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Estados Unidos Estados Unidos · Chicago
Críticas de Donald Rumsfeld
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Críticas 80
Críticas ordenadas por utilidad
2
22 de octubre de 2019
75 de 138 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay quienes sostienen que la feminidad nunca ha sido adecuadamente representada en una pantalla. Quizá directores de segunda fila como Bergman, Dreyer, Ozu, Antonioni, Fellini, Wyler, Preminger, Cameron, Verhoven o Yimou les hayan dedicado un papel central en sus obras, pero eran hombres y no podían comprender lo que significa ser mujer. Las más liberadas arguyen que hay muros imposibles de sortear, como el sexo y la raza, y que las mujeres, en tanto que son drásticamente diferentes de los hombres, solo pueden ser representadas adecuadamente por otras mujeres. Sin embargo, ahora que al fin comienzan a liberase del yugo, por fin puede salir a la luz ese caudal de creatividad sofocado durante eones para constatar que, en efecto, las obras de los anteriormente mencionados no eran más que baratijas, películas represoras, pasadas de moda, esencialmente falsas y ampliamente superadas por series como la de esta joven directora, retrato femenino de gran profundidad y enjundiosa sustancia, necesariamente bueno y acertado en todas las dimensiones que abarque lo femenino y lo de más allá gracias a la conjunción de su condición natural y su innegable talento.

Cuenta la leyenda que hace no mucho tiempo, en esta misma galaxia, para que una obra recibiera el elogio de crítica y público debía acreditar cierta calidad en alguno de sus apartados con independencia de la condición natural de sus directores, guionistas e intérpretes. Afortunadamente, esos tiempos ya han quedado atrás. Ahora cualquier producto puede ser multipremiado y multielogiado con tan solo sumarse al carro de lo políticamente correcto a base de añadir brochazos de empoderamiento e igualdad. Que el producto sea mediocre en todas sus dimensiones resulta irrelevante, lo importante es estar a la última, subirse al carro, ser trending y, sobre todo, poner un par de escenas guarras sin primeros planos.

La lista es inabarcable. Sin ir más lejos casi todo el catálogo producido por Netflix y la HBO está cortado por ese patrón en donde más importante que el producto en sí son los valores explícitos de los mismos, los que se exhiben de cara a la galería mientras “sutilmente” se introducen otros que nada tienen que ver con los primeros, llegándose a dar la paradoja de que a veces el significado último de esos productos se opone a los que exhiben en un primer nivel: lo vimos en Black Panther, que simula hablar de igualdad pero que en realidad es profundamente racista, lo vimos en Big Little Lies, que pretende retratar la liberación de la Mujer pero que lo que en realidad hace es machacar a los hombres, y lo vemos ahora, de nuevo, en Fleabag.

Hay tantos apartados en ella tan seriamente idiotas, tan impecablemente cutres, tan perfectamente sobreactuados que sería difícil profundizar sin perderse en los detalles y en todo cuanto la rodea: no sólo su guión, su dirección o sus interpretaciones, sino, especialmente, su éxito, sus premios, sus críticas...

Fleabag es un drama con toques de comedia que ha sido calificado como sofisticado, sutil y atrevido.

Sin embargo, la sofisticación desaparece en el mismo instante en que aparecen sus personajes, cuyas inquietudes básicas oscilan entre la necesidad de echar un buen polvo, el peinado y el número de orgasmos. Literalmente: toda la serie gira en torno a la vagina de su protagonista, pues así de inquieta y, sobre todo, profunda es su poseedora. La prueba irrefutable de que está liberada, y el centro gravitacional de la serie, no son sus ideas (no tiene ni una, ni original ni plagiada), su educación (que no hace acto de presencia) o su conducta (por lo general, mezquina y egoísta): es el hecho de que folla a destajo y se masturba a saco. Porque no todo el mundo tiene ideas, ni educación, ni respeto; pero follar lo puede hacer cualquiera. Tan sofisticada es la serie. Tan empoderada está ella.

