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Mauricio (Isla) Mauricio (Isla) · Vheissu
Críticas de Jean Ra
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Críticas 271
Críticas ordenadas por utilidad
8
4 de mayo de 2020
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues sí, "Little Joe" es una cinta lenta, lentísima, y encima absurda, ¿el mundo manipulado por unas simples plantitas? Venga ya! Hace falta estar mal de la azotea para imaginar semejante cutrez, ¿en esto gastan el dinero?

Pero el caso es que miras la planta y fea no es, incluso hace bonito, pero de ahí a lanzar esa trama rebuscada ya va un trecho. No se lo cree nadie. Esperad un momento que voy a olerla, sólo un poquito...



Una de las principales actitudes que Hausner ha cultivado como narradora ha sido la ambigüedad. Ya en "Lourdes" nos hablaba tanto de la mercantilización de la fe como de la posibilidad que existan los milagros. No sólo deja espacio al espectador para que decida, también le sirve para abordar el tema de la subjetividad: en último término se deja abierta la posibilidad que la trama de la narración haya surgido como una mera fabricación de la mente de sus personajes y no como una construcción en términos absolutos.
En esta ocasión podemos ver "Little Joe" como una historia de como la ciencia queda pervertida por el mercado y la falta de escrúpulos y la ambición personal, lo que ocasiona un pequeño gran desastre (también esto queda en lo ambiguo: puede que en verdad que no sea tal); también puede que nos hable de la desesperada necesidad de crear emoción en un mundo aséptico y apático, o simplemente del conflicto de una madre que prefiere el trabajo a su hijo y se niega a reconocer sus sentimientos... e incluso, accidentalmente, dada la situación mundial, puede que salga alguien que vea aquí una representación de cómo el Covid-19 fue soltado al mundo: se da la coincidencia que una cepa de virus empleada para mejorar el olor muta y consigue infectar fácil y masivamente a los humanos, provocando así una situación que casi sería análoga con "La invasión de los ultracuerpos".

Personalmente yo me quedo con la parte del conflicto entre Historia y naturaleza. La Historia por supuesto la representa la ciencia, el progreso del conocimiento humano, que aquí degenera en un intento por manipular la obra de la naturaleza. Los escenarios de la película destilan asepsia, un mundo uniformado y desapasionado, y de cómo se pretende sacar rédito comercial de esa situación sintetizando un producto que cree artificialmente esas sensaciones que parecen faltar. La ciencia pervertida por el mercantilismo. Cómo escribió Don Delillo, la tecnología y la ciencia son ya una fuerza de la naturaleza. Algo imparable. Uno de los motivos que impide frenar en seco y finalizar el peligroso proyecto es que otra empresa podría llevarse el gato al agua y enriquecerse, cosa que estos científicos prefieren no pensar. También en la concepción del proyecto se plantea antes como una operación comercial antes que no una empresa humanista. La soberbia, inconsciencia y exceso de ambición, representado sin remarcados excesivos, conduce a desafiar el orden natural de las cosas, pasando por alto que también la naturaleza tiene mecanismos para defenderse y no es tan fácil de manejar como las hormigas de un terrario.

La historia personal de Alice también nos sirve para vehicular esa dificultad de manejar las emociones y crear relaciones sanas y fluidas en un mundo constreñido por la ambición personal y el trabajo, hasta el punto que merma el sano desarrollo personal. En otro momento vemos que ella siente cierto interés por su compañero interpretado por Ben Wishaw, persona que se ajusta a su concepción de la vida, sólo que ella no parece capaz de aceptar sus sentimientos respecto a éste y su hijo, lo que sería imprescindible para afrontar esta situación. Estas dos líneas, la personal y la científica, se entrelazan con habilidad, de forma que vemos que esas carencias emocionales representan el tipo de situaciones que propiciaron ese desquiciado proyecto de ingeniería genética que queda amplificado y condicionado por las condiciones económicas que lo hacen viable, lo sustentan y finalmente lo justifican.

Todo lo anterior, insisto, es como lo he visto desde mi punto de vista. Pero hay más posibilidades. Aparece Bella, una científica interpretada por Kerry Fox, que es estigmatizada por sus compañeros como "loca" porque ha sufrido un colapso nervioso y que por ese motivo podría haber influenciado falsamente a Alice, que se aferra a esa idea que las plantas se plantean dominar a los humanos para no aceptar que no necesita a Joe, su hijo. O puede que no, que en verdad la mente de Joe sí ha sido poseída por las plantas y desea irse a vivir con su padre porque éste vive en plena naturaleza.

