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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de gerardops
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Críticas 304
Críticas ordenadas por utilidad
5
27 de noviembre de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Confieso que la saga de "Los juegos del hambre" me provoca sensaciones contradictorias. Por un lado, me molesta su descarada y demasiado evidente fabricación como producto para adolescentes, así como la manera burda e interesada con que la productora ha dividido la tercera entrega en dos largometrajes. Entiendo que ese aspecto de la industria como máquina de hacer dinero coarta y atenaza la imprescindible vena artística que debe acompañar al Séptimo Arte, restándole gran parte de su esencia. Sin embargo por otro, reconozco que los cuatro títulos que conforman este peculiar serial han evolucionado correctamente, yendo de menos a más y ofreciendo un entretenimiento solvente y eficaz para el público al que van dirigidos. Logran, además, un aceptable nivel de distracción para el resto de espectadores que acuden a las salas arrastrados por la vorágine mediática del merchandising y de la publicidad de la oferta.
El errático realizador Francis Lawrence, junto a videoclips musicales, ha filmado cintas de acción como "Soy leyenda" o dramas románticos como "Agua para elefantes", pero ha sido con "Los juegos del hambre" cuando ha alcanzado su mayor éxito. Responsable de todos los films salvo el inicial (que corrió a cargo de Gary Ross), ha dotado de mayor agilidad y trascendencia a la franquicia, contraviniendo esa máxima de que segundas (y sucesivas) partes nunca fueron buenas. Asimismo, ha cosechado unos destacados resultados en taquilla, consolidando recaudaciones internacionales cercanas a los ochocientos millones de dólares.
Con esta última película concluye la adaptación literaria de las historias de Suzanne Collins, que actúa aquí como guionista de su propia obra, continuando la guerra en la nación de Panem y enfrentándose la heroína al presidente Snow por medio de una revolución a gran escala para conquistar el Capitolio. Las trampas y dificultades con las que se cruzará en su camino convertirán la misión en toda una odisea.
Al igual que sus predecesoras, esta cinta pretende ser un vehículo para ejercer la crítica política y un altavoz para expresar la protestas sociales en contra de las tiranías modernas. No obstante, esa pretensión de reproche intelectual frente a los desatinos del poder resulta endeble y demasiado similar a otras ya vistas en la gran pantalla. Compartiendo la misma cruzada, generó una repercusión muy superior "V de Vendetta", ideada igualmente al margen de convencionalismos dramáticos y alejada de cualquier viso de seriedad por su estética de cómic, su mensaje férreo calaron más allá del ámbito cinematográfico, pasando a ser la máscara de su protagonista un símbolo transgresor del descontento ciudadano. Por el contrario, el supuesto espíritu revolucionario de "Los juegos del hambre" se halla más próximo al canal televisivo MTV que a cualquier postulado realmente crítico y meditado. Por esa razón, sólo funciona bien como mero entretenimiento, en parte gracias al gancho de la actriz principal, cuya meteórica carrera profesional es capaz de justificar por sí misma la decisión de comprar una entrada para acceder a la sala de proyección.
Con un ritmo ágil y una puesta en escena atractiva se intenta compensar la prolongación artificial del final del relato (con consecuencias en cuanto a la duración del metraje) pero, en líneas generales, agradará a los admiradores incondicionales de la singular Katniss Everdeen, personaje femenino sobre el que se construye todo este universo futurista, decadente y bélico.
Hasta ahora, la joven y talentosa actriz Jennifer Lawrence ha sabido combinar con destreza su aparición en grandes superproducciones (también es una habitual de los últimos títulos de "X-Men") con destacadas interpretaciones en proyectos tan diversos como "La gran estafa americana", "El lado bueno de las cosas" o "Winter´s Bone", que le han reportado un Oscar y dos nominaciones a la estatuilla de Hollywood. Aunque eclipsados por el magnetismo del personaje de Everdeen, figuran con papeles secundarios en el reparto los prestigiosos actores Donald Sutherland, el trágicamente fallecido Philip Seymour Hoffman, Julianne Moore y Stanley Tucci.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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7
16 de enero de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El realizador norteamericano David Ayer se inició profesionalmente como guionista en cintas como “U-571”, “A todo gas” y “Día de entrenamiento” para, posteriormente, dar el salto detrás de la cámara con “Vidas al límite”, “Dueños de la calle”, “Sin tregua” y “Sabotaje”. Su preferencia por el cine de acción y por la intensidad narrativa se refleja en toda su carrera, si bien su trayectoria ha resultado claramente descendente desde sus primeros y más alentadores trabajos hasta su penúltimo estreno, cuyo resultado final ya evidenciaba una palpable decadencia. Sin embargo, con este último título, “Corazones de acero”, vuelva a remontar para ofrecernos la versión más lúcida de un género, el bélico, que no es fácil de abordar por su propensión a caer en una espiral de violencia y crueldad que acabe por hastiar a aquellos espectadores que no sintonicen especialmente con dichas temáticas. Curiosamente, hace exactamente veinticinco años se estrenó en España “Corazones de hierro”, un film de guerra dirigido por Brian de Palma. En ambos casos sus traducciones nada tenían que ver con el original (“Fury” y “Casualties of War”).
