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España España · BARCELONA
Críticas de DIEGO
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Críticas 95
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
14 de octubre de 2021
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vuelve el cine quinqui. Daniel Monzón dirige con maestría su nueva película, basada en parte de la novela homónima de Javier Cercas, con guion de Jorge Guerricaechevarría, que transcurre en los años 70 en el Barrio Chino de Girona y aledaños. Le interesó al cineasta esta historia por su proximidad con ella en otro lugar; vivencias personales de una época que tenía en la marginalidad a grupos de delincuentes salidos de extrarradios con bolsas de inadaptados y oprimidos sociales, que optaron por los atracos y vivir deprisa derrochando el dinero de sus tristes gestas, al mismo tiempo que despreciaban a su familia y amigos; y a sus vecinos que madrugaban para trabajar a cambio del mal sueldo, pero honrado, que a fin de mes llevaban a casa para ir tirando con dignidad en un mundo difícil, constituido en gran parte por hijos de inmigrantes que en los años de posguerra acudieron a las grandes ciudades a ganarse el pan. Es decir, que estamos hablando de unos protagonistas ya nietos de esos primeros colonos, a los que desdeñaban como antepasados muertos de hambre y fracasados. Nietos que preferían la navaja, la pistola, los puños y la fiesta continua, antes que el esfuerzo, el madrugón y la honradez mal pagada, pero honradez al fin y al cabo. Carne de cañón predestinada a un balazo, a una sobredosis, al sida y a la cárcel, eso sí, con esa chulería rabiosa que los corroía por dentro y corrompía por fuera todo lo que tocaban. Pegaban, mutilaban y mataban a costa de sentirse los amos del mundo al volante de un Seat 124 a gran velocidad por una autopista que conducía al cementerio, cantando canciones de Los Chichos y cargados de farlopa hasta las trancas. Vida de película sin duda. Y así la recogieron José Antonio de la Loma y Eloy de la Iglesia en su cine quinqui y casposo de los 70 en España, un subgénero que redimió más tarde Carlos Saura con su magnífica y reconocida "Deprisa, deprisa" (1981). Fue esta última del maestro Saura, así como la nueva de Monzón, películas que recogen a sus personajes del infierno, como las de de la Loma y de la Iglesia, pero que no se regodean en él para mostrarnos hazañas escabrosas y persecuciones de policías de gris y de guarda civil de verde, sino que procuran adentrarse en la humanidad de los personajes a caballo de cualquier frontera, sus miserias, sus inquietudes y su humanidad, y sus amores y amoríos. Como en cualquier banda de pistoleros del viejo Oeste, se mantienen unos códigos, liderazgos y traiciones, hasta bondad, preferencias y amistad en ocasiones. Por qué no, aunque malhechores llenos de caballo, y a caballo, seres humanos condenados por una sociedad y un poder que abusó de los más honrados de otra manera. Basta recorrer hoy en día, no hace falta volver a los 70, esos barrios que todos conocemos en nuestros pueblos y ciudades, con locales donde se fía a interés de banquero, donde los neones rojos compiten con las alfombras rojas de las estrellas Michelín, con clientes esnifados y soñolientos, al margen de la justicia, como esos modélicos banqueros que nos enseña la tele, esos héroes con carreras y másters, más embrutecidos que la calle más sórdida del extrarradio. Unos y otros se retroalimentan con el resto de ciudadanos honestos, aunque no es oro todo lo que reluce, despreciables a sus ojos, esos pobres o ricos trabajadores a los que poder pichar con su chirla. Todo un fenómeno social que no ha sido analizado lo suficiente a mi juicio.

Daniel Monzón vuelve a dar la cara más sabia, como ya lo hiciera con "Celda 211", y ha rodado una película que retrata una época y un lugar con mucho acierto. Y a unos jóvenes que traspasan la línea o que siempre han vivido al otro lado, al amparo de una choni, dirían muchos, hermosa y lista, atenta a todo y a todos, intocable y deseada. Una actriz que encarna a Tere, la mujer de la banda, una actriz que sin duda veremos a menudo en las pantallas, Begoña Vargas, quedémonos con el nombre. El resto del reparto también está a la altura de esta más que acertada película. No sé si el director ha querido hacer ese homenaje del que todos hablan, lo que sí sé es que ha sabido filmar una película que está a la altura de unos personajes de carne y hueso, reconocibles y reales, odiosos y tiernos a la vez, y de un gafitas que los ve mejor que nadie, con el mismo acertado punto de vista del propio cineasta y de Tere.

