Haz click aquí para copiar la URL
Críticas de Cinemagavia
Críticas 4.017
Críticas ordenadas por utilidad
8
22 de diciembre de 2023
175 de 229 usuarios han encontrado esta crítica útil
*No era sencillo tras Una joven prometedora

Tiene que ser muy complicado enfrentarse a tu segundo largometraje tras el éxito de tu debut, pero aquí Emeral Fennell sale más que airosa con Saltburn. Una historia que poco tiene del relato de venganza tan perspicaz y poco tratado que excelentemente personificó la siempre estupenda Carey Mulligan. Es cierto que la directora británica sigue por la senda de la provocación y que no se olvida de añadir a su creación un toque de venganza. Puede que simplemente justicia poética. Aunque aquí el cogollo de la cuestión versa especialmente sobre la clase.

Saltburn es la lujosa finca de una familia de súper ricos. De esos que de tan ricos tienen que pensar en formas de pasar el rato. Felix (Jacob Elordi) es el hijo que estudia en Oxford y que entabla una peculiar amistad con Oliver (Barry Keoghan) un chico de otra clase social que también estudia allí. El caso es que tras contarle Oliver su supuesta penosa vida familiar, el chico guapo y extremadamente rico invitará al pobre y recatado a su mansión. Lugar lleno de lujos y excesos con personajes tan llamativos como el de la madre, Elsbeth (Rosamund Pike), una especie de antigua modelo o influencer.

*Los que muchos quieren y solamente unos pocos tienen

Desde el principio son claras las referencias que Saltburn comparte con otras obras como por ejemplo El talento de Mr. Ripley. Con ese impostor que se cuela entre el brillo y el esplendor de un ecosistema de gente rica y guapa. Queriendo pertenecer de algún modo a un mundo que nota inaccesible. Es cierto que aquí no hay un Jude Law reluciente, pero el aparentemente apocado e introvertido Tom Ripley tiene mucho del Oliver creado por Fennell. Siempre deslumbrado por la popularidad y atractivo de Felix. Dispuesto a utilizarlo casi todo con tal de hacerse un hueco en la pirámide.

Y si para ello hay que utilizar el sexo, aquí la cinta tiene muy claro que a este tipo de círculos se entra con todo o no se entra. Por lo que Olivier se servirá de su cuerpo como un arma para acceder a los lugares más insospechados. Ya que entre este tipo de personajes el exceso parece la norma. O al menos lo que muestra Emeral Fennell (que de esto debe saber por sus orígenes) es una especie de abandono festivo en el que las fiestas, el alcohol y todo tipo de desfases se van sucediendo. Sin ningún tipo de barrera. Ya que el estrato social aquí retratado no tiene más preocupación que la de pasarlo bien. Preocuparse de sus hortensias. Meterse con los caros cuadros que adornan sus paredes interminables. Y si eso, advertir a sus invitados de que se afeiten, aludiendo a la fealdad de las barbas.

*Pero de repente el pobre se destapa

Por eso, cuando los personajes de Saltburn se dan cuenta de que están ante un lobo con piel de cordero ya es demasiado tarde. Porque son incapaces de prevenir nada. Sus vidas les resultan tan ajenas a cualquier tipo de peligro o dificultad que se sienten imbatibles. Nunca piensan que alguien pueda osar arrebatarles el lugar de privilegio que durante siglos han ostentado y por ello viven si alcanzar a sentir preocupación. Pero para su sorpresa los ricos malcriados y despreocupados también pueden tener depredadores dispuestos a ir hasta el final y arremeter con todo.

Ese será el caso de Oliver, que aquí está magníficamente interpretado por Barry Keoghan. El papel que hace este actor es absolutamente inquietante. Te lo crees desde principio a fin. Gracias seguramente a ese físico tan particular que le permite transitar desde la aparente inocencia hasta la enajenación. No desmerece tampoco la interpretación de Jacob Elordi como el guapo y deseado Felix. Es realmente interesante como el guion traza la relación entre ellos dos. Pudiendo ser amor. Teniendo mucho de deseo. De un deseo enfermizo y torturador por encajar y ser visto.

