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España España · El Puerto de Santa María
Críticas de Jesus Gonzalez
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Críticas 79
Críticas ordenadas por utilidad
9
18 de diciembre de 2015
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo fue muy raro anoche. Hasta el último momento no supe muy bien qué hacer, y para cuando quise darme cuenta, estaba cruzando un puente inmerso en niebla, camino de un cine que no se vislumbraba a más de unos pasos de distancia.

Lo iba a hacer. Iba a asistir al estreno de la nueva película de “Star Wars”, cosa que no pude hacer en los 70, porque aún era un nonato que desconocía de la existencia de la fuerza, los jedi y los soldados imperiales. Si es cierto que, en 1999, con 8 añazos, mi padre me llevó de la mano a ver “La amenaza Fantasma”, y que, con esa edad, salí del cine encantado con el espectáculo espacial al que había asistido. Era un completo y feliz ignorante.

Ahora, a pesar de seguir siendo un ignorante, tengo una edad y un cúmulo más importante de cine a mis espaldas, y la sensación de un extraño vacío se hace cada vez más patente. Comprendedme, el haber nacido entre una trilogía y otra es extraño, estás ahí en medio, en tierra de nadie. Que tus padres te pongan los VHS de “Star Wars” (1977) es una experiencia magnífica, que recordaré seguramente de por vida, pero también es una situación un poco impuesta, y aunque estaré eternamente agradecido a esas tardes de mi infancia, el hallazgo no fue mío, llegué tarde, me enseñaron lo que otros tuvieron la suerte de descubrir por sí mismos.

Todos los amantes del cine han asistido a grandes estrenos, han sido partícipes como público de eventos absurdos y mágicos que quedarán para el recuerdo de unos pocos y para la eterna historia del cine. Anoche, por fin, sentí que yo también era partícipe de aquello, dejé de estar en medio de la nada para inclinarme hacia un lado (de la fuerza).

La responsabilidad que pesaba sobre el bueno de J.J. Abrams era enorme, y respondía a un doble objetivo: por una parte, devolver la ilusión a una generación de fans decepcionada, y por otro, crear una nueva historia capaz de engatusar a un público nuevo, como ocurrió con “La Guerra de las Galaxias” allá por 1977. Creo que ha cumplido con creces con su cometido, de otra manera, mi novia, que fue cruelmente arrastrada hasta el cine nada más salir de trabajar, no hubiese salido emocionada con una película de la que no era particularmente fan (ahora quiere volver a verlas todas).

“The Force Awakens” (2015) no es el milagro que fue “Mad Max: Fury Road” (2015), pero tampoco se limita al respeto pulcro y vacío que ofrecía “Jurassic World” (2015), ni mucho menos. La película está a medio camino entre el homenaje sincero y la mirada hacia el futuro, funciona como enlace, el paso de un testigo legendario, una carta de presentación lo suficientemente atrayente como para seducir hasta al más resentido con la saga. Y lo consigue a través de fórmulas ya conocidas, pero impulsadas por una pasión hacia lo que se hace que irremediablemente atrae, corrompe y fascina al espectador.

No voy a hablar sobre el argumento porque pienso que cuanto menos se sepa sobre la película, más gratificante es la experiencia de verla. Perdón, el universo de “Star Wars” no se ve, se vive, gracias a lo fascinante de su naturaleza. Los escenarios se sienten reales porque son, en su mayoría, reales. Los personajes nos hacen sentir y padecer porque, de nuevo, tienen cosas que contar, tanto los nuevos como los ya conocidos. Los diálogos vibran y nos hacen vibrar, y los efectos especiales son especialmente portentosos, al igual que la edición de sonido y la banda sonora, una maravilla continua que consigue que el espectador se encuentre sumergido desde el principio del film hasta el final.

No es que sea difícil ser objetivo, es que resulta prácticamente imposible. De nada sirve hacer rankings y obsesionarse con clasificar una película de la saga por encima de otra. Ésta es una película de sensaciones, pura emoción y sentimiento. Habrá un grupo de gente a la que nunca llegue a gustarle “Star Wars”, y lo entiendo, solo puedo sentirme agradecido por no ser parte de ese grupo y sí del que anoche aplaudía la aparición en pantalla de una frase: “A long time ago in a galaxy far far away…”. Si cerráis los ojos la notaréis, fluyendo a través de todo lo que nos rodea. La fuerza ha despertado, no hay ninguna duda.

PD: Iba a mencionar un par de detalles, pero de nuevo se me han puesto los vellos de punta y de nuevo se me han humedecido los ojos, no soy quién para privaros de que los descubráis por vosotros mismos. Disfrutadlo.

Más en:https://elmurodedocsportello.wordpress.com/2015/12/18/el-despertar-de-la-fuerza/
Jesus Gonzalez
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6
23 de junio de 2016
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un pegotito azul con grandes ojos color violeta recorre la inmensidad del océano en busca de ayuda para encontrar algo que ha perdido. El principal problema de este pequeño pez cirujano reside en su incapacidad para recordar los motivos que la empujan a seguir nadando. Su nombre es Dory y sufre pérdida de memoria a corto plazo. Su aparición cómica estelar en Buscando a Nemo (2003) quedó grabada en la memoria de muchos de nosotros, a pesar de que 13 años dan para olvidar infinidad de cosas, demostrando que la memoria a largo plazo, reservada exclusivamente para las cosas importantes, siempre tiene hueco para las enseñanzas que Pixar nos tenga preparadas.

