Las reglas de la vida

Lo que más aprecio de este interesante director sueco emigrado al cine americano, es su capacidad y talento para la observación de la conducta humana, su excelente planificación y su espléndida labor con los actores, todos ellos a un buen nivel. Una película que habla de conflictos éticos, sentimientos y experiencias vitales sin sentimentalismos baratos ni demagogia reprochable. Este evocador melodrama está basado en la novela de John Irving “Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra”, que el propio escritor adapta para el cine. Irving, proporciona un adecuado soporte dramático y Hallström sabe sacar buen partido de ello, un melodrama clásico de profundo calado psicológico que recurre a la tradición del género: niños huérfanos, embarazos no deseados, el despertar a la madurez, las siempre eternas diferencias entre ricos y pobres, así como la injusticia social.

Tampoco faltan los conflictos familiares, el amor romántico e imposible, hasta podemos encontrar la triste fatalidad del destino, todo ello presentado de tal forma que no agobia ni aburre pese a ser temas muy utilizados en este tipo de films, porque se exponen de forma natural y sin excesos. Sus personajes son sencillos y creíbles, llenos de humanidad y cargados de defectos y debilidades. La historia de un aprendizaje vital del protagonista absoluto, Homer Wells (un discreto Tobey Maguire al que le basta su mirada ingenua), un huérfano bajo la tutela del entrañable Dr. Larch que dirige el orfanato de St. Cloud (un portentoso Michael Caine), la progresiva ampliación sobre los conocimientos de la vida pasando por el tránsito de la experiencia. Sus avatares y aventuras de clara inspiración dickensianas, lo cual dota al relato de una especial atmósfera.

El empleo de la elipsis a lo largo del metraje y las diversas actitudes de los personajes le van dando una profunda densidad que transciende la aparente sencillez de sus imágenes. La bella Charline Theron cumple con su cometido, así como los personajes de color que aportan el sentir más dramático y rebelde de su trama. Las normas escritas en la pared de un barracón de temporeros que no saben leer, son también las normas que en la vida nos vemos forzados a incumplir por la fuerza de las circunstancias, nadie puede escapar de lo que es. Homer sólo conocía a "King Kong" desde su vieja copia en el orfanato, luego verá junto a Candy en el cine “Cumbres borrascosas”, se trata de la pureza natural del gran gorila enamorado de la bella (la primera), contrapuestas a las complicadas turbulencias del amor ensuciado por intereses bastardos (la segunda).

Una bonita película que ha adquirido su mayoría de edad, 18 años y se mantiene inalterable al paso de los años porque lo que aborda había ocurrido en tiempos pretéritos, aunque sus temas siguen vigentes frente al ser humano, es la visión imperfecta y contradictoria que nos ofrece la vida. Gracias por leer estas sensaciones tal vez equivocadas, tal vez idealistas, pero siempre sinceras.

Básicamente es una película sobre gente buena. Gente que no odia que ya es cosa en este mundo de hoy en día. Maine es un lugar en el que nadie merece ser juzgado y en el que sin embargo todos tienen más o menos lo que se merecen, pero sin gritar más de la cuenta. Hay que tener no poco talento para hacer que algo tan dificil resulte creible. Y lo resulta. Por eso es una gran película. Por sencilla y verdadera.

El buen director sueco Lasse Hallström ya había mostrado maneras para el drama de buena factura en “¿A quién ama Gilbert Grape?”. Casado con la actriz también sueca Lena Olin, popular en esa época, fue el encargado de dirigir la adaptación que el propio John Irving hizo de su novela “Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra” (tan buena que ganó el Óscar al mejor guion adaptado). Una segunda estatuilla fue a las manos de Michael Caine como actor de reparto, enorme como el médico que cuida de los niños del orfanato como hijos.

La cinta, un éxito de crítica y público, fue nominada en otras cinco categorías, incluyendo película, director, la estupenda banda sonora de Rachel Portman, y la dirección artística (uno de sus puntos fuertes, pues el film es precioso y elegante, algo habitual en su director). Tanto Tobey Maguire como una deslumbrante Charlize Theron encajan como un guante en sus roles, viviendo una historia de amor muy interesante. Una de las películas más valiosas de aquella época de cambio de siglo.

Dicen que serie o película en la que aparecen historias de niños tiene casi el éxito garantizado. Si a ello le añadimos reunirlos en un orfanato, donde uno de ellos se hace un hombre sin conseguir padres adoptivos, y si, más aún, ponemos a un secundario de lujo tipo Michael Caine...fallar sería imperdonable.

La belleza de la cinta radica en los temas que abarca y el modo de abordarlos: el despertar al amor, el ansia de independencia, la moralidad ad-hoc...y el aborto, tratado de un modo que probablemente no moleste ni desagrade a nadie, en su planteamiento ni en su lectura.

Sin embargo el desarrollo es excesivamente lento, por lo que la historia, que por momentos es emocionante y viva, sin embargo va decayendo y no consiguió atraparme del todo. Si a ello unimos la larga duración...qué más puedo decir, pues que "lo bueno si breve dos veces bueno".

La película esta bien, pero se podía haber jugado mucho más con ella, provocando emociones más fuertes, dándole más importancia a otros temas...
Buena interpretación y una puesta en escena fabulosa.
Y la idea principal es genial y original ¿Quién dicta las normas? , aunque si te paras a pensar, no existe tanta diferencia entre un mundo y el otro.