'La tentación vive arriba' es recordada por varias escenas célebres del mito Monroe. Simplemente por eso. Porque lo demás es banal, insulso y tópico. El halo de misticismo que envuelve a la ambición rubia cada vez que aparece en pantalla se diluye por el matiz misógino y caducado de su argumento. Bendito Wilder.

'M' sorprende ya en su título, sencillo y directo. Sobran comentarios intranscendentes: es un clásico del cine y como otras obras igualmente inolvidables, según pasan los años y las películas, vuelve de a poco a la actualidad más profunda y conmovedora si cabe. Digamos que Fritz Lang plantea un debate sobre la justicia y los criminales reincidentes que clavan sus cuchillos en las más inocentes víctimas, los niños. Junio del año 2008. El debate, aún hoy, está servido.

'Europa' es una mezcla exquisita entre Kafka, la estética clásica del cine, y las influencias nórdicas e igualmente clásicas de su director: de Dreyer por los milimétricos y delicados movimientos de cámara, o de Bergman por lo metafísico y lo atrevido de su experimentación. Estos experimentos se antojan por momentos envidiables y por momentos superfluos, como el uso del color en algunos planos que, por falta de concreción terminan aportando incluso un halo confuso y siniestro que convierten a la película en algo aún más grande. Porque sólo las grandes películas pueden presumir de defectos. Y 'Europa' lo es. Algo después, Lars Von Trier revolucionaría el cine. Pero esa es otra historia, que deberá ser contada en otro momento.

Carlos Sorín y multitud de nuevos -y no tan nuevos- directores sudamericanos se han encargado de desdramatizar la realidad cotidiana para elogiar el acto cinematográfico a costa de la carga argumental o el eje conductor de una historia fuertemente construída. Lo que hace admirable a esta película la hace igualmente intrascendente. Porque sus virtudes y sus defectos confluyen en un mar de Historias Mínimas. Game Over. Insert Coin.

'Constantine' no va a pasar a la Historia. Pertenece a la era visual post-Matrix, y en su argumento subyacen matices ya vistos con anterioridad, ya sea por su tratamiento informal de lo religioso, por sus lagunas metafísicas, o por el simple hecho de que fuerza el romanticismo en un final edulcorado made in Hollywood. Pero su aire por momentos siniestro y por momentos ridículo merece al menos 2 horas de nuestra atención. Ya no por su capacidad para entretener, sino porque hasta sus defectos pertenecen al atrevimiento y la desinhibición, y el Cine, hoy por hoy, necesita proyectos valientes y desinhibidos.