Sleeping Beauty

la idea de "cine" nos remite siempre, de una forma u otra, a esa ilusión común de los "ojos que se atreven a ver, que pueden y quieren ver". Esto puede generar un encadenamiento de espejos: el ojo de la cámara que busca los ojos del espectador, o viceversa. Luego vendrán los planteos posteriores: imagen pura, imagen con contenido y, en este caso, el trasfondo detrás de la imagen.

Sleeping parte, y se fija con obsecuencia, en la noción más elemental y primaria: un cine que muestra. Imagen desnuda dentro de planos fijos cuasi constantes que por momentos buscan al espectador mediante travellings de lento acercamiento. A partir de esa postal inmediata el espectador puede, o no, interpretar lo que fuese.

La prota es la encarnación de esa idea matriz: puro cuerpo, pura forma. Nos deleitamos con sus curvas. El silencio acompaña a los secretos. Secretos hay a docenas porque la prota es una prostituta de lujo que, oh, detalle significativo, no puede ser penetrada. Son las reglas. Prota impenetrable, ni el espectador termina de entender sus decisiones, sus ambiguas reacciones. De aquella rubiecita a la peli toda: estamos ante un templo impenetrable. De allí nuevamente a los secretos, como extrañas desviaciones (sexuales y de las otras).

Cabe el debate sobre el morbo explícito de Sleeping: por momentos parece lo único válido en medio de tanto silencio, en medio de esa tramposa muestra de depuración estética. Más y más secretos.

Una peli virgen sobre una virgen impenetrable. Secretos que quedan "dentro" de ella. Son las reglas.

Tedioso ejercicio estructurado en ciclos pero que se disfraza de escandaloso para poder impactar.
Con el estilo de Manoel de Oliveira, pero sin la mano del casi centenario director, Julia Leigh utiliza planos de escándalo cuando en realidad lo que se necesita es otra cosa. Diálogo tras diálogo, donde sus protagonistas esperan un turno para hablar, para luego no decirnos nada, el aburrimiento va haciéndose presente.

Lucy es una adolescente que para cubrir sus gastos de estudio decide ingresar en el submundo de la prostitución "elegante".
Estas prácticas no habituales consisten en que todas las noches se duerma la adolescente con drogas y que los clientes hagan con ella lo que quieran. Ella despierta por la mañana sin saber lo que le ocurrió la noche anterior. Todas las noches sucede lo mismo y de ahí su título "Sleeping Beauty" o "Bella Durmiente".

La reiteración de escenas similares y el recurso agotado hacen que se llegue a una situación sin destino.
Además, las charlas de sus protagonistas, acartonadas, plagadas de silencios y turnos voluntarios, aburren promediando el film.

La trama se va deshilachando hasta que no tiene más sentido, quedando únicamente el recurso del desnudo escandaloso que más que excitarnos nos da sueño.

En la selección a competición de Cannes 2011 coincidieron 'L'apollonide' del consagrado Bertrand Bonello y 'Sleeping Beauty' de la novel Julia Leigh, dos trabajos que no consiguieron colarse en el palmarés pero que comparten numerosos puntos de contacto entre ellas. Las dos cintas son los retratos de las relaciones que se establecen entre las prostitutas y sus clientes, y en ambos casos al director no le interesa tanto radiografiar unos personajes como describir las complejidades de un tiempo histórico: el París finisecular se colaba por las paredes del prostíbulo de 'L'apollonide', y en 'Sleeping Beauty' asistimos a la desconexión del individuo del S. XXI con respecto sus orígenes y su entorno.

Leigh cuenta por omisión y sus fotogramas parecen orquestrados con la precisión de un cirujano que juega a filmar los cuerpos vaciados de todas sus vísceras. Fruto de ese ejercicio de esterilización cinematográfica, estamos ante una película que no parece contar nada pero que esconde todo un mundo bajo sus capas. Leigh consigue un producto frío, distante, aséptico, oscuro y turbador. Su protagonista dista de ser un personaje: es un concepto, un ser que no conoceremos nunca, y el espectador atento debe reconstruir la rutina de la protagonista a partir de sus múltiples identidades y de los lugares por los que transita.

'Sleeping Beauty' es un interrogante, una turbación, la intuición de una historia antes que una historia con un planteamiento, nudo y desenlace. Un salto sin red que muchos calificarán de banal y de capricho estético: otros valoramos que sea un producto sin asideros ni concesiones, rugoso en su superficie y cargado de interrogantes en su interior. De una belleza subyugante, siempre y cuando uno esté dispuesto a no contar con la habitual respuesta final del cine de nuestros días.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
http://cachecine.blogspot.com

Hay muchas películas con el tema de estudiantes que ejercen la prostitución para pagarse los estudios, el alquiler, la comida, etc...pero esta peli no tiene pies ni cabeza. No sé que quiso hacer la directora, si mostrar el submundo de la prostitución en Australia, de que muchos tipos están enfermos y hacen cualquier cosa con respecto al sexo, mostrar que una chica puede tener 200 trabajos a la vez y tener tiempo para estudiar también..Pues no sé, la pobre Emily Browning se la pasa más desnuda que vestida, pero si tuviera algún sentido estar así, pues sería otra cosa, pero es que te quedas sin nada. Historias que no tuvieron ningún sentido, ritmo lento, aburrido, dialogos estúpidos...en fín..un despropósito de película...

Incluso para los que se preguntan qué de novedoso tendrá esta nueva versión libre del famoso cuento, les puedo adelantar que el titulo de la película es sólo un pretexto absurdo para atraer espectadores curiosos y generar polémica. La historia de esta chica que vende su cuerpo a hombres maduros poderosos y burgueses, no responde a ninguna teleología rebuscada o argumental con el famoso cuento. Julia Leigh “se pasa de viva” al promocionar su película como una versión contemporánea de la obra literaria, solo porque en el filme una joven duerme profundamente por causa de los placebos, mientras sus clientes manosean y ultrajan su cuerpo. Dentro de los múltiples problemas y errores de la película (muchos de ellos imperdonables por cualquier tipo de espectador), encontramos que desde los primeros minutos del metraje, la propuesta parece desprovista de vida, de intención y de sustancia. No hay nada, pero nada interesante o atractivo en Sleeping Beauty, ni el trabajo de su protagonista que trata insuficientemente de sobrellevar su mediocre personaje, ni en su argumento que parece destinado únicamente a proyectar morbo en vez de desarrollar una narrativa lineal que haga evolucionar la historia, y ni en la tramposa dirección de su directora, que trata de emular tendencias modernas tras las cámaras y termina disfrazando el vacio de algo más lamentable y horroroso que el mismo vació. El cine trata de demostrar y representar perspicacia y sutileza, enfocar desde un ángulo diferente los temas más polémicos que envuelven nuestra sociedad, Sleeping Beauty viola este dogma y se impone como una película que presume de sus enormes errores. Una película salida de tono, falta de elegancia, y desprovista de todo lo interesante y destacable que podemos encontrar en el buen cine. Mera charlatanería barata que desde ya se sitúa como lo más decepcionante del año. Lamentable.