Es una película buena, pero no notable. No se parece ni de lejos a la peor del resto de películas de Amenábar. Al parecer, séis años no han sido suficientes para hacer un trabajo a la altura de su carrera, y a la de su reconocimiento. La historia puede enganchar más o menos, gracias a la angustiosa atmósfera en la que se desarrolla y a la temática en sí. Pero ni los diálogos aguantan la presión del ambiente, ni la puesta en escena es consecuente. El hilo conductor del agobio se rompe. Los puntuales momentos de terror se deben a escenas desagradables y a los efectos de sonido en lugar de emplearse técnicas más inteligentes y hitchcockianas.

Lo único acertado ha sido el título, vaticinio de lo que ha resultado ser un paso hacia atrás en la filmografía de Amenábar. No ha aportado nada nuevo, sino una gran decepción por las expectativas que ha generado su espera. Ser una película para pasar el rato, en el caso de este capacitado director, es un fracaso. Y ojalá que así siga siendo.

La experiencia es un grado, y en el caso de Robert De Niro, un motivo de peso para apostar por cualquier película. No es a la profesional profesional a la que me refiero, ya que su personaje tiene bien poco de ésta, sino a la que irradia este actor cuando aparece en la pantalla.

No soy muy fan de las películas de las que se dice que, aunque sean malas, el papel que hace determinado actor o actriz la levantan. Sin duda, De Niro tiene ese poder, esa gracia divina, pero lo cierto es que ésta no es una de esas películas. Se sale de la norma de las "típicas comedias americanas" al uso, con un guión plano pero con curvas y mucho entretenimiento. Los gags no siguen (exclusivamente) el mismo patrón de otras películas del mismo género e incluso destacaría la fotografía y el vestuario que ve en Anne Hathaway la mejor ocasión de lucir su repertorio.

Lo que más me ha gustado de la película ha sido el equilibrio de todos los elementos que la componen. Es honesta y justa. Una buena opción si lo que buscamos es una comedia, sin más, sin mayores pretensiones, pero que nos hagan pasar un buen rato.

Cuando se es un director de la talla de Sidney Lumet, debe ser muy difícil seguir haciendo películas bajo la presión que conlleva ser uno de los grandes. Trabajó con esa presión desde su opera prima "12 hombres sin piedad" hasta ésta, su última película, y lo ha hecho siendo fiel a su método. Una situación inicial aparentemente sencilla, se complica poco a poco generando un universo desconocido de posibilidades que guían, engañan y, lo mejor de todo, sorprenden al espectador, ese jurado al que se someten sus películas.

En esta ocasión, el atraco planeado de dos hermanos a un local familiar es el punto a partir del cual se desarrollan las ideas y sentimientos de los personajes hasta sus mismos límites. El montaje y el original desarrollo a base de flashbacks ayudan a captar la atención del espectador, pero es el guión el que lo sumerge a las profundidades de una historia cruda, triste pero que late a cada escena. La relación entre el dúo Hoffman-Hawke recuerda en ocasiones a la de aquél que formaron James Dean y Richard Davalos, no sólo en el título de ambas obras.

Se baja el telón a una trayectoria relevante en la historia del cine. Somos muchos más que doce los que hemos sido testigos y, después de ver esta película , el "veredicto final" es inapelable.