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Críticas de Argoderse
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Críticas 254
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
14 de mayo de 2014
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por tercera vez, el actor, director y guionista francés, Cédric Klapisch, rescata a su personaje más emblemático para ¿cerrar? su particular trilogía que arrancó con la fascinante Una casa de locos y Las muñecas rusas. En tres actos, el galo ha logrado narrar la evolución personal de los personajes y, en especial, el tránsito de la juventud a la madurez de un escritor como otro cualquiera, sencillo y que, eso sí, no para de correr y correr por la vida, saltando todos los obstáculos que se le presentan y que, por otro lado, consiguen sacar más de una sonrisa.

Como si de un puzzle se tratara, Klapisch lanza desde los títulos de crédito las piezas que componen la obra, llevando a cabo una laboriosa mezcla que poco a poco se va montando hasta lograr dar con la respuesta que Xavier -fantástico Romain Duris- ansía desde que apareció por primera vez en pantalla: es la vida un drama, una comedia o una mezcla de ambas. Lo bueno es que, al final, cada uno sacará sus propias conclusiones y eso es un auténtico acierto del realizador francés.

Al igual que en sus predecesoras, la presencia femenina juega un papel vital en la cinta y, por añadidura, en la vida de Xavier. Repiten Audrey Tautou (Amelie, La espuma de los días), como Martine, cuya transformación resulta de lo más hilarante, protagonizando parte de los momentos más cómicos del filme; Cécile de France (El niño de la bicicleta, Más allá de la vida), que da vida a Isabelle, inseperable amiga de Xavier, lesbiana y la que tal vez más de los cuatro protagonistas se niegue a madurar; y Kelly Reilly (Sherlock Holmes, El vuelo), metiéndose en la piel de Wendy, exmujer de Xavier, quizá la menos evolucionada de todos, lineal desde que la vimos por vez primera en Una casa de locos, histérica y que se marcha a la gran manzana con sus hijos, lo que provoca el éxodo de Xavier y destapa el tarro que se consume a lo largo de la cinta. Tres mujeres radicalmente opuestas unidas por su relación con nuestro querido escritor.

La peculiaridad de esta trilogía radica, esencialmente, en el choque entre culturas. Lo vimos en la primera y segunda entrega y aquí, como no podía ser de otra forma, vuelve a repetirse. En esta ocasión, el rocambolesco rompecabezas de historias y personajes tiene un toque asiático al situarse gran parte de la trama en el barrio chino neoyorkino, la popular Chinatown.

Con recursos como la voz en off de Duris, planos desenfrenados y giros de cámara oportunos, Klapisch despierta al espectador cuando el sopor empieza a relucir. Una película que seguirá enamorando a los que quedamos prendados de Una casa de locos y que entretendrá y despertará más de una sonrisa a aquellos que, por primera vez, se aproximan a una historia que habla del intercambio cultural, la amistad, la paternidad y el eterno paso de la juventud a la madurez. En definitiva, un delicioso rompecabezas chino a la francesa.

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8
28 de abril de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
De cuando en cuando, el imperio Bollywood -la mayor industria cinematográfica del mundo- factura a occidente películas que, a más de uno y una, agradan cuando no enamoran. Tal es el caso de esta cinta: sencilla, amistosa, humilde, sin excentricidades y que describe con total naturalidad una historia de afortunados antojos del azar.

La historia de 'The Lunchbox', a caballo entre la comedia y el drama costumbrista, en apariencia no guarda ningún atisbo de novedad u originalidad y sí mucho de previsibilidad. Sin embargo, como si de un buen plato se tratara, esconde sabrosas sorpresas y, sobre todo, esperanza en la raza humana en forma de reflexiones a través de la comida y la correspondencia. A ello contribuyen, sin duda, las dos mágicas interpretaciones del dúo protagonista, acompañadas por solventes secundarios que, con historias paralelas, nutren de eficacia al filme.

Por partes, conviene destacar la brillantez de un ya conocido por el gran público occidental Irrfan Khan, al que hemos podido disfrutar en 'La Vida de Pi' o 'Viaje Darjeeling', entre otras. El hindú da vida a un funcionario taimado, algo seco y brusco en formas, golpeado por la tragedia familiar pero que, poco a poco, va abriendo su corazón a través del estómago y las segundas oportunidades que ofrece la divina fortuna.

