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Conspiración de silencio

Intriga En 1945, un hombre con un solo brazo llega al desolado pueblo de Black Rock. Es John MacReedy (Spencer Tracy) y busca a Joe Komaco, un granjero japonés cuyo hijo le salvó la vida durante la guerra. El comportamiento de los vecinos es extrañamente hostil y grosero, y las preguntas de MacReedy sobre Komaco no reciben respuesta. Es evidente que ocultan algo, lo que despierta la curiosidad del forastero, que no está dispuesto a irse antes ... [+]
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Críticas 73
Críticas ordenadas por utilidad
9 de febrero de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando el tren se detiene en Black Rock y de él desciende, John J. Macreedy, al decirle a uno de los empleados que estará un solo día, éste lo despide diciéndole: “En un sitio como éste parecerá una eternidad” … ¿Qué querría decir? Esto es lo que vamos a ver en una suerte de post-western en el que ya no hay caballos, ni sombreros, ni locos pistoleros disparando por las calles... y ahora hay trenes modernos y autos… y apenas unas pocas armas se disparan, solamente cuando es preciso.

La historia transcurre en 1945 -recién terminada la II Guerra Mundial- y a este pueblo hostil llega, Macreedy, un exoficial del ejército que busca a un granjero japonés llamado Komoko, a quien espera entregar la medalla que mereciera su hijo, muerto en combate, por haberle salvado a él la vida durante una incursión en Italia. Pero, el afán de expulsar a Macreedy del pueblo que demuestra un grupo de hombres que no le pierde paso, hace sentir a al visitante que algo ocultan con este proceder.

El filme se desenvuelve como un intrigante thriller en el que, paso a paso, irá saliendo a la luz aquello que, Reno Smith y sus compinches, no quieren que se sepa. La historia funciona como una atinada denuncia contra la xenofobia sentida por los estadounidenses tras el certero ataque de los japoneses contra Pearl Harbor (1941) y la derrota que les asentaron en la Batalla de Corregidor (1942). Esta misma xenofobia, años después se expresaría contra los vietnamitas por razones parecidas… y, en definitiva, por los orientales que, en numerosos casos, han demostrado superioridad frente a los gringos. Contra todo y no obstante que no ha faltado quien señale a la película de ser subversiva (¿?), según consta en los registros de proyecciones de la Casa Blanca, <<CONSPIRACIÓN DE SILENCIO>>. es uno de los títulos que, con mayor frecuencia, se ha proyectado para los presidentes y sus asesores.

El guion, escrito por Millard Kaufman y Don McGuire, parte de la historia, “Bad Time at Hondo”, que escribiera, Howard Breslin; pero, se cambió el nombre del pueblo, para que nadie asociara este filme con el protagonizado por John Wayne, “Hondo” (John Farrow, 1953). Fue, ésta, una valiente película al abordar esa xenofobia que para los estadounidenses suele ser tan “natural” y creo que, de haberse rodado en tiempos de guerra, la hubiesen vituperado, censurado y hasta quemado sin pensarlo dos veces. El americano raso pareciera que nunca entenderá que, a cada ser humano, hay que tomarlo por separado y juzgarlo por sus personales palabras y sobre todo por sus acciones… y esto es lo que el filme pretende demostrar cuando nos habla de un par de nipones -un soldado y un granjero- que merecían vivir y ser apreciados.

El director, John Sturges, se abona aquí otro de los grandes filmes de su carrera -para él su favorito- y al resultado contribuye un magnífico reparto que encabeza, Spencer Tracy, cuyo rol se transformó en un investigador manco, con el objeto de animarlo para que protagonizara este filme que, en primera instancia rechazara por considerarse demasiado viejo para el papel. Robert Ryan, también luce impecable como el ranchero mandamás que conspira para que no se sepa lo que allí ha ocurrido; y, Ernest Borgnine, es Coley, el duro prepotente que tratará de sacar de quicio al serenísimo Macreedy, para justificar su asesinato.

