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España España · Madrid
Críticas de Sagitus
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Críticas 29
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
27 de febrero de 2012
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Hasta dónde tenemos que ir ya transportando más cadáveres? Ésta es la pregunta que plantea en su última película la directora y actriz libanesa Nadine Labaki, una artista muy aplaudida por los numerosos éxitos de producciones en su país y que ya destacó internacionalmente con "Caramel". Ella se declara cristiana y como bien observamos en su película "¿Y ahora adónde vamos?", vive aprisionada en un mundo que respira el constante conflicto entre cristianos y musulmanes al encontrarse atrapado entre Siria e Israel.
En un pueblo del Líbano, vecinos cristianos y musulmanes viven alejados de la realidad, únicamente comunicados con ella a través de un tortuoso camino y los medios de comunicación. Desde el exterior llegan noticias de aterradores conflictos entre las dos religiones que desembocan en numerosas muertes. Las mujeres del pueblo, atemorizadas con la posibilidad de que la realidad del enfrentamiento llegue a oídos de sus maridos, padres e hijos y que traiga la desgracia hasta ellos, planean diferentes estrategias para evitar la calamidad.
Nadine Labaki demuestra en el largometraje que el odio racial y religioso siempre es arrastrado y avivado por los hombres. El lenguaje que utiliza para exponer este drama es cómico y hasta surrealista, porque, como dice la directora en una entrevista para Europa Press: “A veces hay que ridiculizar los motivos de la guerra para entender las cosas”.
La fotografía muestra una iluminación muy brillante de las regiones desérticas y calurosas del Líbano, con imágenes de un encuadre más parecido a la estética documental. Los cortes que se producen para el cambio de plano rompen la continuidad de la narración, pero añaden una puesta en escena más dinámica y moderna. Los personajes, aunque tratados de manera superficial, son dramáticamente potentes y se detienen para destacar el papel del hombre, en su inconsciente defensa de lo suyo, y el de la mujer, valiente y entregada. La música, compuesta por el marido de la directora, Khaled Mouzanar, armoniza la cinta con una melodía de carácter universal, voz de cada cultura en convivencia que entremezcla la dinámica de una película musical y entretenida con el lamento y drama de la realidad conflictiva de ambas religiones.
La película obtuvo el premio a mejor película en el Festival de Toronto y mejor película extranjera en Critics Choice Awards. Nadine Labaki ofrece una visión de la situación desde una perspectiva amable, cálida y maternal, como una respuesta y movimiento de todas las madres de ambas religiones al conflicto entre sus hijos. Ellas son las protagonistas de la cinta, que avanzan en procesión arrastrando tras de sí polvo, sufrimiento y lágrimas por las numerosas pérdidas que deja la guerra. Las madres se entregan y hacen lo imposible por lo que más aman, y este mensaje de fortaleza y valor, que anima a una sensata reacción a la guerra, es el que presenta la directora Nadine Labaki, protagonista de su cinta y de la situación conflictiva de su país.
Sagitus
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7
21 de febrero de 2012
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peter Weir ha realizado numerosos largometrajes, algunos de ellos considerablemente aplaudidos por el público, entre los que encontramos “Master and Commander: Al otro lado del mundo”, “El Show de Truman” o “El club de los poetas muertos”. Sus se comprometen valientemente con la ética y fundamentos de la persona de una manera sincera. En sus películas prima el elemento humano sobre el desarrollo de la acción.
Slavomir Rawicz nos cuenta la historia del admirable esfuerzo que emprendió él junto con seis prisioneros en una huída hacia el Sur tras escapar de un campo de concentración en Siberia debido a la invasión nazi y rusa a Polonia en 1939. El grupo tuvo que atravesar los bosques helados de Siberia, cruzar el desierto de Gobi, alcanzar el Tibet y después de superar el Himalaya, acceder a la India británica, libre del dominio comunista. El escritor y tres de sus compañeros lograron alcanzar la ansiada libertad en 1942.
Teniendo que sobrevivir en grupo, necesitando al otro, apoyándose y confiando en los compañeros… los protagonistas de la película experimentan un crecimiento moral para aprender a convivir, olvidando el egoísmo, la desconfianza o el individualismo. Janusz, interpretado por Jim Sturgess, se convierte en la bondad pura, que administra caridad y sacrificio cuando puede y por quien más lo necesita. “La bondad acabará contigo”, le advierte varias veces el misterioso Ed Harris; sin embargo, es la misma bondad y el sacrificio por un bien mayor cómo nuestros protagonistas consiguen continuar el camino pese al dolor que arrastran con ellos.
