La primera vez que vi esta película pensé que tenía cierto aire almodovariano por aquello de la actriz italiana desarrapada entre las rocas clamando palabras irrepetibles por algún otro ser, más tarde vi películas de Visconti y confundí (gracias a no ver nunca los créditos) el risco de la película con el del personaje de Alain Delon en el gatopardo e imaginé que saldría el francés por el portón del castillo a hechizar con sus ojos diamantinos a alguna brujilla de cabellos ondulados y aire de alazán en cabriola, ya más mayor habiendo visto a Bertolucci adjudiqué el retiro de Drácula no en los Cárpatos sino en una costa chipriota, donde un harén de Scherezades harían que olvidase Hungría por una sola noche. Pero me equivoqué.
En mi modesta opinión, Christopher tuvo muy pocos planos en esta película, lo más interesante, la cara de este actor no aparece tan frecuentemente como debiera, siendo su personaje el que hace andar la trama, además parte de la trama más interesante es obviada. Hubiese deseado menos cuerpo y más cara, ha habido mucha fusta y a lo loco...pero queda Christopher, y eso es lo importante.

Una Judy Garland con la mirada más perdida que un zapato en una nariz. Ni siquiera las canciones me han gustado, ha sido como ver un anuncio actual, tampoco lo recomendaría para un público infantil, puesto que las referencias a este público son equívocas y pueden resultar chocantes y desagradables.
En la mayoría de las escenas los actores tratan de ridiculizar hechos costumbristas, o tradicionales, con clasismos fuera de tiesto, sin fina ironía, que brillaría con un buen guión y una puesta en escena como Dios manda. Eso sí, la iluminación es perfecta, decorado y producción, que no se diga...aunque existen espectáculos amateur con más misterio y más intríngulis.

La trama es muy fragmentaria y a ratos parece un musical, a ratos parece un drama, sin ser ni una ni otra cosa, ni tampoco una fusión de ambas; supongo que Minnelli, grande entre grandes, ejecutó la película por razones menos espirituales de las que se le adjudica. Existe una profusión de lazos, sonrisas precastings, miradas zumbonas y actuaciones reguleras (no debido a poca profesionalidad, ni mucho menos, sino debido a exigencias de un guión que no hace aguas, sino que parece practicamente inexistente).

A ratos también da la sensación de que están haciendo propaganda, pero no se sabe si de la ciudad en sí, o de lo tontos que son sus habitantes, tolerando semejantes energúmenas en su sociedad...en fin, que no es mala, es lo siguiente.

Gran película de Woody Allen, sin duda el comienzo es un poco convencional: una pareja decide internarse en París, él está interesado en la vida cultural, mientras que ella está encantada con las maravillas monumentales mejor o peor conocidas. El sarcasmo se sucede, cuando vemos a Wilson perderse de vista en un viejo Renault, con una copa de borgoña en la mano (sin duda un vino de procedencia gala, por casuística); enseguida entran en juego elementos de los años 20: las farras de famosos, los bailes eclécticos con collares de vueltas que terminan rodando tras la barra...
Allen está en su elemento,exhibe un Hemingway que dice lo que todos esperamos que diga, un Fitzgerald que es un calco de cada uno de sus personajes, en suma, los escritores se convierten en personajes de sus propias vidas; siendo en principio estas vidas un invento, un chiste, una caricatura de un periódico que se moja cuando la pescadera envuelve el pescado con él.

Luego París, medianoche, el sol que no se acuesta y los nublados mentales del alcohol vespertino. Mañana, le entregaré una novela de 400 páginas, trata de un hombre que trabaja en una tienda de nostalgia. Sin embargo el pasado se niega a doblar la hoja.

Vivo tan rodeada de genios que a veces dudo que yo pueda ser una de ellos, perdida, desolada, esperando que algún idiota me rescate... sólo ya esta frase provocó en mí una gota de sudor frio.
La icónica y liviana belleza de la ciudad más transitada hizo el resto.