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El club de los desahuciados

Drama Basada en la vida real de Ron Woodroof, un cowboy de rodeo texano, drogadicto y mujeriego, al que en 1986 le diagnosticaron SIDA y le pronosticaron un mes de vida. Empezó entonces a tomar AZT, el único medicamento disponible en aquella época para luchar contra tan terrible enfermedad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 224
Críticas ordenadas por utilidad
8 de enero de 2014
23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto es lo que tiene el cine estadounidense: entre tantas y tantas cintas comerciales e independientes siempre hay alguna al año que resulta ser una "gran pequeña joya" llena de enjundia, talento e intelecto. No falla.

No esperaba que "Dallas Buyers Club" fuera a ser una de esas joyitas, pero el caso es que es una película que me ha sorprendido y personalmente me ha enamorado.

Basada en un hecho real, la cinta se nos presenta como un biopic muy poco convencional, que nos narra la vida de Ron Woodroof: el estandarte de lo que llamamos un "viva la virgen". Este amante de los rodeos, promiscuo, drogadicto, alcohólico, homófobo y machista ve su irresponsable vida trastocada cuando los doctores le diagnostican el SIDA, una enfermedad que en los 80 (época en la que se sitúa la cinta) era tan desconocida como mítica (un virus lleno de mitos infundados que mataba en cuestión de semanas a cientos de personas).

La verdad es que me dispuse a verla sin saber de su argumento y, tras visionar los primeros minutos del largo pensé que me encontraba ante otra cinta de "rollo indie" que no contaba nada, con una interpretación protagonista asombrosa eso sí, pero con acontecimientos rutinarios sobre un hombre reprobable. Pero nada más lejos de la realidad. Es cierto que su comienzo puede resultar un tanto plano, pero en menos de 10 minutos la cinta nos invade con unos hechos tan sustanciosos y variados que empieza a elevarse hasta cotas espléndidas.

La trama se torna totalmente profusa y diversa, con múltiples y perfectos desarrollos de importantes temas. Y con personajes llenos de aristas y desarrollados con inteligencia. Tenemos al enérgico Woodroof, obligado a cambiar a la fuerza y experimentando una transformación vital con mayúsculas (que no tópicamente redentora) purgándose por fuera y por dentro, y al que su adoración por vivir el presente le hace más luchador y astuto. Tenemos las nuevas pruebas de medicamentos de las industrias farmacéuticas, y sus luchas cainitas por hacerse con el "nuevo mercado". Tenemos a los enfermos desinformados que no encuentran la solución en la medicación "oficial" buscando alternativas... todo este coctel de recientes situaciones que impactan en los personajes conforman una historia de averiguaciones y supervivencia excelente.

La cinta toca todos los poros de su temática... y todos los toca con sensibilidad (que no sensiblería), humanidad, viveza, tensión y madurez. Desde la feroz lucha contra la enfermedad, hasta la infinita avidez a la hora de encontrar una cura, pasando por la experimentación de la marginación y la incomprensión por primera vez, o por el entendimiento común y la amistad con un círculo que nunca se pensó el protagonista que llegaría ni a rozar.

Y es que Ron Woodroof tiene el SIDA en los 80, pero no se va a quedar de brazos cruzados sabiendo que hay una salida contra la muerte prematura (tanto para él como para los que comparten su situación) y, siempre con ánimo de lucro (el personaje jamás deja de ser lo que es), Woodroof dará esperanza a los contagiados con el virus y pondrá de morros a la industria hospitalaria y todas las normas sanitarias.

El guión se desarrolla siempre con un enorme acierto en todos sus momentos y ensamblaje, y deja con energía o delicadeza mucha intriga, drama y hasta humor. Y el abanico de personajes resulta ser el modelo de como deben construirse éstos en un libreto.

