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El hombre de Londres

Drama Maloin es un vigilante de una estación de tren que, de forma casual, es testigo de un asesinato, y acaba haciéndose cargo de una maleta llena de dinero que trastocará para siempre su vida, acarreándole muchos problemas. Inspirada en la novela de Georges Simenon "El hombre de Londres". (FILMAFFINITY)
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
1 de enero de 2023
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda, las propuestas cinematográficas de Béla Tarr, aún cuando como en este caso sea una adaptación de una novela de Georges Simenon, no tienen como principal objetivo el entretenimiento ni siquiera la tranquila contemplación de un largo plano sin aristas. El singular húngaro, co-partícipe en la mayoría de sus filmes con su esposa (Ágnes Hranitzky), puede cabrear mucho, muchísimo, a quienes (Boyero incluído) no quieren entender que el Arte del Cine puede desarrollarse al margen de la industria y el divertimento, sin perder la condición de ofrenda pública.
¿No merecen algunos "extraños" seres inteligentes libar en la versión filosófica y metafísica de las cosas? ¿Es aburrido indagar en la génesis de los hechos que desencadenan reprobables actos humanos? ¿Que se puede contar esto mismo con formulas más digeribles?, es posible; pero al autor le asiste el derecho de cincelar, con herramientas propias, su punto de vista sobre las cosas.

En su percepción constante sobre la influencia de las circunstancias en la vida de los hombres y mujeres, Béla Tarr y su guionista (László Krasznahorkai), ponen la lupa en aspectos menos lúdicos de la novela, del mismo título, del autor belga (francés); y cuestionan, como el propio y compasivo comisario Maigret las verdaderas razones de los pasos torcidos: pobreza, injusticia, explotación laboral...
Las preocupaciones de Maloin y los toboganes de su conciencia pasan a ser tuyos, a poca sensibilidad que demuestres.

Yo no disfruto con mi dolor ni con el de los demás pero, y volviendo al aprecio por lo diferente, me gustan los sabores amargos, los picantes; también los ásperos e inclasificables... Te obligan a contrastar, a descubrir que la realidad anida en las estaciones de tren, en los puertos y en sus bares; cada vez más alejada del empalagoso y adictivo dulce del ficticio, e inexistente, mundo de Hollywood y MacDonald.
Sinhué
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4 de abril de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Contrario a la vorágine cinematográfica imperante, cada vez más parecida a videoclips extensos, este film propone una estética totalmente opuesta, pero eficaz.
En cierto sentido podríamos decir que no es una película: es una historia policial contada al ritmo de una partida de ajedrez. Esos son los tiempos de la cámara: los que median entre jugada y jugada, entre idea e idea, entre acción e inacción. Intencionalmente tediosa, abrumadoramente gris, amarga, silenciosa, tensa, pero bella y con algunos diálogos ciertamente profundos.
Tal vez no sea para el gran público, pero quienes gocen de la paciencia y el "background" visual necesarios para verla hasta el final, capitalizarán una experiencia intensa, a través de la cual se expone una ética atávica y singular, salomónica y "paralegal", pero vigente.
En síntesis, deja pensando y - como el buen vino -, se disfruta más saboreándola lentamente.
Adrián Klas
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23 de agosto de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y es que de lo contrario, bien poco podríamos contar de esta película del húngaro Béla Tarr, que adapta muy libremente una novela del escritor policiaco francés Georges Simenon.

La historia que cuenta parece importarle muy poco a Tarr, que prefiere centrarse en explotar su particular cosmovisión cinematográfica, definida por la enorme duración de los planos, el casi constante movimiento de cámara, un mínimo guión, y unos personajes fríos, tristes y desesperanzados, que viven en entornos deteriorados, envejecidos. Así, el argumento de la película (una muy simple historia negra, carente de intriga y casi de emoción), es enteramente relegado en favor de una propuesta formal, la cual, ciertamente, resulta al menos brillante y distinta a lo que habitualmente podemos ver hoy en los cines.