Buscando a Dory (2016) se ha convertido en la película de animación con mejor estreno durante su primer fin de semana en la cartelera de EEUU, cumpliendo así con uno de sus principales objetivos como secuela. Además, la heterogeneidad de su público potencial le aporta una ventaja considerable, llenando salas con espectadores de todo rango de edades. En la dirección repite Andrew Stanton, habitual de Pixar y director de otras de sus obras más conocidas, tales como Wall-E (2008) y Bichos (1998), donde ya se exploraba la fábula como fondo y la explosión de colorido y plasticidad como potenciadores de la forma. Quizás, en esta segunda parte, su enfoque formal y sustancial se halle ligeramente dirigido hacia el público más joven, a pesar de los momentos dramáticos que protagoniza nuestra pececilla azul, valientemente transformada en protagonista absoluta y representante ejemplar de todos los colectivos con discapacidad.

Exceptuando ciertos momentos de verdadera tensión narrativa y emocional, en los que la aventura logra encoger el corazón y roza la magnificencia de su primera entrega, Buscando a Dory bascula sus mayores aptitudes hacia el lado más surrealista de su argumento, restando algo de veracidad al conjunto y, por tanto, ganando en risas y entretenimiento. El abandono del medio marino durante gran parte del metraje puede mellar en algunas ocasiones el maravilloso trabajo de recreación de escenarios y personajes, que sin duda, se verían favorecidos en su hábitat natural.

En cuanto a Dory, más consciente de sus limitaciones que nunca, se arrojan ciertas consideraciones acerca de su condición y del reflejo de esta en su círculo social más cercano, estableciendo situaciones en las que debe apañárselas por sí misma para conseguir sus metas, sorprendiendo a todos con su autodeterminación y valentía, y dejando claro que no por ser diferente se es capaz de menos, simplemente hay que centrar los esfuerzos en buscar otra manera de hacer las cosas y, a pesar de la corriente, no cejar nunca en el empeño de seguir nadando.
Jesus Gonzalez
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8
21 de julio de 2015
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su momento, me gustó "Red Dragon" de Brett Ratner, y anteriormente había sido cautivado por Anthony Hopkins en "The Silence of the Lambs". Por eso, cuando descubrí (tardíamente) que fue Michael Mann el primero en adaptar la historia del dragón rojo e introducir al doctor Hannibal en la gran pantalla, me dispuse a verla lo antes posible.

Lo que me he encontrado ha sido un thriller ochentero (huele a los 80´s aunque yo naciese en el 91) con una fotografía espectacular y un poderío visual innegable. Me ha fastidiado, y bastante, saberme casi al dedillo el desarrollo del guión, pero aquí, como suele pasar con Mann, el continente se come al contenido. Es más, lo devora. ¿Para qué sobre-explicar los traumas de Graham y los trastornos de Dollarhyde? Basta con disfrutar de los pequeños detalles, como la valla que protege a las crías de tortuga, la media en la cabeza del asesino, la blancura impecable de la celda de Lecktor, la escena del supermercado...está todo ahí, para que nosotros lo interpretemos al ritmo de una banda sonora cojonuda.

Decepcionan un poco las apariciones de Hannibal, pero claro, es que es imposible evitar las comparaciones. Igualmente, el final me recuerda al de "Thief" (1981) y creo que ambos fallan en lo apresurado que resultan en comparación al resto del metraje. Aún así, creo que lo prefiero al impertinente rizo final de "Red Dragon".

En definitiva, ¿qué más da lo que hablen en esa terraza, ¿habéis visto esa puesta de sol? a veces creo que Dios creó las puestas de Sol para que Michael Mann las filmara.
Jesus Gonzalez
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8
20 de abril de 2015
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tiene el guión, ni el reparto, ni el final, ni el poder hipnótico de los diálogos de "Heat", pero:

La manera de comenzar la peli y ponernos en situación: Miami, un hombre pegado a un bigote frunce el ceño mientras cruza la sala de un club hasta la barra: "Hey darling, two Bacardi´s mojito and one gintonic". Para mí, toda peli que arranca en un pub o club nocturno gana puntos.

Luego está GONG LI. Diosa sobrenatural, fruto asiático prohibido.

La forma en la que la cámara se mueve como pez en el agua entre las balas del tiroteo final me parece digno de reconocimiento. Al igual que, por ejemplo, la manera en la que está rodada la escena de la lancha. La forma (excepcional) se come al contenido.

La banda sonora es punto y aparte.

No ví la serie en su momento (soy demasiado jóven), pero disfruté, y bastante, con la peli, ya que me ofreció, como el camarero de mi bar favorito, exactamente lo que venía buscando.
Jesus Gonzalez
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7
1 de marzo de 2016
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Michael Bay rescata, en su último trabajo, una de esas historias reales que se pierden tras los noticiarios durante la sobremesa. Nos tranquiliza pensar que todos esos conflictos exteriores nos pillan demasiado lejos, pero la realidad reciente nos demuestra que eso ha dejado de ser cierto.