Y sus interpretaciones no hacen sino engrandecer el conjunto. Matthey McConaughey jamás había estado mejor, esta es la interpretación de su vida (al menos hasta el momento) y por primera vez demuestra que es mucho más que un "tío bueno" que luce palmito en banales cintas de aventuras y comedias románticas. Su interpretación es de Oscar, dejando de lado su impresionante transformación física (que es superlativa y recuerda a John Hawkes el año pasado en "Las sesiones), el actor aporta una perfecta naturalidad, unos manerismos maravillosos y consigue un carisma que jamás se le había visto. Y desde Jennifer Garner como agradable y perspicaz doctora hasta Steve Zahn como ese compañero "australopitecus" están de 10. Pero quien más destaca y sobresale en "Dallas Buyers Club" es Jared Leto (al que ya le deben de estar grabando el nombre en el Oscar a mejor actor secundario del año) como el adorable, tierno, carismático y dulce Rayon (un personaje que tampoco es ningún ángel y que también está roto por su enfermedad y sus conflictos internos, pero con el que siempre se querría estar acompañado). Leto jamás se sale del personaje, y aporta una sensibilidad y complicidad arrolladoras, resulta memorable.

La dirección por su parte es muy grande, con un acierto en todos los ángulos de los planos (la mayoría de ellos cerrados o subjetivos) hiperrealistas, un despliegue de medios maravilloso, una fotografía deliciosamente desvencijada y un buen sonido.

En definitiva, "Dallas Buyers Club" es un largo dramático de libro en su conjunto (pero no de estilo academicista para ganar Oscars). Totalmente disfrutable una y otra vez, siendo suspicaz y emocionante, y no intentando sacarnos la lágrima de modo facilón pero sí invitándonos a muchas reflexiones.

Lo peor: Sus primeros 7 minutos.
Lo mejor: Jared Leto y Matthew McConaughey.
Spark
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15 de marzo de 2014
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay varias películas dentro de esta cinta. Por una parte está el retrato en claroscuro, lleno de incertidumbre, angustia, dolor y porfía, de dos individuos disímiles que se enfrentan a un mismo destino. Por otra parte está la película que retrata cómo se vence (casi sin proponérselo, ni tan siquiera desearlo) la homofobia visceral y hortera de un cowboy de rodeo tejano. Finalmente está la descripción de una desesperante y opresiva época llena de muerte, sufrimiento, dolor, rechazo, ofuscación, recelo, vacilación e incertidumbre: aquellos años ochenta del ‘cáncer rosa’, de la plaga bíblica contra un ‘estilo de vida’ repudiado por dios y vilipendiado por los hombres.

Apenas han pasado treinta años y sin embargo parece otra época mucho más remota y basta, llena de vulgares tópicos y menosprecios de tugurio arrabalero. Había tanto desconocimiento, tanto recelo, tanto miedo, tanto rechazo, tanta incultura que nos parece un mundo remoto y ajeno cuando en verdad apenas y si hemos avanzado unos pasos, quizás de gigante, pero aún del todo insuficientes. En este contexto – entre la memoria y el olvido – se incrusta este tierno testimonio de unas vidas apenas esbozadas, apenas entrevistas y que por causa del SIDA fueron diezmadas a troche y moche, sin piedad ni compasión. Casi es un homenaje colectivo al ejército anónimo de muertes desesperadas y perplejas que la epidemia dejó a su paso durante los tres primeros lustros de su andadura.

Porque esta película es el reflejo de una contienda por salir adelante, por no dejarse vencer por los prejuicios ni los intereses farmacéuticos, ni por los médicos insensibles o los falsos amigos de taberna y melopea. Es un homenaje a aquellos individuos que sacaron de su flaqueza fuerzas y trataron de luchar por los enfermos, a aquellos médicos compasivos que acompañaron y sufrieron el dolor ajeno y buscaron medios, subterfugios e iniciativas para mitigar el suplicio y aliviar la tortura de la muerte inminente y cierta. Y un retrato admirativo de aquellos enfermos que supieron mantenerse en pie pese a que tenían que enfrentarse a un mundo hostil y ceñudo.

