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Críticas de FATHER CAPRIO
Críticas 641
Críticas ordenadas por utilidad
7
8 de noviembre de 2006
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wajda nos muestra una época de la historia polaca donde una gran parte de la población intenta simplemente sobrevivir mientras otros se embarcan en un desarrollismo industrial en el que lo único que importa es la producción. El beneficio por encima de las vidas humanas. Incluso el amor queda supeditado al interés.
A destacar la crudeza con que Wajda nos muestra la muerte en un entorno de religiones encontradas, de rezos y usuras, de palacios y hambre.
La fotografía, magnífica, y la música, son dignos complementos de la mano maestra de Andrzej Wajda.
FATHER CAPRIO
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8
9 de agosto de 2020
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reconozco que después de ver Forty Guns mis papilas gustativas cinéfilas siguen intentando retener el sabor de la esencia Fuller. Tratando que no se desvanezca en las amnesias de la nada. La memoria retiene los condimentos de siempre: carretas, caballos, polvo desértico, pistolas, rifles, sheriffs, bandoleros, ladrones de la diligencia, en definitiva todo ese mundo western edificado en piedra incólume en nuestras retinas, pero Samuel Fuller incorpora a la orquesta tradicional del salvaje oeste nuevos instrumentos solistas: la fabricación de rifles a medida, los cantautores de baladas, los juicios express, las cenas de cuarenta ladrones con AliBarbara Stanwyck en el lugar de privilegio, los alguaciles miopes y hasta la fuerza de un tornado para subrayar la eclosión sentimental desenfrenada de nuestros protagonistas.

Sin embargo no me gusta que las películas me descoloquen y Fuller pinta su western blanco y negro con colores interiores tan excesivos que la realidad parece distorsionarse y por momentos creemos estar ante un collage donde el cantante y su guitarra parecen estar voceando su aleluya entre lutos y tumbas recién cerradas, como un Velázquez observando su obra desde el interior del cuadro. Realidades de Fuller, originales y distintas, pero sin duda, excesivas, donde, por momentos, la credibilidad alcanza su status mas bajo vendida al postor de una pseudorealidad extraña e imposible. Forty Guns es una película nacida para descolocar. Fuller lo propone, lo gesta y acaba consiguiéndolo. De ahí a la consideración de obra maestra o cine de culto solo le resta un paso y ese paso lo tiene que recorrer un espectador descolocado y al que le faltan elementos típicos del western a los que aferrarse, léase el "Saloon", el poker, los indios o los duelos en la calle principal, vacía y polvorienta.

Y, aunque me abrume, me supere y me resista a recorrer ese paso, me gusta la película. Secuencias espectaculares, momentos tensos, instantes impredecibles, el amor en tiempos del tornado, Barry Sullivan en la línea Gary Cooper que estás en nuestros cielos, diálogos donde la verdad se envuelve en dobles y triples sentidos, planos fotográficos creativos inolvidables y por encima de todo, en el "cum laude" esa actriz de quien me enamoré en su época Capra, me dejó "perdidamente" tocado con Billy Wilder y que, cuando parecía que teñirse las canas era una necesidad de mujer, descorre el telón y se nos muestra como la gran señora de la escena que siempre fue, en una estampa ecuestre inolvidable donde la plata de sus cabellos al viento y el blanco de su montura ponen el contrapunto al negro de su indumentaria vaquera. Tras ella, cuarenta jinetes hipnotizados por su abrumadora personalidad. Una escena que por si sola justifica la elección por Samuel Fuller y su equipo del blanco y negro como soporte fotográfico.

Duelo de temperamentos, corrupción, recompensas, y ese aire, pretendido y logrado de Duelo en OK Corral con Jesse James, o Frank si lo prefieren, en femenino, vienen a ser algo algo así como el mcguffin de una película donde lo importante no es el porqué sino el qué y el cómo y al que sus desmesuras tan excesivas como puntuales rebajan, a mi juicio, la nota final y la alejan de esa maestría que roza por momentos. Film que admite muchas visiones, debates y opiniones, todas válidas.
FATHER CAPRIO
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6
29 de diciembre de 2009
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucha pena y poquísima gloria la de este film de Tony Scott que, gracias a la interpretación siempre profesional de Robert Redford y al tirón de Brad Pitt consigue un aprobado raspando que se dice ahora. Y es que entre esas películas de espías “bond-vivant” con martinis mezclados y Halle saliendo de las aguas y aquellas de espías surgidos del frío “made in Le Carré” caben muchísimas posibilidades pero Juego de Espías no tiene hueco ni hace demasiado honor a su denominación de origen (Spy Game).

En el fondo lo que se dirime en el film es un problema de identidades con componente generacional, en el marco de la CIA. No es casual que un veterano Nathan Muir (Robert Redford) esté viviendo sus últimas horas laborales en una Institución rejuvenecida en mandos y en ideas, dispuesta a demostrar que hasta su llegada al poder de los mandos intermedios no existía vida inteligente alguna. La vieja guardia frente a las juventudes Griffindor. El purismo, la legalidad y los acuerdos comerciales preferentes frente al aquí te pillo aquí te mato, tipo Chuck Norris y Rambo juntos. No hay secretos de estado ni fórmulas de cuya posesión dependa el futuro del mundo, ni Doctores No ni Moneypennys siempre dispuestas a echar un cable.

Estamos ante un juego de voluntades, del aquí mando yo y tú con las maletas a las Bermudas. ¡Ah! y no te despistes que te estoy grabando. Luz y taquígrafos. Todo lo contrario al oscurantismo tradicional que lo mismo ponía un comando en el mar de la China que en de la Tranquilidad sin que nadie se apercibiese hasta que las balas rebotaban a diestro y siniestro. Lo que sucede es que las vidas humanas se salvan antes entre tinieblas que a plena luz y en eso la veteranía es un grado.

