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Críticas de Pedro Triguero_Lizana
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Críticas 1.477
Críticas ordenadas por utilidad
8
20 de enero de 2017
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace poco he visto en el cine "1898.Los últimos de Filipinas" (2016), de Salvador Calvo, y, por comparar, he visto poco después la primera versión, la dirigida por Antonio Román. En la comparación, la película de Calvo sale bastante malparada, en mi humilde opinión; no por revisionista, sino por mala. Ambas versiones traicionan la Historia real, deformándola a su manera, según los guiones y el contexto social e histórico, pero la película de Román es estupenda, y la de Calvo, no. ¿Por qué?

Tal vez, para explicármelo, tenga que partir de la relación entre un film digamos original y su "remake". La película de Calvo es un claro "remake" de la de Román, y al mismo tiempo es un film que trata de contar el sitio de Baler de 1898-1899 de otra manera, de una manera más escéptica, si se quiere. Para mí, el Teniente Saturnino Martín Cerezo que encarna Armando Calvo en la versión de Román es mucho más simpático, y humano, que el mismo personaje interpretado por Luis Tosar en la versión de Calvo; en la primera versión se trata de describir heroísmos, y en la segunda, de demostrar que no se trataba de héroes, sino de cerrazón mental, de estupidez, de una equivocada interpretación de las ordenanzas militares. En la versión de Román se trata de afirmar; en la de Calvo, de negar lo afirmado.

La versión de Antonio Román es estupenda porque todos los elementos puestos en juego en el encuadre -ambientación, escenografía, vestuario, guión, diálogos, interpretación, realización, fotografía, música- son óptimos, se integran perfectamente entre sí, y forman una unidad difícil no ya de superar, sino incluso de imitar. Sin embargo, producida en los años 40 del siglo XX, en el auge de un cine histórico propio del primer franquismo, fue, es, una película víctima de su contexto: como trataba un hecho heroico ocurrido en torno al Desastre del 98, con la pérdida de las últimas colonias españolas, desaparecido su contexto, se convirtió en un film desechable, tan desechable como su mismo contexto. Quién nos iba a decir que, andados los años, y comparada con su reciente "remake", "Los últimos de Filipinas" iba a demostrar, de nuevo, su gran calidad.

Por cierto, no se puede decir que en la versión de Calvo sí aparecen desertores, y en la de Román no: en esta última aparece también un desertor.
Pedro Triguero_Lizana
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8
2 de octubre de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
La llamada "segunda trilogía" del cineasta argentino Leonardo Favio es más irregular que la primera, pero no por ello carece de interés. Es evidente que, en estas tres películas, Favio trata de dar un nuevo giro a su cine, tratando de acercarlo a las masas, haciéndolo más comercial, más popular, a lo que ayudaban los temas elegidos, la fotografía en color (su primera trilogía está rodada en blanco y negro) y el estilo de la música. Da la impresión de que, frente a la introspección, la severidad y la tristeza de su primera trilogía, en los años 60, Favio busca, en los 70, un cine más extrovertido, más enérgico, y más barroco.

También hay en este cambio posibles factores políticos: si la primera trilogía la realiza Favio, peronista de pro, en unos años -del gobierno democrático de Illia a la dictadura de Onganía- en los que el peronismo está prohibido y perseguido, la segunda trilogía la rueda entre 1972 y 1975, en unos años de retorno al poder de Perón y el peronismo. Aunque tal vez las enormes contradicciones internas del peronismo se asoman a esta segunda trilogía, tan heterogénea en sí misma.

"Juan Moreira" (1973), el primer largometraje de la segunda trilogía de Favio, constituyó un enorme éxito de público, y es un film de gauchos en la línea del "Martín Fierro" (1968) de Leopoldo Torre Nilsson, pero con un giro muy curioso: Moreira, un gaucho matrero y pendenciero, se ve envuelto en las luchas políticas que en los años 70 del siglo XIX dividen a los nacionalistas de Mitre y a los federalistas de Alsina, poniéndose, así, al servicio de unos y de otros, para sobrevivir, y, a la larga, conseguir el tan deseado indulto. Es impresionante la secuencia en la que se describe cómo eran unas elecciones políticas, en medio de una violencia política apabullante, y de un sectarismo político que procede de los caudillismos de la época de la Independencia.