Cabe terminar alabando a dos actores que lo dan todo en la composición de sus personajes hasta volverlos inolvidables y necesarios, permanecen imborrables en la memoria porque han sabido dar con el tono justo de humanidad quebrada sin caer nunca en el patetismo o la conmiseración: Matthew McConaughey y Jared Leto. Sencillamente enormes. Hermosa cinta que se ve con gratitud, esperanza y hasta cierto optimismo.
antonalva
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28 de septiembre de 2013
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de Ron Woodroof es una de esas biografías que no aparecen en los libros de historia, que no merecieron ningún tipo de homenaje y que nadie a posteriori se ha encargado de reivindicar. Un hombre como él, adicto a las mujeres, al alcohol y a la mala vida, se puso el mundo por montera, toreó a la FDA y dio muchísima esperanza a muchísimos enfermos de SIDA a mediados de los 80, una enfermedad que él mismo padecía y que le obligó a cambiar su ética y estilo de vida.

Dallas Buyers Club es la historia de una evolución, de una reconversión, de una lucha y de un terror inmenso: el que sufrieron millones de heterosexuales y homosexuales al ser portadores de un virus para el que no existía cura y que iba acompañado de un enorme prejuicio social. Jean-Marc Vallée, director con nervio y muy respetuoso con la realidad queer, se encarga de dar brío a este biopic capitaneado y eclipsado por la grandísima interpretación de Matthew McConaughey: de él emana el drama, surgen las risas y nacen todos los conflictos de la película. El ex adicto a las comedias románticas ofrece un trabajo portentoso, tan exagerado y excéntrico como dictan los cánones académicos, y con una transformación física de vértigo.

Por lo demás, la película comparte muchos de las atributos del cine queer indie norteamericano, algo que ya pudo detectarse en otras nominadas a la estatuilla como Boys don't Cry, Mi nombre es Harvey Milk o Transamérica: aunque el personaje retratado ofrece un amplio abanico de luces y sombras al final siempre prima la parte más luminosa, la libertad inicial acaba cediendo a la conclusión azucarada y las ataduras del biopic (hay que ser fiel al caso real) restan espontaneidad al film.

En conjunto, Dallas Buyers Club es una propuesta un tanto grosera y con una tendencia al humor pasado de rosca que no termina de funcionar tan bien como sucedía en C.R.A.Z.Y. Pero si por algo la película destaca y triunfa es por McConaughey: él es Dallas Buyers Club, y la película es su particular vehículo de lucimiento para conseguir la nominación al Oscar que tantos años viene tanteando (pensamos, claro está, en Mud, Killer Joe y Magic Mike). Una película dinámica y fresca, algo que los presentes en Donosti hemos agradecido tras tanto film europeo de larguísimos planos fijos y ausencia de diálogo.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
Xavier Vidal
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11 de enero de 2014
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
He de reconocer que suelo evitar las películas referentes a enfermedades como sida, cáncer... siempre pienso que no me va a merecer la pena pasar dos horas padeciendo la enfermedad de otro, sin embargo en este caso, estaba muy equivocada.
Lejos de ver una película en la cual estás todo el rato compadeciéndote del protagonista o en la cual la sensiblería está presente en todo momento. Te transmite mucha fuerza positiva al ver cómo una persona es capaz de cambiar y evolucionar de la noche a la mañana al diagnosticarle Sida afrontando sus problemas y sin renunciar a la vida. Así pues dejar de fumar, de beber, llevar un tratamiento médico alternativo del que hasta ahora era el convencional, y también abandona las ideas de homofobia y acaba uniéndole una gran amistad a un transexual interpretado por Jared Leto.
Lo más increíble de la película es ver la interpretación que realiza Matthew McConaughey y la transformación física que le ha requerido. Por fín ha demostrado su potencial y que es un gran actor. Lo hace tan bien que incluso a mitad de película te olvidas de que el mismo que interpretó tantas películas en las cuales lo único que lucía eran sus músculos y su belleza. Y tampoco se queda atrás la interpretación de Jared Leto.
Maite
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3 de febrero de 2014
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
No nos andamos por las ramas. Lo mejor de Dallas Buyers Club es el papel de Matthew McConaughey. Su presencia eleva la categoría de una película que, en su desarrollo, no pasa de convencional. Sí, está basada en una historia real, pero eso no es óbice para caer en el efectismo y la estructura narrativa rutinaria de biopic. Favorita para los Oscars 2014 en la categoría de mejor actor y mejor secundario (Jared Leto), Dallas Buyers Club es una cinta agradable, pero decepcionante en su resultado final.

