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España España · León
Críticas de bixo
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Críticas 66
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
3
18 de enero de 2013
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La semana pasada quedé con unos amigos para ver una película. Elegían ellos y la afortunada entre una generosa oferta fue ésta. Justo antes de salir a su encuentro entré en FA para tener una idea de a qué me enfrentaba, y tras leer la opinión de la nutrida prensa especializada española me quedé de una pieza. Por supuesto a ellos no les dije ni pamplona, y puesto que ya no había escapatoria, me hice de cruces y me consolé con la idea de que al menos me serviría para desempolvar un poco mi enmohecido italiano (al final resultó que la mayor parte de los diálogos eran en inglés, así que ni eso).

Se apagaron las luces, se hizo silencio en la sala y sobre la pantalla resaltó el título en rótulos bien grandes: TWICE BORN. Y dio comienzo la película, un melodrama de más de dos horas de esos de toma-pan-y-moja, no ‘twice’ ni ‘thrice’ sino ‘multiple times’, vamos, que hay tomate para reventar al personal. Pero al acabar la película, y pese sus múltiples defectos, como la duración excesiva, la falta de ritmo, sus incoherencias (no se sabe si por fallos de montaje o lagunas en el argumento, o ambos), o la pésima caracterización de la inmensa mayoría de los personajes (el papel interpretado por Adnan Haskovic es de lo poco que salva en toda la película, mientras que a Emile Hirsch sería aconsejable que alguien le dijera que los drogas son caca), no me pareció que ésta fuera una película merecedora de calificativos tan malsonantes como son ‘patético’, ‘barriobajero’ o risible’, que tan alegremente se le propinan desde todos los flancos.

En esas estaba, sin entender nada, hasta leer la interesante crítica que el usuario ‘reporter’ le dedica en esta misma página. No es lo mismo quedar para ir al cine, más que nada como disculpa para que unos amigos se vean, que asistir a un certamen cinematográfico como críticos especializados, con muchas horas de trabajo por delante y el cuchillo entre los dientes, y claro, si tras muchas sesiones de rebanarse la sesera te cuelan un culebrón de domingo por la tarde, pues va a ser blanco asegurado de horas de cansancio y tensiones acumuladas. Podemos imaginarnos al primero de ellos en dejar escapar una risa floja para, acto seguido, soltar el codo en un gesto de complicidad a su vecino de al lado, prendiendo así la mecha que desembocaría en un cachondeo generalizado en toda la sala. Cada nuevo sinsentido de los que abundan en la película, y que en otras circunstancias de despacharían con un simple gesto de desaprobación, no haría sino avivar la chufla entre los presentes, dando un aire cómico al trabajo de Castellitto que seguro él no pretendía. Cuando al final de lo que por entonces ya era un consumado despropósito, y todo hay que decirlo, con un deficiente sentido de la oportunidad, el director sacó a la palestra la figura de Buster Keaton, seguro que el despiporre, ya desbordado, alcanzó el punto álgido, lo que explicaría las lágrimas en los ojos de esa legión de críticos descrita por ‘reporter’, y el tono de las críticas publicadas justo después.
bixo
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7
17 de enero de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya hace años de aquel paseo cósmico y tridimensional por otro espacio y otro tiempo (que bien podrían ser Texas y el mes pasado) en el enésimo despliegue de medios sin parangón que fue ‘Avatar’. Tropecientos millones costó la broma y tropecientas veces se ganó lo invertido en salas de todo el mundo. La prensa asalariada no faltó a su cita y no dudó en calificar el evento de revolucionario: gracias al uso de nuevas tecnologías el cine se abría paso a una Nueva Era, ¡recibamos con regocijo y alboroto al cine del siglo XXI! Uno tiene una edad y se intuye el engaño pero, al igual que la curiosidad mató al gato, también yo pagué entrada para presenciar lo que se anunciaba, a saber, más de lo mismo… pero en 3D. Es más, creo que la tecnología en este tipo de casos no sólo no suma sino que resta, pues la puesta en escena de buena parte de las secuencias no tienen como fin objeto estético alguno, obsesionados como están los tunantes en resaltar el efecto especial de turno, lo que desemboca sin remedio (cuando menos a ojos de un mínimo espíritu crítico) al empobrecimiento de la obra en su conjunto.