El valiosísimo reparto lo complementan, Anne Francis, Lee Marvin, Walter Brennan, Dean Jagger y John Ericson… y aquí tenemos un filme que, en cada escena –magníficamente rodada en Cinemascope-, la tensión que envuelve a aquel peligroso pueblo se mueve en un constante crescendo.

<<CONSPIRACIÓN DE SILENCIO>>, es la clase de película que siempre se ve con el mayor interés.
Luis Guillermo Cardona
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6 de agosto de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Sturges nos presenta un peliculón que no despilfarra en nada, y que lo tiene todo. Conspiración de silencio fue rodada hace más de cincuenta años y como si nada. Clásicos como éste son imperecederos.
Un genial Spencer Tracy aterriza en un polvoriento pueblo en mitad de la nada, un pueblo que recibe al primer visitante en cuatro años a través de su ferrocarril: Black Rock parece una localidad anclada a finales del s. XIX, como las primeras ciudades americanas del medio Oeste. Este film recuerda a un western desangelado y fuera de contexto.
Una dirección milimétrica, un guión acertado y unas interpretaciones de ensueño. Hay tantos elementos para recordar, como la solvencia de Tracy para imponerse en este poblado de mala muerte: como una versión enigmática y manca de James Bond. Y todo ello bajo una atmósfera paulatinamente opresiva, y con el trasfondo amargo de la guerra y el odio racial.
El desenlace es tan seco como el resto de la historia, mejor imposible.
Además con gente como Spencer Tracy, Robert Ryan o Ernest Borgnine, esta cinta es imprescindible para todos aquellos que disfrutan del buen cine, el que nunca muere.
willieyenka
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16 de febrero de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este western, (desarrollado con las convenciones de una película de investigación, pero western, al fin y al cabo), cuya acción se sitúa en 1945, justo después de finalizar la Segunda Guerra Mundial, constituye una de las mejores obras de un especialista en el género como John Sturges, autor de films ya clásicos como “Duelo de titanes”, “El último tren a Gun Hill”, “Los siete magníficos”, entre otras.

Al pequeño y solitario pueblo de Black Rock, perdido en mitad del desierto de Arizona, llega un hombre manco preguntando por un colono japonés establecido hace algunos años en una granja de los alrededores. Ante sus preguntas, se levanta un muro de silencio y la gente del lugar reacciona entre el miedo y la violencia. Un guión casi perfecto de Millard Kauffman, basado en la novela “Bad Time at Hondo”, original de Howard Breslin, ofrece una visión dura y precisa acerca del racismo y los delirios patrioteros de las comunidades primitivas del Oeste americano, exacerbados por las rivalidades nacidas de la guerra del Pacífico.

El personaje emblemático representado por Tracy-manco (excelente como siempre), vestido de negro y provisto de un envidiable autodominio, marca el rechazo que recibe en estas sociedades la presencia del “otro”, la persona diferente, el entrometido, cuya presencia rompe los esquemas y atenta contra la inmovilidad caciquil desde una posición exterior. Es el “forastero” de muchos westerns, pero esta vez con una curiosa misión que debe cumplir, asumiendo los inesperados problemas que de ella se derivan. Por primera vez el cine americano reconoce la existencia de comunidades japonesas en su suelo y la labor que llevaron a cabo en circunstancias difíciles, incluso sacrificando sus hijos en el frente luchando bajo la bandera de las barras y estrellas.

