Las ballenas de agosto

Quien se siente delante de su televisor para ver esta película estará consiguiendo en hora y media la misma terapia que un día entero de contemplación en el campo. Saturados como estamos de información, agobios, prisas y dramas de todo tipo (familiares, de trabajo, de escalera, de amigos, de personajes del colorín, etc) de vez en cuando es muy de agradecer parar y tomarse un respiro para sentarse en la ladera de una colina verde a ver una tranquila puesta de sol.
Este es el equivalente cuando no tenemos el campo cerca ni el día disponible. No es una película en la que la trama avance a trompicones ni haya inesperados giros de tuerca, sin embargo tiene el interés de lo cotidiano, sustentado en unas presencias cinematográficas fuera de toda cuestión.
Miss Davis pone un broche de oro a toda una vida dedicada al cine con una interpretación donde a ratos se asoma "La Loba", a ratos "La extraña pasajera" y a ratos "Vieja Amistad". Es sobrecogedor observar los esfuerzos de una mujer como ella por seguir sujetando el cetro de gran actriz de la pantalla....con gran efectividad.
Miss Gish pone el contrapunto amable de este duelo donde ella es bálsamo para los ladridos de su "hermana" Davis, contrapunto que debió ampliar fuera de rodaje si hemos de hacer caso a las historias que se recogen en las biografías de Bette Davis (como cuando durante el rodaje alguien elogió la técnica de Lillian Gish en la toma de un primer plano y Bette Davis ladró "¿cómo no va a dominar el primer plano? ¡Ella estaba ALLÍ cuando se inventó!", en clara alusión a la etapa de actriz de cine mudo de su compañera de reparto).
Impecable, como siempre Mr. Price, llenando de dignidad perfectamente representada el papel de supuesto noble venido a menos.
En fin, un festín para los sentidos (paisajes, fotografía, ambientación estupendos) y para los sentimientos, sin caer en ningún momento en la lágrima ni en la nostalgia mal entendida.
Totalmente recomendable si quieren recargarse de tranquilidad.

Película ambientada en la isla de Maine donde dos ancianas hermanas se encuentran pasando el verano como es su costumbre, Libby (Bette Davis) es la mayor y ya ha quedado ciega lo que la ha vuelto bastante gruñona, su hermana Sarah (Lillian Gish) cuida de ella y literalmente es todo bondad.

El film muestra un par de días de las ancianas, la relación entre ellas y con unos allegados, la amistad que llevan, las diferencias que corroen por el cambio de actitud en Libby, recuerdan su niñez y donde Sarah rememora a sus muertos. Es una película que se mueve a paso lento, al paso de los ancianos.

The Whales of August es ciertamente un trabajo sencillo, pero muy honesto y sensible, al menos a mí me llega mucho ver cómo se van desenvolviendo los ancianos, un trabajo actoral preciso y muy natural, guión a cargo de David Berry en base a una obra suya, donde me ha gustado mucho la definición de los personajes, cada uno con su personalidad.

Un film lindo con paisajes hermosos, dirigido por un ya experimentado Lindsay Anderson que claramente presenta una obra muy diferente a las de su juventud, muy bien musicalizado por parte de su acostumbrado compositor Alan Price.

O "En el estanque dorado 2". Eso sí, con 3 actrices que fueron unas bellezas en su día. Vaya 3!!! Ann Sothern, Lillian Gish y como no Bette Davis.

Última película de Lillian, la más mayor de las 3 con 94 años cuando hizo esta película. A Davis le quedaba una película más por hacer.

La película en sí, es un poco malilla, pero se te encoge el corazón al ver a estas 3 mujeres en acción (más Davis y Gish) y también a Vicent Price, tremendo como siempre.

Es una de esas películas que me daba a mí que iba a por los Oscars, por llevar a actrices tan consagrados y queridos y a parte de tocar un tema muy sensiblero. No me convenció del todo, pero sólo por verlos actuar ya merece la pena.

Una película bastante bonita y de buen gusto sobre la relación de dos hermanas viudas y ancianas que pasan el verano juntas, como cada año desde su juventud, en una isla del estado de Maine.

La película, muy bien ambientada, inspira tranquilidad y paz, y es lenta, muy lenta, como el ritmo de los ancianos. Básicamente es una sucesión de entrañables escenas domésticas y cotidianas y del trato cordial entre vecinos y viejos amigos durante dos o tres días de agosto, pero nada más que eso. La película me gustó, pero entiendo algunas críticas que la tildan de tediosa o aburrida, porque realmente no pasa nada extraordinario; cuando terminé la película pensé: "¿Y ya está?". Creía que habría "flashbacks" durante toda la película, pero sólo los hay al principio del todo en blanco y negro.

Destacaría la preciosa escena de la cena, muy apropiada además si recordamos que Vincent Price en la vida real fue un gran gourmet que hasta escribió varios libros de cocina, me ha recordado vagamente a "El festín de Babette", del mismo año que esta película.

En resumen, una bonita película que se recrea en las cosas sencillas, en la vida tranquila.

No esperen un ataque de cetáceos mutantes (símbolo de una muerte lenta y chunga a lo Gepetto si no hay un Pinocho salvador) a una solitaria isla en pleno mes de vacaciones.
Tampoco a unas Bette Davis y Lillian Gish encerradas y armadas hasta los dientes (postizos) con escopetas y otros letales utensilios esperando el ataque de las ballenas homicidas devoradoras de carnes flácidas. Ni por asomo se encontraran a Vincent Price soltando la frasecita del millón de dólares: “¡Quiero a esas putas ballenas fuera de la puta isla!”.

Lindsay Anderson, al contrario que un servidor, es un cineasta serio al que le respalda su filmografía. Lo que también respalda (a la parte trasera) de un servidor o cualquier espectador con un 99% (o menos) de predisposición a disfrutar de “Las ballenas de agosto” es un buen sofá o cómoda butaca donde echarse la siestecita o contar interminablemente ovejitas durante los noventa minutos de metraje.
¡Qué duro es ser jubilado en una isla y no tener ni radio, televisión ni un Corte Inglés! Porque durante los noventa minutos de visionado no encontrará a ninguna ballena encabronada sino a una isla donde la media de edad es de 78 años y ocurren muchas cosas “interesantes”: la cotilla oficial de la isla visita a las ancianas para tomar el té para revelar información del tipo “quién se ha comprado un audífono” o “quién la ha palmado”, el “ñapas” ruidoso les quiere hacer un ventanal y ¡atención! ¡Hay que ponerse guapas porque viene un hombre a cenar!

Con una impecable fotografía y paisajes, Anderson narra un culebrón insípido y sostenido con mirada nostálgica a los tiempos pasados, donde destaca con luz propia Lillian Gish (Bette Davis al igual que su personaje es insoportable) y la aparición del “rey pescador” y galán octogenario Vincent Price. Se nota en demasía y para mal que es una adaptación de una obra de teatro.

Hay mucha sutileza, poesía en esas imágenes y en esa lenta espera a unas ballenas (metáfora de la muerte), pero el sopor es proporcional e imperdonable.