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Críticas de Juan Alegre Arnau
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Críticas 20
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
14 de abril de 2024
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1867. El Shogun devuelve el poder al Emperador. Sin embargo las aguas distan de calmarse. La guerra civil está al caer... y con ella caerá lo viejo: samuráis, daimyos, burócratas y feudos desaparecerán por siempre.

La trama cuenta los últimos tres días de Sakamoto Ryoma, samurái a favor del progreso. Lleva zapatos occidentales, un viejo revólver en el bolsillo y una mata de pelo desaliñado. Huyendo de los que antaño eran hermanos de armas, se esconde en la trastienda de un tendero, en un barrio de mala muerte. Allí permance mientras estudia sus planes de futuro y evita constantemente ser asesinado pese a que tanto el título de la película como la historia ya nos advierte de su destino.

Kuroki no pierde ocasión de desmitificar e incluso ridiculizar la casta samurái y aquel mundillo de espadachines y campesinos que nos ha fascinado durante años. A su cometido ayuda una excelente fotografía en B/N y el uso de cámara en mano y secuencias de seguimiento muy bien planificadas, de modo que tanto la historia como la forma de contarla son partícipes del progreso constante que nos llega a todos.

Ese es el verdadero mensaje de "Ryoma Ansatsu": el fin de una época. A lo largo del metraje vemos criaderos de cerdos (importados desde Occidente), botines de cuero, samuráis bebiendo vino, armas de fuego, pobreza y miseria, escenas de sexo explícito, incesto y travestismo. El pueblo se entrega a nuevas corrientes de cambio y los reaccionarios tratan de imponerse por el camino del acero.

Sorprende el retrato del protagonista, bien lejos de la figura histórica tan romantizada e idealizada que la historia tiene del que fue uno de los defensores tempranos de la democracia y la abolición de las castas. En cambio, nos encontramos un Ryoma huidizo y huraño, más mercenario sin escrúpulos que mediador, más borracho que despierto, más incrédulo que inteligente. Yoshio Harada hace un trabajo impresionante en la caracterización y su arco está construido de tal modo que no es hasta el final que conocemos cuales son sus miedos e inquietudes.

El reparto es apropiado: la figura del enemigo-aliado que resulta ser su amigo de la infancia (y puede que algo más), interpretado por Renji Ishibashi; la prostituta de risa histriónica y mente atrofiada (Kaori Momoi) y su introvertido hermano, un asesino llamado Yuta tan dentro de sí mismo que es difícil saber qué le ronda por la cabeza (un excelente Yusaku Matsuda).

A pesar de algunos problemas en el ritmo y el hecho no está nada claro quien conspira contra quien a menos que se conozca al dedillo la historia del Bakumatsu, se trata de una buena película rodada de forma vanguardista con tonos crepusculares y que sale bien parada hasta cuando ridiculiza a los héroes que hemos visto en tantas otras obras del género.
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Juan Alegre Arnau
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8
8 de abril de 2024
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Una noche nevada. Los pescadores del pueblo se dirigen a la taberna a calentarse y pasar un buen rato. Ríen, cuentan chistes y piden más cerveza. Pero hay uno que permanece serio. No ríe con los demás, apenas bebe y tiene tanta cara de pescador como un político de honesto. El nombre por el que le llaman es falso y los fantasmas de su pasado le conocen como Yasha, en honor al diablo que lleva tatuado en la espalda.

Primera película que veo de Yasuo Furuhata, protagonizada por su actor fetiche Takakura Ken, quien todos conocimos por su enorme personaje en la genial película Yakuza, dirigida por Pollack y con guión de los hermanos Schrader.
Acompañan una estupenda Ayumi Ishida como mujer casi florero del viejo gángster; Nobuko Otawa como una posadera venida de la violenta ciudad de Osaka y símbolo viviente de la vida que Yasha ha dejado atrás; y un jovencito Takeshi Kitano en un papel tan secundario como antipático, siendo por desgracia una de las representaciones más fidelignas de un yakuza de muy bajo rango.

La primera mitad es casi una película costumbrista en una aldea de pescadores. De cuando en cuando nos dan información mediante flashbacks donde vemos al protagonista matando por las calles espada en mano, hasta que aparentemente una mujer lo reconduce y lleva por el buen camino. Luego descubrimos la muerte de su hermana por sobredosis, lo que le lleva a matar a su jefe a traición y sin remordimiento alguno.

Cuando se presentan los problemas, Furuhata no recurre a los clichés típicos de este tipo de historias. El enemigo a las puertas no es otro que un traficante de heroína, al que Yasha hace frente a costa de desvelar su identidad y ser despreciado por todos. Comienza una relación con la posadera, pues le recuerda a tiempos que ni él mismo es capaz de olvidar.