Un reparto de secundarios de lujo incluye, a Walter Brennan, Ernest Borgnine, Lee Marvin, Anne Francis, que está preciosa, y Robert Ryan que nos permite volver a disfrutar de su catadura como malvado de la función. Queda en el recuerdo la pelea entre Tracy y Borgnine en el bar, en la que el primero suple su deficiencia física con su sabiduría en lo relativo a artes marciales. La espléndida fotografía en cinemascope y color de William C. Mellor, admirable, tanto en la composición de interiores y encuadres que permite el formato, como en la captación de los espacios abiertos a la desolación en parajes desérticos.
Antonio Morales
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16 de marzo de 2019
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peliculón de John Sturges, ( La gran evasión, Los siete magníficos, Duelo de titanes...), con un portentoso guion y unas magníficas interpretaciones de un sobresaliente reparto ( sólo tenéis que mirar la ficha), que nos regala una estupenda cinta de intriga en el marco de una polvorienta y olvidada aldea del Oeste.
Diosss, cómo echo de menos este tipo de cine. Una historia con fuerza y enjundia, excelente tensión narrativa, diálogos claros, rotundos y precisos, imágenes y música al servicio de lo que nos quieren contar ni más ni menos, intérpretes fantásticos y con carisma, desde el protagonista hasta el último de los secundarios, que aunque tengan poco papel en la cinta, engrandecían cualquier film con sólo unos minutos de aparición...
El cine no necesitaba nada más y esta película es un gran ejemplo de ello. Con pocas escenas exteriores muy bien elegidas y el resto, en tres habitaciones fiandolo todo al interés de la trama y la fuerza y expresividad de los actores.
Yo quiero más películas así. ¿ Qué ha pasado con este cine?. ¿ Por qué tanto perifollo hoy en día, de cine digital, montajes de videoclip, imágenes imposibles al servicio de historias huecas?. ¿ Cuándo empezó la decadencia?.
Yo sólo así entiendo el cine. Primero y lo más principal una buena historia. Luego, actores capaces de sostenerla.
Y un gran director que se preocupe de que todo esté al servicio de la misma. Montaje, fotografía, música, ambientación...Todo, debiera estar al servicio de la historia y no al revés. Eso es lo que yo echo de menos en el cine clásico, que ya poco tenemos ocasión de ver, quitando a un par de directores que todavía narran en ese estilo. Me viene a la cabeza Eastwood y poco más...
Pues aquí tenemos un buen clásico.
Spencer Tracy llega a una pequeña población aislada del Oeste. Ningún forastero ha pisado esas tierras desde hace 4 años. Acaba de finalizar la segunda Guerra Mundial y busca a un granjero japonés que vivía por allí.
Pero cuál será su sorpresa cuando se encuentre que nada más apearse del tren, es recibido con mucho recelo e incluso hostilidad por los habitantes del pueblo. Nadie quiere ayudarle a localizar al granjero. Al contrario. Empieza a sospechar que se ha metido en una auténtica ratonera.
Película que desde el primer fotograma capta la atención del espectador y no le suelta hasta el final. No hay nada gratuito. Nada que no sea importante. Te atrapa y no te suelta. Esto es cine señores.
Izeta
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1 de octubre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, aunque no lo pareciera. Decidido, silencioso, lacónico y muy paciente, avanza con paso firme hacia un lugar hostil y peligroso que nada tendría que envidiar al mismísimo Infierno, y no tiene como armas un rifle, un puñado de revólveres o un machete...
Se basta con sus afiladas palabras, cáustico sentido del humor y una mala leche que le sobra por todos lados pese a la serenidad de su rostro.

Hablamos del memorable protagonista de una de las más recordadas películas dirigidas por ese genio del "western" y habilidoso artesano del cine en general que fue John Sturges, "Bad Day at Black Rock" (bautizada en España con el no tan impactante título de "Conspiración de Silencio"), la misma que le valió una nominación al Oscar a Mejor Director y una a la Palma de Oro en Cannes. Había pasado algún tiempo desde que el director hiciera "Fort Bravo", pero el año 1.955 se iba a presentar bastante provechoso para él.
Y empezaría con este film, luego seguido de obras tan dispares como "La Sirena de las Aguas Verdes" y "Duelo de Espías", que provenía de la historia "Bad Time at Honda", publicada en el American Magazine por el escritor y guionista de radio Howard M. Breslin. Adaptada por Millard Kaufman y Don McGuire, el jefe de la productora Loews Incorporated, Nicholas Schenck, no veía de primeras el guión con buenos ojos por sus lecturas subversivas; gracias a Dios, acabaría en las manos de Dore Schary y Sturges aceptó ponerse tras las cámaras, recuperando al gran Spencer Tracy, con el que había colaborado cuatro años antes en "El Caso O'Hara".

