantes. En concreto la relacion de Robinson y su inesperado esclavo Viernes tiene aspectos muy interesantes.

Sin duda, es una película "menor", pero, si se me permite la expresión, mucho "mayor" que otras más afamadas y veneradas por criticos y cinefilos profesionales. Como en todo el ciclo mexicano, se adivina oficio y sabiduría cinematográfica por todas partes: desde el guión a la fotografia, pasando por la interpretación protagonista, y la utilización de todos estos elementos para decir cosas personales, propias del universo del cineasta.
Paco Ortega
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8
3 de junio de 2012
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una buena película, con pocos medios y muchas ideas. El trabajo interpretativo es ajustado, y el conjunto transpira una hermosa metáfora antibelicista, realizada con honestidad y coherencia. No sobra ni falta: está en su punto exacto. No hay sensiblería, ni grandes efectos. Hay un guión inteligente, una dirección eficaz y, en conjunto, una buena propuesta cinematográfica.
Paco Ortega
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9
7 de enero de 2012
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que reconcilia con el cine. Lo que siempre ocurre: en manos de un inepto, esta historia se hubiera disipado a los quince minutos, o hubiera traspasado los límites de lo coherente y/o aceptable.

Sin embargo, el talento cinematográfico de Mike Mills nos conduce con extrema sabiduría por un denso territorio hecho de sentimientos profundos, de reconstrucciones de paisajes interiores. Un país se transforma, y sus habitantes también. Los cuerpos cambian y los interiores evolucionan, a pesar de la enorme fuerza de la presión social que es siempre conservadora y tiende precisamente a lo contrario: a la esclerosis y a no dejar vivir libremente.

No sería el mismo resultado sin unos actores maravillosos -Ewan McGregor (Oliver), Mélanie Laurent (Anna) y Christopher Plummer (Arthur), que cumplen con extrema perfección su trabajo, encarnan a unos tipos, tan insólitos como reales. Diferentes en su realidad, reales en su diferencia.

De eso va esta conmovedora película, en donde un hijo asiste a la propia muerte de su padre, aceptando con decisión y firmeza sus últimas voluntades, y el padre aceptándole a él, con sus incertidumbres y a sus propios fantasmas interiores.

Película, pues, de amor, de gran calidad de amor.
Paco Ortega
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9
29 de agosto de 2009
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocos textos con una grandeza comparable a la de Hamlet, mitad loco, mitad visionario, mitad víctima, mitad verdugo. Hamlet, paradigma del propio ser humano, con sus excelencias y sus miserias, sus enormes dudas y sus escasas certezas. El genio de Shakespeare se muestra en esta tragedia en todo su esplendor. Recoge un argumento, al que lo eleva a la categoría de obra maestra de la literatura dramática.

Se han hecho multitud de versiones sobre los escenarios. Yo he visto bastantes, y recuerdo con especial cariño la de Patrice Cherau, limpia, conmovedora, en París, y la de José Luis Gómez, en España, no hace mucho años, dentro de los límites de una más que evidente corrección. Ahora en Madrid puede verse la versión de Tomaz Pandur con la sorpresa (relativa) de que ese personaje lo interpreta una actriz, Blanca Portillo, que ya se atreve con todo y sale airosa de todos los retos en los que se mete.

En el cine es una referencia obligada la versión de Laurence Olivier de 1948, tan ortodoxa y pedagógica. También es recordable la de Franco Zefirelli de 1990, tal vez demasiado truculenta y comercial, protagonizada por Mel Gibson. Pero a mí me deslumbra la versión que en 1996 hizo Kenneth Branagh, interpretando y dirigiendo una joya, una de las cimas del mejor cine que se atreve con el mejor teatro, y que entre ambos se enaltecen y se potencian.

Inteligencia, belleza, sabiduría, eficacia… No hay palabras suficientes para adjetivar esta excelencia que conjuga, sin pervertirla ni edulcorarla, la profunda reflexión filosófica que Shakespeare nos propone, y nos divierte con la parte jocosa y humorística, también consustancial al texto original. Los géneros se diluyen en un todo hermoso y completo: la verdad siempre es tragicómica.

Se podría decir tanto… Hablar de los actores, por ejemplo, del recital de talento que nos ofrecen, a veces en pequeñas gotas. Nada menos que Charlton Heston, Jack Lemon, Gerard Depardieu, Robin Williams, y tantos otros, haciendo papeles supuestamente episódicos. No hay papeles pequeños, sino actores pequeños advertía Stanislavski. Homenaje a los actores, a estos y a todos en general, al teatro como espejo veraz de la realidad, como instrumento para azuzar las conciencias.

Y, por último, el recital de Branagh como actor. Contenido en el exceso, exacto en el punto cero, intenso y contundente en las estribaciones de lo íntimo. Kate Winslet todavía no era la que ahora es, pero ya le da la réplica amorosa en un amor marcado por lo imposible, por la muerte, la desesperación, la locura y la desgracia.

Si tuviera que elegir tres películas en mi vida, ésta sería, sin duda, una de ellas.
Paco Ortega
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