Esa estructura narrativa tan abierta, unido a un estilo de Hausner, me han convencido. He detectado incluso algunos puntos de conexión con ciertas películas del griego Yorgos Lanthimos, particularmente "Canino", dónde se empleaba la educación de los hijos para crear un mundo artificial, y con "Alps", dónde sus apáticos personajes deben recurrir a los servicios de una empresa para proporcionarse las emociones que no son capaces de producir. En ambos casos creo que se habla oportunamente de los peligros de manejar erróneamente las posibilidades que el humanismo ha abierto. Ciencia, educación, comercio, grandes empresas si son manejadas con moderación, sin perder de vista la naturaleza, que cualquier día de estos nos va a dar un correctivo en forma de desastre a escala planetaria.
Jean Ra
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8
16 de agosto de 2020
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta tarde he visto este "Cargo 200", título nada ligero y de humor negrísimo, una narración que luce una misantropía del tamaño de Siberia. Satisfecho, convencido a pesar de todo que se trata de una jugada jocosa y muy bien manejada, descubro al puntuarla que ya la había visto el 21 de Diciembre del 2012. Y no sólo la había visto, además me había desagradado enormemente. La puntué con un 3. Normalmente, antes de nada, reviso la ficha en esta web o en otras; ésta vez no sólo se me ha pasado, si no que además no recordaba prácticamente nada de ella. Sólo me sonaba la escena del comedor en la cabaña rural, pero me parecía que era de cualquier otra película rusa, pues al fin y al cabo una estancia con ese aspecto es sumamente representativo de las dachas convencionales. Cuanta más vueltas le doy, más atónito me quedo, pues "Cargo 200" posee algunas escenas hiperbólicas que se quedan en la retina y la memoria. Pero ni rastro. Qué película vi, pues?

Sea como sea, se nos presenta una especie de farsa macabra acerca de los años previos a la caída de la URSS, cómo el germen de cultivo para el florecimiento de aquellas mafias que dominaron la economía rusa ya estaban ahí en forma de una corrupción dantesca: oficiales que secuestran, ejecuciones sumarias, culpables libres e inocentes capturados, un abuso rampante de la autoridad y una retórica estatal mendaz y cínica, que en los mismos aviones que descargan a los muertos cargan a los soldados que serán transportados a Afganistán a ser utilizados como carne de cañón. ¿Cuántos de esos que ahí vemos con uniforme no se lo sacarán para formar su propia banda mafiosa? Casi todos.

En la política rusa se produce una extraña paradoja y es que si bien califican públicamente el período soviético de calamidad histórica, luego tampoco les sienta bien las críticas a ese período si vienen de fuera. Sergei Loznitsa es visto prácticamente como un traidor y es ninguneado por la prensa rusa. El caso es que Balabanov hace una película que cuatro décadas atrás no podría haber hecho ni en broma, aún y así tiene que minimizar algunos aspectos de la crítica a ese período y lanzar los dardos casi a escondidas y disimulando. Vemos la hipocresía institucional, pero la corrupción parece capitaneada por unas pocas manzanas podridas. Lo típico. Después también hay otros golpes más sutiles. Por ejemplo, se ven varias retransmisiones de la televisión, que son programas pueriles y ñoños, ideales para atontar al grueso de la población y ofrecer fantasías tranquilizadoras mientras puertas adentro la corrupción fluye como un tsunami: la vileza de los agentes del estado es infinita y los miembros del partido demuestran una cobardía e ineptitud sin parangón. Ése es el caso del catedrático de ateísmo científico que vemos al inicio, que después que una conocida suya haya sufrido un atropello calamitoso por parte del sistema judicial, se niega a testificar para no arriesgar su carrera académica. Pero oye, que por lo demás, se presta a lo que haga falta, oiga.

A todo eso no faltan algunas de las escenas más cruentas que recuerde en mucho tiempo, dándole un uso enormemente macabro a uno de los cadáveres retornados de Afganistán, alcanzando el paroxismo del humor más chocarrero y macarra. No hace falta decir que una escena de ese calibre difícilmente imaginable en una producción actual. Pero ésa no es más que una parte aislada, con eso no basta para afirmar que estamos frente a "una jugada bien manejada". Examinadas las otras por separado, también descubrimos con que la secuencia de la cabaña sigue el esquema de una película de terror convencional, que algunos de los personajes parecen inspirados en "Santuario" de William Faulkner y que todo ello Balabanov lo emplea para abordar unos hechos (reales?) que sirven como signo de los tiempos, concretamente del orwelliano año 1984.