La película, “13 Hours: The Secret Soldiers of Benghazi”, narra los hechos acontecidos en 2012 durante el primer aniversario tras el 11-S en Bengasi, Libia, una de las ciudades más peligrosas del mundo, donde un consulado Estadounidense y un anexo secreto de la CIA fueron brutalmente atacados por causas aún ambiguas. Cuatro americanos, incluyendo el embajador estadounidense, perdieron la vida. Diversas teorías señalan como principal motivo del ataque la protesta radical que se produjo contra “La inocencia de los Musulmanes”, un corto de producción norteamericana que satirizaba y humillaba a Mahoma y al Islam, aunque también se habla de que el ataque pudo ser organizado por Al-Qaeda, que llegó a adjudicarse la responsabilidad del acto, o por leales gadafistas.

Toda la ambigüedad que rodea a los orígenes del asalto se ve perfectamente reflejada en el film, centrado en la figura de un equipo de operaciones especiales que trabajaban en el complejo secreto de la CIA. Ni ellos mismos son capaces de diferenciar a los componentes de la coalición rebelde del 17 de Febrero, creada como aliada de los estadounidenses, de los asaltantes hostiles, ya que ambos grupos carecían de uniformes y distinciones. “¿Esperamos amigos?” pregunta constantemente el SEAL interpretado por Pablo Schreiber. La mayoría de las veces, la respuesta es negativa.

La dirección de Bay explota al máximo la tensión inoculada durante el primer tercio del film, hasta que inevitablemente estalla en un vertiginoso infierno de disparos, sangre, y fuego. A pesar de todo, los vecinos de Bengasi siguen viendo el fútbol en la tele, y pastores y curiosos siguen paseando por el mismo camino que antes cruzaban las balas perdidas de soldados y asaltantes, como si la rutina de la guerra se hubiese apoderado ya de un pueblo tristemente acostumbrado a vivir en las tinieblas de la desorganización política y social, en cuyo mercado local se venden armas a la par que frutas y verduras.

Como si de un “Álamo” de 2012 se tratase, el equipo de SEAL acaba sitiado en el anexo de la CIA a la espera de una ayuda que nunca llega. La negativa del ejército Libio a intervenir y las dificultades que encuentran los refuerzos a la hora de organizarse para llegar a Bengasi convierten estas 13 horas de conflicto en una auténtica película de terror, con pinceladas de western bélico, recordando a “Assault on Precinct 13” (1976) del maestro Carpenter. De igual manera que John Wayne fue acusado de racista por la visión superficial que se hacía del pueblo Indio en sus películas, Michael Bay se abstiene de crear un mínimo de empatización con el Musulmán, algo que está aprovechando el candidato a la presidencia Donald Trump, que ya se ha encargado de realizar actos de campaña con algunos de los protagonistas reales de esta terrible pesadilla, que apoyan su programa de políticas exteriores. Quizás hayan olvidado que todos los dioses, todos los cielos y todos los infiernos siguen estando en nuestro interior.

Deja Michal Bay algo de espacio para el humor, que resulta especialmente espontáneo y efectivo cuando nace de la camaradería que se forja entre los SEALs protagonistas, cuya férrea moral sobrevive a base de citas elocuentes como la anterior “Todos los Dioses, los cielos y los infiernos están en tu interior” o algunas más supeditadas al género de acción más puro y desenfadado, como la genial: “La suerte es una prostituta cuyo nombre de stripper es Karma”. Las referencias a este tipo de cine resultan aún más evidentes cuando se cita directamente a “Tropic Thunder” (2008) la tronchante parodia bélica de Ben Stiller, o a “Black Hawk Down” (2001), con la que comparte tono y espectacularidad.

Por último, destacar el vistoso manejo de la cámara, por un lado con diversas panorámicas y vistas de pájaro que nos alejan de la acción para recordarnos el contexto en el que nos encontramos; y por otro, con primeros planos y planos en detalle que nos acercan al drama más emotivo. En concreto, en una de las tomas más atractivas del film, se usa como referencia el punto de vista de la carga de fuego de un mortero, al que acompañamos en su ascenso a los cielos y en la inevitable y aciaga caída. También la edición de sonido, excelente, consigue envolvernos en la batalla como si estuviésemos participando directamente en los salvajes tiroteos. En eso, Michael Bay es un maestro de la acción. Sin embargo, cuando se deja llevar por completo por la emoción sin respetar ciertos límites estructurales del film, la cosa se tambalea, como cuando sobreexpone la vida familiar de los SEALs o cuando cae en la metáfora fácil de la bandera norteamericana tocada y hundida.

Para los amantes del género, la película funciona a pesar de su alargado metraje, que supera las más de dos horas de duración, ofreciendo una espectacular visión de un conflicto real desde primera línea de combate. Para el resto, quizás caiga demasiado en algunos tópicos imperdonables y en patriotismos innecesarios.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jesus Gonzalez
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