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El gatopardo

Drama Es la época de la unificación de Italia en torno al Piamonte, cuyo artífice fue Cavour. La acción se desarrolla en Palermo y los protagonistas son Don Fabrizio, Príncipe de Salina (Burt Lancaster), y su familia, cuya vida se ve alterada tras la invasión de Sicilia por las tropas de Garibaldi (1860). Para alejarse de los disturbios, la familia se refugia en la casa de campo que posee en Donnafugata en compañía del joven Tancredi (Alain ... [+]
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Críticas 79
Críticas ordenadas por utilidad
17 de enero de 2018
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En cuanto a ambientación, vestuario y exteriores, sí, es una obra maestra. Es una delicia dar un paseo por las calles. Visconti filma de maravilla estos activos, y uno puede más que hacer reverencia ante tal espectáculo. Las calles de aquella vieja y desdichada Italia, impactaban y tocaban hondo.
En cuanto a la música, me ha sorprendido lo poco acompansada que estaba con la trama, con la acción. No había compenetración entre lo que estaba ocurriendo y esa música tan barroca. En los bailes si coincide, faltaría más. Pero cortar las escenas en medio de una música que da la impresión que va a durar más, a una escena sin nada de música, es algo, cuanto menos, llamativo.
Las actuaciones, bien. Menciono a la Cardinale y su mordedura de labios para sobreactuar sus dotes de seducción. No era necesario. Ella, de por sí, ya muestra lo que es: una fruta prohibida apetecible por todos, especialmente por el príncipe (Burt Lancaster).
De esas películas que se atragantan y hay que verlas en trozos.
La explicación de la historia no es clara. Para los que no entendemos mucho de la historia de Italia, y nos gustaría, nos habría gustado más argumento.
Quedan también mal las frases, de repente, soltadas por alguno de los personajes. No he leído el libro, pero supongo que son “corta y pega”.
CHIRU
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10 de junio de 2020
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Su enfoque sobre la revolución italiana es único. En lugar de caer en el tópico del antihéroe, Luchino Visconti hace todo lo contrario y su protagonista, un fabuloso Burt Lancaster, es un príncipe que percibe los últimos días de la aristocracia. El Gatopardo es sumamente descriptiva, a fuego lento, puede costar, pero incorpora un ecosistema decadente y de hipocresía (hacia la nobleza) estimulante.
danillobet
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2 de noviembre de 2010
5 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La evolución humana tiene un camino claramente trazado y en él hay un lugar para la equidad, la justicia social, y para el respeto sin distingos a la dignidad humana. Quienes se opongan a esto, entrarán en desuso y encontrarán su ocaso de manera irreversible porque, la paz y la felicidad, no son un beneplácito para unos cuantos hombres, son bienes para todos y todos habremos, un día, de acceder indefectiblemente a ellos.

Para bien de la humanidad, las aristocracias son hoy apenas una minúscula colonia que se preserva viva porque, a veces las culturas se fosilizan y se acostumbran tanto a las tradiciones, que no hacen espacio para cuestionar el mantenimiento de unos especímenes que deniegan el equilibrio humano al conservar un privilegio donde, la ostentación y el derroche, en nada se compaginan con sus pobrísimos esfuerzos.

Los palacios –lo vemos en “EL GATOPARDO”- son inmensas tumbas colmadas de chécheres inútiles, para calmar el vacío interior de aquellos que no saben nada de humildad, de generosidad y menos aún de amor incondicional. Objetivas son las palabras del príncipe Fabrizio de Salina, cuando presintiendo su necesario ocaso dice:”Soy un exponente de la vieja clase, fatalmente comprometido con el antiguo régimen al que me ligan vínculos de descendencia y afecto. La mía es una generación a caballo entre dos mundos, pero que ya no encaja en ninguno”. Sí, así es. Y es el conde Luchino Visconti quien, mediante su alter ego, lo manifiesta. Y quizás sea cierto que, "a los gatopardos y a los leones, los sustituirán chacales y alimañas", pero estos aprenderán a vivir en comunidad, lucharán por el bien común, y sabrán salir del encierro mezquino de la familia donde se viste con lujosos colores, pero se tiene el alma vacía de nobles sentimientos.

Colmado de lujo, con un embellecimiento que trasciende la realidad para recrear postales que reflejen el “paraíso” en el que habitaba la aristocracia de entonces, y rodada en tecnirama con la soberbia luz del maestro Giuseppe Rotunno, el filme se propone demostrar que el “insigne ahora (1860)” de las dinastías, no debió ser derribado por el Risorgimento (resurgimiento) de la nueva Italia, donde el país se reunificaría y el poder pasaría a manos del pueblo con líderes tan notables como Giuseppe Garibaldi.

Empero, la evolución hacia el punto medio, de que tanto hablaba Buddha, es irreversible, y por eso, este filme resulta anacrónico y viciado, y la nostalgia que respira no motiva en nosotros interés alguno, porque somos de aquellos que deseamos con ímpetu la abolición de toda inequidad.

Válidas son las palabras de Alberto Moravia cuando, aludiendo a este filme, decía: “Un velo de irrealidad un tanto estetizante se interpone entre nosotros y la pantalla”.
Luis Guillermo Cardona
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7 de octubre de 2013
3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo no voy a exclamar: " Como pueden votar con esta nota tan alta? " como hacen otras personas.Yo respeto la nota media que saca esta película. Solo diré que me pareció como un folletín largo y tedioso, mi aburrimiento fue total, salvo la fotografía y la música. No me emocionó para nada. Si tiene alguna magia especial, a mí se me escapó por no se donde.
zacavilder
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11 de octubre de 2010
13 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues bueno, ya puedo decir que he visto el Gatopardo; no es una película que ansiara ver con locura (de hecho la he visto para un trabajo de historia), sin embargo no puedo negar que sea una de esas películas que sobresalen en la historia del cine, y desde luego con esa realización excelente no me extraña. Eso sí, la película me ha resultado un tostonazo. Y es que no me habría aburrido de lo lindo con escenas tan bien rodadas como por ejemplo la del baile (aunque esta también está bastante alargada innecesariamente), si antes no me hubiera encontrado de lleno con escenas alargadas hasta el máximo (no en vano la película dura alrededor de tres horas) y de trascendencia prácticamente nula, Después de todo no es extraño que con la última escena, que se supone, revela toda la esencia de la transformación interior que sufre Lancaster pensara: Bah, otra escena más del montón; al fin, ya parece que acaba. Y es este hecho lo que para mí (en mi humilde e inexperta opinión) lo que hace que la película pierda ritmo, fuelle y los espectadores interés.

Aquí aprovecho para hacer una pausa (cosa que el director hace durante TODA la película) y me dedicaré a hablar de otros aspectos, como por ejemplo los personajes; y la verdad es que aparte de un gran Burt Lancaster y un sudoroso (en ocasiones esto llega a ser asqueroso) Alain Delon, el resto de personajes me parecen tan poco interesantes y faltos de acción como el resto de la película. Otro aspecto: la música; yo comprendo y acepto que Nino Rota es un genio pero a mi la banda sonora de esta película no me conmueve para nada, no me afecta, me deja frío y además todos los temas me parecen el mismo. Así que en definitiva, para poner el broche final, el Gatopardo me ha parecido una película-desierto: no pasa nada, no pasa nada, no pasa nada y para cuando pasa ya te has muerto.
Pabloski
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