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España España · K-PAX
Críticas de PROT
Críticas 648
Críticas ordenadas por utilidad
8
28 de diciembre de 2008
30 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que el Cine me emociona hasta el alboroto no debe ser nada nuevo para nadie. Quizá no sea por ardoroso, quizá no sea por pasional, quizá sea por tonto, pero el caso es que, extrapolando una frase del genial Quevedo que la prudencia me aconseja ahora omitir, las películas destinadas a hacer llorar me hacen llorar y además me hacen llorar la mitad de las no destinadas a tan loable fin.
A este respecto, al respecto de llorar o no llorar con las películas, creo que puedo asegurar que tengo el record del mundo de sensiblería, ya que, inconcebiblemente, en un visionado de LOS GEMELOS GOLPEAN DOS VECES y en una de las escenas del final, no pude atajar siquiera unas lágrimas delatoras.
Soy un fan incondicional de Arnold, ni lo puedo ni lo quiero evitar. Creo que cumplía que con mucha solvencia interpretando héroes en cintas de acción y que su vis cómica, cuando era puesta al servicio de un guión medio decente, aumentaba de forma notable las prestaciones de la película. A mi juicio, siempre a mi juicio, la mejor de las actuaciones del Schwarzenegger humorista se puede disfrutar en LOS GEMELOS GOLPEAN DOS VECES.
El quid de la cuestión es disparatado y simplista: dos hermanos sin ninguna noticia el uno del otro que han nacido de la misma mujer y en el mismo parto y que son tan opuestos entre sí como lo pueden ser Arnold Schwarzenegger y Danny DeVito se conocen a los treinta y cinco años de edad cuando uno de ellos, el bueno, el grande, el hermoso, descubre que el otro, el malo, el pequeño, el feo, anda por el mundo sufriendo calamidades.
Partiendo de esa premisa, y con no pocas implicaciones filosóficas sobre educación y aprendizaje, se desarrolla la película que me ha proporcionado a mí el record del mundo de sensiblería.
¿Que quién es el hermano grande y fuerte y quién es el pequeño y contrahecho? Para constatarlo, evidentemente, el piadoso espectador va a tener que ver LOS GEMELOS GOLPEAN DOS VECES.
PROT
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10
9 de enero de 2010
24 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay episodios de EL GRAN HÉROE AMERICANO que merecen ser recordados con muchísimo cariño: aquel en el que los hombrecillos verdes le salvan la vida a Ralph y luego se lo llevan a dar un educativo paseo sideral quizá fuera el más emotivo. Pero está, también, el episodio en el que se simula la muerte de Bill, que es en el que aparecía André el Gigante; uno muy simpático en el que Ralph tenía que jugar al Rugby; los del principio, en los que el Gran Héroe trataba de aprender a volar...
La serie era divertida y agradable, y se fundamentaba en unos valores que hoy se suponen pasados de fecha. A modo de ejemplo, en el final de uno de aquellos capítulos, un capítulo en el que a Ralph se le presenta la oportunidad de solventar su futuro laboral, se desarrollaba un diálogo que era toda una declaración de intenciones. El diálogo concluía así:
-¿Hay algo más importante para usted que su trabajo? -preguntaba un evaluador.
-La amistad -respondía Ralph.
Nadie sabe dónde ni cuándo el mundo comenzó a estropearse. Nadie sabe de quién era la catastrófica mente que les cambió a los niños de este planeta los cuentos infantiles que presentaba Shelley Duval en Navidad por los edredones de Gran Hermano, ni quién fue el esperpéntico responsable que se llevó al olvido a los dueños de las tardes de verano de los ochenta para poner en su puesto a bailarines descalzos que forjan con diligencia a los frustrados de mañana. Nadie sabe a quién se le ocurrió sustituir los dibujos que nos enseñaron a respetar a la Naturaleza por talk shows en los que se explica con detalle cómo perder la virginidad al mismo tiempo que los dientes de leche, ni en qué punto nos dejamos los valores por los que Ralph Hinckley peleaba cuando se ponía "el pijama". Pero seguro que en alguna parte de la Tierra queda alguien que sigue dando preponderancia a la amistad; seguro que existe la persona que echa de menos los cuentos de hadas de Shelley Duval y que hay quien prefiere bellos dibujos animados a realities picantones. Y seguro que no son pocos los que siguen esperando que Robert Culp vuelva a pedir a los sospechosos que no muevan un músculo y a que la preciosa Connie Selleca repita de nuevo su alerta de hamburguesa.
PROT
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10
7 de enero de 2009
26 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
LA GUERRA DE LOS ROSE es mi debilidad. Bien pudiera ser porque me encanta la Kathleen Turner de aquella época o el Michael Douglas de siempre, bien porque me gusta mucho también Danny DeVito o porque una tarde de sábado de 1989 pude disfrutar de ella junto a dos amigos que espero lo sean por toda la eternidad.
