Una retorcida historia sobre el deseo y la búsqueda de placer, unos personajes mezquinos extrañamente atractivos, unos seres infernales de otra dimensión de pavoroso diseño y unos efectos especiales y maquillaje gore espeluznantes son los elementos que convierten a ‘Hellraiser’ en un clásico del terror fantástico.

Ahora bien, pese al culto logrado, algunas escenas grabadas en sangre en la historia del horror y el nacimiento de un icono como Pinhead, la película tiene importantes carencias y ha envejecido fatal. La narración es torpe y apresurada, la ambientación es mejorable y eso que estamos en los 80, los efectos especiales que implican desapariciones, destrucción o interacción con el cubo han quedado en el más absoluto de los ridículos y es una pena porque tampoco eran necesarios. Tiene una banda sonora que evoca una extraña sensación de tragedia amorosa en una fantasía oscura, que sin embargo puede pasar desapercibida al no estar del todo bien integrada. Y por último, el final no está a la altura de la historia, rozando la comedia involuntaria con esos giros improvisados en el cubo y con la escena del mendigo.

Merecer merece la pena y es una visita obligada si eres amante del terror. Esa idea de seres de otra dimensión que te llevarán a los límites del dolor y el placer puede perseguirte en los callejones más oscuros. Del mismo modo, tal vez Clive Barker abarcó demasiado al dirigir la película él mismo y, aunque se defiende, en otras manos se hubiese elevado a no solo un clásico de culto, sino una obra maestra.

Atravesando una cueva de caos narrativo sin igual, esta película sufre por conseguir encontrar la salida, vagando por laberintos de confusión, donde resuenan llantos de aquellos maldecidos o bendecidos, según percepciones engañosas, y repleta de muros contradictorios. Y a duras penas logra llegar con vida al final.

Una atmósfera maléfica claustrofóbica, una ambientación oscura, sucia, enfermiza, un ritmo endiablado, y una historia que tiene cierto atractivo al retorcer el budismo aportándole un toque satánico, son los elementos que consiguen que la cinta sobreviva durante toda su duración, especialmente si te gusta el subgénero del metraje encontrado.

Los elementos que, por otra parte, la maldicen, son igualmente numerosos. La historia es, primero, engañosa y contradictoria, aunque de eso no te das cuenta hasta que tienes todas las piezas. Segundo, está estructurada de forma pésima, con saltos al pasado y presente poco cohesionados y que por momentos difuminan la línea temporal. Y tercero, coge prestadas tantas ideas de ‘Ringu’ que algunos tramos rozan el plagio. Las interpretaciones no son nada del otro jueves. Y las grabaciones están totalmente forzadas, algunas son directamente imposibles por cómo se ven los planos, y eso en un mockumentary siempre resta credibilidad.

En definitiva, tiene varias cosas interesantes, puede hacerte pasar un pal rato por momentos y entretiene hasta el final. Del mismo modo nunca llega a ser nada más, al guion le falta madurar y el olvido es su destino.

Todo seriéfilo que se precie no puede faltar a la cita con esta serie. Esencialmente dramática con toques de humor negro, elementos oníricos y escenas propias del cine fantástico, sin serlo, la historia sigue el día a día de una peculiar familia que dirige una funeraria, explorando los traumas, miedos, dilemas morales, relaciones o sentimientos al que se ven enfrentados cada día.

Pero es que en realidad no es eso. En realidad el tema de la serie es TODO. Es la la vida misma y la muerte como final. Es como afrontamos la vida, como seguimos adelante a trompicones sin tener una mínima idea de lo que hacemos, por qué lo hacemos o si sabemos en realidad si algo significa algo, o qué es la muerte y por qué hay que temerla, o no. Es una serie que reflexiona sobre el sentido de la vida, sobre aprovechar el momento, pues la muerte podría llamar mañana a tu puerta, y seguro algún día lo hará, pues ésta llega a todos, y no entiende de edades, creencias o virtudes. Es una serie sobre no saber qué hacer con tu vida, qué futuro te espera, sobre la búsqueda de una felicidad de la cual también desconoces su significado.

La serie siempre inicia con la muerte de una persona, cuyas circunstancias probablemente acecharán a la familia funeraria de alguna forma mientras lidian con sus problemas personales. Con el paso de las temporadas se vuelve más difícil de ver, en el sentido de que la carga dramática se acumula y toca temas muy cercanos a cualquier persona, desde la infidelidad a la infelicidad, con la muerte siempre al acecho. Al igual que la vida, poco a poco te va agotando emocionalmente.

Cuenta con unos personajes maravillosamente descritos y desarrollados a lo largo de la serie, entre los que destaco personalmente a los dos hermanos: David, que pasa por momentos de inseguridad, desenfreno, inestabilidad emocional y traumas constantes; y Nate, el personaje cuya evolución es la más desgarradora y triste de presenciar, el que más se plantea el sentido de su existencia a lo largo de la serie y nos obliga a reflexionar junto a él sobre los temas importantes, el que más busca la felicidad, y el más trágicamente infeliz.

Y además hay algo que termina de elevar la serie al olimpo, y es que tiene el que seguramente es el final más redondo de la televisión. Absolutamente hermoso, original, emotivo. Perfección.

Joya de obligado visionado.

Agradable propuesta en tono de aventura fantástica de la década de 1980, que los amantes de la época no deberían dejar pasar, al menos en su primera temporada que, de hecho, es autoconclusiva y queda perfecta, sobrando el resto de temporadas. Aunque supongo que al igual que las películas de terror clásicas tenían casi siempre un buen puñado de secuelas, las demás temporadas de Stranger Things se pueden ver de la misma forma. Pero vamos, con esta bastaba y sobraba.

Bueno, ¿y qué te encuentras aquí? Pues una mezcla entre los Goonies, Poltergeist y E.T. envuelta en una atmósfera muy de novela de Stephen King, aunque las influencias abarcan un rango mucho más amplio del cine fantástico de una época a la que no deja de homenajear. No falta el misterio, el terror sobrenatural, las conspiraciones gubernamentales y un grupo de niños y adolescentes que vivirán la aventura de sus vidas en busca de su amigo desaparecido y que nos enseñarán el verdadero significado de la amistad.

Completando el conjunto se encuentra una ambientación ochentera conseguida, un repertorio musical maravilloso y unas personajes protagonistas carismáticos y perfectamente construidos e interpretados.

No es una serie perfecta (el argumento se permite ciertas licencias y casualidades poco creíbles, o lo único que nos importa de los malos es que son malos), pero sí un acertado homenaje muy entretenido.

Un ‘Rocky’ ligero ambientado en el mundo de la NBA, fácil de ver y olvidar. Adam Sandler está correcto en un papel que tampoco requiere ninguna maravilla y el resto del reparto pasan sin pena ni gloria por la pantalla. La historia es exactamente la que te piensas, se desarrolla exactamente como te imaginas y tiene el final que esperas que tenga, en concordancia con unos personajes totalmente estereotipados.

El desarrollo dramático brilla como una estrella en el banquillo a la que esperas ver en cualquier momento pero que finalmente no llega a salir a la cancha. El final llega de forma repentina y carece de emoción. Ni siquiera los propios protagonistas parecen ilusionados, difuminando incluso esa idea del sueño americano de que cualquier palurdo puede hacer grandes cosas y tal, dejando frío a un público que en realidad nunca llegó a calentarse del todo.


Te entrará mejor si te gusta el baloncesto pero aún así muy floja. Irónicamente, le falta garra.