La fotografía y el uso de planos con tonos cálidos en contraste con las tormentas heladas ayuda a la ambientación, pareciendo por momentos una película de Yoji Yamada, mientras que una vez en la ciudad recuerda más a Gosha o a Fukasaku (salvando las distancias). Las escenas de acción, aunque breves, están muy bien llevadas y cumplen con lo que se proponen. He oído quejas sobre la banda sonora y personalmente no estoy de acuerdo.

Nos queda una cinta de yakuzas crepuscular, en la que escapar del pasado en el plano físico no te garantiza el perdón de los demonios internos.
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Juan Alegre Arnau
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8
7 de abril de 2024
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Sin duda una de las mejores películas de Hideo Gosha y una puerta a uno de los eventos más interesantes de la historia japonesa: el fin del periodo Edo y la leyenda de los Cuatro Hitokiri del Bakumatsu.

Seguimos a Okada Izo, uno de los cuatro hitokiri, famosos espadachines/sicarios/terroristas afines a la figura del emperador, que aprovechaba la inestabilidad del periodo Bakumatsu para tocarle los huevos al shogunato Tokugawa y hacerse con el poder. Como cualquier secta terrorista, su modo de obrar es el de asesinar a altos cargos afines a la oposición. Cien años antes de los coches bomba, los conspiradores necesitaban de expertos espadachines para llevar a cabo sus matanzas con relativa discreción.

El retrato de Izo es de lo mejor de la película. Shinobu Hashimoto escribe un personaje medio cordero manipulable por su maestro, medio oportunista, engreído y codiciones. Interpretado de forma histriónica por un genial Shintaro Katsu, que toma distancia del serio Zatoichi que le dio a conocer. Izo es arisco, marcadamente estúpido pero bárbaro a la hora de matar. No vemos tanto una espada certera como un matón sediento de sangre que, por el motivo que sea, ha llegado a ser una leyenda hasta el punto de que la gente se sorprende al verlo en persona.

El ambiente conspiranoico también está logrado. Las víctimas mueren a traición, torturadas, por la espalda, a manos de amigos y con el lodo adornando sus pútridos cadáveres. Los "héroes del emperador" no dudan en traicionarse entre ellos para obtener el favor de su excelencia. La casta samurái, absorta en su clásico orgullo e hipocresía, pierde el tiempo con su cuerpo policial contraterrorista que causa más problemas de los que soluciona. Los peones, de cualquier bando, son los que cargarán con las consecuencias.

El mayor exponente del sórdido mundillo es Takechi Hampeita, tutor de Izo y un arribista cruel, manipulador y de esos que reúnen todas las virtudes de un buen político, en el peor sentido de la expresión. A veces parece empático, a veces parece frustrado, pero la mayor parte del tiempo permanece inexpresivo, calculando su próximo movimiento con paciencia y mucho, mucho cinismo. Interpretado de forma magistral por el maestro Tatsuya Nakadai, en uno de sus mejores papeles jamás hechos.

Seguiré un poco más en la zona spoiler, pero antes mejor os hablo de las coreografías de pelea, que es algo que a Gosha siempre se le dio bien. La modernidad de final de los sesenta permite una violencia mucho más explícita, con mangueras ocultas que escupen sangre falsa cada vez que el acero corta sus miembros y cabezas. A eso sumamos unas peleas de espadas muy bien pensadas y diferentes según en el entorno, y nos queda una de las mejores películas de samuráis a nivel marcial.
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Juan Alegre Arnau
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8
7 de abril de 2024
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El señor Gosha se digna a retornar al género chambara, aquel que le dio fama en primer lugar antes de comprometerse de lleno con el cine de yakuzas. Aun así pueden apreciarse influencias de esas callejuelas oscuras, alianzas entre pandillas y puñaladas traperas, aunque de todos modos el argumento está basado en una novela.

Novela que, imagino yo, habrá sido capaz de desarrollar las numerosas y complicadas subtramas, además de hilarlas entre sí de forma más o menos convincente. En la película lo intentan y más o menos queda apañado, aunque no hubiera venido mal recortar alguna. Si se le puede reconocer algún mal importante a esta cinta, es la poca claridad del pasado o intenciones de ciertos personajes, así como sus motivaciones.

Sin embargo son más numerosas sus virtudes, empezando por el tándem protagonista Nakadai-Harada-Kishi. El primero no necesita presentación, pues Nakadai es probablemente el mejor actor que vio nacer Japón (y si me apuras, el mundo entero) y su personaje juega con las expectativas del espectador, pues viendo su historial de cínico manipulador en películas de Gosha anteriores, lo último que esperas es verlo siendo un hombre que, si bien es asesino a sueldo, es comprensivo y hasta amistoso.