Cada uno de los personajes guarda un valor para aportar al resto, todos ellos necesarios e imprescindibles (el corazón, el valor, el humor, la capacidad de captar el alma de la persona en un dibujo, el creyente…). Weir trabaja con más fuerza escenas de gran expresividad que diálogos de largo desarrollo. Las imágenes admirables de los paisajes salvajes que cruzan el este de Europa hacia la India retratan la grandeza del mundo y la incapacidad del ser humano de alcanzar nada sin una voluntad fuerte en comunión con su alma con un lirismo que le acercan a la estética de Terrence Malick o Clint Eastwood.
La cinta resulta dura, que demuestra la desesperación y debilidad del hombre en los momentos más frágiles. La música es dramática y potente, que expresa tanto la belleza de la entrega de los personajes y su insistencia por la libertad como el sonido de la naturaleza que domina constantemente su caminar, compuesta por Burkhard Dallwitz.
“Camino a la Libertad” es el propio viaje de la persona hacia el encuentro de sí misma en unión con Dios, donde los pasos incesantes llevan a uno hasta los límites que quiera alcanzar (algunos hasta donde se sientan a salvo, otros se conforman con alcanzar una meta propuesta y sólo uno desea llegar más allá de cualquier frontera en busca de la respuesta que anhela).
Sagitus
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7
14 de febrero de 2012
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Kike Maillo (un desconocido pero innovador director catalán que consiguió un gran éxito como realizador con el cortometraje “Los perros de Pavlov”) se detiene para presentarnos un futuro donde, el avance en la investigación de la cibernética ha alcanzado límites insospechados.
Sucede en un tiempo lejano, frío y nevado, poblado por personas que abandonan la calidez humana para depender de la máquina. Alex (interpretado por Daniel Brühl) es un talentoso ingeniero cibernético que regresa a Santa Irene tras diez años de ausencia, requerido para reanudar un exigente proyecto: la creación de un robot que supere al resto de creaciones anteriormente hechas, pues éste, sería provisto y programado con emociones humanas. Un robot libre. Daniel busca al niño correcto que le sirva de modelo para su creación, que ha de ser distinto de los demás para que le otorgue al robot de una personalidad más dinámica y fascinante. La elección se decantará inmediatamente por Eva, la hija de su hermano David y de su excompañera de trabajo, Lana.
La propuesta de la película es inteligente, muy arriesgada y sobretodo, polémicamente actual. Presentar una trama en un futuro cibernético, traslada al cine español a una esfera hasta ahora algo apartada y desconocida, difícil de abordar por motivos de presupuesto o por carencia de creatividad. Sin embargo, Maillo consigue iluminarnos desde el primer momento con el retrato robótico de un mundo futuro que podría ser perfectamente posible. Robots muy humanos programados con una nivelación de emociones (aquí encontramos a Lluís Homar recogiendo el papel de un robot agradable, divertido y sobretodo, amable e incluso, desbordante de humanidad) que contrastan con al resto de personas, que faltas de calidez, desahogan sus relaciones con robots.
Una elegante estética futurista en ingienería pero de ambientación más antigua (música de los años 80, jerseys de lana, casas algo clásicas, coches vastos y cuadrados…) que favorece en una fotografía atractiva e innovadora. La música que acompaña la cinta (realizada por Sacha Galperine y Evgueni Galperine), refuerza el sentimiento vacío que podrían tener esos robots creados, conscientes de sus limitaciones y anhelantes de una vida real como la de los humanos. La interpretación es algo menos brillante. Los personajes muestran motivaciones algo pobres y poco trabajadas, que consiguen poca empatía por parte del expectador, salvo Daniel Brühl y Lluís Homar.
El tema es potente, que exige del expectador la recapacitación acerca del avance científico en la ambición de dominar la vida, compitiendo con el poder de Dios. Un ser humano es una creación que jamás podrá ser reproducida de igual forma y con la misma perfección. Una máquina podrá recibir una programación de comportamientos y emociones que le inserte un ingeniero, pero jamás logrará tener el dominio de su propia libertad.
Sagitus
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9
12 de febrero de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
10 nominaciones, incluyendo a mejor fotografía, a mejor actor (Jean Daurdin), mejor actriz (Bérénice Bejo) y mejor director (Michel Hazanavicius). Sin duda, The Artist obtiene el puesto número uno entre los favoritos para los Oscars.
El director francés de esta cinta cuenta con algunas producciones cinematográficas que han tentado a las candidaturas, como OSS 117: El Cairo, nido de espías. Sin embargo, ha sido con su última película cuando ha conseguido el reconocimiento del público y del Séptimo Arte. The Artist cuenta cómo una estrella del cine mudo, George Valentin, es desplazado por un cine más moderno que introduce el sonido. La novedad retira a lo clásico y George se sume en la depresión, hundido por un público que aplaude a la nueva estrella, la carismática y talentosa Peppy Miller.