Esa bella evolución se debe gracias en gran parte a la enigmática Ila, a la que pone rostro y forma la primeriza pero espectacular Nimrat Kaur. Como muchas esposas, la joven Ila atraviesa un bache en su matrimonio. Deprimida y algo melancólica, recupera sus fuerzas y ganas de vivir gracias a la correspondencia que mantiene con Sajjan, al cual deleita día tras día con fabulosos platos hindúes que alimentan la curiosidad y el anhelo de ambos protagonistas.

Más amable que en 'Paradero Desconocido', donde las postales jugaban también un papel esencial, en 'The Lunchbox' el realizador consigue que mantengamos la expectación y la intriga con lo que sucederá tras la lectura de cada misiva que, junto a la comida y la magnífica aglomeración Bombai, son el telón de fondo para erigir una hermosa historia de amistad e ilusiones perdidas.

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7
3 de abril de 2014
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Plagas, castigos, pruebas a vida o muerte y, como en el caso de Noé, diluvios universales. Esas eran las recetas del Dios del Antiguo Testamento. Una deidad vengativa y cruel con aquellos a los que creó a su imagen y semejanza. Todo lo contrario de la figura divina y redentora que se nos muestra en el Nuevo Testamento tras el advenimiento de Jesucristo, su hijo reencarnado.

Ahora y con miles de años de diferencia, Darren Aronofsky (El Luchador, El cisne negro) apuesta por el Dios vengador para aproximarse a la figura bíblica de Noé, en una película homónima que trata la vida de este personaje desde una perspectiva dramática y, en cierto modo, aventurera, metiéndose de lleno en un mundo de ficción con algún que otro mensaje previsible.

Russell Crowe, el eterno gladiador, se mete en la piel de Noé, un papel que le viene como anillo al dedo por los valores familiares de este personaje. Del resto del reparto me quedo con la satisfacción de volver a ver juntos en pantalla a Emma Watson y Logan Lerman, como ya sucediera en la fascinante Las ventajas de ser un marginado.

Desde luego el casting no podría haber sido mejor seleccionado. Todos los intérpretes están correctos en sus papeles y ninguno desentona; todo lo contrario. Sin embargo, el problema de la película radica en otro estadio: el del guión. Aronofsky surca las aguas -al pelo en esta película- del drama pasando por la aventura y la ficción, pero sin profundizar en ninguno de ellos, dejando un sabor amargo conforme el filme se va desarrollando.

Este agrio efecto se recrudece por la previsible intención de Aronofsky de intentar agradar a todo el mundo y no casarse con nadie -por el miedo al qué dirán, sin duda alguna-; algo que a veces es inevitable negar. Y es que, como es obvio, la historia de Noé parte de una concepción religiosa. No en vano es uno de los pasajes de la Biblia más populares; con lo cual, resulta obligada la aparición de un Dios, el de la tradición judeocristiana sin ir más lejos, creador y causa de todas las cosas que se aparece en sueños Noé para transmitirle su mensaje.

El realizador neoyorkino conoce, como muchos, que de un tiempo a esta parte está mal vista la condescendencia con elementos religiosos, y si son occidentalizados, más aún. Por eso, y con calzado, introduce elementos evolutivos, contradictorios con la teoría de la creación a la que pertenece esta parte de la historia, para contentar a todo el mundo y no naufragar por terrenos pantanosos que, en verdad, ni le van ni le vienen.

La espléndida fotografía y una banda sonora acorde con la épica de las imágenes contribuyen a crear un clima de entretenimiento que, pese a los miedos del director y guionista, consigue sacar a flote una película vistosa y de fácil visualización. Un resultado que, pese a todo, se agradece.

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7
26 de marzo de 2014
22 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
El filme viene precedido por arrasar en los últimos Premios Cesar, situándose a caballo entre la comedia mordaz y disparatada, y el drama personal de un cómico en continua crisis de personalidad. Como si de una gran 'V' se tratara, el guión resbala entre los clichés de la homosexualidad y la intolerancia de una familia burguesa acomodada, compuesta por un padre anclado en valores decimonónicos y unos hermanos radicalmente opuestos tanto física, como emocionalmente.

