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España España · BARCELONA
Críticas de DIEGO
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Críticas 95
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
9 de agosto de 2021
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me ha gustado una vez más la mirada de Naomi Kawase y su manera de hacer cine. Ha centrado su nueva película en la adopción y la maternidad, así como en los conflictos y contradicciones que en ocasiones aparecen en ese proceso, a priori y a posteriori. Y todo ello, tratado siempre con la enorme sensibilidad que la caracteriza, desde el punto de vista de la pareja adoptante, de la madre biológica y su entorno, de la directora del centro de adopción, y, hasta si se quiere, del pequeño niño adoptado. Como se puede ver, la idea no es nueva, pero eso no importa ni constituye un demérito -una y otra vez se cuentan repetidamente las mismas historias en cualquier manifestación artística-. Lo aclaro porque quizá sea inevitable pensar, bien durante la proyección o bien en una posterior reflexión, que esta "película" ya la hemos visto. Y en parte es así. Pero lo que no habíamos visto es como Naomi Kawase traslada esa historia a la pantalla.

El guion no está estructurado linealmente, sino que lo secciona en dos partes que finalmente confluyen en una. La que protagoniza la pareja adoptante y la de la chica embarazada. De esta manera el espectador puede centrarse más en dos historias que, en realidad, transcurren separadas. Inevitablemente ambas han de coincidir en un conflicto con mayor fuerza narrativa; y me expreso así porque la película plantea muchos conflictos personales de carácter más íntimo. No me acaba de gustar el desenlace, algo forzado diría yo, aunque había que encontrar una reacción que justificara la acción, lo entiendo, pero no me encajó y, además, alarga demasiado el metraje.

El ritmo es pausado y equilibrado, a lo que contribuye una música muy bien escogida. La película fluye sin alterar el interés del espectador por la historia. Está filmada con los mismos tonos cálidos que muestran la humanidad de los personajes; y la cámara solo se agita en una secuencia porque la acción así lo requiere. Mientras tanto, intenta ponernos en la piel de los protagonistas, muy bien interpretados por otra parte, recurriendo en numerosas ocasiones a primeros planos que desenfocan el segundo término, a la vez que nos integran más en la historia y en las emociones personales. Utiliza como siempre la naturaleza como otro elemento narrativo más: las flores, los árboles, el viento, el mar -y su sonido-. Una vez más la constante de su cine que te envuelve en su poética propia, en su forma de observar y mostrar la vida, tan hermosa, aunque a veces duela tanto. Quizá no sea esta una película redonda, pero sí muy apreciable.
DIEGO
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6
26 de julio de 2021
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de haber esperado unos días por el capricho del señor del yate de los Renoir, y controlando mucho mi reloj, finalmente pude ver la película. Me pareció un buen documento de los hechos que se sucedieron en la matanza acaecida en la antigua URSS, el 2 de junio de 1962, en la ciudad de Novocherkassk. Cómo podía el aparato represor del estado soviético consentir semejante paradoja: una revuelta proletaria desde dentro del propio sistema comunista (?). Y acabó como acaban estas cosas en los regímenes totalitarios, que no distingue de colores en sus represalías: llevándose a todo cristo por delante con el fin de borrar el suceso. Eso no había pasado. El film también plantea las dudas y contradicciones que el acontecimiento plantea en miembros intermedios del régimen, tanto a nivel político en comités, como en el seno de la KGB; y ya no digamos en viejos revolucionarios que saben de qué va la historia, que pone de manifiesto la desigualdad de los supuestos camaradas.

El director se aplica poniendo todo su arte cinematográfico en una puesta en escena en blanco y negro de lo más elaborada. Rigurosamente cuidada, diría yo. Rodada en formato cuadrado, las imágenes realzan el blanco y negro tan bien fotografiado. Planos fijos al más puro estilo clásico, si bien con una composición más moderna, tanto en la coreografía de los elementos, como en la distancia focal en primeros y segundos términos (enfoque-desenfoque).

No obstante, debo decir que los personajes que sufren la rebelión, los protagonistas de la película, responden con excesivo estoicismo a la angustiosa y dramática situación que les ha tocado vivir. Así percibí yo las conductas y emociones que se reflejan en sus rostros, desprovistos del natural sufrimiento personal que cabría esperar, que no se transmite al espectador porque está ausente. Me pregunto si lo quiso así el director para subrayar la dosis del elevado conformismo de las gentes del país; si no lo supe apreciar yo durante la proyección; o si se huyó del dramatismo para no caer en el sentimentalismo exagerado, en cuyo caso se le fue la mano al director.

