Desde luego es un retrato excelente de la España provinciana de posguerra, pero yo no hago más que pensar en la cara de lunática de Betsy, que hace muy bien de solterona desdichada, pero a mí me pone de los nervios abriendo y cerrando la boca como una lubina recién pescada. Tampoco llego a conectar en ningún momento con esos "amigos" tan bromistas; en general me interesa poco o nada la historia central y, sin embargo, me parece muy estimulante el paisanaje que rodea a los protagonistas (seminaristas, novicias, o, por ejemplo la amiga de Juan, la del bar, que es la verdadera mujer sometida de esta historia, no la pija de Betsy).

A mí que me expliquen por qué los profes de secundaria de las series van en audis, tienen pisos de más de 100 metros cuadrados, en clase pueden permitirse el lujo de pasar del temario de selectividad para centrarse en debates filosofico-morales y no tienen guardias de patio ni un tercero de ESO horrible que aturar. Luego ya si eso discutimos el resto de detalles inverosímiles de esta superproducción con delirios de grandeza, trufada de clichés galaicos, carente de sentido a nivel de trama y plagada de actuaciones excesivamente forzadas. Carlos Montero, cortita y al pie, hombre, que en Élite ya se sabía lo que había y por eso se disfrutaba, no quieras una estrella Michelin si lo tuyo son los Big Macs.