Inútil subrayar lo sutil que resulta ver a una mujer pasarse el vibrador mientras gime de placer. O lo atrevido que resultan los monólogos a cámara en donde la protagonista nos explica lo que acaba de suceder, o, mejor aún, lo que sucederá a continuación. Y no porque lo que sucede sea precisamente complejo, sino, más bien, porque hay que enfatizar cada sobreactuado gesto no sea que se nos escape algo.

Por supuesto, los hombres no deben menospreciar a las mujeres; ellas, sin embargo, no sólo pueden (a causa de su superior empatía) sino que deben (es el primer paso si pretenden emanciparse de sus opresores). Según retrata la serie, los hombres son incapaces de renunciar a un polvo. Da igual como sea de inteligente, simpática o atractiva la mujer que se les abalance, allí donde hay un agujero se les nubla el pensamiento y no hay Dios capaz de impedir que entren en modo reproducción. Es su naturaleza. He aquí la lógica que subyace a todos los personajes masculinos: si mujer entonces coño luego bajada de pantalones. Ellos siempre se los bajan sin reparar en consecuencias. Y basta con decirles el número de veces que se han corrido para que se vayan a dormir contentos mientras ellas pasan al siguiente.

Fleabag parece partir de aquella sentencia de un personaje de Woddy Allen cuyos principios básicos eran, según decía, nihilismo, cinismo, sarcasmo y orgasmo; solo que en aquella película que el personaje dijera eso tenía sentido, ya que no creía en aquello que decía y por lo tanto su lema resulta doblemente cínico; mientras que esta serie parece haberse tomado en serio lo que ya de entrada era manifiestamente absurdo. Por la simple razón de que es técnicamente imposible decir algo así y creerlo. Fleabag, sin embargo, lo cree. Construyendo así un personaje no ya ridículo sino esencialmente inconsistente, razón por la cual la serie carece de arco dramático: es imposible que alguien con esas características pueda sufrir drama alguno. No hay conflicto en la nada.
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Donald Rumsfeld
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3
13 de noviembre de 2014
19 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece ser que ya es imposible hacer una superproducción en Hollywood sin salvar a la humanidad, de tal manera que una temática que en principio nació para fomentar la reflexión sobre nuestros límites y conductas como especie ha sido capturada por la –Industria ``cultural´´– para convertirla en otro burdo espectáculo de masas.
Sin embargo como tanto a los hermanos Nolan como a Spielberg eso de salvar la humanidad y el fin del mundo les debió de parecer muy manido, decidieron que además había que poner una patina de ciencia ficción en la película y rebozarla a base de bien en una buena fritanga de melodrama familiar pues así, debieron razonar, podrían abarcar todos los segmentos del mercado. Primer y último objetivo de esta película que se resume perfectamente en su idea central: lo que salvará la humanidad no es ni el esfuerzo, ni la noble curiosidad por conocer la verdad, ni el ansia por explorar y embarcarse hacia a lo desconocido, ni el altruismo, ni mucho menos una razón que se presenta más que nada como un obstáculo, es, agárrense fuerte, el Amor. Pero no cualquier amor, el amor a la familia.
Ahora sí se van a enterar todos.
Más allá de lo pretencioso y pedante que resulta este collage en el que naufraga la película, la ciencia ficción es aquí sólo una coartada para desplegar el añejo melodrama familiar que funciona como hilo conductor, haciendo visible la cobardía, la falta de talento para perfilar emociones y la desconfianza hacia las capacidades intelectuales de los espectadores por parte de sus artífices. Pues queda muy claro que estos tenían miedo a que el público no pudiera seguir la trama de ciencia ficción o, peor aún, no les interesará y la película no fuera un taquillazo, y, en consecuencia, la jalonan no solo de explicaciones nivel –como si fueran niños o idiotas–, sino de un cargante, insustancial y desproporcionado énfasis en ese drama familiar que quizá Spielberg hubiera podido canalizar pero que en manos de los Nolan es sólo apología de un pleonasmo emocional insípido, ridículo, insignificante y absurdo.
Desgraciadamente, las deficiencias de la película van más allá. Tratándose de un viaje espacial sería lógico esperar que el director se esfuerce en intentar transmitir esa misma idea: la de un viaje espacial, el aislamiento, la distancia, el peligro. Sin embargo no es así y lo que Kubrick era capaz de transmitir en un solo plano estático (Bowman en su cápsula frente a la nave, por citar uno) aquí se dice, se expresa verbalmente pero no se muestra, quizá como resultado de la incapacidad de su director para apresar ese tipo de emociones, quizá por miedo a que la película muestre siquiera por un instante algo profundo, terrible y cautivador que perturbe mínimamente al espectador. En este sentido el viaje a través del agujero de gusano es ejemplar: mientras Kubrick durante del viaje de Bowman prácticamente omite el rostro del mismo y se centra en el viaje en sí intercalando planos fugaces de la pupila (¡precisamente!) del protagonista, Nolan, pese a todos sus carísimos efectos especiales, nos tiene que estar poniendo constantemente planos de los rostros de sus actores, no sea que alguien no sepa que es lo que –debe– sentir ante lo que se le muestra. Hasta tal extremo es reiterativo y consciente de que nadie –debe– imaginar nada o perderse acerca de lo que está sucediendo en pantalla que la duración de los planos de los rostros dramatizados es prácticamente la mitad (si no más) de lo que dura el paso por el agujero. Y eso por no hablar de los infumables toques sentimentaloides.
Continúa sin spoiler.
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Donald Rumsfeld
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2
7 de julio de 2016
18 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
He de confesar que me alegré cuando George me comentó que los hermanos hebreos que producen a Tarantino habían comprando los derechos de una película francesa. Por un momento entreví la posibilidad de realizar mi viejo sueño: invocar una guerra preventiva para defender la pureza de nuestra cultura y aplastar a todos esos malditos revolucionarios comebaguettes. Luego recapacité y caí en la cuenta de que ya les habíamos mandado suficientes whoppers y iphones como para neutralizar cualquier posible amenaza. Ya más tranquilos, mandamos a Colin a que pillara la peli en el walmart más cercano. Queríamos verla solo para asegurarnos de que todo estaba bien, y como no somos racistas le dijimos que se quedara, que un hermano suyo era coprotagonista.