Reconozco que el inicio es espectacular y que anima a frotarse las manos y repanchingarse en el sillón frente al televisor. Pero, al poco, nos damos cuenta que la cosa va de historias, loas y panegíricos de la amistad, lo cual no estaría mal si no estuviésemos frente a una presunta película de espías y si además no se desarrollase mediante flasbacks, cosa que elimina de sopetón cualquier asomo de intriga. No obstante, Scott (nada que ver con Ridley) consigue algunos momentos logrados donde, al amparo de las nuevas tecnologías y “amigos para siempre”, los buenos arreglan el asunto sin tanto mariconeo. Con el móvil en una mano y la “navy” en la otra. En lugar de Juego de espías quizás hubiese debido llamarse Desaparecido en Combate 25.
FATHER CAPRIO
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6
12 de noviembre de 2009
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es complicado hacer una crítica medianamente seria de esta película sin dar lugar a interpretaciones equivocadas. Intentaré explicarme:

Imagino que para un espectador oriental, el cine de Occidente “rasgará” cuando menos detergidos conceptos culturales. Lo mismo sucede a la inversa. Y esto es enriquecedor. Mi apoyo a cualquier iniciativa que divulgue filmografías sociológicamente diversas. Si algún día se consiguiese esa utópica convivencia en paz entre los seres humanos no cabe ninguna duda que sería a través del recíproco conocimiento. Y aquí es donde entran todas las manifestaciones artísticas, entre ellas el cine.

En la medida que tal conocimiento, hoy por hoy, es muy superficial y muy lejano de ese objetivo del que les hablaba, calificar negativamente esta película lo único que demuestra es que quizás no hayamos entendido nada y que nuestra occidentalidad nos ha puesto una venda en los ojos y en nuestra sensibilidad, de tal manera que estamos totalmente incapacitados para comprender y valorar.

En este orden de cosas, la película me ha dejado una sensación dulce como el propio sabor de las cerezas. Las reflexiones de un suicida frustrado por un árbol de picotas son un canto a la vida, en Irán, en Mozambique o en Brooklin. La parábola a lo Jorge Bucay me parece excelente. Incluso ese temor entre atávico y religioso a no ser enterrado me parece una oferta de reflexión.

Pero el resto me aburrió. El sabor de las cerezas se me volvió áspero en la boca de tanta arena. Las interminables vueltas y revueltas como copiloto del todo terreno me produjeron oleadas de sopor difícilmente resistible. La propuesta de reflexión cinematográfica no precisaba casi dos horas de monotemática machaconería.

Estoy dispuesto a aceptar que el problema soy yo. ¿Qué le voy a hacer? Si he nacido en un mundo de bloques, religiones y fronteras, que intento comprender, pero donde todavía hay cosas que se me resisten… Lo seguiremos intentando.
FATHER CAPRIO
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7
11 de mayo de 2009
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine es como la vida. Te lleva y te trae y sin darte cuenta te encuentras metido en una peliculita de la que ni siquiera sospechabas su existencia. Es caprichoso el azar. Ni te busqué ni me viniste a buscar. El caso es que El fantasma va al Oeste de René Clair es un claro ejemplo de film sencillo sin mayores pretensiones que las de hacer pasar un rato entretenido y ajeno a problemas vitales de mayor enjundia. Claro que, para ello, nosotros los espectadores hemos de poner un poco de nuestra parte, o un mucho si lo prefieren, o repetirnos, tengamos o no ancestros gallegos, aquello de “non creo en bruixas pero haberlas háilas” y que además viajan en transatlántico.

Picoteando, como es mi costumbre en terrenos cinéfilos, un poco de aquí y otro poco de allá, vine a encontrarme con Sucedió mañana también del director francés, obra que llegué a comparar con los cuentos de la abuelita Capra. Tal vez hubiese cierta osadía en tal comparación, que Capra era mucha abuelita, pero la idea era resaltar el estilo narrativo, claro y sencillo, de Clair y su apuesta por el dream-cine, expresión que desconozco si está acuñada pero que resulta absolutamente gráfica en este contexto. Pues bien, en esta línea Anderson-Perrault-Grim Brothers, nos encontramos con The gost goes west que aunque he leído su inclusión hasta en el género de terror he de decir, a lo Edith Piaff, que de miedo, “rien de rien”. La cosa anda más bien por el terreno de la comedia convenientemente fantástica y con segundas lecturas para lectores avispados: “Rabia, rabiña que tengo castillos y tu no los tienes” que diría un Mac lo que fuese a un oriundo (dentro de lo que cabe) nativo Jhonson USA o similar.

El film no recoge transcendentalidades ni melodramas de lágrima floja. ¡Con ese título, ya me dirán ustedes!, pero su apuesta por el cine de entretenimiento es digna de ser considerada. Robert Donat quien nos evoca ¡como no! los 39 escalones de Hitchcock, lo hace bien en su doble papel de alternancias bigotiles y Jean Parker demuestra que, además de la belleza que la convirtió en una star de la Metro de la mano de Louis B. Mayer en los años 30, hace las cosas bien. Junto a ellos, Eugene Pallette (buen actor de reparto: Caballero sin espada, El expreso de Shanghai) y la presencia breve pero siempre significativa de Elsa Lanchester, completan un excelente grupo para un trabajo entretenido, y no es poco, de otro de esos directores europeos más que interesantes, que también por los motivos archisabidos debió exiliarse a un país donde el talento no quedase al servicio de las cruces ni gamadas ni de ninguna otra clase.
FATHER CAPRIO
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