Honrada, sí, elaboración cinéfila sobre una historia humana sincera y atrayente. Sin caer en los, muchas veces, pésimos efectismos del romanticismo sensiblero, la película supone una narración fluida llevada por el personaje de Clooney, el cual demuestra que, con los años, ha ganado y valorado con pleno derecho su figura en este negocio. Sin duda, un buen ejemplo de cine, tratado con aire clásico para seguir creyendo que el cine tiene más de arte que de espectáculo.

Cierto es que tanta tragedia vital merecería titular este film con el nombre del personaje de Luís Tosar, "Malamadre", el cual dicho sea de paso hace una potente interpretación. Pero, ¿qué intenta trasmitir la película? ¿ Qué entendimiento o moraleja saca a relucir? Para mí, como espectador, me decepciona pues pienso que el film está exento de un componente moral; toda la narración parece verterse por venas ( o fístulas) de ira. Ira, en resumen, como leitmotiv, me parece un motivo demasiado simple para considerar la película más allá de interesante.
Tampoco me ha gustado esa fotografía y narrativa efectista, a ratos, de serial televisivo y algunas interpretaciones algo endebles.
Si hay que subrayar, subrayo alguna interpretación, alguna escena (sobre todo, una en particular con los presos de ETA) y el declive de iluminación en la fotografía como elemento expresivo en consonancia con la caída a los infiernos de los personajes.
No obstante, me parece un loable ejemplo de cine español y de empuje a la hora de llevar a nuestro cine hacia miras artísticas más elevadas.

La visión de Clint Eastwood madura, sombría y crepuscular se hace sentir en esta nueva aportación a un mundo, el de la cinematografía, hoy día bastante mutilado por su carencia de categoría artística, y es precisamente esa categoría la que proporciona una vez tras otra el cine de esta leyenda viva. Su factura es intachable, su narración es sobria, nada que objetar salvo, a título personal, la presencia de Angelina Jolie (no me convence su interpretación, ¿ vuelve a un manicomio quizás para intentar conseguir un nuevo Oscar?, se reduce a un mar de lágrimas) o del también declinante John Malkovich.
Clint Eastwood a la pregunta de para quién hace sus películas, responde que para sí mismo, pues bien, parece que ha tomado partido por historias de profunda amargura con un aliento mortal cada vez más denso; toda vez que recapacita sobre el pésimo reflejo que ofrece, en ocasiones, la historia de su país.
Su música ya tiene un lugar de honor en el corazón y en el alma de todos los cinéfilos, su nombre ya está escrito con letras de oro en los altares del cine.
Un saludo.

Zhang Yimou es una artista visual, un malabarista fílmico y un perfecto diseñador del decorado pero absorto en sus excelencias desdeña sensiblemente el componente literario en sus proyectos. Despreocupado en demasía de la narración, nos proporciona, (eso sí) con dosis lírica, un panorama de color, de arquitectura y canto espléndido para expresar la profundidad de ciertas emociones, la grandiosidad de la época imperial y la religiosidad de costumbres ancestrales.
En cuanto a acción, la película queda tildada por la escena de los acólitos guerreros negros del emperador tejiendo el cielo de un cañón gótico con sus lianas y sus funestas hoces.
Una tragedia clásica multicolor: venganza, odio, traición, amor, desengaño, locura y muerte para un buen ejemplo del particular hacer del sorprendente Zhang Yimou.

Una interesante pieza de terror principalmente debida a la pulcra realización de su director que sabe desarrollar la trama, basada en esa ley clásica de los identificadores del guión, a través de ese causa-efecto que lo que hace es reforzar el metraje y hacer de él un conjunto de acontecimientos eficaces a ojos del espectador. Si además está apoyada por unos impactantes efectos visuales y por un sobrio control del clímax, el resultado es un buen ejercicio de entretenimiento. Convence.