La película se debe y bebe de dos ideas muy claras. El azar como motor de la vida y el pasado, dentro del azar, como hilo conductor de ella.

El azar es el motor que mueve el mundo, e incluso podemos afirmar que lo creó. La probabilidad estudia la frecuencia con la que ocurre un resultado, y por desgracia, llega a hacer creer que lo poco probable es imposible. Sólo hay que pararse a pensar en el origen del universo, tal como lo conocemos hoy, o en el origen de la vida en la tierra, para que sepamos que no hay nada imposible. La suerte, normalmente relacionada con la felicidad, en esta película queda en ridículo, dejando claro que no todos tenemos el mismo baremo de felicidad, ni estamos en el mismo punto de la vida, factores dependientes del pasado de cada uno.

El pasado es el hilo que conduce nuestras vidas. Si en el pasado te quisieron, en el presente podrás tener una vida emocionalmente estable, si en el pasado estudiaste, podrás vivir un vida más cómoda, si en el pasado cuidaste tu salud, podrás vivir más años, etc. Sin olvidar que hablamos en términos de probabilidad. Nada asegura nada. Por eso resulta tan difícil cambiar, porque queramos o no, debemos rendirle cuentas a nuestro pasado, y éste, se va acumulando sobre nuestra espalda para bien y para mal. Arrepentirse es bueno, pero olvidar es estúpido.

Después de esta parrafada pseudo filosófica, continúo sorprendiéndome con la increíble labor de Paul Thomas Anderson a la hora de realizar un guión en la que se mezclan dos conceptos tan abstractos como poliédricos en busca de un pedazo del azar. Para entenderlo, hay que verlo.

Aparte de lo cojonuda que es la idea, “Magnolia” se rodea de un elenco de actores impresionante, destacando a Tom Cruise, en un papel tan impresionante como repulsivo, y a Julian Moore.

Llena de diálogos tremendos, debería ser una materia obligatoria en cualquier escuela de escritura de guión.

Acentúo la labor de montaje, simplemente impresionante.

Segundo largometraje de Brian Avenet-Bradley, donde él solito se lo guisa y se lo come todo. Dirige, monta, escribe y protagoniza el filme dejando la fotografía y producción a su hermana Laurence Avenet-Bradley.

La verdad es que intención no le falta a Brian, pero en el mundo del cine, sólo con las ganas no se llega muy lejos. Sin talento se aspira a director de telefilmes o pelis para rellenar estanterías de videoclub. Cuando vi “Dark Remains” creí que la falta de presupuesto había limitado las capacidades de Brian, pero con ésta confirmo lo contrario.

Se ve que el director ha puesto todo sobre el celuloide. Se ha esforzado, ha sudado, ha vigilado los detalles, ha escrito los giros, pero… la obra queda en un buen casi.

La trama es una absoluta tontería pero entretiene. Los actores mal, si no contamos a Brian que da el pego.

En resumen, una serie B decente que olvidaré en un par de días.

Tras el fiasco de “Más negro que la noche”, donde Carlos Enrique Taboada se veía más interesado en mostrar los hermosos cuerpos de las protagonistas que en dirigir, al fin conseguí juntar las ganas suficientes para darle otra oportunidad a tan famoso director.

Ciertamente, el tono es muy diferente. Dedica tiempo a crear los personajes, siendo típicos pero no estúpidos, especialmente la niña. Además, los actores son decentes, muy de telenovela con sus miradas al infinito y sus gesticulaciones excesivas. El lugar elegido para el rodaje es ideal, una gran casa con un descuidado jardín, aunque el dueño sea millonario dinero para jardineros no tiene.

Desde un punto de vista técnico es correcta y la ingenua historia engancha lo justo para acabarla.

Película que no falla estrepitosamente en nada, pero que tampoco consigue emocionar hasta el tramo final, donde por primera vez, te sorprende. Porque he aquí el problema de la película, la previsibilidad. Nada te llama atención, parece que uno mismo ha escrito el guión y acabas pensando que no merece la pena.

Una de esas películas difíciles de valorar porque apuestan por el terror psicológico pero con la sensación de que tuviste un aborto y sin saber muy bien el porqué.

La película, estando dentro de una trilogía sobre el amor y el dolor, habla sobre el amor magníficamente. Con sobriedad se enamoran y con mucho sexo lo remarcan, como en la vida real. El problema llega cuando se refieren al dolor, porque la película se balancea entre el desánimo de darte cuenta que la persona a la que amas es un imbécil y el más puro "The Wicker Man".

Una peli que está bien hecha y crea mucho suspense, pero con un final tan extraño que me dejó con una leve sensación de engaño.

PD: habrá que esperar al capítulo dos para saber si el engaño será una tónica general o es que están enlazadas unas pelis con otras.

Maldigo a Erich Pommer por no haber hecho que Lang dirigiera "El gabinete del doctor Caligari" por una patraña como ésta, pero no porque Robert Wiene no estuviera a la altura, sino por venderse Pommer por dinero, alejando a Fritz de la obra perfecta expresionista por una secuela, segunda parte o lo que sea que no debió ser hecha jamás.

Si ya la primera tenía un tufillo a Blockbuster simploncillo, al que se le salva por la inocencia que desprende y un potente final, esta segunda ya es típica hasta el fin. Bastante acción, pero sin enlazarse correctamente, el personaje chulillo protagonista ya no tiene carisma, la historia es forzada y ya no entretiene, aburre, y para una película de aventuras y acción, aburrir es lo peor que puede hacer.