A pesar de estos deslices, lo cierto es que en ambos géneros Gallienne consigue salir airoso y en algunas escenas logra brindar gags hilarantes que provocan sonoras carcajadas. En este sentido, el papel del lenguaje es vital para conocer la idiosincrasia de cada uno de los países que el cómico recorre con el fin de labrarse una personalidad propia. De ahí que su visualización en versión original resulte prácticamente imprescindible -sobre todo en su disparatado viaje a España-.

Eso sí, sin apenas resuello por las risas provocadas, el director, guionista y actor golpea en la siguiente secuencia con momentos dramáticos que el cine francés suele plasmar de forma excepcional. Ahí radica la esencia de esta película biográfica. El juego entre la comedia y el drama. Elementos que se solapan a lo largo de la vida y que, con sumo acierto, Gallienne consigue trasladar a la gran pantalla.

Todos estos elementos, altibajos mediante, confluyen en un resultado final más que aceptable. Una película que a través de la risa traslada de fondo problemas y temores de un cómico acomplejado, inadaptado; que gracias a maravillosos viajes a lo largo y ancho del viejo continente aprenderá a enfrentarse a los obstáculos y barreras que se le presentan en su cotidianidad. Una lección terapéutica a la francesa.

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8
12 de marzo de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con algún que otro parecido a Philadelphia, el director canadiense va más allá, enfocando el VIH en la heterosexualidad, más común de lo que entonces se entendía. Vallée plasma perfectamente la evolución de todos los personajes y brinda, además, interesantísimos planos rodados con luz natural, en una única cámara y en muchas ocasiones al hombro, que rescatan la esencia del sur estadounidense en la peligrosa década de los 80. Periodo con muchos claro-oscuros, como se evidencia en el filme, merced a la fotografía de Yves Bélanger.

La historia conmueve, cierto. Pero más aun lo hace la legendaria interpretación de un actor enorme como Matthew McConaughey, que se mete en la piel -literalmente hablando- de Ron Woodroof. Es evidente que con Dallas Buyers Club, McConaughey se ha confirmado como estrella definitiva en el séptimo arte. Su ascenso es imparable y bien se lo merece este actor de método. Una técnica que el texano pone en práctica en su fiel representación del enfermo de SIDA Woodrof, papel para el que ha tenido que adelgazar 23 kilos y desmejorar su figura hasta límites insospechados.

Aparte de la inmejorable caracterización, McConaughey derrocha carisma, talento y personalidad durante todo el metraje Impresiona la evolución mental que experimenta a medida que la enfermedad se ha adueñado de la vida de Ron. Una experiencia personal que, sorprendentemente, nos produce empatía por este personaje, casi anti-héroe que, por los golpes de la vida, descubre su humanidad y hace partícipe de ellas a los amigos más inesperados: los homosexuales.

En este punto cobra especial importancia el personaje de Jared Leto (La delgada línea roja, El señor de la guerra), Rayon -que al igual que la doctora Eve no es real si no el conjunto de varias personas-. Poderosa interpretación de otro actor que se entrega al método como el que más, llegando a perder hasta 13 kilos. Aquí da vida de forma espléndida y veraz a un travestí de buena familia que, gracias su sensibilidad, provoca el crecimiento humano de Woodroof.

Tanto la caracterización de Leto como de McConaughey, aparte de los extras enfermos de SIDA son, además de su calidad interpretativa, un logro del trabajo de maquillaje, que merecidamente se llevó el reconocimiento de La Academia en los premios Oscar.

Con un presupuesto reducido para esta faena -menos de 250 dólares en total- el trabajo final es inmejorable. Claro ejemplo de hacer de la escasez una virtud. Paradójicamente, tal vez los pocos recursos con los que fue rodada -tan solo 25 días- contribuyen a dar más verosimilitud si cabe a una película impactante y profunda Trabajo excelente de todo el equipo técnico.

El resultado final es un producto que no podría estar más de actualidad, ahora que se repunta el consumo de droga y la gente se ha olvidado de la protección en las relaciones sexuales. El SIDA se ha estabilizado, sí. Pero su fantasma sigue ahí, esperando a un fallo para volver a propagarse.

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