Casos como éste me temo que se sucedieron mil y una veces en la escasa historia del séptimo arte (ese que merece ser escrito en minúsculas). La técnica debería ir supedita a la obra cinematográfica y no al revés, algo obvio para aquellos señores y aquellas señoras que se dedican a esto con un poco de seriedad. Lech Majewski, a quien no tenía el gusto de conocer, es al parecer uno de estos señores. El realizador polaco (también con pasaporte estadounidense) nos regala la oportunidad de introducirnos por un ratito en el cuadro de ‘La procesión al Calvario’, del pintor flamenco Pieter Brueghel ‘el Viejo’, y así conocer de primera mano algunas de las historias que allí bien pudieron acontecer. Majewski hace un magistral, innovador e inteligente uso de lo último en tecnología para insuflar vida a una docena de personas de las alrededor de quinientas que pululan por la tabla, regalándonos un espectáculo visual simplemente deslumbrante, por la majestuosidad y por el colorido de las imágenes que se suceden con pausa, una detrás de otra. Resumiendo, que uno se queda atontado en la butaca del cine.

Eso sí, también hay que decir que la película suma unos cuantos ‘peros’ importantes en lo referente al contenido (como esos españolitos que me sacan y que se prestan a lo cómico más allá de su marcado acento sudamericano). Que sean otros usuarios más cualificados quienes entren en detalles escabrosos, yo de momento, de ésta, me quedo sólo con lo bueno.
bixo
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8
7 de enero de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las innovaciones técnicas y espectacularidad de ‘Cabiria’ van mucho más allá de las características propias del movimiento colosal al que pertenece, esta película es mucho más que sus faraónicos decorados o los miles de extras que la pueblan. Películas anteriores del mismo género épico, tales como ‘La vida de Jesús’ (Pathé, 1910) o ‘Quo Vadis?’ (Enrico Guazzoni, 1912), de semejantes proporciones y presupuestos disparatados, se enfrentaban junto al resto de proyectos de la época a la problemática de incluir planos cerrados, que resaltaran los personajes y sus acciones, entre planos más generales en los que transcurría la acción. Grabar las escenas por separado y mezclarlas durante el montaje parecía la única solución posible hasta que Pastrone y su ayudante de dirección, Segundo de Chomón, descubrieron un medio para moverse sin rupturas de planos generales a planos medios usando un ‘juguete’ inventado quince años antes por R. W. Paul. El ‘carello’ (como lo denominaron) les permitía acercar, alejar o desplazar la cámara en las escenas que lo requerían con tal desparpajo que pronto se utilizó la expresión de ‘movimientos Cabiria’ para referirse al rodaje de este tipo de secuencias. El complejo uso del traveling en esta película no sólo agilizó la narración y acentuó más si cabe sus gigantescas proporciones, sino que ante todo revolucionó el mundo del cine al exprimir las posibilidades de la que es, en palabras de crítico de cine Mark Cousins, la herramienta más sensual de todas con las que un director cuenta.
bixo
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Fantasmagorie (C)
CortometrajeAnimación
Francia1908
6,2
1.072
Animación
6
14 de diciembre de 2012
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque al parecer la primera obra cinematográfica en utilizar técnicas de animación fue ‘The Haunted Hotel’, creada en 1907 por los estudios americanos Vitagraph y dirigida J. Stuart Blackton, uno de los pioneros del mundillo recién parido, y dejando de lado los experimentos que sobre esta materia pusieron en práctica años antes personalidades como Georges Méliès y Segundo de Chomón, es este pequeño cortometraje de Émile Cohl, estrenado apenas un año después en Francia, quien se lleva los honores de ser considerado, casi de forma unánime por los historiadores de cine, como la primera película (completa) de animación.

