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España España · BARCELONA
Críticas de DIEGO
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Críticas 95
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
28 de mayo de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha parecido interesante esta película del cineasta de origen sueco y aprendizaje polaco Magnus von Horn. Se centra en la figura de una "influencer", en este caso dedicada al fitness en cuerpo y alma, nunca mejor dicho aquí, encarnada por una estupenda Magdalena Kolésnik. Es cierto que el personaje aparece en pantalla durante todo el metraje del film, pero no menos cierto que también su teléfono móvil, fiel acompañante y herramienta de su trabajo y de su trauma, cómo no; el otro personaje de la película. Abundan hoy en día estas personas que, bien por su aspecto físico agraciado o bien por otras habilidades enmarcadas en todo caso en el ámbito de la imagen, la belleza y la moda, se convierten en profetas del consumo físico, espiritual o material. En realidad son como hechiceras disfrazadas de glamour que se ponen al servicio de un mundo necesitado de estímulos con que saciar la vacuidad humana, y para ello recurren a las redes sociales como tapadera de esas carencias. Es una muestra más de un negocio que trafica con el fracaso del materialismo inalcanzable. Un diosa con sus cientos de miles de discípulos es lo que discurre en la proyección de Sweat, dejando al descubierto sus penalidades y penosas aspiraciones. La historia es muy triste y tan antigua como el propio ser humano.

Y Magnus von Horn, guionista y director de la película, nos muestra esta historia a través de Sylwia Zajac, su protagonista absoluta. Ella es la sacerdotisa, pero su cuerpo e imagen son su mercado, así que el precio que ha de pagar para mantener el tinglado en pie es demasiado caro, inhumano incluso. Por ello esta bella mujer deja de serlo para convertirse en una espléndida estatua de mármol de sí misma, con un mundo interior que no puede trascender más allá de la dura losa que la aprisiona. De ahí que viva una aterradora soledad, la misma que como un imán atrae hacia sí a otros solitarios. ¿De qué nos puede servir la perfección hecha de mármol si ningún sentimiento puede perforarlo? Este interrogante pienso que ocupa un lugar privilegiado en la cruda y cruel realidad de la presunta exitosa Sylwia.

Naturalmente que su Biblia es instagram y el vídeo de su móvil, y en la superficie la película recorre esos parámetros para mostrarnos un porqué que no lo es todo. La película podría ser perfectamente una alegoría de nuesta moderna civilización, y digo moderna porque es la que posee más medios de difusión para llegar a todos los rincones y recovecos en segundos. Los fenómenos de masas existen desde el principio de la humanidad, en la medida en que estos han podido transmitirse con mayor o menor velocidad. Y hoy en día hemos llegado a una velocidad vertiginosa. Y de la influencia que una sola persona ejerce sobre una multitud qué voy a decir. Cualquier personaje público, ya sea político, deportista, charlatán, artista, periodista..., cualquiera de ellos y sus seguidores podrían encarnar esta Sweat. ¿Qué famoso está exento de influencia en mayor o menor medida para incidir en multitudes? Pero si esto ya ocurre en círculos privados... Otra cuestión es que esta reacción humana se tome como profesión y medio de vida. Como ocurre con esta historia, que está contada en primera persona a través de este personaje y sus circunstancias, que abruptamente se vuelven contra sí mismo, como en el mito de Narciso, claro que el estanque aquí es la pantalla de un móvil.
DIEGO
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6
14 de mayo de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un programa de televisión iraní de máxima audiencia. Asisten como invitadas una joven acusada del asesinato de su marido, al parecer accidentalmente, condenada a pena de muerte, y la hija del muerto. En el seno del disparatado espectáculo televisivo, en el que intervienen desde sus casas millones de personas enviando mensajes con repercusión económica, la presunta asesina se verá liberada de la sentencia de muerte si la hija del difunto la perdona en antena. No desvelo nada. Todo esto lo sabemos a los dos o tres minutos de película. Y alrededor de este planteamiento transcurre la historia. Lo único que deseo es que los creadores de la televisión basura que nos inunda, tanto en España como en otros lugares, no tomen nota del bochornoso espectáculo. Claro que aquí no existe la pena de muerte; y la religión predominante y el sistema judicial vigente no admiten la conmutación de una pena de esta manera tan insólita -no será así para los iraníes-. Pero rápidamente se le da la vuelta al argumento y se busca una situación bochornosa semejante que sirva para distraer al personal. Ahora que pienso, cosas parecidas ya se han hecho en la televisión española (familias reñidas que hace siglos que no se ven y que se reencuentran para hacer las paces, se abrazan, lloran y se quieren mucho, y eso ante una enorme audiencia que llora al mismo tiempo con ellas..., sí, lo recuerdo), y en otros países imagino. Cuando viajas al extranjero (en la otra vida) y enciendes el televisor en el hotel para chafardear, sorprendentemente te encuentras con programas que ya se han hecho aquí, o que se emitirán en el futuro, aunque entonces no lo sepas. Los fenómenos de masas, telebasura en este caso, se importan y exportan a precios desorbitados para hacer las delicias de su público. No me gustaría ser elitista, y allá cada cual con lo suyo, pero con estos "productos" -de alguna forma hay que llamarlos- que circulan por ahí no me extraña que, por ejemplo, los resultados de las elecciones de ayer en la Comunidad de Madrid hayan sido los que han sido. ¡Vaya tela y vaya despropósito! Mejor que no me alargue con eso. Desde "Network" que no veía nada tan vejatorio sobre la televisión, o ahora mismo no lo recuerdo. Este sería a grandes rasgos uno de los temas del film.