Y como madre una Rosamund Pike divertida y muy distinta a sus roles habituales. En un ejemplo de gran dirección de actores. Todos ellos resultan creíbles y dan el tono. Aunque si por algo destaca la película es por su humor muy negro y su estilo indudable. Se percibe gran preocupación por crear secuencias de belleza innegable. Algo que Saltburn logra plenamente. Teniendo momentos de un disfrute total. Desde los inicios en Oxford hasta ese final inolvidable con un Keoghan en cueros recorriendo cada estancia de la lujosa finca. Es cierto que el guion no tiene la profundidad o los giros de su debut. Más o menos te vas haciendo una idea de lo que va a suceder. Los mayores esfuerzos están puestos en la forma, pero el resultado es tan disfrutable que te vas enganchando sin remedio.

*Conclusión

En resumen, Saltburn es una película muy recomendable sobre una familia de ricos malcriados en la que se cuela un joven extraño. Siempre es tarea dificultosa afrontar una segunda película, más si viene precedida por un éxito como Una joven prometedora, pero aquí Emeral Fennell sale victoriosa. Apostándolo todo a su estilo apabullante y muy atractivo, la película se lee como un retrato sobre la clase. Sobre ese lugar que solamente unos pocos pueden disfrutar. Un retrato sobre la pelea por encajar. Por ser aceptado en un mundo elitista y absurdo. Sobre el deseo que puede tornarse locura. Una estupenda película protagonizada de forma salvajemente fascinante por Barry Keoghan.

Escrito por Laura Tabuyo Acosta
Cinemagavia
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
4
25 de mayo de 2023
169 de 217 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Depuración del discurso

¿Todos los artistas deben contarnos algo con su arte? Esta es la pregunta que nos plantea Wes Anderson con esta película. Tras recibir comentarios muy duros por parte de la crítica con su anterior obra ‘La crónica francesa’ (2021), parece que se ha dispuesto a confrontarlos y aferrarse a sus ideas como creador.

En el pasado pudimos ver obras como ‘Academia Rushmore’ (1998) o ‘Viaje a Darjeeling’ (2007), que eran una mezcla entre realismo y el control excesivo de las imágenes, siendo esta última con la que acabaría esta primera etapa de carácter más naturalista. Después entró en una segunda fase donde las historias seguían teniendo un mensaje claro y estaban ‘’envueltas por un papel de caramelo’’, como ‘El Gran Hotel Budapest’ (2014). Por último, en esta tercera etapa, ha pasado a una fase de manierismo extremo, donde la forma interesa más que el fondo. Pudimos dilucidar que había tomado este camino con ‘La crónica francesa’ (2021), en la que se podía apreciar un Wes Anderson más centrado en la imagen y en mostrar el aparato cinematográfico.

Asteroid City correspondería a esta tercera etapa de su cine, donde deja la narratividad expuesta ante el espectador, pareciera un cirujano que exhibe un cuerpo abierto. Ahora el arte se ha convertido en imagen pura y el discurso se ha diluido tanto, que no entendemos qué nos quiere contar. Es más, llegado un momento, reproduce en boca de Adrien Brody, que lo que cuenta o si se entiende, no importa, lo que importa es la catarsis que sentimos cuando vemos las imágenes de sus películas.

*Imagen frente a sentimiento

Asteroid City descompone la naturaleza americana y exhibe los problemas de la carrera astronómica desde que dio comienzo. Nos presenta una sociedad alienada y sometida al yugo gubernamental capitalista, donde los artistas son alienígenas y el público, individuos con emociones limitadas que no saben qué hacer con su vida, simplemente se centran en lo banal y lo superfluo.