LA GUERRA DE LOS ROSE es chispeante, fresca, natural y, pese a tener quizá un punto de misoginia escondido en cierto recodo, bastante más verosímil que menos, si exceptuamos algún pescado meado y algunas bestialidades perfectamente pasables por alto en atención al humor.
LA GUERRA DE LOS ROSE es divertida como pocas y simpática como ninguna, con el añadido, además, de haber sabido enmascarar tras un velo agradable y envolvente muchas de las respuestas a muchas de las cuestiones más trascendentales que los cónyuges en un matrimonio se pueden llegar a plantear.
Si el inteligente espectador o la inteligente espectadora encuentran ya fastidioso el modo de tomar la sopa de su pareja cuando antes le parecía lo más maravilloso del mundo es posible que le haya llegado el momento de ver o revisar LA GUERRA DE LOS ROSE.
PROT
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10
29 de diciembre de 2008
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si lo pienso de manera objetiva, puedo comprender que haya a quien no le guste LA PRINCESA PROMETIDA. Hay personas en este mundo de Dios con un gusto tan peculiar como para aborrecer las puestas de sol, las noches al arrullo del mar, a Groucho Marx, al resto de los Hermanos Marx, los bocadillos de salchichas o tomarse una ensalada mixta en el Hotel Plaza de Nueva York. Hay quien no apetece de Woody Allen, hay quien no apetece de Charles Chaplin, hay quien sigue tachando a Tom Hanks de niño tonto y he descubierto incluso a quien -pásmense, caballeros- me aseguraba que Monica Belluci no es nada del otro mundo. A mi madre no le gusta Robin Williams, a mi padre no le gusta Audrey Hepburn, a mi hermano no le gusta John Denver y a mi hermana -pero esto no sé si atribuirlo a que mi hermana tiene la misma sensibilidad que un congrio- no le gusta Ang Lee.
Como decía, y si lo pienso de manera objetiva, puedo comprender que haya alguien a quien no le guste LA PRINCESA PROMETIDA, de igual modo que puedo comprender, aunque me cueste una barbaridad, que haya quien aborrezca las puestas de sol, que existan aquellos que no se chiflen con las películas de Woody o, incluso, que haya quien afirme sin mover un músculo que Monica Belluci es una mujer de andar por casa. Sin embargo, si el tema se enfoca desde la perspectiva personal, si lo pienso de manera subjetiva, no me alcanza la ciencia para asimilar que haya un solo ser vivo dotado de alma y de cuerpo que no llegue a emocionarse cuando un Hombre de Negro logra escalar los Acantilados de la Locura, o si una pareja de enamorados se sobrepone a los peligros de las Arenas Resplandecientes o a los ataques feroces de los Roedores de Aspecto Gigantesco.
Subjetivamente hablando, porque la subjetividad es objetiva, si alguien no ha soñado alguna vez combatir junto a un dechado de honor como Íñigo Montoya, si no se ha imaginado protegido por el brazo de brigadista brutal de Fezzik, si no ha visto reflejada en la belleza angelical de Buttercup la belleza de aquella por la que en alguna ocasión ha sentido Amor Verdadero, ese alguien o no tiene alma o no ha sido niño siquiera mucho tiempo antes de la remota y maravilla época del Pirata Roberts.
PROT
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10
3 de noviembre de 2008
24 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
EL VIOLINISTA EN EL TEJADO es de ese tipo de películas en las que, de tanto en tanto, alguno de los personajes interpela al espectador. Así, Chaim Topol, que no se parece en nada a Ringo Starr y que ejecutó a la perfección su papel de sufrido lechero en la cinta de Norman Jewison, en alguna ocasión durante el metraje nos hace un guiño simpático o nos pide un guiño simpático.
Con el trasfondo de otro éxodo y de otra persecución, EL VIOLINISTA EN EL TEJADO nos habla de las penurias y de las alegrías cotidianas de los habitantes de Anatevka, una pequeña aldea judía inmersa en la Rusia de los zares.
Adaptación para la gran pantalla de un éxito teatral de Broadway, ha de anotarse en el haber de EL VIOLINISTA las extraordinarias interpretaciones de los protagonistas, una magnífica banda sonora en la que se percibe la mano mágica de John Williams, un luminoso sentido del humor que consigue que el público se olvide de la tragedia subyacente y una dirección inmaculada que casi cuarenta años después nos sigue haciendo bailar, cantar, sonreír y padecer.
Y es que..., como dice el Libro Sagrado, el paso del tiempo sólo puede magnificar el estruendo de las más poderosas obras de arte.
PROT
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