De repente, en un caluroso día, un tren expreso hace su no muy bien acogida entrada en el pueblo de Black Rock, un conjunto de no más diez casas perdido en el desierto; de dicho tren se apea un desconocido al que los pocos habitantes lanzan miradas de desconfianza y, en cierto modo, temor. La incógnita es general: ¿qué hará un hombre elegante, sin un brazo, y con el rostro imperturbable como él en un agujero de mala muerte como ese? Su nombre es John MacReedy, nadie le conoce, y su presencia comienza a suscitar nerviosismo y odio más tarde.
La razón para haber viajado hasta Black Rock es encontrar a un granjero japonés llamado Komoko (Komako en la versión al español); desgraciadamente no está, y todo hace indicar que algo terrible ha pasado en ese pueblo...cosa que el forastero tendrá que averiguar. Con esta premisa tan básica cortesía de Breslin, John Sturges elabora una de las obras clave de su filmografía (sí, sin exagerar); si algo destaca en las películas del Oeste del cineasta es la interesante combinación que hace de dicho género con el cine negro y la intriga, y eso es lo que se da en "Bad Day at Black Rock", sólo que a la inversa: un "thriller" de tintes criminales con elementos y un escenario que exhala la esencia más pura del "western".

El suspense se palpa desde el mismísimo comienzo. El forastero baja del expreso, y sin titubear entra en un pueblucho donde se respira hostilidad, la cual es percibida fácilmente por el espectador; el abrasador Sol y la enervante presencia de esos tipejos que observan recelosos al recién llegado no hace sino aumentar la tensión y viciar la atmósfera de una sensación incómoda, angustiosa...algo bueno no va a ocurrir, y lo sabemos. El director va acumulando esa paleta de asfixiantes sensaciones hasta que la violencia estalla, sin estar causada, como era de esperar, por el elemento externo, sino por los maliciosos seres que habitan allí.
Sturges, con su afilado y particular sentido crítico, algo que pondría de manifiesto en sus films (como esas alusiones a la Guerra de Vietnam en "Joe Kidd"), lanza una áspera reflexión con la que analiza y censura la situación social por la que pasaba la Norteamérica de la recién acabada 2.ª Guerra Mundial, en la que ningún nipón podía aspirar al más mínimo atisbo de bondad, y a esa mentalidad que muchos sostenían en el país en el momento, la cual derivaba en una actitud xenófoba, recelosa, supersticiosa y cínica con todo lo que se aproximaba desde el exterior, tal como sucede con ese forastero, encarnación de un sentido de justicia y nepotismo que pretendía erradicar el odio racista predominante.

Ese gigante de Spencer Tracy (hablando en sentido figurado, claro) vuelve a brindar una actuación sólida y fascinante; tras su elegante vestimenta y su granítico rostro, el actor se sumerge en un personaje tan vulnerable como implacable y, de hecho, bastante complejo. Al otro extremo tenemos al malvado Robert Ryan, a Lee Marvin y Ernest Borgnine en unos repulsivos papeles que les condicionarían para futuros villanos, y a la preciosa y no obstante detestable Anne Francis, cruce de "femme fatale" y chica inocente subyugada a un mundo de hombres crueles.
Por otra parte, el estilo del film, que evoca la novela negra de Jim Thompson, el suspense de Hitchcock y los "thrillers" de trazo grueso de Don Siegel, presagia, de algún modo, "westerns" como "El Tren de las 3:10" o "El Último Tren de Gun Hill", del propio Sturges, y el violento cine que Eastwood y Peckinpah practicarían en décadas posteriores (las influencias se aprecian en "Perros de Paja" o "Infierno de Cobardes"...). Sólo falla en su final.

Parece mentira que Sturges, tan avocado al espectáculo y a la acción, ofrezca una conclusión tan sencilla para el film. Yo, sinceramente, esperaba muchísimo más (el típico tiroteo como colofón, como en "El Sexto Fugitivo", por ejemplo...).
De todas formas, "Bad Day at Black Rock" permanece aún hoy día como la gran película de intriga que es, la cual alberga un demoledor mensaje en sus ya memorables y brutales escenas y diálogos.
Chris Jiménez
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