Wes Anderson se centra tanto en la imagen, que se le olvida que para poder disfrutar debemos emocionarnos. La belleza de sus imágenes no es suficiente, muchas de ellas están vacías y solo vemos a actores, interpretando actores, que interpretan a personajes, es decir, acciones y gags sin conexión. No dudo que detrás de todo ello haya una historia clara, pero no acabo de comprender la excesiva variación del punto de vista con elipsis espacio-temporales. Es una obra de teatro donde cada escena se cuenta con independencia del relato central.

A pesar de todo esto, debemos valorar su imaginario y la gran belleza de su arte, con encuadres milimétricos y juego de formatos, con personajes que hablan muy rápido y actuaciones hieráticas que no muestran ni un solo sentimiento. Sigue siendo una película de Wes Anderson al uso y el disfrute se mantiene en unos estándares muy altos, pero pareciera que el director se ha vaciado y necesita llenarse de nuevas ideas para hacernos disfrutar de nuevo del amor, la pasión o del propio viaje que significa vivir.

*Conclusión

Con Asteroid City, Wes Anderson se asienta en su estética manierista y difunde un mensaje claro, su arte no es para emocionarse, sino para divertirse. Una ausencia de discurso que provoca que nos separemos de la película y nos quedemos fríos ante lo que quiere contar, intentamos conectar constantemente con algo, pero la película nos repele.

Sin embargo, en el apartado técnico ha depurado tanto su estilo, que disfrutamos viendo dobles enfoques, planos con encuadres milimétricos y movimientos de cámara y de personajes como si viviéramos en un cuento. Dichas imágenes nos devuelven el reflejo de una sociedad vacía, en la que ya no queda nada, ni si quiera el sentimiento, pero debemos intentar aferrarnos a las emociones para disfrutar más de la vida.

Escrito por Santiago Varela Antúnez
Cinemagavia
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
24 de abril de 2024
149 de 178 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La adopción que no debió ser

El caso Asunta se sirve de un cruento y muy famoso hecho real para armar una efectiva y vibrante true crime. El 21 de septiembre de 2013 dos padres denunciaban la separación de su hija en Galicia. No eran dos padres comunes. Ella, Rosario Porto (Candela Peña) era una abogada que provenía de una famosa y acomodada familia. Él, Alfonso Basterra (Tristán Ulloa) era un periodista freelance que había trabajado en diferentes diarios. Su hija Asunta, a la que poco después encontrarían fallecida en los márgenes de una carretera, tampoco era del montón. Asunta había sido la primera niña china que se adoptaba en Galicia. En teoría, una familia envidiable.

Famosas son ya las imágenes, de las que aquí se sirve la serie para dar comienzo a la historia, en la que unos sonrientes Rosario y Alfonso conceden una entrevista para hablar de su hija. Una niña que siempre aparecerá en la serie como una especie de ángel. Una niña risueña, obediente, educada y con talento para casi cualquier actividad. Lo que pasa es que pronto la idílica historia acaba ensuciándose. Porque los hijos no son juguetes. Y porque el matrimonio pronto se rompió de forma inevitable. Arrastrando con ellos a la inocente Asunta.

*Un caso enrevesado y turbio

Cumpliendo a la perfección El caso Asunta desde el inicio eso de las apariencias engañan. Porque en la familia Basterra Porto todo está contaminado. Ella, con sus problemas mentales. Siempre medio drogada y con toda una serie de episodios de internamiento e intentos de suicidio. Con un narcisismo tan grande que solamente le permite sentir pena por ella misma. Él con su mezcla de enamorado solícito y tóxico calculador. Con su gusto por el porno y su escaso poder económico. Una extraña combinación que acabará por explosionar con la infidelidad de ella y un divorcio que él nunca acaba de aceptar del todo.

Estando así Asunta en una situación de absoluta desprotección. Ya que por un lado, resulta lo único que termina por unir a Rosario con un hombre que ella no siente el adecuado. Porque se aburre. Porque en su narcisismo quiere sentir, siempre que las pastillas se lo permiten, un subidón de placer que junto a Alfonso es incapaz de experimentar. Y por otro lado, Asunta surge como la última opción de Alfonso para unirse de por vida a su mujer. Por eso el crimen aparece como un rebuscado, incomprensible y terrible desenlace.