El otro tema, ligado al anterior, se centra en la miseria e indignidad humana, que, amparada por una religión hipócrita, estricta e intolerante -tampoco debe ser así para algunos iraníes-, asiste a este acontecimiento tratando de explotar sus intereses particulares, ya sean económicos, comerciales o personales. Mucho taparse por fuera para esconder así la desvergüenza interior; hecho que deben soportar únicamente las mujeres, tan vejadas en ese mundo santo, lleno de oración y penitencia, protagonistas absolutas de la película. Vaya panorama que nos presenta esta coproducción franco-iraní, para echarse a temblar: la mezquindad humana que puede llegar a reinar alrededor de la decisión televisada de perdonar o no la vida a una persona. El programita tiene su miga.

De todo esto va esta Yalda (producción de 2019, estrenada ahora; ya sabemos cómo va la cartelera en estos tiempos de pandemia), inspirada en un hecho real parece ser. Una denuncia en toda regla de una vida en clave de reality show a la iraní, narrada de forma sencilla, clara y directa, sin pretensiones diría yo; solo la de mostrar ese indecente desaguisado que tiene a mujeres árabes como protagonistas, y solo en 89 minutos. No se recrea en subtramas superfluas, ni se reiteran secuencias de un guion sobredimensionado. Estamos ya tan acostumbrados a que las películas se alarguen gratuitamente, que esta duración parece ya de cortometraje. No recuerdo ahora quién hizo la comprobación, pero explicaba Woody Allen que si tomabas la duración de todas las películas de la historia del cine y hallabas la media, el resultado era de 90 minutos clavados. De ahí que sus películas tengan ese metraje; lo tiene así de calculado, 5 minutos más o menos arriba o abajo.

Me parece interesante este reality, y me causa estupor pensar que la vida que nos rodea se está convirtiendo cada vez más en un espectáculo de equivalente naturaleza, sobre todo en la esfera de lo público y de la índole que sea. ¡Hagamos de la vida un reality show! Esa es la consigna. Qué mal vamos.
DIEGO
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8
14 de mayo de 2021
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno piensa que las guerras de la antigua Yugoslavia sucedieron en suelo europeo, a pocos quilómetros de Italia, Grecia, Austria, Suiza, Hungría..., como europeos que somos debería caérsenos la cara de vergüenza. Vaya eufemismo el que acabo de emplear...; vamos, es que no debíamos haber consentido que semejante matanza se celebrara. Y con esto no digo que las guerras lejanas debieran importarnos menos. En absoluto. ¿No es para echarse a temblar la que está comenzando a formarse de nuevo entre israelíes y palestinos? Todas las guerras son la misma guerra. Pero desde que el hombre es hombre la guerra ha sido una fiel compañera. Y he excluido a la mujer a propósito solo porque el machismo histórico lo ha impedido hasta ahora. Pienso que la guerra, desgraciadamente, es compañera del ser humano, y no conoce de géneros. Eso demuestra que, desgraciadamente, la mujer aún no ha llegado a compartir el poder, como es sabido. Espero que pronto lo haga, como también espero que cambie el ser humano. Para lo primero falta mucho aún, pero se conseguirá; de mi segunda esperanza yo no estaría tan seguro. Quizá si se cumpliera carecería de valor la visión que tenía al respecto Virginia Woolf -cuando en su época hizo esta afirmación no atisbaba este presente nuestro, más igualitario que el suyo, aunque por ahora muy deficiente en este sentido-. Decía: "La guerra es un juego de hombres... la máquina de matar tiene un género y es masculino". Aunque ya no lo veremos, eso el tiempo lo dirá. Ojalá que para entonces la guerra inacabable haya terminado, y no podamos, o no puedan, constatar esa afirmación.