A mí me pareció buena. Muy acertada la sustitución del moro real por un negro. Porque hay cosas con las que no se juega. Y los moros no son tema de risa. Colin balbuceo no sé qué del racismo y el presidente dijo que estaba algo mareado de tanto leer, que era la 1ª peli extranjera que había visto en su vida y que nunca más lo volvería hacer, pero que a pesar de todo le había gustado mucho. Sí, a vuestro presidente George le ha gustado esta película. Pensadlo. No se había enterado de mucho, confesó, pero los planos en que el hermano francés de Will Smith aparecía sin camiseta le habían gustado un montón. En eso estuvimos de acuerdo los tres.

Poco más podrá añadir vuestro pobre-servidor-público (metafóricamente hablando, claro) cuando una compañía de seguros y hasta el mismísimo presidente recomiendan la película. Tan sólo apuntar lo obvio, que la pericia técnica de los Albacete y Menkes franceses es arropada por un montaje endiablado, giros absolutamente imprevisibles, un guión digno de los mejores episodios de Vacaciones en el Mar y unas interpretaciones oh-la-la. Especialmente emocionante la de Omar Sy, muy en la línea de los mejores porteros de discoteca.

En fin, como sé que es un película compleja y que vosotros no dais para mucho os he sintetizado aquí sus puntos esenciales con la esperanza de que podáis aplicarlos en vuestras insignificantes vidas y encontrar así algo de alivio.

1-Cuando veías a alguien con problemas respiratorios muy chungos y no sepáis que le sucede, no os alarméis, simplemente liaros una buena L y pasádsela. Si por casualidad observáis un empeoramiento sólo tenéis que repetir la operación tantas veces como sea necesario.

2-Sed la estrella en el cumple de vuestro jefe. Robadle el protagonismo con vuestra enorme vitalidad. Burlaos de sus gustos. Bailad con su mujer muy pegados y sin camisa. Sondead a sus hijas. Vuestro jefe os lo agradecerá.