Me hago cargo entonces que no vi bien la película, no entendí el contexto histórico, la actitud de los personajes me pareció probablemente errática y caótica. No comprendí que con esta obra Balabanov desea lanzar una carcajada negrísima, seguramente por impotencia, porque ve que lo que le rodeaba era un país sin remedio. Así que me permito, para evitar que otros cometan mi mismo error, recomendar la previa lectura ni que sea de un par de artículos acerca del papel de Rusia en Afganistán y la situación de Rusia previa a la caída de la URSS y prepararse para ver una colección de atrocidades, perpetradas por unos personajes que representan una parábola acerca del derrumbamiento moral de un sistema y una nación al completo.
Jean Ra
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8
10 de junio de 2020
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las principales cualidades que le encuentro a este título es su capacidad para, en no pocas ocasiones, de salir por dónde menos te lo esperas. Lo que parece un sucedáneo de "Karate Kid" deriva a una reversión de "El Club de la lucha" y de ahí gira hacia una historia de venganza. Porque en absoluto se trata de una película de artes marciales al uso, sino de una especie de comedia filosófica dónde se satiriza el concepto de la masculinidad proteica y dominadora, que la tradición nos prescribe como la actitud pertinente para granjearse el respeto en una sociedad tan abierta como amenazante, cosa que, a la vez, para el protagonista, supone una especie de odisea interna hacia la conquista de su ego. Para él protegerse significa defender su Yo.

Eso es algo que ocurre a diario con la hipercomunicación propiciada por las redes sociales y los móviles. Pretendemos discutir ideas cuando en verdad nos limitamos a defender las elecciones (morales, estéticas, políticas, etc...) que nuestro ego realiza, con las que creemos identificarnos, la gracia aquí es que esa batalla se traslada al mundo físico y material. Para llevarlo a cabo se nos presenta a Casey, que representa el prototipo de hombre apocado e introvertido, perdedor lo llamarían en las películas de los 90, cuya principal facultad es su sentido del deber y la sumisión. Acostumbrado a tragarse el orgullo y agachar la cabeza, no es hasta que su integridad física es amenazada que decide cambiar su existencia y capacitarse; antes que replicar unos hipotéticos golpes futuros, necesita salir de un bucle de angustia que el turbador asalto nocturno le ha provocado. De ahí se salta a un nuevo escenario que podría ser el arranque de la típica película de artes marciales en clave historia de auto-superación, a lo "Karate Kid", que sería la excusa para convertir al pobre Casey en un campeón de los torneos de kárate. Nada de eso. En verdad Riley Stearns nos desliza dentro del escenario principal de la narración: un extraño gimnasio en el que conforme más se sabe, más sospechoso resulta. Gradualmente la atmósfera se enrarece, se vuelve tensa, incluso siniestra, rondando lo pesadillesco, aunque sin por ello renunciar a su impronta irónica. El personaje va realizando ciertos descubrimientos y la pelota crece hasta límites insospechados.

Porque el Sensei, lejos de recomendar las bondades de la templanza y el control de la fuerza, demuestra cierta inclinación por la dominación y afecto hacia ciertos tópicos fascistoides, por la música estridente, lo alemán, la violencia como principal guía de estilo e incluso el matonismo. Por si eso no fuese ya poco, este maravilloso Sensei también profesa una misoginia tan vomitiva que hoy sería casi imposible de imaginar. Así, el personaje pasa de una figura rectora, incluso un guía espiritual, a una entidad retorcida y repugnante. Es de suponer que es así como Stearns pretende desenmascarar las creencias reaccionarias y retrógradas, que, tal y como se apunta, lo único que logra es engendrar todavía más violencia.

Si bien al conjunto hay que reconocerle el conseguido equilibrio entre sátira y atmósfera densa, también el cuidado manejo del tono y el ambiente, siendo honesto se debe admitir que una de sus principales sorpresas se ve venir a la legua (*). Pero no pasa nada, cuando se destapan las cartas y ya sabemos qué se ocultaba, estamos ya atrapados por ese ambiente, el pobre Casey, personaje acertadamente perfilado y definido, nos tiene de su lado y para colmo se produce uno de los desenlaces más pragmáticos y sarcásticos que yo recuerde, pues se mea en el libro de estilo de cualquier arte marcial, en el sentido del honor y el perfeccionamiento personal. Pero es que claro, a eso había ido ahí Casey, a aprender la forma de ganar la partida y sobrevivir en las peligrosas ciudades norteamericanas.