*Sensacionalismo

Un hecho que El caso Asunta plasma desde la incomprensión y la constante pregunta que todo el mundo sano no para de repetirse. ¿Cómo pueden unos padres llegar a matar a su hija? Asombro ante lo innombrable, dudas por algunas partes del proceso y el constante amarillismo que la ficción quiere denunciar. Con una prensa carroñera dispuesta a todo por obtener la mejor foto o el mejor plano. Asombroso resulta contemplar como la Guardia Civil lleva a Rosario y Alfonso a registrar sus casas por segunda vez y una marea de prensa y gente les está esperando.

Algo constante durante los seis episodios que ponen en cuestionamiento la corrección moral del proceso que condenó a estos dos individuos. Que no la absoluta repulsión del crimen cometido. Cabe recordar que ambos fueron condenados a dieciocho años de prisión, tras rechazarse todos los recursos y constatarse que ambos idearon y ejecutaron el plan de acabar con la vida de su hija. Aunque respecto a las dudas, aún hoy se sigue sin haberse esclarecido completamente el motivo que les condujo a ello.

Y en esto surge la figura del juez José Antonio Vázquez Taín, que Javier Gutiérrez compone con su solvencia habitual. Un tipo que El caso Asunta muestra desde un cierto histrionismo. Siempre en duelo con el muchas veces poco colaborador con la justicia Alfonso. Así como muy obsesionado con tener la mano ganadora. Sin importarle si por el camino expone a los enjuiciados un proceso sin todas las garantías. Llegando a plantearse, en momentos, si muchas veces en este tipo de procesos lo que más placer genera es la verdad o la victoria.

*A los pies de Candela Peña

Aunque sin duda lo que más llama la atención de El caso Asunta es la magistral interpretación de Candela Peña. Es inexplicable lo que es capaz de hacer. Metiéndose en la piel de esta mujer enferma. De este ser repudiable que ella borda, haciendo imposible no dejar de mirarla. Siempre con esa voz aparentemente frágil, débil, muchas veces entrecortada y con tendencia al llanto. Permanentemente atontada, como drogada por tanto ansiolítico. Con un acento muy característico y una caracterización asombrosa, que Candela Peña magnifica con su gestualidad. Su cuerpo entre encogido y tímido. Sus ojos acuosos. Su mirada perdida. Impresionante.

Y junto a ella, un Tristán Ulloa impredecible. En un personaje huidizo. En ocasiones retador y en otras ratón de biblioteca. También acompañado de una caracterización muy solvente. Sin olvidar a la gran María León, como una de los policías judiciales que participaron en el caso. Siempre acompañada de esa paradoja que mezcla el horror de su trabajo con la felicidad que busca en su vida personal. Hace una pareja muy creíble y entrañable junto a Carlos Santos.

Interpretaciones que sumadas a un ritmo excelente, a una música utilizada de una forma precisa y a una buena conciencia de lo que se tiene entre manos hacen del conjunto una serie muy solvente. Sabiendo que el espectador ya conoce el caso de sobra, los creadores no arriesgan. Son fieles a lo sucedido y confían en que la realidad se sirve sola para armar un gran producto de ficción.

...
....
.
.
.
....
..
..
....
....
...
....
...
..
....
..
.
.....
.....
Escrito por Laura Tabuyo Acosta
Cinemagavia
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
14 de noviembre de 2023
165 de 219 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La fantasía, el deseo de vivir

Que nadie duerma comienza con una serie de secuencias anodinas en las que contemplamos la vida gris de Lucia (Malena Alterio), la protagonista de esta fábula. Una vida que de un día para otro salta por los aires, cuando la empresa en la que trabaja quiebra. Quedándose Lucía sin su sustento. Sin aquello que la ha ocupado durante más de veinte años. Su trabajo como informática. Entonces Lucía, que vive en el barrio de Usera y cuida de un padre en los últimos años de su vida, decidirá sacarse la licencia de taxi.