Rodolfo Bebán logra una gran interpretación. Por otro lado, destacan los giros hacia lo onírico, la escenografía, en la que abunda el fuego, y los movimientos de la cámara, con el uso de esos planos cenitales tan queridos por Favio.

Favio muestra una Argentina inmediatamente anterior a la avalancha migratoria de fines del siglo XIX y principios del siglo XX: una Pampa aún bastante salvaje, en la que las "tolderías" de los indios conviven con las "pulperías" de los blancos.

"Juan Moreira" es una estupenda película, tal vez sobredimensionada por la época en que se estrenó, una época en la que esta reflexión sobre la identidad nacional, a través de la figura del gaucho, en un contexto violento en el que el gaucho se vende y traiciona su libertad, se leía seguramente en clave política, enlazando los años 70 del siglo XIX con los años 70 del siglo XX.
Pedro Triguero_Lizana
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7
16 de mayo de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
He visto hace poco esta película dirigida por Pedro Costa, y me ha gustado bastante, especialmente por el protagonista, Agustín González, en una gran actuación como abogado - el abogado de la acusación particular- dispuesto a descubrir la verdad, y a hacer justicia, caiga quien caiga. Por supuesto, González era un gran actor. Fernando Guillén también está bastante bien en su papel de desequilibrado superado por las circunstancias.

Eso sí, la música pachanguera-verbenera-ratonera de Ricard Miralles es horrible, y además, y eso es lo peor, no está a tono con el argumento, de lo más serio, trágico y polémico, de este film de denuncia. De verdad que las bandas sonoras que componía (por decir algo) Miralles en los años 80 -me estoy acordando de la música, igualmente espantosa, de "Solo o en compañía de otros" (1990), de Santiago San Miguel, y protagonizada de nuevo por Agustín González- producen vergüenza ajena.
Pedro Triguero_Lizana
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5
5 de octubre de 2012
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
En efecto, un melodrama sureño, basado en una novela de Frank Yerby, ambientado en la Louisiana de principios del siglo XIX, concretamente en los años que van de 1827 a 1837. Es una historia de ascenso social en la que un jugador (Rex Harrison) se hace con una gran propiedad, con su mansión, sus cultivos (de caña de azúcar, por lo menos) y sus esclavos. Y casándose, de paso, con una dama de origen francés (Maureen O´Hara) que pertenece a la alta sociedad de Nueva Orléans. Más interesante que el melodrama en sí, que se estructura en torno al conflictivo matrimonio del jugador y la dama, es el ambiente que pinta la película de la Louisiana de principios del siglo XIX: la alta sociedad de origen francés, los esclavos que, procedentes de África, practican el vudú alrededor de la hoguera, los vaivenes de la economía y los negocios...

Aunque este film se deja ver, no es de lo mejor de Stahl, un cineasta que, para 1947, parece aquí haber perdido su inspiración. De hecho este director muere poco después, en 1950.
Pedro Triguero_Lizana
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8
17 de noviembre de 2011
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta difícil valorar, tantos años después, un film como éste, al que fácilmente se puede calificar, visto de manera superficial, como un conjunto de imágenes confusas, convulsas...Eldorado, el país imaginario en el que se sitúa la acción, es sin duda Brasil, y el protagonista, el poeta Paulo Martins, es quizá una proyección del propio Rocha: un hombre dividido entre la devoción por lo popular y la ambición de formar parte de la Gran Cultura, de una alta cultura que, en Brasil como en todo el mundo (pero más aún en Brasil) necesariamente forma parte de una intelectualidad internacional para la que lo brasileño se puede separar difícilmente de lo exótico, del Otro con mayúsculas.
Por otro lado, la división, el desgarro, entre la dedicación a la poesía, y la dedicación a la política, que alcanza no sólo a Martins y a Rocha, sino al film en sí:"Tierra en trance" es por un lado un modo cinematográfico de ensayo, desde las ciencias sociales, y por otro, cine-arte, tan libre en la narración y en la forma de alegorizar como el vitalismo del Brasil retratado por el Cinema Novo.
Una de las mejores obras de Rocha, pese a su dispersión ;en los años 70, el cine de Rocha se vuelve cada vez más disperso y más confuso, "La edad de la tierra" (A idade da terra,1980) sería el culmen de este proceso.
Pedro Triguero_Lizana
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