No se han rodado muchas películas sobre la Guerra de los Balcanes, o quizá es que estamos tan saciados ya de películas sobre el holocausto, que este no deja lugar al resto, y digo al resto, porque hay tantas... ¿Adónde va Aida en esta película? Este es el título. Desde luego, ella vuelve a Srebrenica, como Pedro a Roma, tras formularle la pregunta a Jesús, según cuenta la religión. Solo quería subrayar el título.

La película nos muestra el episodio de la matanza acaecida en esta ciudad de Bosnia al final de la guerra, uno más del genocidio que se cometió ante tantos ojos extranjeros tapados que no querían ver. La coreografía de unos niños en la película puede que nos quiera transmitir esa idea, diría que así es. Lo que con seguridad transmite su guionista y directora, la cineasta Jasmila Zbanić, es el terror, la tragedia y la crueldad de una guerra salvaje -cuál no lo es-. En este caso la matanza de Srebrenica que antes decía. Y nos lo muestra con un realismo desgarrador. Ella había vivido parte de la guerra en Sarajevo, así que experiencia no le faltaba. Nos muestra asimismo el triste protagonismo de los cascos azules en la historia, holandeses en este caso, maniatados por la ONU que a su vez se hallaba desamparada por las grandes potencias. Estados Unidos no tenía ningún interés en Yugoslavia, que ni siquiera sabía señalar en el mapa, y no había conflicto con una URSS, entonces recién disuelta, que bastante trajín se llevaba en formar sus nuevas repúblicas. El caso es que, como comparsas, prestan la asistencia humanitaria que se les permite y poco más, a veces poniendo palos a las ruedas. Eso sí, son testigos privilegiados del horror, como nos enseña Fernando León de Aranoa en su película "Un día perfecto" (2015) (qué poco se prodiga; me gusta mucho su cine) con su destacamento de cascos azules español desplazado a Bosnia. Horror entre serbios y bosnios, antes también de croatas, entre cristianos y musulmanes: religiones, etnias, poder y territorios, cómo no, todo confluye aquí para poder aniquilarse. Y ante eso solo queda sobrevivir, que es lo que intenta a toda costa Aida, la actriz Jasna Duricić, que está en plano durante toda la tragedia intentando salvar la vida de su marido e hijos, en otra clase de lucha: contra órdenes, barreras de alambre, pasividad y militares que están para ayudar y no pueden hacerlo.

La película debe mucho a la interpretación de la protagonista, que hace un trabajo impecable, y también a sus compañeros de reparto. Todos están bien, con mayor o menor intervención, de la mano de esta cineasta que hace posible la recreación de la historia con una puesta en escena realista e inmersiva. Sabe la directora lo que quiere mostrar, y utiliza la cámara para ello al mismo ritmo que se suceden los hechos, con el vértigo desesperado que vemos en los propios ojos de Aida pidiendo ayuda mientras traduce para los cascos azules y, a su vez, para el espectador, al que atrapa en el drama sin ofrecerle concesiones relamidas. En fin, pienso que está muy bien rodada, traduciéndose el trabajo después en un montaje tan ágil como lo es la trama. El desenlace es casi fantasmal, lúcido y brillante, una estupenda creación narrativa; no te puede dejar indiferente, por mucho que te distancies de Aida para salvaguardarte.

Poco más puedo decir sin desvelar nada del argumento. "Quo Vadis, Aida" emplea una innumerable figuración para encarnar los miles de dramas humanos, personales y familiares, que generó esta atrocidad, de los que nada sabemos. Vivimos el de Aida y su familia, que en lo más profundo debe coincidir con los del resto: conseguir la sobrevivencia personal y la de los seres amados. ¿Acaso puede soportar el ser humano un trauma más terrible en una guerra?, me pregunto; más allá del hambre y del dolor físico.