Mientras, se enamora perdidamente de su vecino del piso de arriba. Un actor que escucha obsesivamente la ópera de Puccini Turandot y que tras un fugaz beso en la azotea, desaparecerá de su vida. Por lo que el objetivo de Lucía, en su nueva vida como taxista, pasará a ser encontrarse con ese hombre misterioso que ya no es capaz de olvidar. Aunque primero se topará con Roberta (Aitana Sánchez-Gijón), una productora teatral, con la que iniciará una inexplicable amistad y con otros personajes de la cultura como un dramaturgo que, de nuevo, inexplicablemente se interesará por ella. En un nueva rutina, ahora totalmente excitante, con la que dejar atrás sus días de rutinaria existencia.

Siempre con la duda de si estamos ante el fruto de la imaginación de la protagonista. Imaginación que para Lucía es un ingrediente vital fundamental. Un elemento que le imprime luz a sus días, por mucho que los guionistas se hayan empeñado en mostrar un Madrid asombrosamente lluvioso. Ya que Lucía no se ha olvidado de su nombre y en cada cosa que hace intenta brillar. A su manera, por su puesto, pero ella con su carácter extrovertido intenta hacer de cada jornada una pequeña novela de aventuras.

*El amor de Lucía

Porque si algo mueve a la Lucía de Que nadie duerma es la vida. Ella quiere vivir. Quiere saber hacerlo y por ello armada de una indudable valentía, se mete en su taxi para recorrer las calles de Madrid. Y con ello, esperar a que algo suceda. Un algo fantástico que la permita continuar y llenar ese vacío que una sociedad demasiado individualista ha ido agrandando. En un personaje que recuerda un poco al Damián de No mires a los ojos. Dos personas tiernas y extrañas, que parecen invisibles. Dos personajes que se sirven de la imaginación y de lo misterioso para prenderse a la vida.

Y es que, en el fondo, Lucía parece una especie de alma pura que aún no ha dejado de creer. De creer en lo imposible. En lo que todos le han dicho que es imposible. Una mujer para la que no hay duda de que el amor siempre acaba venciendo al odio. Un personaje lleno de recovecos y de ninguna obviedad, que Malena Alterio borda. Ella con sus ángulos, físicos y mentales, resulta una creación desbordante de creatividad. Ya que nunca te acabas de esperar el camino que va a terminar recorriendo.

Por mucho que algunos se empeñen en recordarla siempre por su Belén inolvidable, aquí Malena demuestra su versatilidad. Su humanidad con un personaje que parece inocente, pero que no acostumbra a callarse. Durante todo el metraje, el viaje de Lucía es brutal y ella lo realiza con naturalidad, cercanía y esa extrañeza que impregna cada secuencia de la película.

*No te deja indiferente

Es verdad que resulta complicado definir a Que nadie duerma. Son muchos los géneros de los que se sirve, para finalmente articular una venganza que nada tiene que ver con lo que se podría augurar en su comienzo. Habrá a quienes le moleste o descentre esa indefinición. Pero lo que nadie podrá decir es que la cinta les ha dejado indiferentes. Sirviéndose de la citada magnífica interpretación de Malena Alterio, así como de un Madrid nada visto. Un Madrid de barrio, pero no marginal. Una ciudad que casa a la perfección con la película.

Sin olvidar la inquietante música creada por Zeltia Montes. Al inició tan desconcertante que no sabes si molesta o es de una genialidad deslumbrante. Cada elemento de la cinta es congruente con esa búsqueda de lo inexplicable.