De entrada, Tarr rueda en blanco y negro, optando además por privilegiar la noche sobre el día, circunstancia muy bien empleada por el director de fotografía, su discípulo Fred Kelemen, especialmente en la brillante iluminación de la secuencia inicial, magnífica en su concepción y ejecución. Otro aspecto de interés es que pese a la lentitud extrema con que se suceden los planos (los hay que duran varios minutos), estos no son casi nunca fijos, sino que la cámara no deja de moverse, aunque muy lentamente. Tampoco se recurre, en los escasos diálogos, a la técnica de plano y contraplano, siendo la cámara la que, partiendo de la espalda de uno de los interlocutores, describe un lento travelling circular, mostrando así al otro personaje y su entorno. Este peculiar estilo depende de una cuidadísima planificación, en la que la puesta en escena cobra una importancia mayúscula, pues los intérpretes no dejan de moverse dentro de los larguísmos planos que componen el filme. Además, en muchas ocasiones sus rostros deben sostener primeros planos de varios minutos, lo que tiene bastante mérito y ensalza su labor, por otra parte nada favorecida por el parco y poco interesante guión. Todas estas características referidas propician que nada en el filme pueda imponerse a los aspectos formales.

Debo confesar que normalmente este tipo de películas no suelen gustarme demasiado; en ellas, el "cómo" avasalla al "qué", y eso, en muchas ocasiones, conduce a que el filme se convierta en un bello envoltorio vacío. Sin embargo, no me ha sucedido esta vez, en la que, quizás, me he dejado atrapar por el estilo, y su brillantez me ha satisfecho. No obstante, debe aclararse, de cara a los usuarios interesados, que la película es de lenta digestión, y que seguramente, a muchos les costará entrar en ella.
Quatermain80
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26 de junio de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quiere ver una película con una historia normal, pero que es presentada de una forma para nada normal? Si es así, entonces, “El Hombre de Londres” es para usted. Béla Tarr regala a los espectadores una experiencia visual extremadamente profunda e interesante donde la historia realmente importa poco. Lo fundamental es la puesta en escena que nos permite encontrarnos frente a una cinta completamente diferente y hermosa. En otras palabras, prepárese para ver una película donde la historia no es el centro, sino las increíbles y maravillosas imágenes que el director nos obsequia a través de un movimiento excesivamente parsimonioso y desesperadamente lento de la cámara, asumo que con la intención de tener el tiempo suficiente de explorar los más pequeños detalles en cada escena.


Esta película húngara narra la historia de un vigilante portuario con una vida monótona y condenada a la más aburrida cotidianidad, quien por cosas del destino presencia un asesinato y termina con un maletín en sus manos. Como dije anteriormente la historia no es del otro mundo. Pero carajo, las imágenes son de una belleza tan profundas que el espectador reconoce que realmente una buena historia no es condición necesaria para hacer una buena película. Cada una de las escenas recuerdan cuadros pictóricos o fotografías en Blanco y Negro de artistas de la talla de Ansel Adams o Chris Stevens. Toda una experiencia visual necesaria tanto para estudiantes de cine como para amantes de la fotografía o el diseño gráfico.

Gracias al Cine-club "Caldo di'Ojo" por la oportunidad de apreciar este título.
Casaubon
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14 de abril de 2009
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me siento en el sofá con mi dvd recién comprado en el fnac y le doy al play.
Nunca he visto una película de Béla Tarr, he leído algo sobre sus larguísimos travelings y en particular, sobre esta película, sé que es un thriller policiaco basado en una novela de Simenon...
Pues es verdad, empieza con un traveling larguísimo, desconcertante por que continuamente pasamos por sombras negras que nos dificultan la visibilidad, tengo algún momento de desconcentración, por lo largo del plano y por que tampoco pasan grandes cosas, se repite un poco lo que vemos, pero sigo adelante.
La película sigue en esa tónica, y a la media hora ya he asumido la propuesta del director pero me cuesta disfrutarla.
Llega la media hora final de la película y quedo totalmente hipnotizado y enganchado.
Es totalmente una obra de arte; es magistral la manera en que concibe los planos, su organización, la luz, el blanco y negro, los actores, el espacio, pero a pesar de toda esta maravilla hay momentos en los que decae un poco el interés y llega a aburrir.
Por si sirve de algo, diré que me ha gustado verla.
yonosoyboyero
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