Un director sabio, experimentado e inteligente puede realizar una gran película, si cuenta con el apoyo necesario, pero películas como ésta sólo surgen cuando las realiza un director que además posee la cultura, la sensibilidad y la profundidad que demuestra Dreyer en esta maravillosa obra.

No sé si a ustedes les pasa lo mismo, pero de vez en cuando me despierto y me acuerdo casi completamente de lo que he soñado, entre esas contadas ocasiones a veces el recuerdo no sólo es nítido sino que guarda cierta coherencia sin perder ese desborde imaginativo de los sueños, en los que todo vale.

Frecuentemente, esos sueños son agradables e inquietantes al mismo tiempo y otras veces son como pesadillas de las que no me quiero despertar, porque me fascinan y disfruto pasándolo mal.

Suele pasar que, cuando tengo la suerte de recordar uno de esos sueños, en ellos lo cotidiano y lo sobrenatural se entremezclan sin fisuras aparentes y, cuando despierto, me quedo un buen rato paladeando las sensaciones e intentando encajar sus piezas o desvelar los posibles simbolismos encerrados en ellos.

Algunas películas, muy pocas, me provocan sensaciones muy parecidas, ésta es una de ellas.

Vamos a ver, el simple hecho de que una película tenga un guión sobre sí mismo no la convierte en buena. Ahí van mis 7 razones para justificarlo:

Primera: La idea no sólo no es nueva, si no que ni siquiera está bien ejecutada.

Segunda: Es verdad que bebe de Tarantino, Ritchie, los Cohen, Adaption y todo eso, pero unos buenos referentes no garantizan una buena calidad, es decir, como homenaje es mediocre ya que parte de algo bueno para empeorarlo. Además tanta copia y reinterpretación del cine de Tarantino empieza a oler muy mal (en este caso desde el minuto 1).

Tercera: La primera mitad no está mal, pero aunque hay unos cuantos momentos divertidos y algún que otro diálogo destacable, el resto es aburridísima por alargar en exceso muchas secuencias.

Cuarta: De los 7 psicópatas los únicos cuyo historia tiene algo de gracia e interés son los que interpretan Cristopher Walken y Tom Waits, porque el de las cartas, la chica negra y el vietnamita, son realmente patéticos, el de Woody Harrelson empieza bien, pero al final el rollo con el perro de las narices llega a cansar. Por otra parte, estoy en desacuerdo con la supuesta genialidad de la interpretación de Sam Rockwell, no sé si es culpa de que el personaje es completamente bochornoso y sin ningún interés o del exceso de histrionismo y sobreactuación del actor, probablemente sea culpa de ambos. A mí lejos de fascinarme, me ha hastiado desde el principio, es desagradable y grimoso a más no poder, lo cual estaría muy bien si se limitase a eso, pero el autor pretende que el personaje resulte a veces desagradable a veces encantador, otras que de miedo y otras que sea divertido y eso es muy, pero que muy difícil de conseguir y de hecho no lo consigue. La verdad es que me importaba un bledo lo que les pasase a los personajes y, lo que es peor, me da la impresión que al autor también.

Quinta: A vueltas con Billy (el personaje de Rockwell) considero que tiene demasiados minutos en el metraje, lo cual es normal porque el personaje protagonista es un mero nexo sin ninguna fuerza por si mismo. Si un secundario tiene más protagonismo que el principal, normalmente es que algo falla.

Sexta: Aunque tiene unos cuantos momentos divertidos o interesantes tiene otros tantos realmente ridículos y sin gracia (ver el spoiler).

Séptima: Creo que lo que falla en este ejercicio de metacine es su pretenciosidad y ésta consiste en que trata de analizar un guión absurdo desde una perspectiva que bajo el disfraz de lo cómico (me parece una acierto), y aunque intente disimular lo contrario, se toma demasiado en serio a sí mismo (aquí es donde falla estrepitosamente, llegando al ridículo en muchos momentos). Como autoparodia falla ya que crítica al cine que el mismo hace y sus influencias, pero al final viene a decir que hace ese tipo de cine porque es lo que hay y punto (el hecho de que seas consciente de que tu peli no es gran cosa no hace que sea mejor ni que otro no pueda hacerlo mejor). Por poner un ejemplo, “Adaption” si encerraba una verdadera critica.

Creo que gustará fundamentalmente a los que todavía no hayan visto alguna película sobre cine dentro del cine, porque les parecerá algo novedoso y original y también a los que tengan una visión extremadamente cínica de la vida, porque hay que reconocer que cinismo es lo único que no le falta a este mediocre producto. Y que conste que a mí también me pareció interesante “Escondidos en brujas”.

Llevaba tiempo buscando el mejor momento para comenzar esta serie de películas cortas por varios motivos: Todo lo que anteriormente he visto de Kieslowski me ha parecido de una enorme calidad, originalidad y sobre todo humanidad; el tema de elegir los 10 mandamientos como nexo para diferentes historias me resultaba, cuando menos, curioso; me fascinan las historias ambientadas en Europa del Este por esa mezcla de cercanía-distancia geográfica histórica y cultural que tienen con países como el mío (España) y que ya han pasado por cosas parecidas (la decadencia de un sistema económico y político) a las que estamos sufriendo nosotros ahora (salvando las obvias diferencias); le precede una gran reputación como obra de culto y de alta calidad, considerada por muchos la cumbre artística de su autor.