*Conclusión

Que nadie duerma es una curiosa película. Una cinta extraña, diferente, sobre una mujer, Lucía, que es despedida de su empresa y decide empezar una nueva vida como taxista. A la vez que se enamora perdidamente de su vecino, un actor aficionado a la ópera de Puccini, Turandot. Un tipo que desaparecerá misteriosamente y que ella soñará con llevarle un día en su taxi. Siempre con la duda de la ligera frontera entre realidad e imaginación, la película avanza con mucha originalidad por los deseos de Lucía. Los deseos de amor de una mujer arrinconada que combatirá el descreimiento a base de creatividad.

Interpretada por una Malena Alterio tan natural como precisa, la cinta transita por varios géneros, siempre fiel a su tono sorprendente. Con un Madrid que choca y ayuda a ese extrañamiento general. En lo que supone una interesante adaptación del mundo de Juan José Millás. Porque a veces lo que unos tildan de normal, para otros no baja de sobresaliente.

Escrito por Laura Tabuyo Acosta
Cinemagavia
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
10
21 de septiembre de 2020
168 de 235 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Las dos caras de la moneda

Patria comienza con la noticia del alto al fuego de ETA en 2011. Es entonces cuando Bittori (Elena Irureta) visita la tumba de su marido, Txato (José Ramón Soroiz), asesinado por la banda terrorista. La viuda promete a su difunto esposo volver a su pueblo para buscar respuestas sobre su muerte. Años antes, Bittori había abandonado la población rural para alejarse de la influencia abertzale que imperaba en la zona.

Cuando Bittori vuelve al pueblo, todos los vecinos se alteran con su presencia. La familia de Miren (Ane Gabarain) y Joxian (Mikel Laskurain), antiguos amigos de la familia, serán los que intenten evitar a la viuda a toda costa. La razón es sencilla, su hijo Joxe Mari (Jon Olivares) fue un participante de la banda terrorista.

Patria aborda las dos caras de la lucha etarra: el de los verdugos y el de las víctimas. Contar las diferentes perspectivas de un hecho histórico hace más real el relato. Por eso, Patria es una serie tan enriquecedora para la sociedad española actual. Sin duda, Aitor Gabilondo ha bordado la adaptación de la novela en la pequeña pantalla.

*Un puñado de emociones

Desde el primer minuto de serie, Patria se encarga de emocionar al espectador. El espectador debe estar dispuesto a convivir con diferentes y variados sentimientos durante los ocho capítulos. Tristeza, rabia, impotencia, compasión, felicidad, miedo, soledad… son algunas de las emociones que se agarran al pecho a medida que las escenas pasan.

Sin duda, lo que queda es la empatía. Tanto Aramburu como Gabilondo consiguen que el lector y el espectador se pongan en la piel de Bittori y, a la vez, de Miren. Dos mujeres que viven la existencia de ETA desde un lado y desde otro. Sentirse como lo hace una víctima y, a la vez, como un familiar de un verdugo es una tarea muy complicada, pero lograda con matrícula de honor. Eso es lo que hace tan especial a Patria.

*Técnicamente excelsa

El sobresaliente no es solo para la narración. El casting es inmejorable: Elena Irureta y Ane Gabarain sobresalen especialmente, pero el resto del reparto no se queda atrás. Además, puede parecer una tontería, pero que el elenco sea vasco y suelten ciertas muletillas y expresiones hace más verídico el contexto.

El juego con los planos es maravilloso: desde los generales a los detalles que enmarcan perfectamente el contexto. Técnicamente, Patria es una maravilla audiovisual. Junto a la luz y los colores, la ejecución de cada escena es majestuosa. Por no mencionar el maquillaje y el vestuario, que hacen que viajar en el tiempo no sea una utopía y el espectador siga los flashbacks con toda atención.

Conclusiones

Patria es una lección de historia, ética, filosofía y comunicación audiovisual sobresaliente. No sería arriesgado ni atrevido decir que es la serie española del año, porque con certeza ha superado todas las expectativas desde su estreno en el Festival de San Sebastián. Majestuosa de principio a fin, sorprendente en cada plano y en cada frase del guion, Patria es, sin duda, una maravilla audiovisual.

Lucia Blazquez
Cinemagavia
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow