Eso es lo que hace el joven hijo de los propietarios de la tienda de ultramarinos de una población pequeña, rodeada de población diseminada.

Puede que no explique nada nuevo, pero lo explica con cierta gracia. Y las conversaciones con los distintos clientes son de lo más suculentas. El joven vendedor que comienza su trabajo a disgusto y poco dispuesto a perdonar a nadie, acaba acostumbrándose a su clientela y ayudándoles a seguir adelante con sus pequeñas dificultades.

Las relaciones con el padre, el hermano y la amiga parisina están poco poco dibujadas. Historia distraída y bonita, con los paisajes como telón de fondo.

Pues Godard es un lujo; alguien que te hace estar atento y que te hace reflexionar no sólo por lo que cuenta sino también por cómo lo cuenta.

Y hay dos o tres cosas que visualmente me han gustado mucho; por ejemplo: cuando Juliette está en la cama y entre el pijama, la sábana y la colcha se forma a toda pantalla la bandera francesa. Y esto se repite en otros momentos. O los tristes y fríos interiores de las casas de los trabajadores que viven "en los edificios que hay cerca de la autopista del sur". O los calendarios que marcan el año 1966 -eso ya salía en "Au bout de souffle". O los carteles turísticos de El Escorial, Grecia, España y otros destinos igualmente 'exóticos'.

Y la lectura y el sexo, por otra parte: mientras los hombres leen diarios y libros -pero muchos-, las mujeres leen revistas y novelas baratas; hasta los niños tiene esa diferencia pues el niño lee y escribe y la niña lloriquea. A ver si va a ser verdad lo de que Godard es misógino.

Otra cosa que llama la atención es el uso que hace del sonido. Imágenes de máquinas excavadoras y tráfico desenfrenado en completo silencio, mientras primeros planos donde el personaje habla a la cámara apenas se puede oir por el ruido de fondo ensordecedor.

Tiene algunas frases que son de antología, sobre la sociedad y sobre el arte en general.

Pues sí, algo de lo que dicen las anteriores críticas es cierto. Pero también es cierto que aqui encuentro cosas tan modernas como en el mejor cine actual.

Pero no todo es cierto. Por ejemplo, alguien ha dicho que no hay sexismo; entonces ¿qué es eso de que Angela llegue a casa y se ponga el delantal, mientras Emile ni siquiera se limpia los zapatos en el felpudo y se sienta en la única butaca a leer la prensa? ¿qué es eso de que Angela dé la escoba a Emile y éste, en lugar de barrer, se ponga a darle usos "alternativos", tales como palo de golf o guitarra eléctrica? Parece que el señor Godard vuelve a considerar que los hombres están idiotizados con el deporte y las mujeres con el star-system -de ahí todas esas caras de archifamosas de Hollywood (Marilyn en la puerta de la cocina).

Mientras las conversaciones son insustanciales y los gestos llenos de glamour, la realidad es un montón de rincones de París con escombros, cemento y frío.

Me gusta que salgan libros en las películas, que haya referencias musicales y cinematográficas y que los interiores no sean de diseño.

El guión cabe en una cuartilla pero la puesta en escena se merece un aplauso, por su frescura, por su originalidad y porque tiene muchas cosas simplemente graciosas.

Me gusta Chabrol, porque parece el Hitchcock francés, con sus ambientes burgueses y refinados, con sus casas solariegas vistas desde abajo -recordando las casas de Hopper-, con sus tonos pastel y sus sempiternans escaleras.

Aquí la escalera es de caracol, retorcida como el carácter de la protagonista. Una protagonista cuya imagen metafórica, desde los títulos de crédito, nos lleva a la araña: la araña que teje con su ganchillo y su lana marrón, la araña que dibuja con sus manos cuando acaricia y revuelve el pelo del niño Guillaume y que vuelve a acariciar -en la escena final- la cabeza de su marido, la araña donde cae ella misma, encogida en posición fetal en el impoluto sofá del salón -su dominio y donde permanece su tela de araña.

Marie Claire-Mika-araña es la mujer perfecta que dirige la empresa de chocolates Muller con la ayuda de los amigos de su padre -que la tratan como a una niña y la quieren como a una sobrina- y a los que ella contesta con sonrisas mientras la ven pero con comentarios sarcásticos cuando desaparecen de su amplio despacho.

Mari Claire-Mika-araña es la mujer que subvenciona con su industria eventos culturales en la ciudad de Lausanne, pero a quien el disfrute del arte -visual o musical- le está vedado, como le confiesa a su marido y como se ve en el mismo cartel del film -ambos separados por la raya negra y charolada del piano.

Marie Claire-Mika-araña es la hija del fabricante de chocolates, pero adoptada; es la mujer de André Polonski y la madre de Guillaume, pero porque André y Guillaume eran la familia de su mejor amiga, Lisbeth.

Marie Claire-Mika- araña tiene una magnífica villa porque la ha heredado de sus padres. Y, sin embargo, en un momento de la narración dice: "yo doy y doy y doy y nunca nadie me devuelve nada". Pero más bien debería decir: "Yo quito, y quito y quito y nunca consigo nada si no es quitándoselo a otros".

Pero Mika es tan amable que nos ofrece chocolate -aunque lo tire y nos queme el pie-, que está dispuesta a fregar los platos y que siempre tiene una sonrisa a punto. En su salón, claro.

En cuanto a los colores, Marie Claire siempre va vestida en tonos neutros: salmón, rosa palo, beeige, gris, blanco, menos cuando va a entrevistarse con la madre de Jeanne, que va de negro. Y contrasta con los demás personajes que llevan tonos oscuros o muy llamativos: negro, rojo, azulón. Sobre todo me gusta ese primer encuentro con Jeanne en su casa, cuando parece entrar a suplantarla,y en el que ambas llevan vestidos estampados de flores casi iguales, pero Marie Claire lleva una chaqueta de punto gris perla, mientras Jeanne lleva una chaqueta de punto rojo. Todos esos detalles hacen de su visionado una gozada.

El guión puede que cojee un poco. Todo lo demás, formidable.

Ver a Catherine Deneuve y a Michel Piccoli bailar y cantar es todo un espectáculo. Desde luego esta película no es ninguna gran obra pero sí un buen musical, con la estética del tiempo en que se rodó: azul, rosa, fúcsia, amarillo, blanco ..., parece un pastel de la tienda de chucherías.

George Chakiris y Gene Kelly bailan tan bien como ellos saben hacer y las localizaciones son preciosas.

Hay muy pocas películas musicales que no sean una verdadera tontería, pero ésta, está bien hecha. Vale más que "Mamma mia", que es otra tontería, pero con menos gracia.