Dicen las malas lenguas que Cohl estudió fotograma a fotograma los trabajos de Blackton para podar dar vida a su obra. Sin duda la técnica utilizada es la misma, pero no su enfoque creativo: donde el americano se conforma con poner en movimiento trazos infantiles desprendidos de toda originalidad, el francés crea en su ‘Fantasmagorie’ cuanto menos el germen de un mundo fantasioso, carente por igual de estructura narrativa, pero con un punto hipnótico en su desarrollo que aun facilita su visionado trascurridos más de cien años de su primera proyección. Cohl no se limita a jugar con técnicas y dibujos presumiendo de juguetes delante de los aburridos miembros de la alta sociedad, crea ‘algo’ que pudo ser, y fue a medias, el punto de partida de la animación. Por desgracia la vía que él abrió no fue la elegida por la mayoría de los que le precedieron. La técnica mejoró de forma exponencial a cada mamporro que los personajes, que salían como enanos de debajo de las setas en la tierra de las oportunidades, se atizaban entre ellos en cada secuencia, vaciando el fondo con cada ostia de ideas y contenidos artísticos de todo tipo y condición.

Tras triunfar a ambos lados del Atlántico, con cerca de 300 películas de animación a sus espaldas, este caricaturista, ilustrador, fotógrafo, autor dramático, actor, pintor, periodista e ilusionista, cayó en el más profundo de los olvidos, arruinado, hasta arder, ya en la vejez, dentro de su propia casa. Postrado durante sus últimos días en la cama de un hospital de cáritas, sus películas fueron recordadas en el ‘Cinéma des Champs-Elysées’ el 19 de enero de 1938. Un día después murió. Curiosamente horas después lo hizo otro gran olvidado, Georges Méliès.
bixo
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7
11 de diciembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace unas semanas leía el artículo de un afamado crítico de cine español que contaba maravillas de un tal Nagisa Oshima. Busqué referencias en esta página y no encontré ninguna película suya que destacara por una valoración sobresaliente, pero sí que me quedé con los títulos de dos de sus obras, sus dos ‘Imperios’. A los pocos días me los encontré agarrados de la mano en el rastro y, sin saber poco más de ellos que su nombre, me los llevé por dos duros a casa. Ayer noche le tocó el turno a ‘El imperio de los sentidos’, así, en frío, y como dos inconscientes nos sentamos frente a la pantalla mi mujer y yo con la única intención de pasar uno de esos ratos de cine, en la paz del hogar, que tanto nos gustan y disfrutamos en compañía. La mística de ese momento sagrado para nosotros duró lo que se demoraron los títulos de crédito, muy breves, por cierto, y que aun así fueron el único intervalo relevante de tiempo libre de referencias explícitas a los genitales de los protagonistas y de todo aquel que se asomó a ese lado de la cámara.

Una vez presentados con todo detalle (a los genitales me refiero), éstos pasaron a interrelacionarse con alegría, sin pudores y sin dejar nada a la imaginación (pero nada de nada), de modo que a la media hora estábamos los dos colgados del respaldo del sofá, con el pelo erizado y el estómago tocado, incrédulos ante los acontecimientos y preguntándonos amargamente cuánto nos quedaba por soportar aun y en qué penosas condiciones. Se dieron incluso tentativas de mandar al carajo con el experimento (‘japo de mierda’ para ese entonces), un hecho que habría sentado un triste precedente en nuestra larga experiencia de espectadores resignados a la causa.

A partir de ese instante de crisis el visionado de la película, por fortuna, fue más soportable, no tanto debido a que el director se decidiese a bajar de revoluciones como por la certeza de que nuestro umbral de tolerancia se había visto obligado a crecer de forma exponencial en un tiempo récord. Nagisa Oshima finalmente se apiadó de nosotros, los comunes de los mortales, recompensando nuestra paciencia y tesón con una media hora final digna de las mejores firmas, salpicada de escenas cargadas de una gran fuerza visual, una fuerza resaltada por todo lo acontecido hasta entonces y madurada en los coitos interminables de sus héroes, para estallar con toda su magnitud en la última imagen de la tragedia que los une.

Cuando todo acabó me sentí confuso. ‘El imperio de los sentidos’ me había derrotado desde todos los flancos posibles, superando mis prejuicios, mis rechazos y mis fobias. Horas después soy plenamente consciente de la derrota sin concesiones. Miro de reojo al otro de sus ‘Imperios’…, y le temo.
bixo
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