(...)

El primer tercio de Dallas Buyers Club es muy superior al resto del metraje. Asistimos al descenso al infierno de la enfermedad de Ron. Se calza las gafas y acude a la biblioteca. El SIDA empieza a aterrorizar al mundo. Los gays ya no son los únicos afectados. La población “normal” se asusta. La industria farmacéutica y las autoridades de control sanitario toman posiciones. El SIDA es un problema. Y una oportunidad. Según como se mire.

(...)

Durante esta parte de la historia es cuando mejor comprendemos la soledad y angustia del enfermo terminal. Porque tener SIDA y tener cáncer, por ejemplo, no es lo mismo. Sí, con ambas tienes muchas papeletas para morir. Pero con la primera, además, eres contagioso. Das asco.

Y del electricista que conduce a México en busca de una solución pasamos, de la noche a la mañana, al líder de un gran negocio de trapicheo de medicamentos para enfermos de SIDA. No sabemos hasta qué punto la película es fiel a la historia real. Y tampoco nos importa demasiado. Esto es cine, ficción, y tiene que atenerse a ello. El giro que da el personaje de Ron nos resulta un tanto abrupto y poco verosímil. La escena del supermercado es muy bonita, pero es el momento en el que Dallas Buyers Club pone sobre la mesa todas las cartas. Y algunas de ellas están marcadas.

Por otro lado, comienza a ganar peso la trama médica. ¿Real? Probablemente. Pero muy convencional en su tratamiento: personaje maltratado se lía la manta a la cabeza y diseña un negocio clandestino de venta de medicamentos que entra en conflicto con las autoridades sanitarias que velan, también, por los intereses de las grandes corporaciones farmacéuticas. O dicho de forma más resumida: Personaje solitario y luminoso, con iniciativa y un par, se enfrenta a la fría burocracia. ¿Cuántas veces?

Y si el espectador no está suficientemente entregado al personaje de McConaughey, el guión añade un médico bueno y un médico malo. El personaje interpretado por Jennifer Garner pulula por la película molestando más que otra cosa y añadiendo azúcar a una cinta que no lo precisa.

Por suerte, la película se cierra con una escena potente que nos devuelve a los mejores momentos de su inicio. Porque, insistimos, Dallas Buyers Club es Matthew McConaughey. Y no mucho más.

El responsable de esta cinta es Jean-Marc Vallée, autor canadiense célebre por C.R.A.Z.Y., película triunfadora en su día en el Festival de Cine de Gijón y que ya anunciaba sus luces y sus sombras: historias interesantes, bien rodadas, pero rutinarias en sus planteamientos narrativos. Jean-Marc quiere contentar al espectador. Y en ese afán cae en la trampa del efectismo.

No obstante, Dallas Buyers Club es una cinta recomendable, agradable y que marcará un hito en la carrera de McConaughey, actor que por méritos propios se sitúa en la vanguardia de los intérpretes de Hollywood.

Lo Mejor: Su primer tercio. La escena final. Matthew McConaughey.

Lo Peor: La evolución de la historia es convencional y con tendencia al efectismo. Cierto maniqueísmo. El papel de Jennifer Garner.
david
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