Poco esperaba de este "Art of self-defense" y no obstante me encontré con una cinta que sabe hilar diestramente diferentes tonos, entretener y realizar una acertada radiografía de rasgos muy concretos de nuestra actual sociedad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jean Ra
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9
21 de junio de 2010
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se nota cuando un director tiene talento y además se encuentra cómodo, ya que aparte de contarte bien unos hechos determinados también es capaz de hablarte de algo más. En este caso se pone en tela de juicio al sistema penitenciario como instrumento de castigo y aboga por utilizarlo como vehículo de rehabilitación en pos de la dignidad del hombre, cuestionándose que pueda, dado que cada persona es un mundo, aplicarse el mismo rasero para todos. ¿Cómo enjaular a un hombre capaz de rehabilitarse hasta el punto de poder ser un ejemplo para el resto de la sociedad? El discurso resulta inteligente, coherente y consistente pues, aparte de estar 100% libre de maniqueísmos, se preocupa de dar buenas razones a unos y a otros para que actúen como actúan y que así la mirada de la película resulte amplia y elevada.

Es tan estupendo que no puedo quejarme. Bueno, sí, pero sólo un poco. Después de ver la película uno se pregunta si el tipo que aparece en pantalla no está un poco embellecido, pues, viendo su actitud y su forma de ser, da la sensación que ahí hay un tipo más altanero que eso, y, pasada la mitad de la película, su constante juego limpio huele un poco a parcialidad. Pero vaya, no son más que minucias. Nada de lo que se ve atenta contra la lógica interna de la película. El gusto de Frankheimer por la fisicidad, tanto visual como escénica, ayuda a afianzar en credibilidad a los sucesos, de modo que si se ves a un tipo construir una jaula con sus propias manos, reanimar un animal muerto, saltar de un piso a otro y también saber desenvolverse con quien sea que tenga delante, las capacidades del personaje quedan demostradas y sus acciones tienen todo el crédito posible. Además, que a Stroud tampoco se le pinta como un ser puro. Le vemos equivocarse (y no sólo con el asesinato, también en su juicio al otro carcelario) y se le aprecian muchos claroscuros en su personalidad. Es un personaje verdaderamente complejo, con un sentido de la moralidad totalmente ajeno de las convenciones, capaz de juzgar con severidad a su único amiguito dentro del presidio ("era comodón y holgazán, no valía mucho") y en general a todo lo que le rodea y cuando se siente decepcionado es capaz de hacer tripas corazón y seguir a lo suyo, cosas que al contrastar con su lado amable e inteligente consiguen aproximarse al espectador hasta sentirlo como cercano.

Este personaje está muy bien escrito en el guión, pero encima tiene el privilegio de ser interpretado por un Burt Lancaster sublime, que hace todo por el personaje, desde acciones puramente físicas a escenas íntimas de gran empaque dramático, pasando por otras dónde la violencia, verbal y física, es escenificada con la virulencia y la contundencia justas. Hace una actuación contenida en la que da el do de pecho en casi todas las escenas, siempre preciso, siempre exacto.

(Continuo en el spoiler sin destripar argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jean Ra
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3
17 de septiembre de 2006
35 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin sorpresas. De Wong Kar-Wai ya había visto 2046 y con Deseando Amar me he encontrado otra ración de lo mismo: cine de pose, con un envoltorio muy atractivo, mucha cámara lenta para que parezca aún más sofisticado, uso y abuso de una banda sonora que se hace repetitiva y, sobretodo, un guión vacuo que trata un tema que ya más que trillado: el del amor imposible. Según sus admiradores, que mucho escriben y nada dicen, la gran baza es la sensibilidad y la sutileza con la que se trata. Vale. Eso está bien cuando va acompañado de algo, cuando arropa a una historia. Por sí solo es lo más insulso que te puedas tirar a la cara. Igual de interesante que ver crecer a una planta.

Yo no lo llamaría videoclip, a mí lo que ha parecido que un hermano gemelo del anuncio de Chanel que dirigió Baz Luhrman. Ambas tienen el mismo desarrollo de personajes (o sea: nulo, el anuncio por razones obvias), mucho dinero empleado la estetica, buen diseño de producción, muy preciosista, gente guapa protagonizando, cámaras lentas combinada con banda sonora emotiva, diálogos igual de incisivos y profundos... sí, sí, sí.

No le daré más vueltas al asunto porque no lo merece. Una buena película no es poner boleros a escenas en las que se vean a actores que miran el infinito bajo la lluvia. Eso es vender humo, damas y caballeros. Crea la falsa ilusión que estás viendo cine de calidad, pero en realidad es un producto vacío. Podrás verla y por fin colgarte el cartel de gourmet-cinéfilo, pero hay que hacerse la siguiente pregunta: qué te ha aportado esta película?
Jean Ra
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