Es una película que duele ver; pero vale la pena verla. Además, ¿no se dice que las heridas cuando escuecen es que curan? Pues a ver si aprendemos de una vez.
DIEGO
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6
19 de abril de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un interesante película sobre los orígenes, la maternidad, la adopción, el arrebato, la pérdida, la dignidad y la memoria. Culpa y reparación del sentimiento de pertenencia materna, si es que acaso puede plantearse así. Y en esta película sin duda es el caso. Muy sencilla y sensible, de esas historias que calan hondo mientras eres espectador de la búsqueda de una reconciliación con la conciencia, en el marco de una relación materno filial en paz y compartida a nivel interno. Equilibrio, paz interior y justicia entre dos mujeres con temas pendientes y que parecían olvidados. Un tema escabroso tratado con delicadeza y pudor. Unas localizaciones bellísimas y un ritmo adecuado para digerir el conflicto. Me gustó.
DIEGO
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7
19 de abril de 2021
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de "The Rider", Chloé Zhao nos devuelve con "Nomadland" a la América profunda y a los grandes escenarios abiertos y desérticos, donde por ahora nos ha demostrado que mejor se mueve en su cine, o que más le interesa mostrar. Rehuye los entornos urbanos y cualquier otro signo representativo de la actual modernidad occidental: la avanzada tecnología que nos inunda, la sobreinformación que nos sobrepasa, y las conductas que hoy en día caracterizan, desgraciadamente, a parte de las relaciones humanas civilizadas, tales como la insolidaridad, el individualismo, la feroz competencia, el materialismo, la agresividad, la incapacidad de compartir, y el consumo más allá de lo necesario ("Acabo de leer lo que he escrito y me planteo modificarlo; no obstante, me cercioro de que he señalado que caracteriza solo a parte, y voy a dejarlo así. ¿Tan mal vamos? Quiero pensar que me estoy refiriendo solo a la clase política en general, y a las fuerzas e intereses económicos que rigen nuestro destino. Y que el individuo, la gente de a pie, los peones, no somos así; sería mi deseo, pero me sumerjo en la duda). El caso es que esta reflexión, quizá disparatada, me viene muy al hilo de la película que comento. Y es que las personas que en ella aparecen, tomadas individualmente, o como movimiento social o comunidad que existe en la realidad, con una mínima organización incluso, son todo lo contrario a lo dicho (y lo voy a volver a repetir): solidarios; independientes pero grupales; sin competencia entre ellos; nada materialistas; pacíficos; con afán de compartir y ayudar; generosos; y consumistas en exclusiva de lo que precisan para vivir. Y es que estamos ante una película que supura una tierna humanidad. No es de extrañar que la cineasta se interesara por esta historia basada en el libro de Jessica Bruder, que no conozco. Los personajes que desfilan en la pantalla son gente mayor que en la recesión de 2008 fueron excluidos de la sociedad (en el caso de la protagonista, se cerró la mina de su pueblo y se lo llevó a él detrás, las típicas colonias industriales que aquí también hemos conocido) y adoptaron una nueva forma de vida: nómadas que con sus camionetas hogar se movían por el país subsistiendo con trabajos de temporada. También se unió al colectivo otra gente que prefería, incluso antes de la crisis, esta forma de vida, autoexcluidos en este caso por su temperamento. El caso es que lo que vemos es real y sigue existiendo en la actualidad. La película, aunque es pura ficción, se podría haber rodado o planteado como puro documental, y así en parte nos llega. Subrayaría una frase que dice la protagonista: "No soy una persona sin hogar. No tengo casa, que no es lo mismo". Con esto pienso que está todo dicho sobre esta comunidad que, a modo de road movie, aparece en cualquier punto del territorio norteamericano en el que pueda realizar algún trabajo eventual que le permita subsistir.
Otro punto que quisiera destacar de la película es el mimetismo que se produce entre el ser humano y la naturaleza en que se integra. Con un tratamiento diferente, en ocasiones me recordó el cine de Terrence Malick en este sentido estricto. La naturaleza hace libre al ser humano y le mantiene en equilibrio, como si formara parte de su ciclo vital. Es un referente de Malick que aquí veo representado por la directora. Y pienso que estos nómadas, como los de todos los tiempos, son los más arraigados en bosques y desiertos, lagos y ríos, montañas y planicies. Se dice en la película que son los continuadores de la cultura de la colonización americana (la hermana de la protagonista), de caravanas de paz digo yo, de la conquista del oeste, de la sobrevivencia.
Está rodada la película con una naturalidad que se agradece, con ese ritmo lento que requiere la historia para ser contada, con dulzura y sensibilidad; y dando al paisaje en todo momento el protagonismo que merece. Una buena dirección.
Y creo que ya está todo, ¿o se me olvida algo? ¿Jueguecitos a esta hora? Pues sí. Aparte de otra gente interesante, de la profesión o no, aparece en cada plano de la película una señora que es actriz y se llama Frances McDormand. Posiblemente, sin ella y sin su estelar interpretación, esta película no sería lo que es. Otra actriz sin duda lo habría hecho muy bien, pero es que "Nomadland" es Frances McDormand.
DIEGO
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