Por todo ello, sabía que era altamente improbable encontrarme con una obra que no satisficiera de alguna forma mi gusto personal, pero lo que no me esperaba es que este primer capítulo llegara a emocionarme y hacerme reflexionar tantísimo, sobrepasando lo que ya esperaba hallar.

Para el que quiera un pequeño anticipo le comento que este capítulo trata fundamentalmente sobre el papel que juega la espiritualidad en nuestras vidas (tanto de los ateos, los creyentes, los agnósticos o los que empiezan a planteárselo) y si es necesaria o no para darle sentido a la vida, sobre todo a la hora de enfrentarse a las desgracias. Y, para tranquilidad de los más exigentes, sólo se plantean situaciones y preguntas, no os vais a encontrar ni dogmas ni respuestas.

Desde luego, me ha dejado con ganas de saber más sobre los otros personajes que pueblan ese pequeño microcosmos urbano y de que manera se relacionan sus historias unas con otras y con su premisa argumental. Tengo la sensación de que incluso si los siguientes episodios bajasen algo el listón me quedan por delante 9 sesiones del mejor cine humanista y de una banda sonora deliciosa. Ya les contaré...

En el caso altamente improbable de llegar a conocer personalmente a Baz Luhrmann, me permitiría el atrevimiento de sugerirle que diese un giro a su carrera y se dedicase a dirigir videoclips para la MTV ya que los clásicos se le quedan enormes. Otro ámbito en el que se desenvolvería como pez en el agua sería la organización de ceremonias inaugurales de juegos olímpicos, que, por cierto, nunca he llegado a ver enteras por repetitivas y saturantes. Sus primeras obras como “Romeo y Julieta” o “Moulin rouge”, tenían gracia por su atrevimiento. Actualmente, la repetición de su forma de hacer cine resulta cansina e irritante y constata que el autor no tiene nada interesante que contar y cuenta como única baza con un estilo basado en la fusión de estéticas populares adolescentes con el cine de época, repitiendo esta fórmula hasta la saciedad de forma cada vez más inapropiada (en “Moulin rouge” sus recursos eran más ingeniosos y adecuados, pero esta vez se ha tirado de bomba a la piscina y la ha vaciado). Su estilo tiene potencial para obras cortas como el videoclip o la realización de créditos de inicio, por ejemplo sería muy adecuado para el comienzo de una película de James Bond, pero condiciona demasiado cualquier aproximación a un tema complejo como el que encierra la novela y, además, resulta aburrido tanto fuego de artificio cuando se emplea en un metraje de larga duración.

En conjunto, esta nueva versión de "El gran Gatsby" es una mezcla sin sentido de videoclips, melodramas varios e incoherentes escenas de acción. Todo su exceso y el empleo descontextualizado, por no decir inadecuado, de recursos visuales, hubiera tenido un pase si, al menos, se hubiese mantenido el espíritu de la obra original, respetando la personalidad de sus personajes y el mensaje crítico de ésta. Lamentablemente, nada más lejos de la realidad. Precisamente el tratamiento que se hace de “Daisy Buchanan” es bastante decepcionante (a pesar de la excelente interpretación de Carey Mulligan). Nada que ver con la obra de Fitzgerald en la que evoluciona desde un personaje cuyo comportamiento indolente y pasivo/agresivo es teóricamente el producto de la frustración por la perdida del verdadero amor, para finalmente revelarse como el resultado de una personalidad cruel en su desinterés y egoísmo (con mucho, uno de los puntos fuertes del texto original). De hecho, no hay una verdadera crítica social, ya que resulta difícil extrapolar la crítica desde estos personajes hacia sus respectivos extractos sociales, pues su comportamiento es tan exagerado en esta adaptación, que parece más debido a desordenes de personalidad que a su educación o a vivencias pasadas.

Por otra parte, incluso algunos de los momentos estelares de la película, como las fiestas en la mansión, flaquean por atender demasiado al estímulo de los sentidos y renunciar a los brillantes diálogos y situaciones que se mostraban, por ejemplo, en la versión de 1974. Asimismo, la tendencia del director de confeccionar la banda sonora mediante el empleo anacrónico de temas contemporáneos o reinterpretaciones imposibles de temas clásicos, me ha parecido siempre uno de sus puntos fuertes, pero en esta ocasión cada tema aparece tan poco tiempo que parece más un intento de promocionar la venta del álbum que otra cosa. Además, tratándose de los años 20, se echa en falta un poco más de jazz. Por no hablar del personaje del pianista inquilino de Gatsby, que parece un epiléptico adicto al casiotone (sin duda el personaje más ridículo de la última década del cine, junto al nuevo Q de “Skyfall”).

Tampoco comprendo su afán por subrayar continuamente lo que sucede en la película a base de reiteración y de repetir tipográficamente, o con la voz en off, lo que explícitamente es mostrado en la pantalla o se entiende perfectamente en los diálogos. Supongo que para que hasta el más despistado espectador no se pierda en la trama, pero, en este caso no procede porque el original ha sido simplificado hasta tal extremo y su mensaje crítico ha sido tan distorsionado hacia el romance, que resulta completamente transparente. También repite innecesariamente muchos de sus hallazgos estéticos o simbólicos, como la luz verde al otro extremo del lago, el cartel publicitario de los ojos que todo lo ven, o los movimientos de cámara extremos, restándoles efectividad.

Sigue en el spoiler,...