Sin alcanzar en ningún momento el nivel de las mejores (“Black Hawk derribado”, “Platoon”, “Salvar al soldado Ryan”…), Ayer ofrece una trama interesante, muy entretenida a ratos, en la que combina el horror del conflicto con el compañerismo de un grupo de soldados que, para sobrevivir en un escenario de constante anormalidad, pasan de la brutalidad al sentimentalismo. Se aprecia y, además se agradece, la apuesta del cineasta por el rigor narrativo y la verosimilitud del relato. No obstante, pese a firmar un producto bastante digno, no logra traspasar la línea de la brillantez ni rodar secuencias memorables. Aun así, se trata de una propuesta muy correcta que agradará a los aficionados, a la par que no desesperará al público más reacio a esta modalidad cinematográfica.
La trama transcurre en el año 1945, coincidiendo con la conclusión de la II Guerra Mundial. Mientras los Aliados inician su ofensiva final en el frente europeo, un combativo e intrépido sargento de artillería se encuentra al mando de un tanque bautizado como “Fury” con otros cinco soldados, para llevar a cabo una misión suicida tras las líneas enemigas. Superados en número y en armamento, lanzarán un ataque en pleno corazón de la Alemania nazi con la esperanza de acelerar la ya previsible derrota germana. Los diferentes caracteres de los integrantes del grupo de combate, sumados al liderazgo carismático del oficial al mando, componen una amalgama de situaciones personales que pugnan en interés con esa acción de combate que, en principio, es la verdadera protagonista.
La película ha recibido menciones menores en las recientes entregas de premios de diversos festivales y asociaciones del sector (alguna candidatura en los Broadcast Film Critics Association Awards, los Hollywood Film Awards o los Satellite Awards), aunque sí ha logrado colarse entre las diez mejores del año para la National Board of Review.
Dentro del equipo artístico destaca por méritos propios el actor Brad Pitt, que da vida al militar responsable de la patrulla. Como viene siendo habitual en él, realiza una interpretación efectiva y atrayente y es innegable que su especial sintonía con la cámara resulta altamente productiva. Le acompañan Shia LaBeouf -que por fin acierta en la elección de sus papeles, tras varias participaciones en superproducciones muy prescindibles-, Michael Peña -un habitual entre los secundarios de Hollywood- y Logan Lerman, cuya actuación se ha visto reconocida en algunos certámenes y que, tras valorar sus intervenciones en “Las ventajas de ser un marginado” y “El tren de las 3:10”, apunta un futuro prometedor.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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6
7 de febrero de 2014
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El guionista, director y productor Alexander Payne se ha hecho acreedor de una merecida reputación dentro de la industria del cine gracias, sobre todo, a los largometrajes “Election” y “Entre copas” (una de las grandes comedias del presente siglo), que le reportaron un Oscar y dos nominaciones más a la estatuilla de Hollywood. Quienes hayan tenido la ocasión de disfrutar de ambos títulos, habrán podido comprobar el interés que suscitan sus personajes, el ingenio contenido en sus diálogos y el acierto del cineasta tanto para hacer reír como para mover a la reflexión. Se trata de comedias muy divertidas pero con un innegable trasfondo dramático. Con “Los descendientes”, además de ganar otro premio de la Academia, Payne continuó manteniéndose fiel a su forma de entender el Séptimo Arte, caracterizada por el análisis profundo de cada protagonista y por el toque irónico o sarcástico que, a la vez que dibuja una sonrisa en los labios, provoca cierta congoja en el corazón. Sin duda, posee un talento exacerbado para retorcer situaciones normales y sacarles mayor jugo que el resto de sus colegas, y no se le puede negar su gran valentía e independencia. En ese sentido, pocos profesionales serían capaces de llevar adelante un proyecto como “Nebraska”, rodado en blanco y negro, con un anciano como máxima estrella y recreando la América profunda a través de unas curiosas relaciones interpersonales. Va a contracorriente y, como mínimo, se le debe reconocer su honestidad y originalidad.
