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España España · Molina de Segura
Críticas de Lizzypride
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Críticas 12
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
27 de agosto de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay muchas personas que no deberían ver esta película. Desde luego no deberían hacerlo quienes no imaginan la belleza al leer las descripciones de Góngora o Machado y les gustaría pulsar el botón de acelerado.
Tampoco es la película de los alergicos a los "para siempre", quienes no se crean los sentimientos de Bécquer en sus versos, y los gritos de Heathcliff a Cathy les ofrece la cumbre de la comedia.
A todos ellos les parecerá una película inacabable, innecesaria, vacua y pedante. Jane Campion lo sabía, pero ella ya había rodado poesía fílmica antes, donde se recrea en la forma y en sentimientos de porcelana y no de cartón.
Dicho esto, Ben Whishaw no me termina de encajar como Keats, y quizá, su personaje no sea creible como autor de los versos románticos, ni como inspirador de los tormentos de una perfecta Abbie Cornish.
Ahm, y me parece una de las mejores películas sobre el arte de la moda que he visto.
Lizzypride
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9
11 de julio de 2022
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Hace tres días que terminé Mr. Sunshine. Ya se me han secado las lágrimas y se ha atenuado un poco esa sensación de soledad que te deja una serie cuando ha conseguido que sus personajes entren a formar parte de tu realidad. Ahora que la he terminado, me he puesto a buscar críticas, y lo primero que me ha sorprendido es la ausencia de ellas. ¿Cómo no ha incluido Filmaffinity o Fotogramas ninguna crítica profesional de una serie como esta? Porque al margen de mi reciente devoción, la serie tuvo una audiencia en su país que llegó a alcanzar una cuota de pantalla del 18% y recibió un una gran cantidad de premios en 2018. Sin embargo, nuestros críticos parece que giran más su mirada hacia la derecha del mapa, hacia occidente, que a lo que llega de oriente. De hecho, hace nada El País, con ocasión de la cumbre de la OTAN en Madrid, publicaba una lista con las mejores series de política internacional y eran todas occidentales. Pero Mr. Sunshine podría caber perfectamente en esa lista. Es increíble cómo narra la situación estratégica de Corea en los primeros años del siglo XX: cómo fue asediada por franceses, rusos y japoneses y cómo Estados Unidos se instaló para sacar provecho económico, lavándose las manos. Hace entendible incluso el poder de imponer una moneda en un país y cómo el valor de esa moneda puede boicotearse. Nos habla de corrupción, de espionaje, de colonialismo, de relaciones internacionales,… Y lo hace sin abrumar, como si esa información fluyera y entrara en nosotros. Así deberían ser las buenas clases de historia.
Quizás creas que no te interesa qué pasó en Corea hace más de un siglo, pero su lucha tiene muchísima actualidad, porque el verdadero protagonista de esta serie es el pueblo coreano, los habitantes de una dinastía de siglos, la de Joseon, a las que obligaron incluso a cambiar de nombre. En un momento dado, la protagonista señala con un dedo a Joseon en un globo terráqueo y se asombra de lo pequeña que es. ¿Justifica el tamaño que un país sea saqueado y usado? En otro momento, el rey pide que le traduzcan los titulares de un diario americano y se da cuenta de que sus masacres no merecían ni una línea al otro lado del océano. Me recordó a al personaje de El hijo de Saúl que creía que los judíos no eran liberados porque no se sabía lo que estaba pasando. A veces, el interés informativo, las páginas de historia o las críticas de cine no miran donde tienen que mirar, sino donde les dicen que miren.
Y esto me sirve para tocar otro punto secundario de esta serie: el amor y la fe en la palabra y en la comunicación, en general. Uno de los protagonistas termina creando una especie de agencia de noticias, confiando en este arma y otro le trae una cámara de fotos de Japón, con el mismo fin. En la serie, los diálogos pasan del coreano al japonés y al inglés, en un continuo, y vemos como la pareja protagonista trata de aprender el idioma del otro para acercarse. Se habla del idioma, y de cómo se nombran las realidades en cada uno de ellos, casi como si las palabras vistieran los conceptos, como esa flor de cinco pétalos, el Mugunghwa o Rosa de Siria, la flor nacional de Corea del Sur.
Luego está la sensorialidad de toda la serie, desde el primer fotograma. Tenemos la música, cuya elección, para mi gusto, a veces es cuestionable, pero que es imprescindible en una serie donde abundan los planos largos; y tenemos el sonido, en general, pues se escuchan crujidos, el masticar de un caramelo, los sorbidos de una sopa, el roce de un mano sobre la seda,… Tenemos la imagen, uno de sus grandes valores, con grandes contrastes entre los colores más vivos y la oscuridad de la noche, donde apreciamos los matices del sol al atravesar una bandera, o los de la luna, entre los árboles de un bosque poniendo foco a una persecución. Hay una veneración por la belleza, con postales que pasan a tu retina y te hacen emocionar de puro “bonicas”. Tenemos el olfato y el gusto, porque los personajes disfrutan de la comida, como una parte de la cultura: olemos el café del hotel Gloria, degustamos esos caramelos cuyo dulzor provoca sonrisas al probarlos, sentimos la bocanada de matices de los bollos humeantes de la panadería francesa al abrirse, y el efecto reconfortante de la sopa caliente del que parece “el único bar de Joseon”. Y tenemos el tacto, porque las cámaras logran captar el frío de esos inviernos que hielan estanques y casi sale vaho también de nuestras bocas, la caricia de los copos de nieve al caer, o de los pétalos de flores en primavera, la sensualidad del roce de una tela, o la calidez de unas manos que se tocan,…

Y todo eso envuelve a lo que hace de Mr. Sunshine una serie, para mí, imprescindible, que son sus personajes. Se trata de una serie coral en el mejor sentido de esa idea. Hay un personaje colectivo al que ya he mencionado, que es el pueblo de Corea. No se trata sólo de los rebeldes, que son un subgrupo dentro de ellos. Sino todo el pueblo en sí, con sus clases nobles, sus terratenientes, sus esclavos y carniceros, con su tradición y su primitivismo, con sus castas y sus injustas desigualdades sociales, con su religión, sus oficios y sus costumbres ancestrales,… El adjetivo “épico” se repetía mucho en mi mente mientras la veía. Para mí lo épico es que personas que sentimos cotidianas, que tienen una historia, un día a día y unos lazos, que temen a la muerte, lo arriesguen todo por una causa. Es muy difícil encontrar una causa por la que esté justificado morir, y, aún más, una causa por la que esté justificado matar. En eso hacen mucho hincapié los increíbles diálogos de esta serie.