3-Intelectuales del mundo, estáis más pasados que los cantares de gesta. Vuestra mierda de música toda ella siempre homosexual, vuestras pinturitas llenas de impudicia y vuestros libros heréticos, que sólo sirven para calentar, ya aburren. No disfracéis de cultura lo que nunca ha sido más que un negocio. Sois todos unos snobs y vuestra cultura sólo una pose. Quitad ya esa mierda de orquesta filarmónica de Grotegehmborhombürgo y enchufad el ipod a los bafles, que no hay nada mejor que un poquito de Boogie Wonderland. Ouh yeah.

4-En vuestra precaria existencia es muy posible que tengáis que suplicar por un trabajo. En fin. Antes de arrodillaros durante la entrevista, aseguraos de tened antecedentes penales, ninguna capacitación, ninguna educación ni buenas maneras, es más, os recomiendo que ofendáis gravemente a vuestro entrevistador, no escatiméis desprecios ni insolencias. Quizá entonces tengáis alguna oportunidad.

5-Para hacer más felices a aquellos que os rodean es imprescindible que abuséis de ellos tanto como vuestra superioridad física os lo permita. La intimidación, el insulto, la coacción y el chantaje son los mecanismos esenciales para una vida en armonía con vuestros semejantes.

Por último me gustaría hacer una pequeña reflexión sobre una escena de la película que me ha sembrado ciertas dudas metafísicas:

En la escena en que el hermano de Shaquille O´neal lleva al tetrapléjico al puti para que éste reciba un masaje en las orejas (dado que es de los pocos sitios donde aún tiene sensibilidad), el hermano de Obama aparece sin camisa (mmmmm) recibiendo un masaje en su exuberante torso. Dado que el hermano de Muhammad Alí tiene una enorme vitalidad es inconcebible que la cosa quedara solo en manoseo preadolescente. El asunto tuvo por fuerza que ir a mayores. Es fácil imaginar la cara del tetrapléjico cuando el hermano de Jordan sacó a relucir su enorme vitalidad. Y obviamente la chica que le masajeaba las orejas al tetrapléjico también debió de quedar obnubilada, por lo que casi sin darse cuenta debió de abandonar su cometido inicial y unirse a su compañera, dejando abandonado al tetrapléjico, el cual obligatoriamente debió de presenciar, con las orejas sudadas y semiflácidas, toda aquella abrumadora muestra de vitalidad. O eso creo.
Donald Rumsfeld
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3
2 de abril de 2018
17 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero es pediros disculpas. Lo siento: soy un hombre blanco y heterosexual. Todo cuanto os diga os parecerá rancio y anacrónico. Sinceramente, mejor no leáis la siguiente crítica/divagación.

Hace no mucho pude ver un documental sobre el nacimiento del feminismo contemporáneo (She´s Beautiful When She´s Angry) y os he de confesar que sentí alivio al escuchar a un grupo de mujeres diciendo algo que parecía tener sentido. Los testimonios eran de las décadas de los 60 y 70.

Unas semanas antes había oído decir a una delirante Frances McDormand, mientras recogía su Oscar, que el arte no debería tomarse la licencia de representar nada que no se correspondiera al punto con el censo de población. Seguramente por el subidón del Oscar no pudo percatarse de que todo es representación, y de que precisamente el arte es una representación consciente de serlo. No necesita ser real, no necesita ser 3D ni respetar los porcentajes étnicos o raciales de población. Además, justamente por ser una representación de representaciones, es capaz de sintetizar historias y transmitirlas de manera que todos podemos entenderlas.

Esas mujeres (las del documental) no tardaron en darse cuenta de que para hablar de igualdad tenían que hablar de economía y política, es decir, de clases sociales y derechos civiles. Partiendo de ahí elaboraron un programa político. Tras eso no tardaron en ver que el verdadero rostro del enemigo, aquel que más ferozmente se opuso (y opone) a la materialización de tal programa, es el capitalismo. Experimentaron justo aquello que ya nos advirtió Bertrand Russell y que ahora experimenta el ecologismo: que una sociedad cuyo eje sea la propiedad privada no dispondrá de las herramientas necesarias para gestionar los asuntos comunes. Desgraciadamente, al documental le acabó pasando lo mismo que al feminismo. No sólo queda inconcluso sino que tiene huir hacia delante para no echar cuentas de cuanto ha sucedido por el camino, esto es, que el feminismo, como toda la contracultura, ha sido asimilado por el capitalismo. Esto es, que a pesar de todo Trump es el presidente.

