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Bastardos sin gloria

Bélico. Acción. Comedia Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En la Francia ocupada por los alemanes, Shosanna Dreyfus (Mélanie Laurent) presencia la ejecución de su familia por orden del coronel Hans Landa (Christoph Waltz). Después de huir a París, adopta una nueva identidad como propietaria de un cine. En otro lugar de Europa, el teniente Aldo Raine (Brad Pitt) adiestra a un grupo de soldados judíos ("The Basterds") para atacar objetivos concretos. Los ... [+]
Críticas 756
Críticas ordenadas por utilidad
20 de septiembre de 2009
296 de 504 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y otra vez más. He perdido la cuenta del número de veces que, en esta década de caos y decadencia fosforescente, he salido de la sala negando con la cabeza y mirando al suelo, diciendo que no, Quentin (o el que toque). Que tú tienes talento. No caigas tú también en la mediocridad pandémica, infinita, que todo lo cubre y todo lo idiotiza.

Ya... Lo sé, es un cliché. El victimismo y tal. Esto ya no es lo que era, the times they are a-changin' and I am lost overhere looking for a reason to live one. Pero es que, por increíble que parezca, una verdad no deja de ser cierta a través de la repetición. Y tal vez haya que preguntarse por qué esta década que está acabando ha sido la peor en la historia del cine. Los motivos no caben en una crítica de 3000 caracteres, así que este no es el sitio. Aquí sólo me cabe la queja, las tres palabras desapasionadas del que está cansado de verlos caer, uno tras otro, en ese lago de hojas grises o de directores que vagan sin rumbo.

Y uno se dice: joder. Si estos tíos fueron buenos; muchos de ellos fueron grandes en su día. Y uno piensa que gente como Tim Burton, Steven Spielberg, Quentin Tarantino, Martin Scorsese, Brian de Palma, Clint Eastwood, Julio Medem y Roman Polanski deberían ser focos de la cultura. Guías para el cine, que, hijas de su tiempo, le dijeran al mundo: mirad, gente. Esta es la imagen del 2000, la foto de estos días. Miradla bien, porque dentro de unos años os recordará a esta época. Sólo hay calidad en ella, y en virtud de mi condición y del don que me ha sido concedido, sólo yo puedo hacerla. Sólo hay calidad en ella.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tomine
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21 de agosto de 2009
162 de 242 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inglorious Basterds no se disculpa, no pide perdón. A Tarantino no le importa si lo que hace ofende, tampoco los estereotipos y clichés, esto es cine en el estado mas puro. Quentin puede crear escenas inmensa de tensión y de repente lo mezcla con comedia en momentos de alta genialidad, nunca estarás seguro si debes mirar con repugnancia o morirte de risa, de cualquier manera es una montaña rusa imperdible. No es para todos, sobre todo si no eres un fan del estilo de Tarantino, se puede hacer un poco difícil de seguir, pero igualmente es un film que merece ser visto. Ningún aficionado al cine debería perderse esta obra maestra. Y la performance de Christoph Waltz... que los Oscar no se atrevan a ignorarlo!
robbiel
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19 de enero de 2010
131 de 182 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo perfectamente el día en que me hice fan de Quentin Tarantino. Fue en 1993, en un cine ya desaparecido de mi ciudad. Eran las cuatro de la tarde y habría, a lo sumo, cinco o seis butacas ocupadas. Había oído y leído maravillas acerca de la ópera prima de un desvergonzado e impertinente jovenzuelo que, decían, revolucionaba no sólo el thriller sino las bases mismas del cine contemporáneo, y me moría de ganas de comprobar si era cierto. Falso, era todo falso: “Reservoir dogs” no era lo que decían, sino que resultó ser más, mucho más, era un giro de 180 grados en el modo de entender no sólo un género o incluso el cine sino la realidad misma. A pesar de la mala calidad de una copia descolorida y llena de lamparones, uno intuía que aquella brillante exhibición de dominio de los resortes narrativos y visuales del cine era, con todas sus imperfecciones, más que una simple película, era el espíritu de una época hecho cine.

Las siguientes pelis de Tarantino las fui viendo en cines abarrotados de un número creciente de seguidores rendidos a sus encantos, y aunque tanto la apabullante “Pulp Fiction” como la madura e injustamente infravalorada “Jackie Brown” evidenciaban el incontestable talento de su autor y bastarían por sí mismas para justificar toda una carrera, con algunas de sus aventuras paralelas empezó a mosquearme la sensación de que, por mucho que hubiera siempre gente dispuesta a reírle todas las gracias, el talento de Tarantino tenía también sus limitaciones. Las dos entregas de “Kill Bill”, pese a su desbordante despliegue visual, mostraban evidentes síntomas de agotamiento de una fórmula que, jugueteando con la banalidad y la parodia, corría el riesgo de convertirse en un espejismo tan brillante y entretenido como vacuo y desprovisto de significación.

