Es una película infantil, pero que la pueden disfrutar también los adultos.

Empecemos diciendo que los efectos especiales están perfectamente realizados. Las mezclas de personajes en tamaño de juguete y en tamaño natural aparecen filmadas con toda naturalidad. Lo cual tiene más mérito teniendo en cuenta que en 1995 todavía no estaban tan perfeccionadas como ahora las técnicas de filmación con ordenador.

La trama, por otra parte, aunque se mueve por unos derroteros mágicos, está compuesta por situaciones dramáticas completamente humanas e interesantes. Terminas identificándote sin dificultad con las emociones y los sentimientos tanto de las personas de carne y hueso, como de los juguetes de plástico.

Y, por fin, las actuaciones de todos los actores ya sean niños o mayores son convincentes y hasta enternecedoras.

En definitiva, se nota que el guión está muy bien elaborado, y que el director ha sabido enfocar cada escena con un adecuado sentido de verosimilitud. Han realizado entre todos una película muy entretenida y llena de ternura.

Más que una comedia romántica casi parece una parodia de las comedias románticas.

El argumento adolece de falta de verosimilitud. No es posible pasarse toda la vida huyendo con toda la familia por motivos eróticos. Tampoco es acertado presentar una religiosidad tan tonta y superficial. Ni que un mocetón hecho y derecho se comporte constantemente como un adolescente. Ni que una campeona de natación y de supervivencia bajo el agua esté a punto de ahogarse en un riachuelo de poca profundidad. Y así sucesivamente, cantidad de situaciones exageradas e irreales.

Las escenas que presenta parecen sacadas de una película de Woody Allen. O, peor aún, de aquellas películas del cine mudo donde los gags se repetían rápidamente sin profundizar en absoluto ni en los personajes, ni en las situaciones filmadas.

El espectador se siente desconectado por completo de una trama que podría haber sido mucho más interesante. Los atracadores, empezando por el propio protagonista, obran de una manera tonta o descerebrada. Y a la policía le pasa algo parecido. ¿Y qué decir de la figura rocambolesca del padre?

En fin, una pena.

La fotografía y la ambientación es buena. Pero el argumento y el guión no hay por dónde cogerlos.

Los personajes y las situaciones son tan estúpidos que el espectador duda de si se trata de una comedia o de una parodia de la guerra tipo Gila. Pero nó, el director y los actores se lo toman en serio.

Y, para colmo, el ritmo de la inacción que tiene se hace aburridísimo.

El argumento es sugerente. Pero la trama resulta inverosímil.

Así como el personaje del malo está bien dibujado dentro de su originalidad, sin embargo el personaje del bueno queda desdibujado y muy soso.

Lo mismo les pasa a los actores. James Woods convence y hasta se hace simpático en medio de su inmoralidad. Pero Brian Dennehy se deja llevar sin más por las pautas que le han marcado en el guión.