Película semidesconocida sobre el magnicidio de Dallas, donde se plantea la teoría de la conspiración para llevarlo a cabo. Rodada tan solo 10 años después de ocurridos los hechos, este planteamiento contrario a las tesis oficiales, imagino que pudo crear más de un problema a los que intervinieron en la misma. Sencilla, sin grandes alardes, entremezclando imágenes reales del presidente Kennedy, la cinta se ve con interés, aún sabiendo el desenlace final de ésta. La preparación del atentado, los motivos que lo impulsaron, la coartada con Oswald, todo en fin, hace pensar tras su visión, que los hechos bien pudieron suceder así. Para remate, la relación de personas que fueron testigos más o menos directos del caso, fallecidas en los años posteriores, de los que se da cuenta al principio y al final de la película, con ese escalofriante porcentaje tan millonésimo de probabilidad de que pudieran ocurrir, terminan por dejar la duda en el aire: ¿Ficción o realidad?

Este tipo de películas, realizadas en esa época, deben de ser para eso, pasar un buen rato. No debemos exigir mucho más. Y para los que las vimos de niños o jóvenes, además, con un tinte de nostalgia añadido. El guión, resulta poco creíble. Que un sargento del ejército americano, decida, en un gesto de bondad, robar lingotes de oro en su traslado de Alemania al Reino Unido, para realizar el sueño de la joven de la que se ha enamorado, pase. Pero que después de ejecutado, decida devolverlo... Desde luego no es una de las mejores películas de Mark Robson, pero tiene ritmo y se ve con interés, si bien el final falla, al tratar de redimir al protagonista, Richard Widmark. Lo dicho, para pasar un buen rato.

Tras un comienzo interesante, y una primera parte, la que se desarrolla en la Galicia profunda, pasable, la acción se traslada a México. El ritmo de la película decae considerablemente, pasando a ser lenta y tediosa hasta el final. Ni el magnífico elenco de protagonistas, encabezado por Francisco Rabal y María Félix, consigue levantar este film, del que solo destacaría su estupenda fotografía en color.

Desde luego, en los 60, éramos menos pesimistas que en la actualidad. Al menos, imaginábamos que en el 800.000, la Tierra sería un auténtico vergel: exuberante vegetación, árboles frutales por doquier, ríos caudalosos... y no deplorables desiertos habitados por moteros cavernícolas o mares interminables sin atisbo alguno de tierra, surcados por estrafalarias naves, como se ha visto en otras más recientes. A pesar de ver las películas de esa época, en la que era niño, con el recuerdo y la nostalgia con que las veo, no es ésta de las que más me cautivan, quizás porque la ciencia ficción, no fue nunca un género que gozara de mis preferencias.

Película atípica del oeste, en la que el gran John Ford, saca su vena irlandesa y católica, para presentarnos un cuento de Navidad, en el inhóspito desierto de Arizona. La cinta tiene ese regusto entrañable y bonachón que sabe poner Ford, como en "El hombre tranquilo". Los forajidos son personas de gran corazón, capaces de dar su vida por una criatura. Las similitudes con los pasajes de La Biblia que narran el nacimiento de Jesús, son evidentes. Quizás en el debe, hay que decir que se hace un poco pesada la travesía del desierto. Pero al final, la película retoma esos tintes de comedia Fordiana tan entrañables.