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DIEGO
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6
1 de octubre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Últimamente estoy en racha. Me ha sorprendido esta película de producción húngara de la que nada sabía (Lili Horvát, 2020), aparte de los premios obtenidos en Valladolid. La verdad es que resulta muy interesante y enigmática la historia escrita y dirigida por esta cineasta. Poco puedo contar de ella más allá de las reiteradas sinopsis. Y el título lo dice todo, ¿verdad? En húngaro aún queda más claro. Bromas aparte; por poco que lo hiciera desvelaría parte de la trama y tampoco es eso. Lo que sí puedo decir es que la guionista y directora logra crear un suspense que engancha. La protagonista absoluta, la actriz Natasa Stork, Márta, premiada en Valladolid -excelente trabajo-, es neurocirujana, y no tiene esa profesión porque sí, pues el misterio que encierra en su cerebro lo traslada muy hábilmente la creadora al espectador. Sus dudas son las nuestras: ¿fantasía, realidad, intuición, imaginación, distorsión...? Con todos estos elementos juega Horvát, y te va dando pistas, bastantes, para que puedas construir una veraz vivencia de la experiencia de Márta. Sus miradas son discursos en este jeroglífico de los Preparativos. Me ha gustado mucho la puesta en escena, en la que, o bien esconde y encierra a Márta con unos planos ad hoc, o bien nos deslumbra con su presencia a base de primerísimos planos que intentan, yo creo, llegar hasta su cerebro para mostrar lo que esconde. El tratamiento del color me ha gustado mucho a nivel estético; no lo he analizado a nivel narrativo. Es interesante y atractivo el film, pienso que vale la pena.

Y nada más, en capilla ya para recibir mañana a 007. Por fin.
DIEGO
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8
28 de septiembre de 2021
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siento una total admiración por Icíar Bollaín desde que la descubriera en "El Sur". Desde entonces he seguido su carrera cinematográfica con entusiasmo y, por qué no reconocerlo, con un aprecio que se confunde con esa debilidad que también siento por ella. Mi debilidad viene de muy lejos, desde que la conociera como Estrella, Estrellita que la llamaba Milagros, en su primera película como actriz. Imagino que el hecho de que "El Sur" sea una de las mejores películas que he visto, una de mis preferidas absolutas, algo tendrá que ver en esta historia que cuento. Mi admiración por Icíar la he sentido también desde entonces, como decía, pero esta ha ido evolucionando con el tiempo, ganándosela ella a pulso como creadora de un cine que aprecio, y como mujer reivindicativa y comprometida socialmente.

Y una vez hecho este reconocimiento, de "Maixabel" solo voy a decir que me ha gustado mucho. Nada más. Y prefiero no comentarla cinematográficamente porque tengo la sensación de que caería en una frivolidad tras lo que he sentido en la butaca esta misma tarde; y por respeto a las víctimas de ETA y a los etarras que de verdad han sido víctimas de sí mismos, en esa barbarie cuya herida aún sigue abierta, al menos en mi caso, y eso que ni soy vasco ni he vivido allí. Conozco algo de Euskadi, y he de decir que es un pueblo que admiro y por el que siento un especial cariño. No voy a hablar de la película por ese respeto, y también porque me ha dolido mucho verla. "Maixabel" duele. Quizá es que ha transcurrido poco tiempo desde el último atentado de ETA tras el franquismo, y mi memoria todavía no ha cicatrizado. Lo único que puedo hacer es agradecer a Icíar y a todo el equipo el esfuerzo que han debido realizar para rodar esta película. Eso es lo que me imagino. Hacía muchos años que no salía de un cine tan tocado como esta tarde. Con todo, pienso que es una película que había que rodar -gracias-, y que hay que ver para aprender.
DIEGO
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6
28 de septiembre de 2021
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bienvenido sea siempre Clint Eastwood, más allá de la calidad o atractivo de sus películas -eso no está al alcance de todos, él se lo ha currado-. En todo caso, siempre tiene algo más que decir, algo más que aportar o incluso apostillar. Como en "Cry Macho": el recuerdo de un pasado que ya es historia; la vejez y la pérdida de habilidades irrecuperables con la edad; la dignidad de saberse gastado y viejo pero no oxidado; más lúcido y templado que nunca, más sabio. Quien tuvo retuvo. Y con ello la desmitificación del héroe provisto de valores trasnochados, que el tiempo y la reflexión han desnudado para convertirlo en un ser humano de carne y hueso, quizá arrepentido de haber encarnado lo que no siempre era: el sucio, el fuerte, el ejecutor, el despiadado, el violento, el macho... Todo lo que ahora el personaje de siempre dice que está sobrevalorado, mirándose al joven que a su lado en el coche le llama viejo, aceptando al mismo tiempo que ya no volverá a ser aquel cowboy tan duro de pelar. Y en sus ojos se adivina una inexorable aceptación... ¿arrepentida?, ¿añorada?, ¿ambas cosas? Hace años que Clint Eastwood anda planteando este dilema, esta duda, esta certeza, en su cine. Mira hacia atrás con la lucidez que da la edad y observa los personajes que encarnó. Y orgulloso y presumido, los humaniza expiando sus desvaríos y violencia. ¿Le habría gustado interpretar a Juan Nadie? ¿Repudia a Harry Callahan? Quizá si le preguntara diría lo que aseveran todos los narradores: que no hay que confundir al autor con sus personajes. Cierto es también que los papeles de macho los comenzó a encarnar al inicio de su carrera a las órdenes de otros directores, pero que él luego ha homenajeado.