¿Y qué coño tiene que ver todo esto con La forma del Agua?

Os advertí de que esto iba a ser rancio y anacrónico.

El romanticismo clásico, el de la revolución francesa, orbitaba en torno a la oposición existente entre la moral impuesta por la sociedad y el deseo individual. Para los románticos, la tradición, y la moral que emana de ella, es la fuente primordial del alienamiento individual, alienamiento que puede producir un conflicto entre el individuo y la sociedad. Por lo general, como el individuo es la gota de agua y la sociedad el mar, las cosas solían acabar mal para aquellos que no sabían reprimir sus deseos, por justos o sinceros que estos fueran.

La La Land fue otro ejemplo de cómo el mercado puede asimilar cualquier elemento y ponerlo a su servicio. En ella el único conflicto que hay es entre la carrera de los personajes y cómo esta (nos lo hemos de creer) interfiere e imposibilita la relación entre ambos. Finalmente, el deseo de los personajes no es estar juntos, es triunfar socialmente y, más concretamente, triunfar en sus carreras laborales. Justo lo opuesto que cabría esperar si el conflicto naciera de una dimensión individual, puesto que, de hecho, dirigir un club o actuar en una película no excluye necesariamente la posibilidad de tener una relación. Por tanto, lo que los protagonistas ansían aquí es someterse a la convención alienando su individualidad, dar lo que se espera de ellos de la manera más fácil y rápida posible. Es un falso conflicto romántico dado que no hay dimensión individual: En ningún momento se rebelan contra la norma, al contrario, asumen la norma social como si ésta fuera inevitable y natural. Como un sacrificio necesario.

La Forma del Agua es tan feminista como la iglesia católica y tan romántica como un pedo al atardecer. Es tan reaccionaria que se puede creer moderada; y está diseñada para una sociedad tan de derechas que ya no sabe ni por donde quedaba la izquierda. Es el simplismo de un guión en el que los personajes sólo son caricaturas.

Basta ver la elegancia y sutileza con la que en Mad Men se hablaban de muchos de esos problemas (no feministas, sino económicos, políticos, de clase social) para darse cuenta de lo tosca y oportunista que es esta película.

Basta ver la profundidad y la coherencia entre la puesta en escena y el mensaje de La Llegada (2016), sin necesidad de buenos y malos, de esquemas, de subrayar prejuicios y estereotipos, dejando que el fluir de la película sea la historia de la película, para darse cuenta de que todo esto no son más que brochazos que buscan desesperadamente el favor del público.
Y no por ser completamente predecible y acomodaticia o por lo infantil de su planteamiento, sino, fundamentalmente, por el barroquismo de su puesta en escena y la artificialidad con que se desarrolla la trama: un esquema, un conjunto de escenas preconcebidas para hacer más odioso un personaje o más entrañable una situación, con la única finalidad de manipular al espectador sin pedirle un ápice de imaginación o sensibilidad; sin exigirle que salga por un momento de sí mismo y se ponga en el lugar del otro (joder, no iba de eso la película), dándoselo todo completamente masticado.

Es decir, la película, como a fuerza de vulgaridad, de la más grotesca falta de sutileza, no puede tener ni un guión de verdad ni una historia medianamente plausible ni un desarrollo de personajes, ha sido rellenada de forma (de puesta en escena, de iluminación, de música, de tramas paralelas y de “giros inesperados” que permitan dar más dinamismo al montaje) pero todo ese barroquismo formal se empotra contra la simplicidad de la trama y sus personajes.

(Continúa sin spoilers).
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Donald Rumsfeld
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7
2 de enero de 2018
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Black Mirror tiene una puesta en escena minimalista; prescinde del aparatoso CGI, de las cromas recargadas o del sinfín de detalles, generalmente irrelevantes, que suelen caracterizar a las películas de este género para concentrar sus narraciones sobre un elemento concreto que alterará la vida de sus personajes. A partir de ahí, Brooker desarrolla narraciones austeras y concisas, muy carpenterianas, focalizando toda la atención en el elemento disruptor y obviando lo accesorio. Son capítulos de dos actos, planteamiento y desenlace, en los que cada detalle tiene asignada su función.