Del mejor cine de Tarantino apenas quedan, en “Malditos bastardos”, quince tristes minutos, los primeros, los que separan los títulos de crédito y la primera aparición de ese cretino que, no en vano, encarna Brad Pitt: un amago de western alpino, tenso y claustrofóbico, resuelto en una brutal tormenta de disparos y serrín. Después, nada. Un interminable y superficial espectáculo de argumento amorfo, arrítmico y deslavazado, protagonizado por personajes planos y desdibujados que mantienen entre sí soporíferos diálogos que nada aportan a una acción ya de por sí boba e inmasticable, cuyo único punto de apoyo es la excelente actuación de Christoph Waltz y que avanza, de cabezada en cabezada, hasta los idiotas minutos finales. Es triste admitirlo, pero da la impresión de que el talento de Tarantino, como el cine en que vi “Reservoir dogs”, se ha ido, tal vez para siempre. Su inagotable repertorio de ocurrencias parece limitarse, ahora mismo, a hacer algún chistecillo con el número de la nota que, como mucho, su peli se merece. Y aunque no le faltará quien se lo ría, yo recordaré, a partir de ahora, el sábado de enero de 2010 en que dejé de ser fan de Quentin Tarantino.
Normelvis Bates
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17 de septiembre de 2009
69 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién dijo rigor histórico? Tarantino desde luego no. Y es una suerte, ya que todo lo que sale de la cabeza del enfant terrible por excelencia del cine americano, acostumbra a ser mucho más divertido que la realidad. Y en esto se apoya ‘Malditos bastardos’, en aquel principio universal que nos dice que “drama más tiempo es igual a comedia”. Pero como a estas alturas ya todos conocemos las tendencias de este inclasificable director, es de esperar que no sólo las risas se adueñen de la cinta. Como no podía ser do otra manera, la mezcla de géneros es casi el motivo de existir de sus productos, y éste no es la excepción. En efecto, esta auténtica cafrada bélica hace reír, crispa los nervios -en el buen sentido- y hasta se permite el lujo de aburrir en algún que otro tramo.

Recuerdo que cuando llegó a nuestras salas el castrado proyecto Grindhouse se planteó la siguiente pregunta: ¿Opinaría lo mismo de ‘Death Proof’ si no la hubiera firmado Tarantino? Una cuestión absurda a mi entender, ya que sin él, la película hubiera sido radicalmente diferente... o ni siquiera hubiera llegado nunca a hacerse. Quentin es Quentin. Suena absurdo, pero en realidad es uno de los mayores cumplidos a los que puede aspirar cualquiera que pertenezca al selecto grupo de directores que realizan cine de autor. En una cafetería de Los Angeles, en un centro comercial o en un abarrotado local de la capital del país del sol naciente... poco importa la localización, ni las circunstancias que rodean a la historia, pues su estilo es siempre palpable. Incluso en una casa rural francesa en el año 1941.

Ahí es donde arranca magistralmente ‘Malditos bastardos’. La manera en que aparecen los personajes, y la banda sonora de Ennio Morricone nos remiten al mejor western, un género que -sorpresa- le sienta de maravilla a este convulso periodo histórico. Con la aparición en escena del coronel Hans Landa se hace el silencio absoluto. Christoph Waltz justifica en cada mueca, en cada frase que pronuncia el por qué de su premio al mejor actor recibido en la última edición del Festival de Cine de Cannes. Este risueño y políglota “caza-judíos” es capaz de provocar la carcajada y helar la sangre al respetable siempre que se lo propone. Gracias a él y a la cada vez más sabia planificación de Tarantino (excelente su capacidad para crear tensión de la nada), el primer capítulo de esta brutal venganza se descubre como una pequeña porción de cine con letras mayúsculas... lista para ser devorada -y estudiada- una y otra vez.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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23 de octubre de 2009
89 de 135 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos los personajes hablan igual, con las mismas expresiones y la misma construcción de frases; y a todos les gusta escucharse a sí mismos y soltar parrafadas y parrafadas y bla bla bla..., y así la película se convierte en otro aburrido monólogo tarantiniano más.
Cada vez que la película parece coger ritmo, los personajes empiezan a soltar discursillos o se enzarzan en diálogos intrascendentes y bla bla bla..., y la narración se estanca; si estos altibajos son un recurso narrativo a propósito no lo sé, pero a mí me aburren, las escenas se hacen interminables. A la hora de metraje llegué a suplicar de rodillas a San Kieslowski que en la historia aparecieran más personajes tan poco locuaces como el "Oso judío", el único de la película que no parece una cotorra.
En fin, la película sufre de un exceso de verborrea (sobre todo en la primera mitad) que alarga innecesariamente una historia que se podría haber contado más ágilmente en hora y media. Está claro que Tarantino jamás dirigirá una película muda, no sabría cómo hacerlo, no parece disponer de recursos cinematográficos al margen de la estructura narrativa y los diálogos y el bla bla bla...,; mi impresión es que, precisamente por dominar dichos recursos, abusa de ellos hasta volverlos contraproducentes.

Especialmente absurda es la salida de tono narrativa en la que aparece, a mitad de película y sin saberse de dónde ni por qué, un narrador en off que explica la alta capacidad de combustión de la película de nitrato y bla bla bla. Supongo que esto a los fans de Tarantino les parecerá una genialidad más.
También es de una falta de creatividad alarmante, a estas alturas propia de una película de serie z, las formas en que muestra el escondite de la familia judía y la ubicación de los explosivos durante la proyección nazi.

Como siempre, se hace un uso efectista de la banda sonora marca de la casa, algo de sobra conocido de sus películas anteriores y que en esta ocasión funciona bastante peor.

Lo mejor es la interpretación que hace Christoph Waltz del coronel nazi (Brad Pitt vuelve a confirmar, con todo su repertorio de muecas, que más que un actor es un cacho-carne con tirón en taquilla).
lscem
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