La cinta recuerda en cierto modo a otro de sus films, “A propósito de Schmidt”, donde Jack Nicholson daba vida a un jubilado en crisis, y también guarda algunas similitudes con “Una historia verdadera”, la película más atípica de David Lynch, en la que un anciano Richard Farnsworth pretendía recorrer más de quinientos kilómetros al volante de un viejo cortacésped. En este último trabajo, Payne traslada a la gran pantalla la historia de Woody Grant, un hombre muy mayor, alcohólico y con síntomas de demencia, que insiste en afirmar que ha ganado un premio millonario y que está decidido a viajar desde Montana hasta Nebraska para cobrar esa suma de dinero, embarcando en tan disparatada travesía a su, en un principio, descreído hijo.
Cuenta con notables interpretaciones y destila un aire de autenticidad que le acerca al documental. Ofrece una visión intimista, cómica y trágica a la vez, de una familia del interior de los Estados Unidos. Parece más bien un experimento sociológico de su autor, que se afana en diseccionar a los individuos que coloca delante de su cámara y cuyo peculiar estilo le impulsa a mezclar secuencias divertidas y entretenidas con otras filosóficas de más difícil digestión. En definitiva, hay que saber entender a Payne (nacido también en Nebraska) para disfrutarlo en toda su extensión y reconozco que no es tarea fácil.
Seis nominaciones a los Oscar (incluyendo mejor película, actor, director y guión), cinco a los Globos de Oro y tres a los BAFTA dan cuenta de la calidad de este trabajo. Cabe resaltar especialmente la labor de Bruce Dern, que a sus setenta y ocho años está cosechando multitud de alabanzas por este papel. Relegado en los últimos años a papeles secundarios, quien fuera hace cuatro décadas el protagonista de “La trama”, de Alfred Hitchcock, firma una actuación memorable y opta por primera vez en su carrera a la estatuilla al mejor actor principal, aunque ya posee una a mejor actor de reparto en 1978 por “El regreso”, de Hal Ashby.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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5
20 de septiembre de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Steve Jobs ha sido una de las personalidades internacionales más relevantes e influyentes de los últimos años. Revolucionó por completo el mundo de los ordenadores, de la música, de la telefonía y del género de animación. En la década de los noventa, su empresa “Apple” era la compañía de mayor valor de todo el planeta. Impresionante currículum para alguien que empezó su carrera desde cero en el garaje de su casa y que falleció a la temprana edad de 56 años. Los vídeos de sus discursos continúan situados a día de hoy entre los más vistos del canal “Youtube” y sus frases lapidarias siguen siendo utilizadas con frecuencia. De ser un icono de la modernidad ha pasado a convertirse en un auténtico mito. Por eso, rodar una película sobre un personaje como él resultaba muy tentador, ya que su solo magnetismo aseguraba en gran parte la labor de captación de interés del público, interesado en el largometraje incluso antes de sentarse en la butaca de la sala de proyección. Pero, curiosamente, esa ventaja ha sido precisamente la peor enemiga de la cinta: que su gancho le viniera dado de antemano gracias a los méritos del genio sin que ni el guion, ni la interpretación, ni la narración hayan añadido nada desde el punto de vista cinematográfico. Dicho de otro modo, si la proyección engancha es porque Steve Jobs engancha.
Resulta inevitable establecer comparaciones con una producción que trasladó a la pantalla grande la vida del creador de Facebook, otro cerebro que, partiendo de la nada y sin siquiera haber concluido sus estudios universitarios, inventó la primera red social, dando origen a un fenómeno de masas sin precedentes. Y, se mire por donde se mire, “La red social” de David Fincher sale rotundamente victoriosa respecto de “Jobs” de Joshua Michael Stern. Los diálogos del genial guionista Aaron Sorkin, la habilidad y agilidad narrativa y visual de Fincher, la frescura y naturalidad de los actores, así como sus aspectos artístico, técnico y creativo revelan que el segundo es un título menor, por más que se pueda defender que la figura en la que se basa posee mayor repercusión que la del joven Mark Zuckerberg.