Harada cumple como sicario sin memoria y guardaespaldas del jefe, y su pasado inconcluso está mejor así, enseñando sólo lo justo y necesario. Por último, Kishi en el papel de Omon, esa mujer fatal que nunca viene mal ver y sorprende aun con su actitud derrotista siga siendo capaz de ponerles las cosas complicadas a los asesinos. A Sonny Chiba no lo tengo tan visto, aunque imagino que sus fans quedarán sorprendidos al verlo como el villano de la historia, rol que cumple sin mayor problema.

Es especialmente remarcable el papel de la mujer en esta película. Aparte de Kishi tenemos a Oriha, interés romántico que, lejos de marear la perdiz con esos odiosos triángulos amorosos, da la talla como parte del pasado oscuro de Harada, con su final shakesperiano correspondiente. Mención también a la guardaespaldas vengativa, siendo el único antagonista que cumple con su cometido y nos brinda unas peleas entretenidas.

El combate vuelve a ser visceral y más o menos realista, pero perfectamente cordinado y coreografiado. El asesinato grupal cuchillo en mano en la taberna es lo mejor de la película. El duelo final es sastisfactorio.

No me voy sin mencionar a los protagonistas del título. Los dos son cameos pero valen la pena. Tetsuro Tamba vuelve a hacer de malo secundario que es el responsable de todo pese a que solo tiene una aparición (hizo algo parecido en Yakuza Papers) y a Eijiro Tono nunca viene mal verlo, más que nada porque es de los pocos actores que no tienen una sola interpretación mala.
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Juan Alegre Arnau
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7
7 de abril de 2024
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Ronin, traducido literalmente del japonés significa "hombre ola". En el contexto actual se usa para llamar a alguien desempleado. En la época feudal, eran así llamados los samuráis sin señor, caídos en desgracia y condenados a un estamento social en el que lo único que los diferenciaba de la plebe era su derecho a portar armas.

El jidaigeki ha sabido tratar bien a esta figura. Algunos de los grandes héroes del cine de samuráis (Sanjuro, Tsugumo Hanshiro, Kikuchiyo, Ryunosuke o Magobei son ejemplos de ello) eran ronin y no samuráis, ya que la figura del samurái de pleno derecho suele usarse como símil del abuso de autoridad y la hipocresía burocrática, dado el pesimismo marcado de la cultura nipona posterior a la bomba atómica.

La realidad histórica, sin embargo, tenía poco que ver. Los ronin en el mejor de los casos eran oportunistas sin escrúpulos cuya espada les permitía robar, saquear o matar por un poco de arroz. Los menos afortunados eran poco más que muertos de hambre que ahogaban sus penas en sake y el único motivo por el que no los echaban de los bares era por el riesgo de ser desmembrados sin ningun miramiento.

Ese acercamiento crudo es el esqueleto argumental de la película. Solo el inicio es una completa declaración de intenciones: un duelo que de primeras parece ser épico, ve su resultado opacado por un ronin espectador que saquea el cadáver del muerto para cambiarle su espada por una de madera.

El escenario principal, sin embargo, es una taberna/prostíbulo/hostal de segunda categoría regentado por unos yakuzas un tanto considerados para como nos tiene acostumbrados el género. Allí se van desarrollando varias subtramas: el samurái caído en desgracia capaz de hacer todo lo posible para ser readmitido, una prostituta de lujo envuelta en una suerte de triángulo amoroso entre un bastardo perroflauta y el único ronin con sentido común, y cualquier estupidez que manden hacer al pobre de Shintaro Katsu, que no son pocas.

Su mayor lastre es quizás el tramo central. No llega a aburrir pero se andan un poco por las ramas y el plan de los villanos, un grupo de samuráis asesinos de putas que justifican su barbarie en la preservación de la decencia, si bien no es del todo anacrónico (aunque desde luego lo parece), no se justifica ni explica para nada.

Puntos a favor hay unos cuantos. La película nos hace esperar para ver acción de verdad, pero cuando llega en el tramo final, no decepciona lo más mínimo. Las coreografías, hechas de forma analógica usando muy buenos efectos de sonido y sangre de vez en cuando, se ven muy estilizadas y han envejecido bastante bien.

También destacan los detalles (a veces sutiles, a veces no tanto) que muestran como los ronin se ven obligados a hacer trabajos indignos para ganarse el pan: profesores de dibujos, criaderos de pájaros y esa memorable escena donde un personaje debe probar la nueva espada del señor con el cadáver de una mujer decapitada.

Para los amantes del chambara merece la pena y para los iniciados un pequeño aviso: la bipolaridad de las mujeres en el cine de samuráis y en el cine nipón en general es el pan de cada día. Lo digo para que no os sorprendáis por algunas decisiones de las protagonistas.
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Juan Alegre Arnau
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