La pregunta que propone el director con esta película a las academias cinematográficas es clara : ¿por qué enfrentar a los dos grandes titanes de la historia del cine cuando se puede conseguir una excelente propuesta artística fundiéndolas? Así, Hazanavicius presenta una historia donde se debate este problema, instalando la trama en el momento en el que el cine mudo se vino abajo sustituído por el sonido.
La película se muestra con una apariencia que imita a los clásicos, muda y sin color. El blanco y el negro genera una estética atractiva, que resalta la elegancia del documento histórico de aquellos años; así como el vestuario y los elementos escenográficos. La fotografía, a veces hasta poética, acompaña a las imágenes de una fuerza dramática que acentúa el sentido dramático de cada escena, junto con una música de Ludovic Bource, esencialmente de piano (sólo una es cantada), muy expresiva, completa una producción artística de un encanto admirable.
Los actores enfatizan dos personajes completamente opuestos. Jean Daurdin pasa de una personalidad soberbia, demasiado egocéntrica, a ser un hombre incapaz de apreciar por su orgullo el apoyo y compañía de los que más le admiran, lejos de las grandes pantallas. En cambio, Bérénice Bejo, esposa del director de la cinta, nos presenta la cara más simpática y agradable de la cinta; un personaje energético, que se entrega a su arte alcanzando la cumbre del éxito, humilde en cambio al reconocer que todo lo que vale para ella es la persona a la que más ama.
La película entremezcla el género cómico con un carácter más melodramático y trágico, y cuenta con potentes guiños al logro del cine sonoro y el choque que consiguió contra el mudo. El director ha conseguido una propuesta increíble que enaltece el cine clásico por su capacidad de expresar sin palabras un sentido más sincero y personal que el cine actual, que camufla el verdadero significado del arte cinematográfico con exagerados efectos y diálogos vacíos de sentimiento.
Sagitus
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6
30 de enero de 2012
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joe Carnahan (“Ases Calientes”, “El Equipo A”) consigue ganar audiencia con su última película (número uno en la taquilla estadounidense), mejorando la puesta en escena con esta última cinta.
Un avión se estrella en una región perdida de Alaska, un escenario que muestra una fotografía deslumbrante, instantáneas documentales del hombre perdido en un medio salvaje. El grupo marcha en busca de la civilización y para ello, debe sobrevivir en un territorio dominado por el lobo (representación de la Muerte que se va llevando uno a uno cuando llega su momento).
“Infierno Blanco” presenta una trama que no se centra únicamente en la supervivencia de un grupo de hombres en medio de una naturaleza salvaje y extrema, sino que también ofrece una experiencia de relación con la vida y la muerte en continua acción, y cuestiona las dudas antropológicas acerca quién decide sobre la existencia del ser humano. Sin embargo, Carnahan no se atreve a afrontar las respuestas, sino que las deja presentes a lo largo de la narración prefiriendo mantener la atención en los momentos de mayor acción y suspense, por lo que abandona la oportunidad de ofrecer una mayor profundidad a su largometraje.
Ottway es interpretado por Liam Neeson, quien siempre destaca por la potencia dramática que otorga a sus personajes. Esta vez, se presenta como un hombre que ha perdido toda la esperanza y se ha abandonado a un camino sin sentido. Tan sólo una carta, el recuerdo de su mujer, es el aliento que empuja al protagonista hacia delante, animándole en los momentos de mayor amargura y desesperación a que “no tenga miedo”, porque frente a una realidad fría y doliente, la muerte no es más que un encuentro cálido y agradable. Aunque el protagonista encarna un personaje carente de fe, se convierte en el sostén del resto de sus compañeros, alentándoles con que, detrás de toda realidad y sufrimiento, existe algo más rico e importante que hace al hombre ser quien es.
En su camino le acompañan un gran despliegue de personajes de personalidades contrapuestas entre si carentes de profundidad. Sin embargo, es la cámara la que se atreve a indagar en su psicología e identidad utilizando planos que nos acerquen a sus ojos transmitiéndonos lo que ha preferido no expresar con palabras, empobreciendo por tanto el diálogo.
La pregunta clave de la película es ¿cuál de ellos va a sobrevivir y quién no? Cada muerte que sucede le ocurre a cada personaje de una manera peculiar, acorde con su personalidad. Sin embargo, la trama esconde el coraje a aceptar cuando a uno le llega su hora, y que, detrás de una situación desesperada que les mantiene cerca de la muerte, existe algo que les identifica como hombres –las carteras que va recogiendo el protagonista de cada uno de sus compañeros fallecidos-, que coincide con ser una relación con alguien a quien aman.
Sagitus
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