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Tres colores: Blanco

Comedia. Drama Karol ama profundamente a Dominique, pero ella lo abandona debido a que él sufre un problema de impotencia. Entonces decide volver, con su amigo Nikolai, a su Polonia natal. (FILMAFFINITY)
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Críticas 46
Críticas ordenadas por utilidad
4 de septiembre de 2008
177 de 186 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Blanco volvemos a ser testigos de un intimista estudio de personajes, una representación de humanidad que se traslada de París a los fríos, blancos y nevados parajes de la Polonia natal de Kieslowski. El tono de esta cinta sin duda es más amable que el de Azul, pero no nos equivoquemos: estamos ante una ''comedia triste'', en palabras del propio director; y aunque por momentos nos haga reír debido a las disparatadas situaciones por las que pasa Karol (deliciosa e ingenuamente interpretado por Zamachowski), no deja de atenazarnos en ningún momento, pues esa actitud de abandono y desorientación debida a la muerte (o quizás debida a la vida) de su anterior obra, pasa a ser aquí un macabro juego relacionado con la propia muerte, una lección de búsqueda de los verdaderos propósitos que nos mueven a hacer lo que hacemos, una historia de amor imposible, retorcida pero a la vez necesaria para dar sentido a los comportamientos que vemos en pantalla... El tema de la bandera francesa en esta cinta pretende ser la igualdad, y así podemos definir esa intención del personaje principal por encauzar su vida, huyendo de un país que le es extraño y que le impide sentirse dueño de sí mismo para poder cumplir con su mujer. Esta (una fría pero maravillosa Julie Delpy, como una gatita continuamente en celo) le abandona por no sentirse satisfecha sexualmente, y Karol decide entonces regresar a Varsovia oculto en una maleta, donde comenzará desde cero e irá amasando inteligentemente una fortuna que le permita volver por todo lo alto. Al principio adivinamos que se trata de un hombre torpe, un peluquero sin recursos que nada puede hacer contra la aparente frivolidad y sangre fría de su mujer, pero poco a poco (como sucede todo en el cine de Kieslowski) vamos descubriendo que detrás de esa apariencia se oculta alguien decidido al que no le importa dejar atrás sus escrúpulos para rehacer su vida (así consigue crear su propia empresa, llega a hacerse rico y devuelve las ganas de vivir a aquel único amigo que le ayudó a salir de París cuando peor estaban las cosas).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
lyncheano
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28 de junio de 2005
81 de 101 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda película de la trilogía de Kieslowski dedicada a los colores de la bandera francesa. En este caso el color homenajeado es el blanco, símbolo según la obra de la igualdad. La historia, narrada en forma de comedia dramática, introduce al espectador en un enredo que comienza con el fracaso del matrimonio del protagonista, Karol, a causa de su incapacidad para consumarlo. Pese a que él sabe que su trastorno es pasajero, Dominique demanda el divorcio y lo consigue. Además, para alejarlo de su lado, ésta monta una treta que puede llevarlo a prisión. De regreso a Polonia dispuesto a rehacer su vida, éste urdirá un plan complejo con el propósito de recuperar a Dominique. La música original es del mismo compositor que la de "Azul" y la recuerda notablemente: se basa en solos de violín, de flauta y de piano, duos de violín y violoncelo, muy sencillos, pero vibrantes, coloristas y brillantes, que aparecen y desaparecen a lo largo de la película para dar realce y trascendencia a determinadas secuencias. La fotografía, pese a su gran corección, no alcanza los niveles de espectacularidad de la película anterior. Kieslowski demuestra, de nuevo, una capacidad destacada en el movimiento de los actores, en su disposición en los sucesivos escenarios y en las puestas en escena. Dicho de otro modo, el director demuestra y confirma que es poseedor de una muy notable sabiduría cinematográfica.
Miquel
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18 de enero de 2007
48 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
El peine cantarín, los jadeos telefónicos de Julie Delpy, la solicitud del hermano torpón (un peluquero con las manos en forma de hortaliza), la hermosa camaradería que surge entre los dos polacos exiliados (¡de París al cielo, y en la bodega del avión!), la relación psicótica entre Kolia y Dominique (te pasas la película pensando: chaval, la chica es más que chunga, aléjate de ella).

Kieslowski enlaza con el blanco las grisuras de París y la nieve polaca, y al tiempo, se inventa un improbable personaje que logra conquistarnos, incluso al asumir la piel del hombre de negocios chalán y mafiosillo.

