A pesar de lo que pueda indicar el cartel o el género en el que se ha incluido la película, “The honor list” no es una comedia, o al menos lo que uno entiende por comedia al uso. La película narra una historia en la que un grupo de amigas rinde homenaje a su amiga fallecida, y evidentemente el drama ocupa un lugar destacado en la trama.

La película es un viaje emocional de las protagonistas recordando las peripecias que hubieran hecho en otro tiempo, cuando todo era diferente, ahora que ha cambiado, intentan, sin apenas darse cuenta, reordenar sus vidas entendiendo que nada volverá a ser como antes. Hay algunos momentos de comedia, bastante sosos a pesar de su potencial, que son desaprovechados porque a la película le interesa más explorar su vertiente dramática.

Down, con algo de experiencia en la dirección, se limita a rodar de manera sencilla y rutinaria, haciendo que la película se haga larga demasiadas veces, no hay ningún punto y aparte. Es ahí donde la historia hubiera necesitado ese golpe de comedia para suavizar el drama.

Al final, esa lista permite a las protagonistas no solo recordar la memoria de su amiga, sino también lidiar con sus problemas personales y entender que no todo en blanco o negro, si no una escala de grises en la que su lista se adivina como un efectivo modo de terapia grupal.

Una de las misiones más complicadas de cualquier película es tratar de despertar emociones entre los espectadores, bien con su argumento, bien con su dirección, incluso recurriendo a la labor del reparto. La mayoría lo consigue de una manera o de otra. Sin embargo “Coda” riza el rizo y logra el más difícil todavía: no despertar ninguna emoción.

Uno ve la película y después de todo comprende que no ha pasado absolutamente nada. No hay desarrollo del argumento, que se estanca a poco de empezar; no hay tampoco desarrollo de los pocos personajes que se presentan en la película, apenas conocemos su origen y no se vislumbra su destino ni por asomo. Sencillamente son algo más de noventa minutos de hastío.

Stewart y Holmes no son capaces de mejorar el argumento gracias a unos planos personajes, sobre todo el de Holmes, que no tienen material al que sacarle provecho. Se supone que una película sensible podría trabajar la relación entre ambos personajes, y a partir de ahí construir la trama, y en cierto sentido lo intenta a través del personaje de Stewart, cuya historia personal apenas se explota.

“Coda” no tiene la sutileza que el personaje principal necesita a pesar de que las escenas de piano podrían sugerir lo contrario. Este viaje emocional para descubrir el final de su carrera merecía la pena, pero por sí solo no tiene la fuerza suficiente. Además la relación entre ambos personajes carece de las aristas necesarias para conformar un buen drama. Siendo como es la ópera prima de Lalonde, hubiera sido de agradecer un intento de asumir mayor riesgo, pero “Coda” prefiere quedarse en una zona de confort que ni siquiera controla

"Mulan" era una de esas películas a seguir incluida en todas las listas a principios de año, prometiendo acción, espectáculo y aventuras de la protagonista, todo ello avalado por el sello Disney. Lo que nadie preveía por aquel entonces es que la película fuese a saltarse las reglas del juego cinematográfico para ir directamente al streaming a través de su plataforma sin pasar por los cines.

Así se ha convertido en una de las más esperadas, y por lo tanto, acumula (y acumulará) tantos seguidores como detractores, aunque sean estos últimos los que más ruido hagan. A la hora de la verdad, el revuelto levantado no termina de cumplir las expectativas, si bien sus cuidadas y elegantes escenas de acción no van a defraudar a nadie.

La historia ya es conocida por todos, la “Mulan” de 2020 no va a ofrecer nada nuevo. Su visión de la guerrera más importante del reino no hace más que reforzar la idea de que una mujer es mucho más que una hija a la que casar, y ese feminismo presente en todo el metraje es la idea principal que Disney destaca. También el honor de la familia o el orgullo de un padre adelantado a su época son importantes, aunque no alcanzan el nivel de importancia de la premisa principal.