Un documento cinematográfico interesante, diría yo.
DIEGO
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8
11 de julio de 2021
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine francés es una bendición. Me ha enamorado “Las cosas que decimos, las cosas que hacemos”. Y cómo no iba a hacerlo tras dos horas de enamoramientos, atracciones, seducciones, desamores, infidelidades, tríos, reencuentros, infelicidades, culpabilidades, sexo, moral, renuncia, deseo, sorpresa, dolor… No voy a ser yo el que teorice sobre el fenómeno que produce que el corazón se encoja o se dilate, que se dispare incluso cuando le despierta eso que llamamos amor. Y que también enferma cuando se va de repente. La película tampoco teoriza, pero sí nos muestra esa larga lista de acontecimientos que se suceden a través de un reparto de actores y actrices que hacen muy bien su trabajo. Y nos enseña los amoríos que tal como vienen se van, o son sustituidos por otros; las soledades que escuecen tras la ruptura; la sensación de fracaso y vacío ante lo inaccesible. Y, mientras tanto, la razón intenta expresar y contarse lo que el corazón bombea en todo ese proceso. Emmanuel Mouret construye una atractiva película a partir de un guion propio muy bien estructurado. Y tiene su mérito dado lo resbaladizo del tema que le ocupa. Las historias entrelazadas mantienen el ritmo de la narración con estupenda sintonía e interés. Los hechos se suceden con naturalidad en una trama bien urdida, donde el desamor y el fracaso a la postre son los verdaderos protagonistas de las historias. Y se suceden al compás de la melancolía de la música clásica que impregna cada escena. Qué frágil puede llegar a ser la relación amorosa más sólida; y con qué facilidad puede quebrarse el compromiso y la fidelidad más firme en ocasiones. ¿En secreto? ¿En público? Los amores cobardes no llegan a serlo, dice Silvio Rodríguez en una bella canción. Y el puzzle está ahí, en la pantalla. Da para mucho, pienso, esta película de Mouret, en la que la dirección de actores y las interpretaciones son sobresalientes.

Es inevitable estar disfrutando la película en la butaca del cine y que Woody Allen no aparezca por allí. Perfectamente el guion, de fondo, podría ser suyo; que luego salpicaría en todo caso con las señas inequívocas de su obra. Pero así me lo ha parecido de principio a fin, incluso por lo que se refiere a su estructura. El tema que aborda el film, con las historias paralelas que se cruzan, narradas por los propios protagonistas, es una constante de Allen. Incluso parte de la puesta en escena ayuda a recordarlo -la textura del color, algunos fueras de campo, la voz en off-. El uso de la música -clásica en este caso- también me lo recordó. Y cómo no, las secuencias del documental del filósofo que el personaje de Daphné (Camélia Jordana) está montando para un cineasta del que se enamora, supuran a “Delitos y Faltas” por todas partes. Precisamente en ese documental convergen las historias de “Las cosas que decimos…”, y en él sí que se teoriza sobre el amor. No estoy criticando el parecido, solo subrayo la coincidencia. Por algo el amor es un tema universal. Seguramente al director le habrán preguntado por esta similitud, o eso imagino.

No había visto nada de este cineasta. Será cuestión de revisar su obra y seguirlo en el futuro.

He comenzado este escrito diciendo que el cine francés es una bendición. No es la primera vez que lo expreso. El nivel medio de su obra es más que satisfactorio, y su calidad artística alta. También es cierto que su industria es muy potente desde hace décadas, y que la cultura en Francia no está descuidada. Todo ello forma un cúmulo de circunstancias que mantienen al cine francés en primera línea, y no solo en producciones propias, sino también en aquellas otras en las que se involucra; principalmente en la cinematografía de países del oriente próximo. Y claro, hay un detalle que no puede olvidarse, los franceses son los primeros espectadores de su propio cine. Podríamos aprender algo de vez en cuando por aquí, en lugar de mirarnos tanto el ombligo.
DIEGO
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6
5 de julio de 2021
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impactante esta película de Ainhoa Rodríguez, que se aparta de todo convencionalismo para mostrarnos una porción de España, ya no vaciada, sino abandonada y olvidada, anclada también en el pasado por ella misma y sus mujeres. Es esta una película de mujeres, de soledades y olvido. Difícil trazar una línea divisoria que defina y explique la realidad que muestra la cineasta, quizá de ahí la fantasía esperpéntica que nos muestra. Puro realismo mágico. Mujeres de otro mundo que protagonizan una ficción en el fondo del más puro documental. Una historia surrealista y desesperada muy interesante, y un buen trabajo detrás y delante de la cámara, a veces difícil de digerir. Una mirada exclusiva y personalísima, a ratos hipnótica y a ratos esquiva. Una película que va a dejar huella para ser alabada o repudiada; dudo que exista término medio. Nada resulta indiferente en este “Destello bravío”, y eso ya podía ser previsible estando Luis Miñarro en la producción. Me gustará ver la nueva película de Ainhoa Rodríguez.
DIEGO
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8
29 de mayo de 2021
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de esas joyas que no abundan. La historia me cautivó de principio a fin. La viví en la butaca como aquel cuento que el padre susurra al hijo al acostarse. Por otra parte, debo decir que hacía mucho tiempo que no veía una puesta en escena tan espléndida como la de esta película, ni tampoco unos encuadres tan precisos y una fotografía tan naturalista y hermosa, a la vez que funcional. El uso del formato cuadrado pienso que, paradójicamente (tan acostumbrados ya a los planos panorámicos), realza la narración, quizá por el intimismo que conlleva; y, al mismo tiempo, aproxima más si cabe al espectador a la pareja protagonista y a sus vivencias. En ocasiones he tenido la sensación de estar ante una película asiática oriental, donde la poesía, el ritmo lento que fluye en el río, y los oscuros bosques donde transcurre la acción, sostienen el cuento proyectado en la pantalla, en el que destaca la delicadeza y el respeto que mantienen los dos amigos protagonistas (y no tiene nada que ver el hecho de que uno de ellos sea chino). Este tratamiento por una parte, y por otra los bollitos que uno cocina y ambos venden, así como la ternura que el cocinero dispensa a la vaca mientras la ordeña y le habla, todo ello en su conjunto, me ha transportado fugazmente a la armonía de Naomi Kawase y a su pastelería en Tokio. Una bella historia y una bella película esta "First Cow".
DIEGO
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