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Lizzypride
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9
23 de enero de 2022
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¿Cómo se consigue un buen resultado? Desde luego creyendo que es nuestro deber conseguirlo. Y esta película es un buen ejemplo. Está tan mimada como la mesa que prepara Mr. Stevens, como la plata que limpia, como la discreción que guarda. Porque hay desvelo en el guión, en las palabras que contienen los dialogos, y también en los silencios, como cualquier buena partitura; hay rigor en la recreación de tenso momento histórico, con alusión a protagonistas que podemos rastrear en la Wikipedia y de sus posibles motivaciones; hay preciosismo en la ambientación y en vestuario, captado con una cámara que se hace cómplice de la luz y de los sentimientos; hay una banda sonora que contrasta con la sobriedad de lo que vemos y acompaña a las emociones contenidas, que se hace cómplice, con el espectador. Y, por supuesto, hay unos actores que dignifican a sus personajes. Es un honor poder sumergirse en esa mansión durante dos horas y ocho minutos, y abandonarla un poco más íntegra.
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Lizzypride
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9
26 de diciembre de 2021
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Nadir y Simin son una pareja iraní que ha decidido separarse. Ellos mismos se sientan frente a nosotros y nos explican sus razones en la escena inicial, unas razones que parecen ser puramente localistas y ajenas a nuestra cultura y se nos ocurre que vamos a asistir al retrato costumbrista de los vericuetos que implica deshacer un matrimonio en una sociedad islámica. Y sí que nos paseamos por las calzadas de una ciudad persa, por sus hospitales, sus colegios, sus juzgados, y nos introducimos en los pisos de clase media y los comparamos con los de las clases populares, y vemos sus ropas, y nos extrañamos de algunas normas... Pero son el atrezo y los escenarios que usa Farhadi para crear un ambiente, y cundirá la desilusión si lo que se busca es la denuncia o la exaltación de una cultura. El protagonismo absoluto lo tienen los personajes, incluidos cada uno de nosotros, pues el director nos convierte desde el primer fotograma en jueces de una separación.
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Lizzypride
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7
9 de agosto de 2020
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo del arte, y en concreto, el mundo del cine, destapó apenas hace unos años el acoso a las mujeres que dió origen al movimiento"Me too" y que recordó en nuestro primer mundo que todavía no estaba todo hecho en cuanto a la reivindicación de los derechos de las mujeres. Sin embargo, el cine como producto ha sido siempre una celosía desde la que se han dejado ver las pequeñas y grandes injusticias que rodean a la condición femenina, y que tienen en la cultura islámica radical una de las realidades actuales más vergonzantes.
Hace poco, comentando la serie El cuento de la criada, alguien me dijo que es una distopía que está presente hoy en algunas partes del mundo. Pues bien, Papicha, vista en la sala del cine por una madre soltera de España con su hija de 14 años, es casi ciencia ficción. Y, sin embargo, en Argelia, a menos de un centímetro en un mapa de escala media, hay alambradas que coartan las ansias de volar de las mujeres, en esas jaulas que quieren almohadillar con cánticos sobre la protección, la paz y la maternidad disfrutada. Pues las jóvenes mujeres de esta película, y las no tan jóvenes representadas por la madre, reniegan del bromuro que les ofrecen para edulcorar sus vidas y quieren pincharse y volar.
¿Qué hace distinta a esta ópera prima? Que no es una historia oscura, ni triste, ni moralista,... Desborda la alegría de los 18 años, con unos personajes que ríen y lloran como sólo se puede hacer a esa edad. Lyna Khoudri, la protagonista, tiene mucho que ver, por su capacidad para transmitir inconformismo y ganas de vivir. También, el mimo y la capacidad de crear belleza de la directora, Mounia Meddour, que entona un cántico de amor incondicional a una tierra, el norte de África, que llena la pantalla de luz dorada y de música. No se pretende desacreditar una cultura, sino salvarla. "¡Viva Argelia!"-gritan.
Y, como no, es una película que debería incluirse a partir de ahora en los estudios de moda. Si alguien dudaba que también hay arte y creatividad en esa industria, que revisen los fotogramas de esta película donde una joven acaricia una tela, o la pliega sobre un cuerpo. Pura poesía, música, pintura. Puro arte.
Lizzypride
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