Por momentos a alguien le parecerá estar viendo los saltos imposibles de “Tigre y Dragón”, pionero exponente de la acción coreografiada, y no andará muy desencaminado. Al igual que la leyenda de la historia, Yifei es capaz de traspasar sus límites y los de su imperio para llevar a cabo su misión. Sin importar los obstáculos, el espectador debe conceder ciertas licencias a la acción para disfrutar plenamente de ella. Sin embargo hay que reconocer que estas secuencias están muy bien rodadas y coreografiadas.

Disney no podía dejar que la protagonista luchara sola y, al igual que en la mayoría de sus películas, gracias a la fuerza del grupo es capaz la protagonista de llevar a cabo la misión final, reforzando la importancia de la amistad. En una especie de juego de plataformas, Mulan demuestra su valentía y destreza contra el malvado final, en lo que podemos calificar de final esperado, pero no por ello menos convincente. "Mulan" tiene su lugar en el mundo y Disney una prueba de fuego para medir su capacidad de convicción.

Ver el tráiler, o casi solamente el cartel promocional de “Amor garantizado” significa conocer prácticamente todo el argumento de la película. No hay trampa ni cartón en este vehículo construido para el lucimiento de los protagonistas, en especial el de Leigh Cook, que para eso es también la productora del filme.

Cualquier sobremesa que se precie debe tener una película parecida a ésta, esas en las que entre sueño y sueño ambos personajes se conocen, se gustan e inician una relación, pero en un momento determinado hay una situación en la que todo parece venirse abajo. Da igual cuándo te despiertes, la película seguirá ahí para ti, esperándote a que sigas viéndola.

“Amor garantizado” es una comedia romántica que cumple sin duda con todas las premisas, no promete nada que no pueda cumplir. Pero no por todo esto no es imposible que nos decepcione, podríamos pedir no solamente un argumento algo más elaborado, sino también un tratamiento menos obvio de los personajes principales y secundarios. Estos últimos acumulan todos los estereotipos que podamos imaginar, quedando como meras caricaturas.

El director Johnson acumula en su haber un montón de películas reconocidas que nunca alcanzaron el éxito (“Daredevil”, “Ghost Rider…”) pero en las que seguramente manejó presupuestos importantes. Por eso resulta complicado verle aceptar un proyecto tan modesto y sobre todo que no sea capaz de imprimir mayor personalidad al conjunto: una película que pasa a engrosar el ingente catálogo de Netflix pero que parece concebida como una tv movie al uso.

Como no son demasiadas las películas suecas que llegan a nuestros ojos, la curiosidad nos lleva a ver “Un pedazo de mi corazón”, que, liderada por Malin Akerman como cara más conocida, cumple las expectativas de aquellos que no las pongan muy altas.

La película tiene un argumento muy manido que suele dar buenos réditos a poco que se cumpla con sus normas más básicas: la protagonista se fue de su pueblo para triunfar en la gran ciudad y vuelve, casualmente, cuando su novio de la juventud se va a casar con una de sus amigas. A partir de ahí, algún que otro malentendido, un par de historias alrededor para que la trama principal descanse un poco, y el desarrollo del personaje de Akerman, que descubre sus verdaderos sentimientos según se rebelan los secretos del pasado.

Aunque por todo esto está claro que la comedia romántica está asegurada, la película añade un buen puñado de números musicales a la trama, convirtiéndola en un musical. Canciones pop con melodías muy pegadizas aunque bastante impersonales aderezan las situaciones y le dan un aire diferente a otras películas del género.

“Un pedazo de mi corazón” es un simple entretenimiento, quizás pasado de duración, al que le falta peso en los personajes, pero que tiene la virtud de no dejar que las canciones sean aburridas y mantener la gracia hasta el final aunque el espectador sepa en todo momento lo que va a pasar a continuación.