Crueles intenciones 2

Quitando los últimos 15 minutos, se puede decir que no estamos ante una mala película. Es sagaz, provocadora, a ratos erótica, con sus interesantes reflexiones... Pero todo se va al traste por un inesperado as de la manga que convierte la historia en una pantomina sin sentido que deja al espectador por tonto. Lo peor de todo es que este tipo de "tácticas" traperas son muy habituales en el cine actual, por desgracia.
Un 3 y ya es mucho.

Crueles intenciones 2 es una secuela (una precuela en realidad) de saldo de la exitosa película que unos años antes habían protagonizado Ryan Phillippe, Sarah Michelle Gellar y Reese Whiterspoon. Y lo es porque se nota que sus medios son limitados, por su repetición de esquemas y porque ninguno de los actores antes mencionados acabó participando en ella. Curiosamente, quien sí repitió fue su director: Roger Kumble.

La historia gira en torno a Sebastian Valmont (Robin Dunne) y nos muestra cómo éste acabó convirtiéndose en el joven cínico al que dio vida Ryan Phillippe en la anterior entrega.

Imagino la cara de pasmo que se les debió quedar a los pobres incautos que esperando reencontrarse con los actores de la primera parte descubrieron cómo éstos habían sido sustituidos por otros mucho menos carismáticos. El tono jocoso también quedó reducido a varios desnudos gratuitos y alguna que otra palabra malsonante. ¡Menudo timo!

Las interpretaciones son bastante irregulares. No todos los actores están a la altura mínima exigible. El personaje principal nos deja perplejos con sus cambios de actitud, pasando de la bonomía a la maldad extrema en segundos.
El guión tiene muchos altibajos y uno de los problemas quizás sea el doblaje. Los giros del inglés no se pueden traducir bien y por eso algunos gags se quedan en nada. Hay mucha vulgaridad y zafiedad.
No la puedo recomendar.

"Cruel Intentions 2" llega como la secuela inmediata y apresurada de una película del 99' que tuvo su éxito taquillero y su críticas mayoritariamente desfavorables. De esa base partimos para un filme de poca elaboración, de ingenio nulo y de personajes y situaciones a la medida de una caricatura para adultos.

Nuestro protagonista es Sebastián, (Robin Dunne), el chico bueno de la familia de ricos, su pasado fue trágicamente problemático, pero para qué nos gastamos en decir esto si, al final, su pasado nunca tiene ninguna consecuencia. Sebastián tiene como motivación enamorar a Danielle, (Sarah Thompson), la hija del director quien es "inteligente", y lo digo entre comillas porque eso se demuestra en una escena que dura cinco segundos y habla sobre un tema nada interesante. Ahora bien, si se supone que Sebastián quiere enamorarla, por qué al principio le dice que sólo quiere ser su amigo y, a los cinco minutos, ya quiere salir con ella y apurarlo todo. Más que un personaje, Sebastián es sólo un intérprete de cartón puesto para reaccionar a situaciones cómicas, románticas y sexuales, especialmente en estas últimas donde sus caras son muy incómodas e impertinentes.

Amy Adams hace de la chica popular malvada de la escuela, sus actitudes son previsiblemente tontas, su modo de hablar, por momentos, es pastoso y las situaciones de "crueldad" a las que quieren someternos con ella son totalmente banales, ridículas y hasta "cringe". Un ejemplo es la escena del caballo que es totalmente insoportable, ni aunque me pagarían volvería a pasar por algo tan incoherente, sin gracia y con el mismo nivel de humor de un niño pequeño.

La trama de la película es un estampe de la original, sólo que ahora Kumble quiere que todo sea más... "atrevido", cosa que hace a este filme cada vez más desagradable, molesto y baboso. Las escenas sexuales son patéticas, no tienen nada nuevo que dar a la historia, sólo se exhiben como publicidad para jóvenes con las hormonas en erupción. Todo se llena de momentos penosos, drama adolescente de telenovela y, tranquilos, que lo peor llega después.

A diferencia de la primera película donde todo era un poco, aunque sea, un ápice más sutil y el libreto tenía dos dedos de frente, en esta película todo se desmorona por su propia peso; las tramas alrededor de los personajes son triviales son absurdas y tienen un desarrollo de poco esfuerzo; por ejemplo, hay una parte donde se dice que un grupo de alumnos, élite, va a eliminar a todo aquel alumno "perdedor", sin embargo, esto nunca, en ningún misero segundo, se vuelve a tocar sólo queda como un decir para generar cuchicheo y alargar éste "telefilme" para que llegue a la hora y veintisiete.

Los padres de los protagonistas, (si habíamos dicho que los otros personajes eran de cartón), son de papel, se asemejan a actores a quiénes les rogaron que actuaran en la película para hacer un par de insignificantes escenas y cobrar su cheque. Ninguno de ellos tiene nada que ofrecer. Creo que hasta los sirvientes fueron una de las mejores partes de la película, tiene más carisma, sentido común y entrega que todo el cúmulo de protagonistas artificiales y robóticos. Otro detalle que se puede rescatar son las locaciones donde filman, por lo menos, lucen bien. Y como última cosa buena voy a mencionar a la música, el hecho de hayan puesto el "Morning Mood" ya me conforma luego de haber sufrido por más de una hora por este calvario.

En definitiva: Es imposible no confundirla con un telefilme, de esos baratos, miserables y artificiales. "Cruel Intentions 2" debería exhibirse entre los jóvenes unas cincuenta veces hasta que el arrepentimiento finalmente llegue. Hay de todo para irritar al espectador: estereotipos actuando, tramas que no llegan a nada y una multiplicidad de situaciones que te harán pensar dos veces antes de mirarla por segunda vez.

Calificación: 2,0/10

No es como la primera, pero tanto está tan lejos de serlo. El planteamiento es bueno, Robin Dunne está impecable, lo hace muy bien, pero el problema está en las dos chicas (su hermana y la hija del decano), que para mi pierden toda credibilidad en la película, en especial la hija del decano. Se deja ver, entretiene, para mi gracias a Robin Dunne.