Elementos concretos y no invasivos. Basta con colocar un pequeño botón sobre el cráneo para que nada vuelva ser igual. En donde mediante una aséptica puesta en escena se realza la presencia de los mismos y se revela un oscuro trasfondo ético: las consecuencias de usar algo cuyo impacto no comprendemos.

La tecnología es en sí misma un elemento que vuelve difusos los límites de lo real. No es lo mismo matar a alguien a puñetazos que con una pistola, no es lo mismo asesinar con una pistola que meterlos en una cámara y apretar un botón, no es lo mismo apretar un botón cuando sabes que lo que hay del otro lado son personas físicas que seres virtuales (aunque estos sean conscientes de sí mismos). La tecnología nos distancia de la responsabilidad de nuestros actos y en ocasiones la difumina por completo. Donde no hay responsabilidad, no hay libertad.

Sus personajes son, por tanto, títeres vapuleados por las circunstancias, alienados, con frecuencia explícitamente torturados. La serie se recrea con provocador sadismo en estos aspectos. Y nadie está a salvo, ni siquiera el presidente, porque, precisamente, ya nadie está a salvo de la tecnología: su impacto es global y trasciende el presente. Algunos de los gases nocivos que emiten los coches, no digamos ya los aviones, permanecerán en la atmósfera durante los próximos 20.000 años.

¿Acaso sirven de algo las advertencias de los físicos respecto a las consecuencias de nuestra sociedad industrial? ¿Acaso tienen algún impacto las advertencias de los neurólogos sobre el impacto de las tecnologías en la inteligencia y personalidad?

Dicha claramente: se sabe que el uso (y no necesariamente el abuso) de las nuevas tecnologías tiene efectos muy negativos sobre la memoria, la creatividad, la empatía, el pensamiento inductivo, la capacidad de análisis y síntesis y, evidentemente, la capacidad de aprendizaje, el pensamiento reflexivo y el control emocional (y efectos positivos en la coordinación ojo-mano, respuesta refleja, procesamiento visual de señales y eficacia en multitarea aunque con menor rendimiento en cada tarea).

Pero la noticia es que Apple lanzará un nuevo modelo.

Aun más claramente: la tecnología nos vuelve más imbéciles (y no es que precisamente nos sobrara inteligencia).

Pero oye, que nosotros nos preocupamos por el futuro de nuestros hijos, anda, dale la tablet a ver si se calla.

Los personajes de Black Mirror son, con frecuencia, justamente así. Idiotas integrales. Pequeños jilipollas cuya mayor satisfacción es mirarse a sí mismos. Algunos evolucionan, otros son devorados por la tecnología, la mayoría simplemente no tiene remedio.

Por supuesto, hay otros efectos además de los efectos estrictamente médicos, más ambiguos pero no menos preocupantes, por ejemplo: la tecnología nos da una ilusión de control sobre nuestro entorno. Sus personajes creen que tienen el control, se creen libres, de hecho, se creen los putos amos, pero basta un pequeño bug para que toda la ilusión se venga abajo. Y ya sabemos que en el universo Brooker la arrogancia multiplica el sadismo de la condena.

Se podrá criticar, y con justicia, que Brooker pasa de la lógica (o de la parte dura de la ciencia ficción). Reconstruir el ADN de alguien no supone una reconstrucción de esa persona tal y como era ayer mientras se tomaba el café. Una conciencia no puede caber en algo más pequeño que un cerebro. Un cerebro no es una máquina. Por muy romántico que sea el capítulo, eliminar mil parejas de seres conscientes es un genocidio, sean o no virtuales. Pero no creo que nada de lo anterior sea relevante dado que a Brooker nunca parece importarle mucho el futuro. Sus episodios siempre son metáforas hiperbólicas de algo que ya sucede. Exactamente igual que el actual cine apocalíptico o el subgénero zombi.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Donald Rumsfeld
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