¡Qué hermosas son las melodías, tan eslavas! ¡Qué bien le cae a Julie Delpy la rubia cabellera! La escena en que patinan Kolia y Mikolaj es magia y sentimiento.

Los más habituados a Kieslowski sentirán un agradable y sorprendido cosquilleo al ver las humoradas de la cinta.

Y aunque la historia sea un puro disparate...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Servadac
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23 de marzo de 2006
61 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tener el problemita de los huevos y escuchar a tu ex por teléfono mientras estás tirado en la calle... bufff... hay que tenerlos bien grandes para no pegarse un tiro. Lo gracioso es que a pesar del amor que sientas, hay veces que el rencor gana terreno en el alma de uno. Y putada con putada se paga. IGUALDAD. O venganza. O matrimonio. O importancia del sexo y ausencia de él. Igualdad en joder al prójimo, en hacer daño, en dar la vuelta a la tortilla. Igualdad en la capacidad de amar. Sé que es probable que me equivoque, pero creo que trata sobre la igualdad para hacer el bien... y el mal. Y la vuelta de tuerca que da nuestro amigo a su vida y a su amor muchos la firmaríamos con algun@s ex. O no?

Kieslowski nos regala la más suave de las tres, pero con muy mala leche. Una venganza absurda y llevada a cabo desde las tripas. La cámara y la escenificación vuelve a dar la razón a los que piensan que es un genio en ese campo. Estoy de acuerdo en que la luz esta vez no está a la altura de las otras dos. Bastante buena.
Txarly
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26 de diciembre de 2006
33 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelentemente narrada y elegante y sobriamente filmada, Kiéslowski vuelve a hacer alarde de su excelso dominio técnico del asunto.

Segunda entrega de la trilogía del cineasta polaco sobre los colores de la bandera francesa, representando el azul de la monarquía (monárquicos legitimistas) y el blanco y rojo de la ciudad de París y que el difunto cineasta quiso asociar simbólicamente con cada uno de las famosas palabras contenidas en aquella celebérrima divisa proclamada durante la revolución francesa allá por el año 1790, y expuestas entre otras muchas ideas por los legendarios Voltaire, Rousseau o Montesquieu, como eran: libertad (simbolizado para Kiéslowski en la primera de las entregas de su famosa trilogía; color azul) ,igualdad (simbolizado según Kieslowski el color blanco que nos compete) y la fraternidad (a la que Kiéslowski rebautizó como solidaridad en la tercera y más completa entrega de la trilogía, el color rojo).

Excelente planteamiento sobre la igualdad, esta vez con el exclusivo tono de comedia de tinte azabache, y al igual que en el resto de la serie el cineasta polaco se encarga de impregnar el asunto cincelándolo con sus pinceladas del color representado, es decir, en esta ocasión de un blanco alternativamente esperanzador (representado en su claridad, su inocencia y su éxtasis intrínseco) y/o áspero (en algunas de las escenas en la nieve, en los pañuelos y trozos de papel blancos con los que Karol interpretaba canciones populares de su país natal, o en los excrementos del pájaro que le caen de forma premonitoriamente humillante antes de afrontar su divorcio..."¿La igualdad?, ¿qué igualdad?..."Hoy en día todo se compra con dinero...").

Y es que el cineasta polaco acabó finalmente desencantado con su posterior elección del libre mercado después de apoyar los estertores del régimen comunista bajo el que fue criado...de esta forma Kiéslowski nos lo hace saber a través de las peripecias de este peluquero polaco, Karol (Zbigniew Zamachowski), quien después de ser humillado por su propia esposa "con la ley en la mano" en un paradigmático país de la libertad como Francia, se ve indefectiblemente impelido a volver a su raíces en Polonia para renacer de sus cenizas y pergeñar un plan maquiavélico y de tintes muy negros que le sirviera para saciar sus deseos, instintos y orgullo para con su esposa y a la vez vengarse de tamaña afrenta moral.

Si bien la estupenda fotografía intrínsecamente colorista de la trilogía corre a cargo de tres camarógrafos distintos, la textura cromática musical de la misma fue creada por el mismo autor, Zbigniew Preisner, en esta ocasión a base canciones populares polacas que Karol solía cantar en su breve etapa de mendigo en el metro parisino con un trozo de papel, o más tarde convertido ya en un afortunado hombre de negocios en su Polonia natal, extraída de una pañuelo blanco.

N E C E S A R I A.
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burton
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