En cualquier caso, me lo he pasado muy bien viendo a Clint Eastwood en "Cry Macho". La película sin él en la pantalla habría sido otro cantar, no me cabe duda. Por eso pienso que vale la pena verla solo por contemplar su sonrisa, socarrona, varonil, dulce, altanera y conquistadora, ante la tabernera que lo acoge y ayuda en su devenir por el México de frontera, el de siempre, el de "Grupo Salvaje", "Los Profesionales" o de "Mula"; el del macho Trump. Sonríe el maestro en esta película con la misma expresión en el rostro que, a pesar de los años y arrugas, le mostrara a Rene Russo la primera vez que se dirigió a ella en "En la línea de fuego" de Petersen (1993), o a Meryl Strepp en sus "Puentes de Madison" (1995). Para derretirse.
DIEGO
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7
28 de septiembre de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para qué voy a hablar de la película cuando tenemos a la autora para que nos cuente cosas de ella. Yo, como espectador, voy a decir que me ha gustado mucho “Nora”, y que me ha hecho creer nuevamente que el cine de verdad es posible. Que el cine tiene conexión directa con el corazón, y que le ayuda a latir cuando está lleno de humanidad. Y te transmite libertad y espontaneidad cuando la película está repleta de ello, como es el caso. Sales del cine como si te hubieran acariciado con mucho mimo, porque así está rodada “Nora”, y así es el personaje, de carne y hueso, de verdad y no impostado como tantas veces vemos. El trabajo de dirección de Lara Izaguirre es formidable. Al ser la película en formato cuadrado y rodada casi con descuido aparente a veces, con steadycam íntegramente, puedes tener la impresión de que todo es improvisado, y, sin embargo, es todo lo contrario, al margen de las improvisaciones que siempre surgen durante el rodaje y que, en todo caso, sin haber sido yo consciente, habrán sido saldadas con mucho talento, el que tiene la directora. La fluidez narrativa es impecable, y también su montaje transparente y previa puesta en escena. Capítulo aparte merece su protagonista, la actriz Ane Pikaza, con su magnífica interpretación, y la de todo el reparto. Hace muchos años que me bendijeron en esto del cine y las películas, buenas, malas, regulares… sean bienvenidas todas, pero me gusta que de tanto en tanto me confirmen, como el católico más ferviente. Y está bien que sea con agua fresca y humilde, espontánea, con sabor a río y a montaña; no con una de esas embotelladas de marca que figuran en cartas de aguas de restaurantes de alcurnia. Creo que a Éric Rohmer le habría gustado “Nora”. Parecerá que con mi breve análisis esté expresando que esta película es una obra de arte. Ya sé que no es así, y que tiene algún pero diminuto que ni vale la pena mencionar; y quizá nunca más se hable de ella, pero arte fue lo que vi yo ayer tarde en la butaca de un cine vacío de Barcelona.

Ya sé que gustos y opiniones hay a raudales. Pero seamos un poco serios, y alguien me echará los trastos por esto. Y voy a mencionar la película, qué mas da, también fue bienvenida. Hace unos días vi “Chavalas”, de la que no voy a hablar. Solo quiero comentar que, como publico los análisis de las películas que me gustan -no los hago de otras- en filmaffinity, he sabido las puntuaciones de "Chavalas” y “Nora”. Cada día alucino más, solo quiero expresar mi sorpresa, y mi capacidad con ella es grande.

Y ya puestos, comoquiera que el cine español está por los suelos -ahora vienen películas de consagrados- y la cosecha de este año es como para ponerse a llorar, al menos por ahora, quiero hacer una especial mención a la alta calidad del cine vasco, algo que no es nuevo, este hecho es muy antiguo ya, y repetido por mí. Y no me mueven banderas; no voy a escaldarme por ello, ni por decir que el cine catalán es de pena muy a mi pesar, como tampoco soy ningún afrancesado cuando tanto ensalzo y reivindico el cine francés, su industria y el interés por la cultura en Francia.

Pues nada, voy a ver si puedo encontrar en algún sitio la primera película de Lara Izaguirre, “Un otoño sin Berlín”, que además protagoniza mi admirada Irene Escolar, y no la he visto. Agur.
DIEGO
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