Sin duda en este caso, la realidad ha superado claramente a la ficción. Da la impresión de que, abrumados por los logros de Jobs, los responsables de la película no han profundizado en absoluto en la personalidad del resto de los participantes de la trama, limitándose a plasmar una versión de los hechos sin arriesgar ni innovar, opción que hubiese enfurecido al propio genio, una de cuyas frases célebres dice “la innovación es lo que distingue a un líder de un seguidor”. O, en palabras de otra eminencia como Albert Einstein, “en los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”. Ante la también innegable crisis que atraviesa la industria del cine, he aquí una muestra de mucho conocimiento pero poca imaginación y, por lo que a sus responsables respecta, de muchos seguidores pero pocos líderes.
El reparto está compuesto por numerosos actores secundarios que, pese a no ser conocidos para la mayoría de los espectadores, sí lo son para los muy aficionados al Séptimo Arte. Sin poderles acusar de desempeñar mal sus papeles, sus interpretaciones tampoco destacan. El protagonista, Ashton Kutcher, al margen de una lograda caracterización, logra desprenderse de su aureola de gamberro gracioso que ha cultivado en algunas comedias o en series como “Dos hombres y medio”. Pese a todo, la película incluye momentos interesantes, más que nada porque lo que cuenta lo es.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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6
21 de junio de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si tuviera que elegir una sola escena de las dos películas “Kill Bill” rodadas por Quentin Tarantino, sería aquella en la que David Carradine reflexionaba sobre los superhéroes. En el diálogo que mantenía con Uma Thurman, apuntaba la gran diferencia que existía entre Superman y el resto de personajes de cómic. Así, mientras que Spiderman y Batman eran seres humanos que, por diversas circunstancias, se convertían en héroes amparándose en un disfraz que les ayudaba a ocultar su verdadera naturaleza, con Superman se producía el efecto contrario. Él se "humanizaba" para disimular su condición sobrenatural. Dicho de otro modo, Peter Parker y Bruce Wayne se esconden tras Spiderman y Batman pero es Superman quien se esconde tras Clark Kent.
En mi opinión, “El hombre de acero” es el mejor título que se ha rodado hasta la fecha sobre el popular superhombre, lo cual no constituye una gran alabanza, habida cuenta que las anteriores cintas eran bastante mediocres -tanto las cuatro protagonizadas por el fallecido Christopher Reeve como la última, dirigida por Bryan Singer hace siete años-. Todas ellas me resultaron indiferentes. En el caso de las primeras, su toque cómico e infantil no logró cautivarme y jamás pude entender que, por el simple hecho de colocarse unas gafas, el torpe periodista no fuese reconocido como su “alter ego”. Además, sus poderes desmesuradamente sobrenaturales no propiciaban el necesario clímax de tensión, de modo que, más allá de reconocer cierto mérito en aquella época a sus efectos especiales y la maestría de la maravillosa banda sonora de John Williams, siempre las consideré unas cintas prescindibles.
Ahora se ha producido el cambio necesario. El realizador Zack Snyder -que ya sorprendió con la recreación de los aspectos más oscuros y siniestros de un grupo de héroes en “Watchmen”- presenta un proyecto más cercano al drama que al mero espectáculo y dedica gran parte del metraje a profundizar en los aspectos más intimistas del niño, del hombre y del extraterrestre que protagonizan esta historia. Sólo un dato: cuando comienza realmente la batalla entre Superman y “el malo de la película” ya ha transcurrido una hora de proyección. Hasta ese momento, Snyder perfila a la estrella dotándola de dramas interiores, soledad y angustia, seguramente para no caer en el mismo error de sus antecesoras: ofrecer un conjunto de fuegos de artificio mal combinados.
Asimismo, estoy convencido de que la positiva evolución de la saga se debe en gran medida a la participación de Christopher Nolan como productor y autor de la historia. No en vano él es el responsable de las magníficas tres últimas propuestas del “hombre murciélago”. Por mi parte, pese a preferir a Spiderman y a Batman, reconozco que por fin he visto con agrado esta aventura del habitante del planeta Krypton. No les sucederá lo mismo a quienes esperen un espectáculo de acción incesante a lo largo de casi dos horas. Tampoco a aquellos que busquen una constante comicidad. Pero no cabe duda de que, aunque no rebase la distancia que le separa de las producciones protagonizadas por los superhéroes humanos, Snyder y Nolan la han recortado considerablemente.
Junto al desconocido Henry Cavill dando vida a “El hombre de acero”, figuran en el reparto los actores Amy Adams –que recrea con acierto a Lois Lane- y, en papeles secundarios, Russell Crowe, Diane Lane y Kevin Costner. En los escasos minutos que aparece en pantalla, el inolvidable protagonista de “Bailando con lobos” demuestra su enorme calidad y la interpretación de su propia muerte a causa de un tornado es digna de ver.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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